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1994/08/15 07:00:00 GMT+2

San Sebastián, la de las dos almas

Que difícil de entender; qué extraña ciudad, mi ciudad. Y en Semana Grande, aún más que en cualquier otro tiempo.

San Sebastián engaña. Se da aires de vieja y noble, y tiene cuatro días. Se la ve plácida como pocas, y de repente estalla. Y cuando la tensión se desboca, vuelve a la calma. Nunca es lo que parece, pero siempre es también lo que parece. Ahí reside su secreto: acierta a albergar cada cosa y su contrario.

Paseo en la memoria por otras Semanas Grandes y encuentro la prueba de ello. Recuerdo la de 1968: la ciudad en plena fiesta, las playas repletas, los bares llenos... Sin embargo, ETA había inaugurado la lista de sus víctimas matando a un guardia civil, Franco había vuelto a decretar el estado de excepción en Guipúzcoa y los calabozos de las comisarías estaban tan abarrotados como los bares. En la elegante playa de Ondarreta, si los veraneantes hubieran interrumpido su alegre bullicio por un minuto, habrían podido oír los lamentos de quienes en ese mismo momento estaban siendo «hábilmente interrogados» en el cuartelillo cercano.

¿Cuál de las dos imágenes refleja mejor el ser de la ciudad? Las dos.

Me acerco en el recuerdo hasta la Semana Grande de 1981. Otra vez la fiesta, en esta ocasión aún más animada. Es viernes, 8 de la tarde. Arranca la procesión de La Salve. Una parte del público pone a caldo a las autoridades y les tira monedas. Otros aplauden. Unas cuantas señoras mayores, madres de presos, discuten a gritos con seguidoras del PNV no menos entradas en años. La agria polémica se convierte rápidamente en batalla campal: carga la Policía, chavales que vienen de una manifestación contra la tortura responden tirando cascos de botellas de cerveza... Huyo a escape del follón. Cuando paso de nuevo por el campo de batalla, ya avanzada la noche, bromeo con mis acompañantes foráneos sobre la urgencia de incluir las refriegas entre policías y manifestantes en el programa oficial de actos y festejos. «Podrían presentarse como una variedad local de las luchas de moros y cristianos -les digo-. ¡Y celebradas en un marco natural de incomparable belleza!». La fiesta se ha vuelto a adueñar del escenario. Los mismos que hace nada estaban a palos bailan ahora entre chanzas la tonta moda de los pajaritos, obra de María Jesús y su acordeón.

¿Qué revela mejor el alma de San Sebastián: lo primero o lo segundo? Para mí que el lote se vende entero.

«Es por culpa de ETA y HB», dicen los que no la conocen bien. Ignoran que, desde hace muchos años, HB pide a sus seguidores que no acudan al sarao de La Salve, y que, antes de que ETA apareciera en escena, ya existía la tradición de abroncar y lanzar de todo contra el alcalde a la hora de inaugurar las fiestas en honor del mártir patrón.

San Sebastián: elegante y bruta, solemne y frívola, plácida y hostil. Siempre ha sido así. Y los que la amamos, la amamos así, tal cual es.

Aunque no la entendamos. ¡Tantas veces no entendemos lo que amamos!

Javier Ortiz. El Mundo (15 de agosto de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 13 de agosto de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/08/15 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: 1968 1994 1981 donostia franco semana_grande preantología euskal_herria aste_nagusia el_mundo euskadi | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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