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1999/07/11 07:00:00 GMT+2

Privatizar la imprudencia

1924. Un joven de Sangüesa fue corneado en un pulmón. Murió en el acto. Es la primera víctima mortal que registra la historia de los encierros sanfermineros. El último -si la mañana de hoy no me desmiente: confío en que no- fue Peter Mathew Tassio, norteamericano, que sufrió una espantosa cogida en 1995.

Entre el uno y el otro, doce muertos más. En 1947, el toro Semillero mató a dos personas en un mismo encierro. En 1980, Antioquío consiguió igualar su récord. A la primera de sus víctimas la llevó ensartada desde el Ayuntamiento hasta la entrada de Mercaderes. Ya en el ruedo, mató a otro joven de una cornada en el vientre.

Más suerte tuvieron el norteamericano Sthepen Towsend, que en 1984 salvó su vida después de luchar largo rato contra el Osborne que lo había corneado, y el sueco Torly Urban, que fue prendido por el muslo y estuvo diez eternos segundos colgado del asta del bicho: sufrió un desgarro terrible, pero sobrevivó.

Cientos de personas -la mayoría jóvenes, algunas no tanto- corren, mañana tras mañana, delante de una manada mixta de toros de lidia y cabestros. Se malprotegen con periódicos encanutados. Arriesgan la vida: en eso consiste el juego. Muchos salen magullados, pisoteados por los astados. Otros, empitonados. Cinco lo han sido apenas hace dos días.

No ignoro la fuerza de las tradiciones atávicas. Aunque no las entienda. Aunque me den grima. Por eso tampoco soy partidario de que se prohiban, salvo en casos muy especialmente crueles o degradantes. Sé que no se cambian los hábitos culturales por decreto.

Sólo me quejo de que prácticas tan bárbaras y comportamientos tan disparatados se traten públicamente como si fueran costumbres bellas y encomiables, merecedoras de la promoción de los medios de comunicación del Estado. Yo no atiendo mis obligaciones fiscales para financiar la apología de diversiones tan brutales. No pago para que se eduque a los niños en la adoración de la imprudencia y en el culto al riesgo por el riesgo. Tampoco ayudo a costear la Sanidad Pública para que ésta utilice sus medios y su personal en la atención de personas que juegan deliberadamente con su vida.

Las autoridades están ahora en plan de privatizarlo todo, incluyendo algunos servicios públicos esenciales. No me parece bien. Sí me lo parecería, en cambio, que se privatizara la irracionalidad.

Que quienes la cultivan se paguen, por lo menos, los rotos y los descosidos de sus extravagancias. Y, desde luego, que los medios públicos no las alienten.

Javier Ortiz. El Mundo (11 de julio de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de julio de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1999/07/11 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo pamplona 1999 sanfermines toros navarra | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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