Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2000/11/15 06:00:00 GMT+1

La ira de Don Juan

Mi entusiasmo por el teatro es uno de esos raros fenómenos humanos que permiten evocar la nada absoluta. Voy poco -lo menos posible, para ser exacto- y, cuando voy, casi siempre me duermo. No puedo evitarlo: los parlamentos ejercen sobre mí un efecto narcótico casi fulminante.

Pese a lo cual, ayer me acerqué al estreno en Madrid de la versión del Tenorio de Zorrilla que ha hecho la Compañía Nacional de Teatro Clásico. (La explicación es sencilla: una amiga mía actúa en la función).

No me dormí, lo que ya es decir bastante.

Según transcurría la obra, y a falta de mayor interés por un texto que, como casi todo vecino de cierta edad, me sé casi de carrerilla, me puse a divagar algo sobre la obra y, más en concreto, sobre Don Juan.

Lo primero que me llamó la atención es que Jaime Mayor Oreja no haya criticado la falta de oportunidad política de este reestreno. La pieza no contribuye en nada a la propaganda sobre la cadena perpetua y el cumplimiento íntegro de las condenas. Que un tipo que se pasa la vida matando acabe al final yéndose de rositas -o de doñainesitas, si se prefiere- es desalentador. (Tengo que acordarme de escribir una nota a Garzón sobre esto, a ver si hace algo. No sé: dictar orden internacional de busca y captura de Zorrilla, por ejemplo).

El otro objeto de mis divagaciones fue el propio personaje.

Es curioso que el individuo ideado por el de Valladolid haya pasado a la Historia, en las más diversas disciplinas, como arquetipo del conquistador de mujeres.

No veo mayor interés al donjuanismo de Don Juan. Su atracción compulsiva por el ligue a la carrera no pasa de ser una caricaturización de la eterna y aburrida misoginia masculina. Otro menda que liga para contarlo, sin más.

Hacen legión los tíos que ligan para contarlo. En los dos sentidos posibles del verbo, es decir: para relatárselo a los demás tíos y para llevar la cuenta.

Según Don Juan hacía ostentación sobre el escenario de sus infinitas conquistas, Charo me susurró al oído una frase para recordarme una anécdota.

Esto le sucedió a un famoso, cuya identidad no citaré, porque da lo mismo.

El hombre participaba en una charla con asistencia nutrida y, no recuerdo a cuento de qué -si es que venía a cuento- soltó en tono petulante: «Pues yo, que me he acostado con unas dos mil mujeres...». Ante lo cual, un conocido nuestro, que estaba a su lado, hizo un muy ostensible gesto de asombro. «¡Dos mil mujeres!», exclamó. «¡Pero eso es imposible! ¡No da tiempo!». Todo el mundo se quedó mirándolo. Mi conocido hizo una pausa teatral: «Espera....», dijo, y se puso a hacer como que contaba con los dedos. «¡Ah, bueno, sí! ¡Ahora lo entiendo...! ¡Ninguna ha repetido jamás!».

No pasan de ser tediosos coleccionistas. Como el que acumula miles de reposavasos de todo el planeta.

En cambio, nunca se ha profundizado, que yo sepa, en otro aspecto del personaje de Don Juan que resulta mucho más curioso desde el punto de vista psicológico: es un tipo patológicamente pendenciero. Se tira toda la obra desafiando y peleando. Con el único varón con el que no se pega es con su criado, pero sólo porque el viejo Ciutti no le entra jamás al trapo: se deja zurrar y calla.

Se ve que en tiempos de Zorrilla había hombres así: de familia linajuda y alma bandida, dispuestos a participar en todas las guerras oficiales y ávidos de sangres supletorias en sus horas libres.

«¿Y en dónde aliviarán hoy en día sus ansias las víctimas de esa terrible agresividad patológica?», me pregunté.

Tardé poco en darme respuesta: «¡En la política, claro, en la política!».

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de noviembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/11/15 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2000 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)