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1999/01/16 07:00:00 GMT+1

Políticos aparentes

Vivimos en el reino de las apariencias. También en la vida política. O, mejor dicho: sobre todo en la vida política. La opinión pública no juzga a los políticos por lo que hacen, sino por la imagen que dan.

Felipe González sigue viviendo de las rentas de su gracejo. El otro día un periodista le preguntó cómo encara el año recién entrado. Él, con esa sonrisa conejil que pone cuando quiere dar a entender que va a soltar algo muy inteligente, contestó: «Le voy a responder con lo que me dijo hace unas semanas una anciana andaluza: "A ver si el próximo año no nos es venidero"». A todos los presentes les hizo mucha gracia. A mí, maldita la ídem: me pareció una tomadura de pelo. Pero la mayoría lo tomó como otra irrefutable prueba de su bien conocido carisma.

Otro que saca espectaculares beneficios de su imagen pública es Jaime Mayor Oreja. Ha acertado a darse un apabullante aire de tipo razonable, moderado y lleno de buenos sentimientos. ¿Que luego ordena que su policía agarre a un grupo de inmigrantes, los drogue, los hacine en un avión y los deje tirados por ahí? Da igual: su buena fama neutraliza la realidad.

Hace Corcuera una así y aún están contándose chistes sobre lo bruto que es. Pero Mayor Oreja está blindado: da igual lo que haga.

Anteayer, en la Universidad de Bellaterra, la policía molió a palos a un grupo de estudiantes. Todo el mundo parece de acuerdo en que los antidisturbios se pasaron diez pueblos. ¿Han oído ustedes que alguien haya pedido cuentas al ministro del Interior? Nada: han puesto a caldo a la delegada del Gobierno y han pedido su cese, pero Mayor, tan ancho: como mucho, tendrá que responder a una pregunta en el Parlamento. A él no le salpica nada. Es intocable.

No le ocurre lo mismo, ay, a José María Aznar. De él podría decirse más bien lo contrario: su imagen de esfinge desangelada se encarga de contrarrestar todo amago de esplendor. Con la mitad de lo que Aznar ha conseguido, González se saldría de las listas de popularidad. Él, en cambio, se estanca. Cuando se pone serio, es como si estuviera esculpido en cartón piedra. Y cuando quiere sacar a relucir su gracejo, peor. Es tan salado que el peor de los hipertensos podría comérselo entero sin que su salud corriera el más mínimo riesgo.

Como yo también estoy mal fabricado, reacciono al revés que la mayoría: el salero de González me produce sarpullido, y me fío tanto de la bondad natural de Mayor Oreja como de la de José Barrionuevo. O por ahí.

Evaluados todos los factores de la cosa, prefiero lo de Aznar. Él, al menos, parece lo que es.

Javier Ortiz. El Mundo (16 de enero de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de enero de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1999/01/16 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: el_mundo mayor_oreja 1999 corcuera apariencia felipe_gonzález aznar | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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