"Había
quedado con un amigo en un bar. Mientras le esperaba, miraba por la
ventana (o
por la puerta) a la plaza. Y veía desde allí una cuadrilla de gitanos. Y
así me
pilló la entrada de mi amigo en el bar. Le espeté:
'¡Cuánto gitano anda por aquí, copón!'
'¿Muchos gitanos? Yo veo muchos más
payos...'
Tenía razón mi amigo. Cinco gitanos y docenas de
payos. Y yo diciendo que había mucho gitano."
El viernes por la noche estuve en Lugaritz en el concierto de Bide Ertzean (faltaba Joserra Senperena, de gira con Fito). La sala estaba llena y el cuarteto dirigido por los Toxic Twins dio un buen repaso a su Leidor sessions. Fue bonito el detalle que tuvo el cantante, Imanol Ubeda, al dedicar la última canción a sus compañeros allí presentes de Herri Irratia: “nik
ezin dizuet lanpostu bat eman, baina kanta hau zuentzat da” (no os puedo dar un puesto de trabajo, pero esta canción es para vosotros).
Esta semana se ha hecho oficial la adquisición de Herri Irratia por el Grupo Noticias. Herri Irratia o Radio Popular "es una pequeña cadena de radio privada (...) una red de seis emisoras locales que
abarcan el conjunto del País Vasco" dice la Wikipedia. Hasta ahora en manos de la Compañía de Jesús, ha sido una emisora progresista y vasquista por decirlo de manera breve. A partir de ahora, el PNV decidirá, porque es gente cercana a este partido quien se ha hecho con la propiedad y la intención es que se una con la más recientemente creada Onda Vasca.
Me acuerdo de los tiempos en que Mariano Ferrer (el primer apunte de mi blog en euskera coincide con su jubilación de los micrófonos) abría a las siete y media de la mañana su "Kiosko de la
Rosi" y también de los partidos de la Real retransmitidos por el difunto Josean Alkorta, en tiempos en los que Tito
Irazusta era responsable de deportes (sí, hubo un tiempo en que compatibilizaba Radio Popular y Egin: ahora está en Teledonosti y El Diario Vasco). En 1987 o 1988, le tomó el relevo Iñaki
de Mujika, quien todavía sigue ahí, al igual que los incombustibles Gregorio Gálvez y Forki con sus programas musicales.
Por las mañanas me gusta levantarme ahora escuchando a Felipe Retamal (aunque siga llamando “información práctica” al espacio dedicado a la información sobre tráfico y tiempo) y, por las tardes, oigo de vez en cuando a otro buen locutor, Jon Martija. Dicen que está bien la tertulia mañanera de Karmele
Aranburu, veterana también, y de quien recuerdo sus informativos el mediodía de entonces ("Euskadin gaur").
Me he puesto nostálgico y no se trata de eso. Se trata de ver qué pasará con todos ellos este verano-otoño próximos. Espero que todos puedan seguir, porque, de lo contrario, no será ya Herri Irratia.
Alberto
Barandiaran (AB): Has escrito mucho
sobre el caso Egunkaria.
Miguel
Sánchez-Ostiz (MSO): Sí, porque desde el principio me pareció tremendo todo lo que hay detrás. El silencio generalizado entre los
defensores de la Democracia y de la Libertad; la actitud de quienes dicen “que se jodan”; el daño que les han hecho a estas personas. Además, es un daño que se podía calcular de antemano y quien tomó la decisión, por tanto, ya sabía qué se traía entre
manos. No es un juego. Sin olvidar tampoco el daño que han sufrido la cultura vasca y la expresión en euskara de dicha cultura a través de un medio de comunicación. Pero aunque dejemos eso de lado, el
daño infligido a determinadas personas es incalculable, injusto, y nadie lo podrá pagar. Además de que, siendo solamente acusadas,
estas personas ya han sido castigadas. Es decir, tan sólo con la acusación, este sistema puede castigar a una persona. Y eso es una pervesión. ¿Cuántos años han pasado? Recuerdo muy bien cuándo
sucedió, porque escuché la noticia en Madrid, en el 2003, en un taxi camino de la isla Juan Fernández. Y la cuestión no ha terminado todavía. ¡Joder! Es decir, aunque los absuelvan, porque no veo ningún argumento para condenar a esta gente, estas personas
han estado condenadas estos siete años. Y gran parte de la sociedad no ha querido verlo.
Alberto Barandiaran: ¿Por qué?
