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2008/05/23 09:43:2.129000 GMT+2

Mirando a América

La victoria de Fernando Lugo en Paraguay es el último episodio de los cambios que se han producido en tierras americanas y que han puesto fin a la etapa del consenso de Washington, con el permiso de unos Estados Unidos empantanados en las guerras de Iraq y de Afganistán. Victorias a veces precarias: en Paraguay el fenómeno Lugo, pese a nacer en los movimientos campesinos, necesitó para ganar del apoyo de un partido neoliberal como el PLRA y posiblemente de alianzas parlamentarias con el ex general golpista Lino Oviedo; y en Bolivia el gobierno de Evo se encuentra hoy a la defensiva frente a la oligarquía cruceña y sus apoyos internacionales, empeñados en una estrategia opositora "a la venezolana".

Podemos preguntarnos, como lo hace Immanuel Wallerstein, "¿qué tan a la izquierda se ha movido América Latina?". ¿Qué significa esto? "Lo que significa es que el punto medio de la política latinoamericana, el locus del “centro”, se ha movido considerablemente a la izquierda de donde estaba hace apenas diez años".

Frente a la mediocridad europea, cuyo "centro" se ha movido en cambio considerablemente a la derecha, no resulta difícil admirar la efervescencia política americana. Sin embargo, si obviamos las singularidades del continente corremos el riesgo de idealizar fenómenos cuya complejidad política nos cuesta valorar. 

Una posición de cautela es la que sigue, por ejemplo, el periodista francés Marc Saint Upéry -quien vive desde hace años en Quito, Ecuador- en su recomendable descripción de los recientes cambios políticos que se han producido en la región (ver "Le rêve de Bolivar", 2007, éd. La Découverte). Aunque reconoce los actores sociales emergentes, las transformaciones políticas que se están produciendo y las oportunidades que se han abierto con ellas, se muestra precavido con respecto a la profundidad de los cambios en curso, diferenciando entre la retórica y las realidades sociales, políticas y económicas existentes.  Sobre todo, es muy escéptico con las potencialidades de los movimientos populares latinoamericanos (muy influenciado por la experiencia ecuatoriana y de forma más general por su inspiración socialdemócrata).

Esta otra manera de mirar a América, de la que desconfía Saint-Upéry, esto es, desde el prisma de los movimientos de contestación y de resistencia y desde las categorías que han ido forjando, me parece más interesante. Por eso me extenderé más en esta perspectiva, menos habitual en el viejo continente. De nuevo, un texto algo largo para la web, sólo apto quien tenga interés en esta materia.

En todos los países donde se ha producido los vuelcos políticos más espectaculares los cambios electorales han venido precedidos de una acumulación fuerte de movilizaciones populares. En muchos casos el deseo de cambio ha traído consigo intentos de refundación constitucional del Estado, con frecuencia considerado una herencia colonial que marginaba a amplios sectores de la población, y especialmente a los pueblos originarios o indígenas o de descendencia africana. No puede entenderse la débil implantación y la frágil legitimidad del Estado de tipo europeo en América Latina sólo mediante las habituales críticas a la corrupción de sus clases dominantes, la ausencia de clases medias, o la falta de educación de los grupos empobrecidos. Toda tesis sobre Estados fallidos es una tesis hecha desde y para el Estado, elaborada desde los grupos sociales dominantes.

Esto no quiere decir que sólo quepa pensar en una relación puramente dialéctica. Los movimientos no han desaparecido con las nuevas gobernabilidades, sino que entran en una nueva fase de relaciones con el Estado -y hasta de implicación en el mismo-, a menudo difíciles, contradictorias y ambiguas, transformándose en el camino. No obstante, algunos sedimentos se han ido depositando.

Según Raúl Zibechi, que lleva tiempo estudiando e implicándose los movimientos latinoamericanos, cuatro corrientes culturales y políticas de resistencia específicamente americanas se encuentran y se entrecruzan en la base de los movimientos de las últimas décadas, desde el Partido de los Trabajadores a los piqueteros argentinos. Dejo a un lado herencias europeas como la del cristianismo, el nacionalismo o el marxismo, que son reinterpretados o apropiados.

En primer lugar, las comunidades eclesiales de base vinculadas a la teología de la liberación. Si esta última es una corriente de pensamiento nacida en América latina, las comunidades de base constituyen el movimiento. Las comunidades tendrán una enorme importancia en Brasil y una presencia fundamental en las comunidades indígenas de Chiapas o de Ecuador.

En segundo lugar, las cosmovisiones indias. O dicho de otro modo, las culturas de los pueblos originarios que han ido evolucionando con las luchas y el contacto con el mundo europeo, pero que mantienen significativos elementos de continuidad, principalmente su concepción de la comunidad y el territorio.

En tercer lugar, la educación popular: corriente de acción y reflexión fundada por Paolo Freire, que concibe una educación vinculada a los sectores populares en la que se modifica la relación entre docente y alumnos. Esta corriente tiene antecedentes en la región (como Simón Rodríguez en Venezuela). Su influencia ha sido tal que hoy la educación es un componente de primer orden en los movimientos. La educación popular se esfuerza por desarrollar una relación diferente entre dirigentes y dirigidos, entre el que da órdenes y las acepta. El subcomandante Marcos llega a Chiapas a principios de los años ochenta como educador popular de las comunidades indígenas.

