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2003/01/02 06:00:00 GMT+1

Lula y Chávez

Lula da Silva insiste en sus mensajes apaciguadores: los potentados de dentro y fuera de Brasil no tienen nada que temer; él quiere ser el presidente de todos. Su toma de posesión del cargo pareció ilustrar ese deseo. Había allí invitados para todos los gustos en materia de política económica, desde altos representantes del Banco Mundial hasta dirigentes radicales del movimiento de los Sin Tierra.

Lula asegura que su meta es que cada habitante del Brasil tenga a diario qué comer y dónde dormir. Hambre 0 es la consigna. Pero Lula es un experimentado sindicalista, curtido en muy duras batallas. Sabe de sobra que la consecución del objetivo que se ha propuesto implica un reparto diferente de la riqueza. Y que las oligarquías locales e internacionales odian reducir sus tasas de beneficio. Han admitido momentáneamente el resultado de las urnas -entre otras cosas porque carecían de alternativa- pero, en cuanto Lula empiece a tocarles el bolsillo, iniciarán las hostilidades.

Hay gente que se piensa que algunos nos enfrentamos a «los ricos» porque sentimos una atracción irrefrenable por el igualitarismo, nos vuelve locos el ascetismo y nos da asco la buena vida. Puedo asegurar que, por lo menos en lo que a mí concierne, ese retrato no tiene la menor relación con la realidad. Sencillamente, he constatado que la gente mejor situada tiene una tendencia aburridamente constante, más o menos desde los tiempos de Atapuerca, a meter baza para impedir que los miserables dejen de serlo. Les repugna repartir, aunque no sea ni mucho menos en condiciones de igualdad.

De modo que no me parece el colmo de la susceptibilidad esperar siempre lo peor de su parte.

Seguro que Lula se conoce muy bien el cuento y que no necesita para nada ver cómo le están pelando las barbas a su vecino Chávez para poner las suyas a remojo. Pero tampoco perderá nada constatando una vez más cómo funcionan las cosas. Viendo cómo la oligarquía venezolana es capaz de tomar el relevo de Nerón y prender fuego al país para acusar de ello al populacho y establecer nuevamente su dictadura.

Chávez se aferra a su proyecto de reformas populistas -y populares- llevadas a cabo sin salirse un ápice del marco político y jurídico liberal. Pero todo apostador sabe que, en condiciones de igualdad formal, gana el que más dinero puede arriesgar (salvo que no valga ni para cagar como jugador). La oligarquía venezolana tiene todo el dinero que le hace falta y todos los medios de comunicación que necesita. Se ha metido en una guerra de desgaste y deterioro cuyo desenlace, Washington mediante, parece inevitable, salvo que Chávez reaccione y les haga ver que, si el juego está trucado, no tendrá más remedio que romper la baraja.

No quisiera estar describiendo el futuro de Brasil, pero dudo de que pueda ser muy diferente.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (2 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de febrero de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/01/02 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: chávez brasil diario 2003 lula venezuela | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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