Miguel Sánchez-Ostiz: Porque creen que éste es un problema que sólo afecta a los abertzales. Al principio era ETA, ahora los
abertzales. Claro que si hablas de esta manera, enseguida te espetan que eres de Batasuna o que a través de tus escritos te sumas a las
tesis de ETA, aunque quien te lo dice sabe que en Madrid, en los tiempos que corren, te está hundiendo en la miseria. El problema es que esta
sociedad es agresiva, y mentirosa. Libera odio a borbotones, a diario,
y yo me rebelo ante eso. Y me preocupa que yo también pueda sembrar
ese odio, y mis palabras, en vez de ser palabras para la paz, pueden
ser palabras airadas. Esto cada vez me preocupa más. Porque no
es lo que yo quiero transmitir con mis escritos. Pero puede que, a
veces, el carácter se imponga a la cabeza. Sí, a veces siento ira
ante estas cosas.
Alberto Barandiaran: ¿Si te
pregunto por el compromiso?
Miguel
Sánchez-Ostiz: Mi compromiso consiste en contar todas estas
injusticias citadas, todas estas injusticias que veo. A veces, hay
cosas que me quedan grandes, porque me muevo por reacción. Por
ejemplo, lo que antes hemos visto ahí abajo (y se acuerda de la
inmigrante que hemos visto a la puerta de casa, a la que le pegaba el
novio y que, tras la última trifulca, caminaba ayudada por otras
dos personas, cabizbaja, la cara pálida y la expresión abatida). Son
reflexiones sobre el dolor. Con todas las dudas, obviamente, porque
no estoy en posesión de la verdad.
Alberto
Barandiaran: Pero te dejas
guiar por ti mismo, ¿ése es tu modelo, no?
Miguel
Sánchez-Ostiz: Ahí entras en la libertad de conciencia. Es un tema muy espinoso. Hoy, cuando volvía del monte, he pensado que ser independiente no consiste en cambiar de bando, sino que consiste en no pertenecer a ninguno. Y eso aquí y ahora es muy difícil. Porque hace tiempo que tenemos prohibido aquí andar en grupo. Conseguir esa
independencia resulta muy complicado.
Alberto
Barandiaran: ¿Tú la
has conseguido?
Miguel
Sánchez-Ostiz: No, quia. La sigo a distancia.
Alberto
Barandiaran: ¿Qué o a quiénes admiras?
Miguel
Sánchez-Ostiz: El coraje por vivir que tiene la gente en medio
de la desgracia; la capacidad de pelear en lo que uno cree, sin buscar otro
beneficio; la voluntad por trabajar en algo que es bueno para todos;
gestos de generosidad. Esos valores que no cambian. Todo ello me
parece más importante que las grandes ideas políticas y los
partidos. Nada más conocerlo, un amigo boliviano me dijo: “¿Tú
qué dices que eres? ¿Comunista? ¿Anarquista? ¿Nada? ¡Cabrón!
¡¡Entonces no me sirves!!”.
Alberto
Barandiaran: ¿Y qué o a quiénes odias?
Miguel
Sánchez-Ostiz: La avaricia, tal vez. La ley del más fuerte; los que se sienten en posesión de la verdad; los mentirosos, los
bufones; quien dice una cosa y hace otra. Eso me altera, desde
pequeño. La poca estima que nos tenemos, la falta de respeto. Este
mundo me parece una trinchera. Todo es odio, rencor. Ya lo he dicho,
puede que yo también esté metido en la rueda, porque no estoy en el
púlpito, sino en mitad de la mierda.
Alberto
Barandiaran: El título de tu
último libro es Sin tiempo que perder. ¿Sientes esa necesidad imperiosa?
Miguel
Sánchez-Ostiz: Claro. Eso viene con el carné. Sentir... siento
cosas muy desagradables. Que estoy perdiendo la memoria, que se me
escapan las palabras, que me cuesta completar las frases... que a
veces no tengo ganas. Y eso es muy peligroso. Que me cuesta ponerme a
trabajar, porque comienzo a preguntarme: “¿Y esto para qué?” Eso, claro, es la edad. Por tanto, haz lo que debas cuanto antes,
porque de lo contrario puedes llevarte un buen susto. Tengo unos
cuantos libros por acabar y, tira, no sé.
Tengo un amigo que fue juez allá por los años
noventa. Ahora ya no lo es, pero esa es otra historia.
