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1997/07/26 07:00:00 GMT+2

Aznar, la alternativa gris

Un error típico de las gentes educadas en las tradiciones de la izquierda, conservado por muchos que luego se han pasado con armas y bagajes a la defensa del capitalismo -del capitalismo en general, de su capitalista en concreto o, ya metidos en gastos, de todo ello a la vez- es el de medir el valor de los políticos por su mayor o menor brillantez y labia. Tanto más resultón les parece el tipo, tanto más lo consideran. Por eso admiran tanto algunos a González. Por eso menosprecian tanto esos mismos a Aznar.

Resulta evidente que José María Aznar es un personaje de envoltura gris, de habla monótona e insustancial, reiterativa, que adorna con una sonrisa que, a fuerza de perenne, resulta hasta irritante. Si la política fuera un concurso de juegos florales, Aznar estaría perdido. Pero no lo es. La política tiene su escaparate, en el que se dilucida no poco -de hecho, cada vez más-, pero también cuenta con trastienda. Y con pasillos.

Hace año y pico comparé en este mismo rincón a Aznar con Stalin. Hubo quien me acusó de disparatar. Obviamente, no estaba pensando en la posibilidad de que Aznar montara campos de concentración. Los relacioné en otro sentido. Si Stalin pudo triunfar e imponerse a rivales de muy superior talla intelectual dentro del partido bolchevique, fue en no poca medida gracias a su aspecto de Don Nadie. Los grandes líderes de la Revolución rusa -los Trotsky, los Zinóviev, los Kaménev, los Bujárin- lo tomaron casi a chunga por su oratoria soporífera, su ausencia casi absoluta de charme y su tosquedad cultural. No valoraron su tenacidad, su gusto por el lado burocrático de las cosas, su habilidad para jugar con los codos en los pasillos de la Administración y su capacidad para, llegado el caso, ser implacable.

Cuando Aznar llegó al Gobierno hace año y pico, la intelligentsia felipista-polanquista lo acogió con aire perdonavidas. Dio por hecho que no iba a durar ni tres asaltos. Pensó que hasta podía resultar divertido: que el jugador de pádel hiciera el ridículo durante un cierto tiempo; eso no haría sino realzar más las virtudes de su bien armado aparato político-financiero-cultural, sembrando de rosas el camino de su triunfal retorno. Ahora comprueban con estupor que se les mueve el suelo bajo los pies y reaccionan con doble furor. Se están dando cuenta de que ese mindundi no lo era tanto. Y comprenden que han perdido un tiempo precioso riéndose de él.

Por mi parte, nunca he tomado a broma a Aznar. Siempre he sido consciente de que lo principal de su personalidad -lo más valioso, y también lo más peligroso- es lo que no se ve. Lo que oculta, en parte por pudor, en parte por astucia. Siempre he sabido que no hay que fiarse de los bajitos tímidos y desangelados que van por la vida con aire de no haber roto un plato en su vida.

Cómo no lo voy a saber, si yo soy otro.

Javier Ortiz. El Mundo (26 de julio de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de julio de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/07/26 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo 1997 felipe_gonzález stalin preantología aznar | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Madre mía... el bajito Ortiz comparándose con el bajito Aznar... qué comparación más chunga XD

Escrito por: Andrés 3.0.2010/07/30 15:11:17.733000 GMT+2
http://pensaluzdia.blogspot.com

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