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2004/03/26 06:00:00 GMT+1

El contrato electoral

Dicen los periódicos que Pedro Solbes le ha dado el sí a Rodríguez Zapatero con una condición: será vicepresidente y dirigirá el área económica del nuevo Gobierno siempre que el presidente le conceda plena libertad para actuar sin ceñirse al programa con el que el PSOE acudió a las pasadas elecciones. Y por lo que cuentan, Zapatero se lo ha aceptado.

En la concepción que buena parte de la ciudadanía española tiene de la política, figura la idea de que el político de verdad, curtido, es el que primero dice lo que los demás quieren oír y luego hace lo que le viene en gana. «Los programas electorales están hechos para no ser cumplidos», dejaba caer el difunto Enrique Tierno Galván entornando los párpados con aire malicioso. Algo del mismo tenor se le atribuye al no menos difunto Francisco Fernández Ordóñez: «En política, "nunca" quiere decir "de momento"».

«¡Qué zorros!», dice la mayoría, haciéndose cómplice de su presunta astucia.

«¡Qué falsarios!», debería exclamar, hastiada.

Lo de Rodríguez Zapatero amenaza con ir para récord. Ni siquiera ha sido designado todavía presidente y ya deja ver su disposición a incumplir lo que prometió.

No ignoro las muchas trampas que encierra el sistema electoral español. Incluso en las leyes que lo regulan. Pero de ahí a resignarse a que las urnas sean como las cajas de los prestidigitadores, en las que los espectadores cautos meten una cosa para que el artista saque otra completamente diferente, media un buen trecho.

Hay dos preguntas elementales que debería hacerse todo elector. Primera: si lo que se nos invita a votar no es un programa, porque los programas son finalmente papel mojado, ¿con qué criterio se supone que debemos votar? ¿Atendiendo a qué? Y segunda: si lo que se nos pide que votemos no es un programa, ¿para qué sirven entonces los programas? O, dicho de otro modo: ¿por qué nos tomamos todos el trabajo, ellos el de hacer promesas y nosotros el de escucharlas?

La dignificación de la política -no hablo de nada extraordinario: sólo de alcanzar unos mínimos- pasa por la consideración de los programas electorales como auténticos contratos que los candidatos suscriben con el electorado. Y que aquel que fue elegido porque prometió que iba a hacer esto y lo otro haga esto y lo otro o él mismo se considere obligado a rendir cuentas por ello.

Habrá promesas que resulte imposible cumplir, sin duda. Pero también ésas merecerán análisis. ¿Eran ya inviables cuando las formuló el candidato? Y en tal supuesto, ¿por qué las hizo? ¿Por inconsciencia? ¿Por frivolidad? También la inconsciencia y la frivolidad deben tener su coste.

En todo caso, no parece que sea ése el problema de Rodríguez Zapatero: él está dispuesto a deshonrar sus compromisos antes incluso de haber hecho nada por cumplirlos.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (26 de marzo de 2004) y El Mundo (27 de marzo de 2004). El apunte se titulaba El contrato. Subido a "Desde Jamaica" el 14 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/03/26 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: elecciones españa solbes zapatero psoe 2004 el_mundo apuntes | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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