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2000/12/20 06:00:00 GMT+1

Carlos Cano

Nunca he sentido especial debilidad por la música andaluza. La culpa es mía. Soy víctima de una fijación infantil-juvenil: la que me llevó a sentir lo andaluz -no a pensarlo, insisto: a sentirlo- como la esencia misma del franquismo. Una simplificación estúpida derivada de la abusiva y hastiante utilización que hizo la dictadura de algunos elementos folclóricos andaluces en tanto que espejo de la España sana -o sea, de la fascista- y del hecho de que buena parte de los integrantes de los cuerpos represivos asentados en Euskadi eran andaluces... o a mí me lo parecían (por entonces estaba incapacitado para distinguir a un andaluz de un extremeño, o incluso de un castellano-manchego). Aquella percepción errónea me dejó como lacra una instintiva antipatía hacia ciertas expresiones tenidas por andaluzas, y de modo muy especial hacia la copla.

Hasta que escuché a Carlos Cano. Era allá por el año de la tarara -mediados los 70, supongo- cuando me topé con El Salustiano, que es la canción que he incluido en la web a título de pequeño homenaje personal. Aquel estribillo

Yo no creo que el sombrero les toque en la tómbola

A esos gachós trajeaos que viven de ná;

Que lo roban, lo roban, lo roban,

Que lo roban, lo roban,

Con cuatro palabritas finas lo roban

me llegó al alma. ¡Me resultaban tan familiares el sarcasmo, la mala leche y la solidaridad que había en aquella canción! Me interesé por el mocetón que la cantaba. Pronto oí y supe más de él. Me enteré, entre otras cosas, de que era granaíno, como mi abuelo paterno. Alguien me contó esa teoría, no sé si muy bien fundada, según la cual a la gente de Granada no le da por el gracejo. Cano se definía como «un andaluz triste». Tenía sentido del humor, y mucho, pero corrosivo. No era chistoso.

La simpatía por Carlos Cano me movió a seguirle en su propia trayectoria. Y, al final, yo también acabé sintiendo interés por la copla. No por toda la copla, por supuesto; hay coplistas que sigo detestando. Isabel Pantoja me produce urticaria. Lo de El Fari me parece de aurora boreal. A Manolo Escobar lo veo como el resultado de un proceso degenerativo de la raza humana situado entre lo aberrante y lo vomitivo. Pero ahora pienso, por ejemplo, que Concha Piquer lo hacía muy bien: algo que hace 30 años me habría sido metafísicamente imposible. Y algunas cosas de Rocío Jurado las encuentro excelentes. Y simpatizo con la trayectoria de Miguel de Molina.

Carlos Cano me enseñó a asumir que Andalucía son varias Andalucías. Y a ir desgastando mis viejos prejuicios sentimentales.

He lamentado sinceramente su muerte.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (20 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/12/20 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2000 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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