Llevaba poco tiempo ejerciendo, cuando un día
recibió la visita de la Guardia Civil solicitándole permiso para unas escuchas telefónicas. Les debió de recomendar que, si tenían las cosas tan claras como decían, aplicaran directamente la
Ley Corcuera (la famosa de la patada en la puerta). Finalmente, sin embargo, les dio permiso y consiguió que se fueran de su despacho. No por mucho tiempo. A los dos días regresó el picoleto pidiendo perdón. Se habían equivocado. En el mismo piso había dos viviendas, izquierda y derecha. Le habían pinchado el teléfono al vecino.
Me acordé de esta historieta ayer, el mismo día
que salió de prisión el que fuera director de la Benemérita, el honorableLuis Roldán. El mismo día en que muchos medios han metido la pata
hasta el fondo por tragarse la versión oficial de las fuerzas policiales francesas (hablo de los bomberos catalanes, claro). Los días previos no
les fue a la zaga la agencia Efe: unos
que se piensan que Joseba Fernández es único en el mundo. Otra
chapuza (siendo suaves): el caso Jon Anza.
Ha resultado vergonzoso ver cómo los medios han difundido por tierra, mar y aire lo de los bomberos. Por decir amén a la versión
oficial. Menos mal que los bomberos no eran vascos y que, además, eran gente conocida en su comunidad. De lo contrario, puede que estuvieran en alguna celda a saber en qué condiciones.
Antes de escribir esto, acabo de leer por
casualidad el apunte En
el nombre del padre de Javier Ortiz, escrito en el 2004 y muy
propio para citarlo aquí. En la citada columna, Javier narra
la historia de Ainara Gorostiaga y tres colegas. Vascos y,
por lo que parece, de la izquierda abertzale, se comieron dos años de prisión por un asesinato que no habían cometido.
En fin. Cuántas cosas hemos perdido por el camino estos últimos años. Dermocracia. Y a poca gente le importa. Desgraciadamente.
He pasado el día sin hacer demasiado caso de lo que decían los medios de comunicación, pero sí que he tenido tiempo de escuchar un corte de la alcaldesa de Hernani, Marian Betialarrangoitia. Ha estado esta mañana en la emisora provincial de la Cadena Ser. Yo estaba a otra cosa, pero sí que he podido escucharle decir que no iba a hacer declaraciones sobre la acción de la víspera. Ha rematado diciendo que estaba en la radio como alcaldesa de Hernani.
Después, me he metido en la edición digital del diario Gara y me da que es lo mismo de siempre, por lo menos el comunicado. ¿Algo nuevo en la comparecencia de Kiroga y Pueyo esta mañana en Navarra? No parece.
No entiendo nada, la verdad. Si las cosas estuvieran tan adelantadas como nos quieren hacer pensar, no entiendo cómo no hay un posicionamiento más claro de la izquierda abertzale. Estoy de acuerdo con lo que dice Paul Rios en este apunte.
Dicen que la olla se prueba al fuego. Fuego ha habido ya. ¿Estamos a setas o a rolex?
Alberto Barandiaran (AB): Y la literatura, ¿es una forma de compartir tu extrañeza?
Miguel Sánchez-Ostiz (MSO): Ahora sí. Y en los proyectos que tengo entre manos esa preocupación es cada vez más evidente. La próxima novela que tengo en cartera, Un gamberro en Bucarest, es una mofa de mí mismo, una especie de caricatura. Es una crítica de la literatura esteticista, de la literatura-literatura. No hablo de los militantes literarios, pero sí de la picaresca. Es una forma eficaz de retratar una sociedad y, además, lo mejor de la literatura española es la picaresca. Es reflejo del desarraigo, de la imposibilidad de la sociedad y del instinto rebelde y rabioso. Por tanto, esta novela está relacionada con la picaresca.
AB: Esas tensiones que te interesan, las de Bolivia, las de Rumanía, ¿las percibes también aquí? ¿O estamos algo dormidos en ese aspecto?
MSO: No, no estamos dormidos, pero estoy cansado de nuestra historia y de este callejón sin salida. Aburrido. Me he encontrado con otras historias y realmente son más duras que las nuestras. Si escuchas lo que la gente vivió en Rumanía, terminas por relativizar la situación que aquí vivió la mayoría de la población. (Se toma un tiempo. Largo). Estoy cansado de contar mi historia de aquí. Pero... (Se ve que tiene alguna duda).
AB: ¿Pero?
