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2002/03/24 06:00:00 GMT+1

¡Ah, la sociedad civil!

Todavía no me he encontrado un solo político profesional que no se declare ferviente partidario de «la sociedad civil». Desde la derecha presuntamente poscavernícola a la izquierda más o menos institucionalizada, todos (y todas) son miembros del club de fans de la «sociedad civil». ¡Uauh, qué guay, la «sociedad civil»! Todos quieren «más sociedad civil».

Ya sólo falta saber qué es eso.

Porque me da que cada cual mete en danza a la «sociedad civil» para lo que le da la gana.

Los políticos de la rama oficial se refieren a la cosa -a la cosa pública, en concreto-- como si funcionara por vasos comunicantes, de modo que, cuanta más «sociedad civil» haya, menos baza habrá de meter el Estado. (El Estado malo, se entiende; o sea, el asistencial. El otro Estado, el del Ejército, la Policía y demás, nadie lo discute: ése va por la vida de dato fijo e inmutable, por definición).

De modo que, en el lenguaje de este personal, «sociedad civil» es el nombre que hay que reservar para la gente que se mete a cubrir las carencias del Estado sin torcer el gesto, sea porque tiene una irrefrenable vocación de panoli, sea porque con esa excusa se pilla una subvención que le permite vivir del cuento.

Luego están los otros políticos, los que se pretenden socializantes. Estos suelen apelar a la «sociedad civil» para referirse a esos líos en los que se meten los ciudadanos cuando se ponen a organizarse porque sí, sin que nadie se lo mande. Líos culturales, recreativos, comunitarios... en fin, rollos de ésos, que normalmente se concretan en la convocatoria de reuniones y más reuniones, algunas de las cuales -porque nada es absolutamente inimpeorable-- acaban realizándose.

Los políticos socializantes dan por hecho que ésa es una gran cosa, porque «expresa la espontánea creatividad de la ciudadanía».

Tócate las narices.

Supongo que la culpa la tendrá Rousseau.

La verdad es que, cuando se pone en marcha «la espontánea creatividad de la ciudadanía», lo que monta la mayor parte de las veces son chirigotas de Carnaval o, alternativamente, Hermandades y Cofradías de Semana Santa, que son fruto de los mismos que hacen lo mismo, sólo que con diferentes disfraces. Porque la ciudadanía que muestra una espontánea creatividad tiene una irrefrenable tendencia a congregar siempre a pedorros con vocación de animadores culturales que, cuando no están ocupados haciendo listas electorales, se meten en cualquier otra fruslería, más que nada para no tener que ir a casa y dar la cena a los críos.

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Os voy a ser sincero. Yo había empezado a escribir esto con la intención de meterme con esa cosa tan de la «sociedad civil» española que consiste en poner en libertad a un preso con motivo de la Semana Santa, lo cual me parece una mezcla caótica de religión civil y de Estado incivil. Pero el caso es que me he liado, por culpa de mi permanente cabreo de amplio espectro... y ahora ya no tengo tiempo de volverme atrás y rehacer lo escrito, porque se me ha hecho tarde y tengo un montón de tareas en mi diaria lista de espera.

Así que dejadme que cambie de tercio a escape: estoy en Las Palmas, ha asomado el sol y la vida está ahí fuera, sonriéndome. Lo mismo cruzo los escasos cien metros que me separan del mar y empiezo el día dándome un baño.

Un baño civil, por supuesto.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (24 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/03/24 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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