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2003/08/18 06:00:00 GMT+2

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Habla por la radio un representante sindical de Repsol YPF en Puertollano. Su mansedumbre es escandalosa: lo importante –dice y repite– es averiguar qué causó el accidente de la semana pasada, para corregir el fallo y que no vuelva a suceder algo así. Insiste en que lo esencial es mirar al futuro. No se le ve ningún interés en remover la mierda.

Subraya que han formado una comisión mixta de investigación, la empresa y los sindicatos.

Es inevitable recordar el viejo dicho: si quieres que algo no se aclare, forma una comisión.

Lo que les preocupa a muchos representantes sindicales –y a muchísimos trabajadores– es que se ponga en cuestión el emplazamiento del tinglado de Repsol, junto a Puertollano. «La refinería da vida a la comarca», afirma el sindicalista, que no se da cuenta de que no es precisamente el mejor momento para hablar de la mucha vida que proporciona la fábrica.

Marx consideró que los sabotajes contra las máquinas, tan característicos de los arranques de la industrialización, cuando los obreros se revolvían violentamente contra lo que veían como instrumentos de destrucción de puestos de trabajo, no eran más que una pequeña y pasajera muestra de irracionalidad, que desaparecería con la maduración del proletariado. Y es cierto que esa actitud de autodefensa obrera un tanto infantil cayó en desuso. Pero no decayó para nada la disposición de muchísimos obreros a defender su puesto de trabajo por encima de todo. Por encima de la razón y el interés colectivo, si hace falta.

Aprendí esa lección en Eibar, hace más de tres décadas.

No le arriendo la ganancia a quien trate de discutir con empleados de una fábrica de armas sobre la naturaleza de su trabajo. Yo, por lo menos, fracasé en toda la línea. Todo va sobre ruedas –o puede ir, al menos– mientras se trata de lo horrible que es el uso que se puede hacer de las armas que ellos fabrican. Pero la discusión se arruina por entero cuando les propones que se nieguen a fabricarlas. Responden que ellos viven de eso, y se cierran en banda. 

Mi experiencia fue particularmente concluyente, porque la discusión fue con un grupo de obreros militantes de la izquierda radical, y las armas que fabricaban tenían por destinatario al ejército de Israel. No hubo nada que hacer.

Así que cuando escucho las vaguedades del sindicalista de Puertollano, que hace como si no oyera lo que le dicen sobre lo discutible que es el emplazamiento de la refinería y repite como una cotorra que ya se ha formado una comisión de investigación y que allá el gobierno de Castilla-La Mancha si no cumple con sus obligaciones... no me cuesta nada saber ante qué estoy: ante un obrero (o seudo-obrero, me da igual) que dice que él, los suyos y sus familias viven de eso, y punto.

No sé quién fue el gracioso que afirmó que la Historia ha situado a la clase obrera en la mejor posición para asumir los intereses colectivos.

Cada obrero, cuando de lo que se discute es de los garbanzos, es un particular. Y la unión sociológica de muchos particulares tiene como resultado una clase, sí, pero una clase de particulares.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de agosto de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de octubre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/08/18 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: israel eibar apuntes puertollano 2003 trabajo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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