MSO: Pero este año quisiera terminar otra novela, sobre el inicio de la Guerra Civil aquí, en el País Vasco. La situaré entre Pamplona y la frontera de Irun, en San Juan de Luz, y estará relacionada con gente que se ha comprometido en la recuperación de la memoria histórica. Empecé la novela en el 2005. Cuando estaba escribiendo la biografía de Baroja. Comencé con el levantamiento del general Mola, pero enseguida me di cuenta de que nuevamente estaba contando la historia con los protagonistas de siempre. Pablo Antoñana, por ejemplo, fue un maestro en ese sentido, porque dio voz a los verdaderos protagonistas. Las carlistadas siempre se han contado a través de sus protagonistas, a través de las andanzas de los señoritos. Jamás se han contado a través de los agricultores o de los voluntarios. Y ellos, tras luchar durante seis años, lo perdieron todo, tierras y caseríos, y tuvieron que marchar rumbo a América. Por tanto, lo que quería era contar la historia desde el punto de vista de quien la ha sufrido. La quería publicar en el 2006, pero no pude, y eso me favoreció, porque he podido cambiar el punto de vista.
AB: Es un tema que levanta ampollas.
MSO: Sí, saca a la gente de sus casillas, sean herederos de los protagonistas de aquellas barrabasadas o sean jóvenes progresistas de hoy, porque piensan que hay que pasar página, y cuanto antes mejor. Este es un momento importante para recoger testimonios y fijar la memoria, porque a estas personas que pretenden recuperar la memoria les echan en cara mala fe y odio, sed de venganza.
AB: Lo más importante de este movimiento a favor de la recuperación de la memoria es que deja las cosas a la vista, ¿no? Saca a la luz lo que sucedió.
MSO: José Artetxe, en su libro Un vasco en la posguerra, cuenta lo que le escuchó decir una vez a José María Iribarren. Éste, secretario del general Mola, le dijo a Artetxe una vez que ambos estaban en San Sebastián que le envidiaba porque podía publicar un libro con sus memorias. Y él, aunque quisiera, no podía hacerlo. “Porque los promotores de la Guerra Civil, sus hijos y nietos, están vivos y los tratan como si fueran dioses”. Iribarren decía que Mola tenía en la cabeza matar a gente, nada más, y que siempre decía que a los de aquí había que darles “un buen escarmiento”. Dicen que escribió unas memorias. Estaban guardadas en una caja, pero creo que las hicieron desaparecer. Fueron varios los que vieron ese libro, y tomaron algunas notas, y yo los estoy buscando, pero el libro ha desaparecido. Y ya casi no hay testigos.
AB: El tiempo se echa encima.
MSO: Una vez, en la televisión, vi unas imágenes de una excavación que estaban haciendo en Navarra. Aparecía un viejo, llorando a moco tendido, y pronunció una frase que me emocionó y me impactó a la vez: “¡Macaguen, menudos tiempos aquellos!”. Esa frase lo resume todo. Hace unos meses, los médicos forenses dijeron que el tiempo se acababa. Pues eso.
En la película Shoah, le preguntaron a un campesino que vivía en los alrededores del campo de concentración de Treblinka cómo podía trabajar allí en tiempos de los nazis, oyendo los gritos que llegaban desde el propio campo o viendo los convoyes llenos de judíos que paraban junto a su casa. Y dijo: “Si a ti te cortan el dedo, a mí no me dolerá”.
AB: Esa película es espeluznante.
MSO: Para la película, entrevistaron a mucha gente que vivió de cerca o sufrió en carne propia la faena de los nazis. En Navarra, cuando a finales de los 70 hicieron varias excavaciones para desenterrar los cuerpos de los fusilados, había muchos ancianos. Era gente que había vivido la guerra. Pero ya se han muerto. Y los jóvenes de entonces, ya tienen mi edad o son mayores que yo. No fue una película Shoah. Cada vez hay menos víctimas directas aquí.
AB: Pero todavía ahora muchas de esas víctimas no quieren decir nada.
MSO: Antes hemos hablado de lo importante que es contarlo. Estoy preparando un trabajo sobre Pablo Antoñana. En su cuento Extraña visita, escribió un bello texto sobre la visita de unos falangistas. No tuvo que decir de qué zona de Navarra eran, pero ese relato tiene el mismo valor que todas las denuncias de los fiscales. No hay nombres, no hay nada. Cómo sacan de sus casas a unos campesinos, cómo los suben a un camión junto a una mujer, cómo los llevan por los campos. Sólo eso. No se necesita nada más, porque lo ves todo: los campos de la Ribera, qué sucedió... Claro que hay que contarlo. Puede que sea tiempo perdido, pero yo tengo ganas de contar lo que pueda. Y ya veremos.
AB: ¿Qué tal te encuentras en el Baztan? Dijiste en una ocasión que era un buen sitio para vivir.
