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1995/01/03 07:00:00 GMT+1

Mísia: cuando la guitarra portuguesa cobra voz

Se dice que sobre gustos no hay nada escrito. Pero es falso: está escrito que hay gustos que merecen palos. Hace falta que el gusto general haya sido rematadamente averiado por los mercaderes de las multinacionales para que mucha gente en España no sepa quién es Mísia, mientras las más bobas mediocridades locales y foráneas encabezan las listas de éxitos.

Mísia es -digámoslo pues, para quienes lo ignoran- una de las más extraordinarias voces de Portugal. La más fascinante, según quien esto escribe, para quien Mísia representa uno de los grandes hitos de la canción popular del país vecino: hay un antes y un después de Amália Rodrigues, un antes y un después de Zeca Afonso... y un antes y un después de Mísia.

¿Por qué? Por muchas razones. Porque esta mujer tiene una voz magnífica, con la fuerza necesaria para impedir que la melancolía que destila la guitarra portuguesa en general, y el fado en particular, se le vuelva llanto lastimero. Y porque es capaz de contener esa voz evitando que apabulle, y de modularla con una delicadeza que desafía a la de la propia Amália, venciéndola a menudo. Y porque no se limita a cantar: como los más grandes de la canción francesa -como Piaf, como Brel, como Ferré, como Barbara- sabe subrayar con tino la emoción de cada frase: dice, recita, interpreta. Y porque tiene la inteligencia necesaria para mostrar el latido del fado en músicas y letras que jamás fueron pensadas para que la guitarra portuguesa las marcara con su sello.

Voz fantástica, técnica depurada, elegancia, sensibilidad, inteligencia, gusto también por la belleza de las letras, «entre Camoens y Pessõa» y más acá... Mísia tiene todo lo que hace falta para que, una vez combinado, se produzca ese milagro tan difícil de definir -pero tan perceptible- que se llama arte.

Mísia es la voz de la guitarra portuguesa: allí donde se posa brota el fado. Coge La chanson des vieux amants de Jacques Brel, la traduce, y es puro fado. Coge La gavina, de Marina Rosell, la canta en catalán, y es fado. Coge De alguna manera, de Aute, la canta en castellano, y es fado. Coge -y ya es coger- As Time Goes By, el célebre tema de Casablanca, lo interpreta en inglés, y también es fado. Elige un poema de Saramago, pide a un compositor de música clásica que lo traslade al pentagrama y nos descubre el alma misma del fado. Coge una canción tradicional coreana (Bo Ri Bai), la canta en coreano, y les juro que también la vuelve fado.

Nacida en Oporto, hija de madre catalana y nieta de una vedette del Paralelo barcelonés, Mísia acaba de terminar una gira por las capitales de Castilla-La Mancha, organizada por la Consejería de Cultura del Gobierno autónomo. En el recital que dio en el Casino Principal de Guadalajara -un sitio inverosímil- tuvimos la ocasión de ver cómo un público no previamente entregado, buena parte del cual no sabía de ella, se rendía a su magia, doblemente envolvente, por sencilla: una guitarra portuguesa, otra española -muy bien tocadas, eso sí- y su garganta. Basta con eso.

En el mercado español, en este momento, sólo hay un CD disponible de Mísia, titulado Fado. Se trata de un álbum que fue concebido y programado para su distribución limitada a Japón, donde dio varios recitales. La fortuna que hizo allí persuadió a su compañía discográfica (BMG Ariola) de la conveniencia de editarlo también en Portugal y hacer extensiva su distribución a España. Lamentablemente no es posible conseguir su primer CD (Mísia, 1991), rotundo exponente de su capacidad renovadora del fado.

En este momento está resucitando en España el interés por la música portuguesa (o en portugués: caso de la caboverdiana Cesaria Evora). El mayor éxito entre nosotros lo están obteniendo el grupo Madredeus y Dulce Pontes, cuyo álbum Lágrimas se ha beneficiado de una inteligente promoción, necesaria para hacer que se olvide el horror de su paso por Eurovisión.

Sería una gran cosa que la muy superior madurez y coherencia artísticas de Mísia merecieran al menos igual interés de quienes deciden qué debe y qué no debe escucharse en este país. Por el bien de la música. Y también por el de la mejor comprensión del modo de ser y sentir de nuestros vecinos. A ver si por esta vía, como dice irónicamente ella misma, «vamos siendo cada vez menos hermanos... y más amigos».

Javier Ortiz. El Mundo (3 de enero de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de enero de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1995/01/03 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: música 1995 el_mundo portugal mísia preantología | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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