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1999/09/22 07:00:00 GMT+2

Absurdos interesados

Tómenselo ustedes como un principio científico, porque lo es: el grado de aceptación social de todo análisis resulta directamente proporcional a su simpleza.

Lamentable, pero cierto. La Humanidad siente una aversión instintiva hacia todo razonamiento que obligue a traspasar la frontera de lo evidente y palmario.

Pondré dos ejemplos actuales.

Primero: el de los llamados desastres naturales. Si yo voy y digo que los desastres naturales no existen, el 99% de quienes me oigan o lean concluirán que estoy como un cencerro. Sin embargo, los desastres naturales no existen.

La etimología de la palabra ya nos pone en la pista del equívoco: desastre (o sea, des/astre) quiere decir mala estrella. Remite al campo de las supersticiones.

La Naturaleza no hace nada mal. Ni bien. Carece de voluntad y, en consecuencia, de capacidad para equivocarse. Las desgracias asociadas a los terremotos, los huracanes, las lluvias torrenciales o las erupciones volcánicas no son naturales, sino específicamente humanas.

El fenómeno sí es natural; la desgracia, no. Las desgracias son fruto invariable de la imprevisión social. De una imprevisión que, con harta frecuencia, no nace ni de la ignorancia ni de la incapacidad para tomar medidas preventivas, sino de la desidia y la codicia de quienes, sabiendo cómo se podría evitar el mal, o minimizarlo, no lo hacen, porque eso les llevaría a ganar menos.

Segundo ejemplo: la sociedad admite con perfecta naturalidad que se le diga que hay accidentes automovilísticos que son producto de un fallo humano y otros cuya causa es un fallo mecánico. Una simpleza más, incompatible con la visión de la Ciencia.

La idea de fallo mecánico es un disparate. Las máquinas, al igual que la Naturaleza, no cometen fallos: no pueden equivocarse. Se equivocan quienes las fabrican, o quienes no las mantienen en buen estado. El mal llamado «fallo mecánico» no es sino una variedad más del fallo humano (expresión también bastante estúpida, por pleonásmica: todo fallo es, por definición, humano).

Pero esa clasificación de los accidentes no tiene tampoco nada de inocente. Es muy interesada. Generaliza la idea de que, si miles de personas mueren cada año en la carretera, es en buena medida por des/astre, y no porque esta sociedad ha generalizado un medio de transporte que fía todas sus posibilidades de éxito en la aptitud de los humanos para no equivocarse. Una habilidad que es intrínsecamente inhumana.

Incurren en un absurdo lógico. Pero no vean el dinero que les da.

Javier Ortiz. El Mundo (22 de septiembre de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de septiembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1999/09/22 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: jor el_mundo 1999 naturaleza ecología ciencia fallo_humano | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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