MSO: Sí, estoy muy a gusto. Me siento cómodo, salgo mucho al monte, trabajo muchas horas, y vivo tranquilo, bastante más tranquilo que en Pamplona. Hay menos ruido que allí.
AB: ¿Allí no vuelves a gusto?
MSO: No, Cada uno tiene su historia, pero lo de Pamplona no tiene remedio. Allí me siento perdido. Ya hace quince años que me vine para acá, y quitando los dos años de Madrid, han sido años decisivos para mí. He visto que no tengo sitio en la sociedad pamplonesa.
AB: A pesar de ser de allí, de haber vivido allí y de haber escrito la mejor guía de Pamplona. Conoces bien la ciudad.
MSO: Sí, pero yo no puedo tirar para adelante allí. Quizás debía haberme marchado cuando era más joven, pero no vamos a empezar a arrepentirnos ahora por lo que no hicimos, ¿no? Ahora, para mí, lo importante son los libros que tengo por escribir. Ésa es mi vida.
AB: ¿Has olvidado también lo de Madrid?
MSO: Sí, no pinto nada en Madrid. Mis hijos están allí, pero no tengo ninguna relación con el ambiente literario español.
AB: No te arrepientas de haberte marchado, entonces.
MSO: No. Ha surgido así y las cosas están como están. Eso es todo.
AB: ¿Los lugares son decisivos para escribir?
MSO: Creo que sí. Pero más que los sitios, la gente que vive en ellos. La ciudad en sí no es nada. Thomas Bernhard, y no es más que un ejemplo, decía que Salzburgo era una “enfermedad mortal”. Pero Salzburgo no es una enfermedad mortal; de serlo, lo será su gente o la que él conoció. Ése es el problema de las ciudades: con quién te encuentras. Y si el ambiente es pesado, la vida se te hará cuesta arriba.
AB: ¿Qué tiene Pamplona?
MSO: Es muy carca y muy tradicional. Aquí, sea por las armas, sea por las urnas, siempre ha mandado la derecha. Y lo peor es que no se han aprovechado las opciones para darle la vuelta a eso. Cuando los socialistas ganaron las elecciones a comienzos de los 80, hubo una oportunidad. Se hicieron algunos cambios, porque los otros también estaban haciendo grandes cambios en su entorno, pero eso duró hasta que empezaron a meter la mano en la bolsa. Y la última oportunidad que tuvimos para cambiar, también se fue a la mierda. Todo es más grave de lo que parece. Seguramente no lo sea tanto cuando tienes treinta años, pero sí que lo es cuando tienes sesenta. Con los resultados habidos en las últimas elecciones, se arruinó una oportunidad histórica. Y a consecuencia de ello, comparten el consejo de administración como si esto fuera una empresa privada. Y unos y otros dirigirán ese consejo de administración durante mucho tiempo. Escribí hace poco sobre ello, y puede que no sea muy correcto, pero los problemas internos que están teniendo algunos partidos...
AB: ¿Te refieres a Nafarroa Bai?
MSO: Sí. El espectáculo no es muy digno. Y si fuera de la derecha navarra de toda la vida estaría muy contento con el ambiente, porque están asegurándose la poltrona para siempre. Y estos de Nafarroa Bai están olvidando que muchas de las personas que les votaron no eran de sus partidos. Ni de unos ni de otros. Había mucha gente que no militaba en ningún sitio, pero pedía el cambio. El cambio, por fin. Luego, ya se verá. Pero primero el cambio, ¡carajo! Pero, claro, con la sociedad navarra hemos topado, muy carca ella. Con matices, pero es así.
AB: ¿Estás resignado?
MSO: Sí, puede que sí. Obviamente, esto no se lo puedes decir a los demás, porque hace falta algo de ganas, no resignarse totalmente, pero es lo que hay.
AB: Ejerciste la abogacía. Imagino que aún conservas ese olfato que mantienen quienes estudiaron Derecho para decidir qué es justo...
MSO: …Sí, algo queda.
AB: Últimamente, en el ámbito judicial hemos visto cosas sonrojantes. Por ejemplo, aquello que le espetó la jueza a Arnaldo Otegi, “¡Por mí, como si bebe vino!”.