En cuarto lugar, el "guevarismo", que trata de identificar un compromiso firme de vida militante. Supone un posicionamiento ético, de compromiso, antes que una corriente ideológica, no vinculado necesariamente a la cuestión de la lucha armada, menos aún después del zapatismo. Este representó, en palabras del argentino Luis Mattini, "una vuelta total, como si le quitara al guevarismo la idea de la toma del poder, rescatando sólo lo esencial del guevarismo: la lucha, el compromiso, las ideas de emancipación, que implican fomentar cómo la gente va cambiando la sociedad sin tomar el poder”.

Zibechi sostiene que los movimientos americanos, pese a su diversidad, comparten estas sedimentaciones y una serie de rasgos comunes. Uno de ellos es la territorialidad: la apropiación de espacios físicos conquistados o recuperados frente a la desterritorialización productiva del capital. El arraigo territorial lo comparten movimientos campesinos como el de los Sin Tierra, urbanos como el de los desocupados que crean asentamientos en las periferias de las grandes ciudades, e indios (en cuanto tales y no en cuanto campesinos u obreros). El territorio -que excede la fábrica y el latifundio tradicionales- permite el desarrollo de comunidad, pero tanto uno como el otro son concebidos de manera diferente a la nación europea.

En relación con este aspecto, otra característica común es la búsqueda de autonomía material y simbólica, frente al Estado y los partidos políticos. Esto es más evidente en unos movimientos que en otros. La autonomía es muy fuerte en el zapatismo, también en los movimientos indígenas bolivianos, tal vez por la relevancia de la defensa y renovación de la identidad y cultura propias. Este deseo de autonomía quizás explique la importancia de la educación en el seno de estos movimientos, esto es, "la capacidad para formar sus propios intelectuales", y también sus propias categorías, conceptos y formas de expresión. Finalmente, la irrupción de las mujeres, no sin problemas, tanto en el campo como en la ciudad, en los Andes bolivianos o en los movimientos piqueteros.

Es esta una caracterización muy general e incompleta de los aspectos novedosos de las fuerzas populares que acabaron modificando el mapa político americano. De todos ellos, para Zibechi la territorialidad de los movimientos es el más decisivo. Y se perfila con fuerza a partir, precisamente, de 1968. En un reciente artículo describe lo que parece constituir una diferencia fundamental con los movimientos sociales europeos.

"Postulo que en América Latina el rasgo diferenciador del 68 es la apertura hacia la territorialización de los sujetos: indios, campesinos y sectores populares urbanos. Sin embargo, la lógica del territorio es bien diferente de la del movimiento social. Mientras éste actúa en función de demandas al Estado, aquel es "un espacio de vida" (B. Mançano Fernandes), caracterizado por la capacidad de producir y reproducir la vida cotidiana de sus miembros, de modo integral, en una totalidad no unificada sino diversa y heterogénea. El territorio tiene una lógica autocentrada: aunque formula demandas hacia el Estado no se organiza con ese objetivo."

"Mientras para el movimiento social lo central son las formas de organización, los objetivos y la construcción de identidades, para los "territorios de la emancipación" lo decisivo son las relaciones sociales que se construyen sobre la reapropiación de la tierra y de los medios de producción. No para producir mercancías sino valores de uso comunitarios, porque esas relaciones sociales no son capitalistas. Mientras el movimiento social triunfa cuando consigue sus demandas, los territorios triunfan al consolidarse cada día y expandirse, haciendo de esas islas rodeadas de capitalismo "no un refugio para la autosatisfacción, sino una barca para encontrarse con otra isla y con otra y con otra ...", como ha señalado Marcos."

Para Saint-Upéry, esta es una visión "angelical y consoladora" de los movimientos, concebidos como "contra-sociedad ajena a todas las perversiones jerárquicas y competitivas del sistema imperante". Me parece una crítica injusta, pues Zibechi asume perfectamente las carencias y perversiones jerárquicas y competitivas existentes en cualquier movimiento y el hecho de que no existe un "afuera" del sistema en el que los movimientos puedan desenvolverse sin "contaminarse". Sólo que es la práctica la que trata la problemática de la organización democrática y de la cuestión institucional, sin soluciones predeterminadas y sin garantías de final feliz. Parte del malentendido se debe a que la visión de Saint-Upéry bebe más de la concepción europea de "movimiento social", mientras que Zibechi caracteriza a los movimientos de una manera más amplia, menos limitada a lo que solemos entender como movimientos organizados. 

La de Zibechi y Saint-Upéry son perspectivas diferentes sobre una misma cuestión. Ambas son militantes, pero el periodista uruguayo rechaza de forma consciente la toma de distancia que realiza el periodista francés con respecto a su objeto de estudio y la concepción de lo político como una esfera separada de lo social. Un debate sobre la democracia que sigue abierto, en lo teórico como en la vida real, allá como acá. 

Escrito por: Samuel.2008/05/23 09:43:2.129000 GMT+2
Etiquetas: wallerstein 1968 saint-upery zibechi movimientos-sociales mattini américa-latina | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Qué gusto leerte, le voy a pasar la cita a algunos colegas que tienen contacto con movimientos latinoamericanos...

De este maremagnum de palabras e ideas, se puede sacar ánimo. Eso está bien. Gracias por el abstract y la conclusión.

 

Escrito por: jesus cutillas.2008/05/26 13:45:15.495000 GMT+2

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