Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

1997/03/05 07:00:00 GMT+1

El ejército de Pancho Villa

Un diputado del PSOE habla sobre el primer año de Aznar como presidente electo: «Entenderán ustedes que, siendo yo diputado socialista, mi juicio solo puede ser absolutamente negativo». No sé si se entenderá. Yo, en todo caso, no lo entiendo. Llevo muy mal los juicios previos (los pre-juicios). No digamos ya si se asumen de manera consciente y se tienen a gala. Mi criterio sobre el año transcurrido desde el 3-M lo he ido perfilando a partir de los hechos. Le veo algunas luces. Y muchas sombras. Es, en todo caso, mi criterio: no me viene ya hecho, prêt-à-porter, determinado por una adscripción partidaria o de secta.

Se nos están llenando los diarios, y las radios, y las televisiones, de gente fanatizada, que todo lo enfoca y define según su previa bandería. Es desalentador. Con desdichada frecuencia, basta con comprobar quién firma un artículo y saber de qué trata para poder ahorrarse su lectura. Dicen lo que está previsto. Son hoy legión los que opinan sin salirse ni un ápice del guión que cobran por interpretar. Ni siquiera precisan instrucciones. «A mí nadie me dice lo que he de opinar. Lo adivino yo sólo», puso Máximo en boca de uno de sus monigotes, hace algunas semanas, en El País. Es así. Los papeles están repartidos: a este le toca hacer de gracioso, al otro de provocador, al de más allá de leidillo, o de experto. Y todos se ajustan a la pauta. No queda espacio para la sorpresa. Ni para el pensamiento propio. Existen medios de prensa en los que, cuando se plantea algún litigio político con repercusiones en el bolsillo de la empresa editora, no aparece ni una sola opinión que se desmarque de la línea oficial del medio en cuestión. ¿Es por censura, por miedo o porque todos opinan igual? Tres hipótesis: a cual peor.

Por supuesto que uno puede -y a veces debe- tomar partido. Pero únicamente en la medida -siempre necesariamente acotada, siempre relativa- en que se identifica con la causa que asume. Los acuerdos totales son muestra inequívoca de sumisión y abulia mental. Definido el grado de coincidencia, lo que una mente libre debe hacer es resaltar las discrepancias, marcar el terreno propio. El disenso enriquece.

En tiempos -hace años-, un jefe del PP, en plan gracioso, nos puso mote a quienes combatíamos contra el felipismo desde este diario y algún otro medio: nos llamó «el ejército de Pancho Villa». Cierto: íbamos en orden disperso, que es como los militares describen la ausencia total de orden. Cada cual lanzaba andanadas a su aire, según le venía y por dónde le venía. En cambio, el bando de enfrente se desplegaba en impecable formación compacta, sin fisuras: nadie movía un dedo si el jefe no lo mandaba.

Marchar al paso está muy bien -supongo- en los ejércitos. Pero es nefasto si se aplica a los debates de la vida civil. Cuando de ideas se trata, conviene tratar de luchar por libre. En el sentido más literal.

Tiene ciertos inconvenientes, por supuesto. Pero aporta ventajas superiores. El que lucha por libre puede elegir no solo cómo y contra quién pelea, sino también algo que es igual de importante: con quién.

Javier Ortiz. El Mundo (5 de marzo de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de marzo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/03/05 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: periodismo el_mundo 1997 felipismo aznarismo preantología democracia | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)