MSO: Me pareció vergonzoso. En aquel juicio, el fiscal incluso echó mano del refranero para apoyar sus tesis, cuando dijo aquello de que quien calla, otorga. Perdón: quien se calla, se calla. En un juzgado, sobran los refranes. En un alegato del fiscal, hay que utilizar la jurisprudencia o el Código Penal, pero no el refranero. Mucho menos, cuando son refranes feos. Está en consonancia con el detalle del vino. Sí, hay tengo un instinto jurídico que me sale. Los abusos judiciales, los abusos del poder en general, esto es, los abusos de autoridad, me sacan de mis casillas. Es decir, tener razón porque llevas uniforme o porque tienes dinero en el banco... Eso no lo soporto. Y me enfrento a las cosas que me parecen injustas, por eso, por el instinto.
Ayer estuvo en San Sebastián, invitado por Kutxa, el conocido periodista y escritor John Carlin. Además de por su labor en El País, Carlin es conocido por su libro El Factor
Humano (Playing
The Enemy). Los derechos de ese libro fueron adquiridos por el actor Morgan Freeman y llevados a la gran pantalla bajo la direccion de Clint
Eastwood (Invictus), filme que trata de narrar el proceso por el cual Nelson Mandela consiguió evitar la guerra en Sudáfrica durante la década de los 90 del pasado siglo. Y es que Carlin vivió in situ el citado proceso histórico.
En principio, el tema de ayer era otro. Porque John vino a hablar de resiliencia social junto con Juan
Carlos Cubeiro. La charla se programó bajo el paraguas de Gipuzkoa Aurrera. Previamente, la pareja estuvo en una jornada, pero me da que ésta no estaba abierta al público.
En un determinado momento, Carlin dijo que sería interesante mirar a Sudáfrica en aras de solucionar el conflicto vasco. Era una magnífica oportunidad, y la aproveché, para preguntarle en público sobre lo que pasó con la fallida entrevista a Arnaldo Otegi.
Y el periodista dijo, más o menos: "Estaba esperando que alguien me
hiciera esta pregunta aquí. He leído muchas cosas al respecto que no se
ajustan a la verdad. Pero no me ha extrañado nada esto, conociendo como
conozco a los de mi gremio (los periodistas). Fue una iniciativa en
común con El País. No es cierto que el Gobierno nos denegara el permiso
para la entrevista. Simplemente no nos contestaron. Puede que la carta
no llegara a su destino. ¡Quién sabe! En todo caso, fue una pena que no
pudiera entrevistar a Arnaldo Otegi".
Evidentemente, le ha parecido más cómoda la siguiente, una en la que le preguntaba sobre el Mundial de Fútbol a celebrarse este año en Sudáfrica.
Como cada primer viernes de mes, el pasado día 5 tuvimos una nueva edición del Pintxos and Blogs(podéis leer la crónica de Makgregory). Esta vez la excusa era la arquitectura y el movimiento racionalista de los años 30-60 del pasado siglo XX. Volví a estar muy a gusto escuchando a gentes que hablaban de temas que no son, precisamente, muy cercanos para mí.
Pero hoy no quería hablar de este último Pintxos and Blogs (señores De la Maza & Munduate, a ver si ponen un enlace con algo de contenido), sino de la primera cita de este año. Para hablar de gestión de proyectos culturales estuvieron Pernan Goñi y representantes de la candidatura San Sebastián 2016. En un momento dado (que es cuando, según Lázaro Carreter, suceden todas las cosas) nos preguntaron cómo vemos la ciudad hoy y cómo la imaginamos en el 2016.
A mí me tocó soltar la primera opinión y uní el 2016 con la palabra decadencia. Y hoy sigo pensando lo mismo. Ya es hora de que nos demos cuenta de que, materialmente hablando, hace tiempo que tocamos techo y que sólo nos queda ir cayendo a mayor o menor ritmo.
¿Es eso malo? No tiene que serlo necesariamente. Creo que fue el año pasado cuando el máximo responsable del Grupo Mondragón Corporación soltó en unas jornadas en Logroño que saldríamos de la crisis allá por el 2014 y que seríamos un 20 % más pobres. ¿Será así? Ni idea. ¿Se cumplirán las teorías más catastrofistas de Niño
Becerra? Tampoco lo sé.
No hemos nacido para ser líderes. Y me tiene un tanto harto eso de tener que competir y de tener que ser la punta de lanza de no sé qué. Nos va a costar tirar hacia adelante; más, si cabe, teniendo en cuenta lo mal que hemos hecho los deberes estos últimos años. No hay más que ver cómo pasan al paro personas cercanas.
Habrá que despertar. No queda otra. No sé si yo conoceré algo diferente del capitalismo, porque veo difícil que se produzca el cambio, pero no imposible.
No he leído apenas nada del movimiento que aboga por el decrecimiento, pero me da que puede ser una vía interesante.
