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1997/01/22 07:00:00 GMT+1

Fallos humanos

Suele evocarse con ánimo condescendiente el dicho latino: errare humanum est. Se trata de una sentencia que cabe interpretar de dos modos. Puede emplearse -suele hacerse- como prédica fatalista. En ese sentido no tiene gran interés. Pero es posible tomarla también como afirmación de un hecho que a menudo suele desconsiderarse: sólo los humanos somos capaces de equivocarnos.

El error es exclusivo de la raza humana. La Naturaleza no yerra: los sucesos naturales no son fruto de ninguna elección. Tampoco las máquinas pueden equivocarse.

Es frecuente distinguir entre fallos humanos y fallos mecánicos. Pero la distinción carece de sentido. En último término, todos los fallos son humanos. Cuando una máquina no funciona, la culpa no es suya: o se equivocó el que la fabricó, o el encargado del mantenimiento no ha cumplido correctamente su tarea, o alguien la ha manejado de modo inadecuado.

Recientemente se han producido tres llamativos sucesos que han sido presentados como resultado de fallos humanos. Una excavadora horadó la tubería del oleoducto Rota-Zaragoza cerca de Alcalá de Henares y se creó una gigantesca antorcha. Otra excavadora rompió un cable de la conducción eléctrica de Barajas y dejó a dos velas el aeropuerto de la capital del Reino. Por último, también en Madrid, una válvula quedó sin cerrar en unos laboratorios: una densa nube de gas irritante se expandió por toda la barriada. Diagnóstico común en los tres casos: fallos humanos.

Decir eso y no decir nada es todo lo mismo.

Distinguir entre fallos humanos y fallos mecánicos (o naturales) no es sólo un disparate conceptual. Es también un disparate muy útil para quienes deben dar explicaciones: les permite obviarlas.

Si se parte del principio de que errar es propio de las personas, el fallo debe inexcusablemente formar parte de todo cálculo operativo. Cualquier sistema que dependa de una persona debe tener previsto cómo evitar que se equivoque. Y cómo reducir al mínimo los efectos de su equivocación, si de todos modos acaba produciéndose. El rigor de las medidas preventivas deben estar en proporción directa al mal causable. De no obrarse así, la responsabilidad del desastre no recaerá -o no recaerá sólo- sobre el autor directo del error: también sobre quienes no lo previeron.

Un trabajador entra con una excavadora en terrenos por los que pasa un oleoducto. Otro hace lo propio en un área en la que hay enterradas conducciones eléctricas de primera importancia. Otro se olvida de cerrar una válvula. Un conductor de autobús se duerme al volante. ¿De quién es realmente la culpa? De quienes no fueron junto a los que llevaban las excavadoras con planos exactos del terreno. De quienes no previeron una segunda ronda para cerciorarse del cierre de las válvulas. De quienes obligan a los conductores de autobús a estar demasiadas horas al volante.

Muchos errores son resultado de una cadena de fallos. El primer eslabón es el desencadenante.

Javier Ortiz. El Mundo (22 de enero de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de febrero de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/01/22 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: jor preantología el_mundo 1997 fallo_humano | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (1)

Referencias

...iempo del razonable, quienes no las revisan bien, quienes las manejan inadecuadamente, etcétera".O como dijo en una columna de 1997 titulada Fallos humanos: "Distinguir entre fallos humanos y fallos mecánicos (o naturales) no es sól...

Referenciado por: Todo fallo es necesariamente humano - Pedradas 2013/07/25 10:11:22.504000 GMT+2

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