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1997/08/23 07:00:00 GMT+2

En defensa de las noticias

El mundo de la comunicación y sus aledaños se están llenando de gente desagradable, desabrida y pendenciera. Maleducada la ha habido siempre: pocos gremios tan dados a dar voces y codazos, no sólo para trepar camino de la cumbre profesional, sino incluso para coger una croqueta en un cóctel. Pero lo de ahora es diferente. Antes, los malos modos se reservaban para los comportamientos personales. Ahora se han convertido en un género periodístico. Se exhiben con total impudicia.

Comprendo los sectarismos. Me hago cargo de que alguien que trabaja para un determinado medio puede sentirse predispuesto a defender furibundamente los intereses de su patrón, no sólo para caerle en gracia, en vistas a una eventual promoción, sino también por un reflejo instintivo de autodefensa del puesto de trabajo. Entiendo igualmente, en consecuencia, que ese mismo alguien albergue sentimientos poco caritativos hacia las empresas rivales y, eventualmente, hacia los políticos que sintonizan más con ellas. No me parece bien -en cuestiones ideológicas prefiero el independentismo- pero, bueno, puedo entenderlo. Por lo demás, es algo que siempre ha ocurrido.

Pero, hasta hace algún tiempo, ese sectarismo se ocultaba de la vista del público. Ante los lectores -en el caso de la prensa escrita- o ante la audiencia -en el de la radio y la televisión-, los periodistas mostraban sus mejores modos, dándose un aire de displicente imparcialidad. ¿Que era falsa? Sin duda. Pero no del todo: para poder darse esos aires, tenían que poner sobre la mesa, ya que no una imparcialidad total, unos mínimos de imparcialidad.

Son esos mínimos los que están desapareciendo. Adiós a la información, viva el mitin.

Hay casos que claman. Está el director de un informativo radiofónico que dedica un espacio diario fijo a poner a caldo al supuesto tándem Gobierno-Telefónica sin conceder jamás a esta última el derecho de réplica. Otro, desde otra cadena, no deja pasar día sin largarse una encendida parrafada contra Anguita, tal vez temeroso de que su audiencia se relaje y deje de mirar con malos ojos al dirigente de IU. Hacen legión los que se han especializado en rebuscar hasta debajo de las piedras para encontrar cada día algo parecido a una noticia que les permita seguir maldiciendo a quienes se oponen a su bandería.

Se dice que las opiniones son libres. Habría mucho que discutir sobre eso: obsérvese con qué rapidez han cambiado de opinión los librepensadores de Antena 3. En todo caso, libres o atadas, no estaría mal que fueran menos, menos fanáticas y, sobre todo, que no sustituyeran a la información. Porque ocurre cada vez con más frecuencia que los informadores, en sus prisas por comunicarnos lo muy a favor o en contra que están, se les olvida contarnos de qué.

Javier Ortiz. El Mundo (23 de agosto de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de agosto de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/08/23 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo el_mundo 1997 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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