No todo han sido buenos ratos en Bolivia. En su primer viaje, fue secuestrado, le robaron y le dejaron tirado en una calle apartada. Pensó que le matarían. Con el sabor del cacao aún presente en la boca, cuenta que los ladrones eran de la misma banda que mató a cuatro turistas europeos. Encontraron los cadáveres de los turistas a los pocos días, pero una de las familias no ha reclamado aún el cuerpo. Querría hacer un reportaje con eso, o escribir un libro, pero no se lo publica nadie. Antes sí que le aceptaban reportajes; ahora, en cambio, parece que no tienen sitio. Pero quiere escribir sobre ello.
Ahora, con casi cincuenta libros publicados, entre ellos retratos despiadados de la sociedad navarra, biografías memorables de Pío Baroja, y libros de crónicas y viajes muy vivos; varios premios, estancias en Madrid, Pamplona, Baiona y San Juan de Luz. Bueno, pues ahora, en este rincón de Elizondo, cerca de la frontera, ahora quiere escribir sobre los marginados. Porque siente que cada vez le queda menos tiempo para decir todo lo que quiere.
Alberto Barandiaran (AB): ¿Cómo es eso de comprometerse de esta manera con un pueblo extraño y lejano? ¿Ésas no eran cosas que se hacían con veinte o treinta años?
Miguel Sánchez-Ostiz (MSO): Déjame que te cuente una anécdota. El año pasado, mientras esperaba la salida de mi vuelo en el Aeropuerto de Cochabamba, comenzaron a llamar por megafonía a un italiano para que se presentara en el control. Finalmente nos dejaron pasar, diciéndonos que, ya sentados en el avión, tuviéramos los pasaportes a mano. Entró un grupo de policías y comenzaron a examinarnos uno a uno, pero el italiano no aparecía, lógicamente. Supusimos que habrían interceptado una maleta llena de coca y que se habría dado a la fuga. Un mujer-policía de unos treinta años, mientras tiraba al suelo todo lo que portaba en la maleta, tomó mi pasaporte, miró la fotografía y me dijo, rudamente: “¿Pero qué hace usted a su edad dando tumbos por aquí?”. ¡Eso fue lo que me dijo una responsable de narcóticos! Y entonces tú ahora me dirás lo que soltó aquella policía, ¿no? Sí, yo también me lo pregunto. Me hubiera gustado viajar siendo más joven, pero no lo pude hacer. El tiempo avanza y es el presente lo que importa.
AB: ¿Pero podrías estar tranquilamente aquí, escribiendo, enviando colaboraciones, en vez de andando por ahí lejos, contemplando todas esas miserias?
MSO: ¿Pero sobre qué escribiría? Siento que el tiempo me aprieta. Este año cumpliré 60 años y me quedan muchas cosas por ver, por leer, por vivir, por escribir. Ahora estoy acabando una novela sobre Rumanía. He estado tres veces en Bucarest y allí me encuentro con un termómetro, un medidor del mundo que no me gusta. En Praga resulta difícil pensar que aquel fue un país socialista. Lo mismo pasa en Budapest. Sabes que el comunismo sucedió allí, por la famosa revolución, pero lo de Rumanía es increíble. ¡Cuánto han tenido que padecer y qué país más corrompido han dejado tras de sí! El narrador debe estar allí. Estoy intentando explicar el choque entre dos mundos que están dentro de la misma cultura, porque están dándose cambios tremendos. Ahora está triunfando el neoliberalismo de manera salvaje. La gente ya no quiere ser rumana, ni tan siquiera europea. ¡Fuera Europa! La gente quiere ser estadounidense y cuanto antes, mejor. No sabes qué colas hay, todos los días, delante de la embajada estadounidense de Bucarest. ¿Y quiénes han llegado a Bucarest como si fueran una riada? Los especuladores. Muchos de ellos son españoles. Algunos, de por aquí. Con el dinero negro acumulado aquí están comprando solares en el centro de la capital para vendérselos luego a los inmigrantes que han venido a nuestro país. Me recuerda a la sociedad española de los años 80, esa fiebre por comprar, ese empeño por poseer.
AB: Y todo eso te atrae como escritor.
MSO: Por supuesto. Porque todo puede terminar de mala manera. Y hablas con la gente de mi edad y te das cuenta de que aquel loco de Ceaucescu les fastidió la vida. Hoy, los rumanos temen al prójimo, porque todos piensan que puede ser un chivato de la Policía. Les metieron eso en la cabeza. Si comienzas a charlar con alguien en una cafetería y se levanta para ir al baño, otro te dirá que es un chivato. Y pasará lo mismo con otra persona. Dicen que todas las personas con las que he tenido relación fueron de la Securitate. Ése es el drama. Para seguir vivos, la gente debía denunciar a alguien, ¡aunque fuera de su propia familia! ¿Cómo no llevar eso a la literatura? ¡Así son nuestros tiempos, carajo! ¡Yo no voy a Bucarest para hacer mala literatura con cafeterías del periodo de entreguerras! Para empezar, porque la literatura historiográfica está bien para visitar una ciudad, pero me parece muy pobre frente a la realidad cotidiana. Hay que ir al mercado de Obor (Bucarest), porque es de donde parten los autobuses llenos de rumanos que quieren marcharse y porque es allí adonde llegan cuando regresan. ¡Qué estampas! O ir a Dublín, a esas calles que no visitan los turistas porque no hay nada que se pueda comprar, esas calles que aparecen en el Ulysses de Joyce, llenas de puticlubs, para ver los autobuses que salen de vuelta a Bucarest. Eso es lo que me interesa.
AB: ¿Y qué es lo que hay que hacer con ese material? ¿Ficción, periodismo, crónicas?
MSO: Tienes que hacer todo lo que se pueda, lo que salga. Lo que llegue al lector. Intento entender todo eso. Intento entender mi tiempo.
AB: ¿Te gusta esta época?
MSO: ¿Gustarme? No sé... Hace algunos años dijeron que estábamos viviendo tiempos banales. Siempre pensé que quien lo decía era un tonto integral. ¡Nada de tiempos vanos! Todo lo contrario. Parece que estamos sentados encima de un barril de pólvora. Son tiempos extraordinarios en toda regla, pero nos movemos como si estuviéramos perdidos.
AB: Hay muchísima información, pero no sé si sabemos más.
MSO: Yo cada vez me siento más tonto. No me fío. Empecé a mirar en Internet sobre una novela escrita hace diez años y encontré mucha información. Ahora se puede conseguir en dos o tres días la información que antes no se lograba a lo largo de una vida. Y a los diez años de escribir esa novela, había un porrón de información al alcance de todos. Pero no sé si soy más sabio, la verdad. Tengo claro que lo que me interesa es dar testimonio de estos cambios salvajes, porque está cambiando la faz del mundo. En el caso de Bolivia, salta a la vista que lo que está sucediendo allí no es fácilmente clasificable. Aquí enseguida dicen eso de “¡populista!”. Pues yo no lo tengo tan claro. Creo que es algo nuevo.
AB: Eso que dices es lo más importante, ¿no? Dar testimonio. Es algo que también se está perdiendo en el periodismo, ese hábito de estar cara a cara con la gente, porque muchas veces la información llega por sí sola a las redacciones.
MSO: Sí, pero ¡cuidado! Cuando hablo de dar testimonio, lo digo con la boca pequeña, porque si no parece que soy el poseedor de la verdad o que pretendo hablar desde el púlpito. Y ya hay bastantes tribunos deseosos de poner en funcionamiento la guillotina; como esos que tienen las guillotinas de papel para convertirte en un maldito.
AB: Quiero decir que es importante estar con la gente cara a cara, escucharla, ver cómo hablan, cómo viven.
MSO: Eso es lo importante: levantar acta de esta sociedad pero con palabras de este mundo. Yo no tengo ninguna solución. Sin embargo, reivindico mi derecho a mostrar mi estupor ante las cosas que suceden, porque sé que casi todos somos personas que vivimos sorprendidas y golpeadas por el entorno. Además, son pocos los que golpean, en comparación con quienes recibimos los empellones. Caminamos dando tumbos de un lado para otro. También yo me siento sin rumbo muchas veces, pero no más que cualquier otra persona. Porque no llegamos, no podemos entender todas las claves. Los cambios son brutales y suceden de manera rápida.
El realizador Asier Altuna se mete en la faena de hacer un documental sobre el bertsolarismo. Como cuenta en la entrevista que Juan G. Andrés le hizo para Noticias de Gipuzkoa, está buscando financiación para hacer un "filme (que) está más dirigido a quienes desconocen el bertsolarismo, que
seguramente se verán sorprendidos". Los doce minutos del vídeo me han gustado mucho y espero que puedan finalizar su trabajo.
Iba poner que quien tenga pasta se ponga en contacto con la peña de Txintxua Films, pero no he encontrado ninguna web para dar la referencia. Sin embargo, al final de este vídeo tenéis un e-mail de contacto. Disfrutad con este bonito caramelo.