La Celda de Jean Valjean

Leí el artículo del futbolista Oleguer. El polémico artículo. Supongo que polémico fundamentalmente porque casi nadie lo ha leído. Eso conlleva aceptar que la mayoría de la gente que condena, insulta y descalifica al jugador del Barça lo hace desde el dogmatismo, desde la intransigencia y desde la fe ciega en lo que le dictan los medios de comunicación de la montera y la espada. Oleguer es un tipo peligroso, muy peligroso. Es peligroso porque no se queda  encallado en “el fútbol es asín”; es peligroso porque critica con conocimiento de causa, porque hurga en la herida, porque es culto e inteligente. Es peligroso porque rompe el prototipo, porque abandona el pensamiento único futbolero y se moja, porque no tiene nada que ver con el futbolista estándar. Argumenta que algunos de los condenados por el caso GAL están en sus casas disfrutando de plena libertad sin haber pasado en prisión más que un 3 o un 5% de lo que dictó un juez. Eso, a pesar de que hablamos de torturas y muertos. Pero claro, “lo del GAL fue una chapuza”, se masculla. “Si lo hubieran hecho bien…”. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases? Yo las sigo oyendo de cuando en cuando, precisamente de boca de quienes insultan a Oleguer. No buscan un argumento, una idea, un discurso, un apunte o simplemente rebatir la exposición del futbolista. Directamente, emplean descalificaciones variopintas que van desde el “catalán de mierda” al “cabr…” de turno. Ni siquiera reparan en que Oleguer es un tipo millonario, que cobra una pasta gansa y que podría vivir como un rey el resto de su vida con lo que cobra en un par de temporadas. Creen ningunearlo argumentando que es un pésimo futbolista, algo que no comparten sus entrenadores y ese palmarés en el que sobresalen Ligas y una Copa de Europa. Yo lo tengo claro, al margen de que mis ideas coincidan o no con las suyas:  Oleguer es un tío valiente y solidario. Quienes han leído su ya famoso artículo saben que no defiende a De Juana, sino que plantea la vulnerabilidad ética del Estado de derecho. Entre los rumiantes que hacen cola para insultar a Oleguer, parece haber un grito de guerra unánime: “El Estado soy yo”, con el coro permanente de fondo “Si lo hubieran hecho bien. Si lo hubieran hecho bien”. Mientras Oleguer canta los tantos con un nítido “Gol”, otros parecen añorar el cántico “GAL”.

Y a unos metros de distancia, en el terreno de juego, Salva, ese exponente del patriotismo rancio con olor a naftalina, banderita roja y gualda y posología del NO-DO. Un futbolista metido a agitador, sin medias tintas, un farruco que combate las ideas de Oleguer  con un aplomo intelectual sin igual: “Le tengo más respeto a una caca de perro”. Esa musiquilla me suena. Ya la he oído en otras ocasiones. No sé el respeto que le tendrá el súper patriota Salva a la libertad de expresión, pero me da en la nariz que las moscas revolotean más a su  alrededor de lo que él se cree. Y es que algunos olvidan que,  a veces,  si te mandan a la mierda, el viaje se te puede  hacer muy corto.

 

  

En la fiesta de la banderita que tuvo lugar ayer en Madrid, una señora que llevaba la foto de Miguel Ángel Blanco, el concejal de Ermua asesinado por ETA en 1997, dijo: "Zapatero, tú lo mataste". Y se quedó tan ancha.

Digo yo que lo próximo será que el PP anuncie en conferencia de prensa que ZP fue quien mató a Manolete.  

 

La fanfarria del PP comenzó ayer a decorar de desatinos y desafinados acordes el fin de semana, recinto sagrado del tiempo donde los españoles ahogamos las penas de trabajos con horarios en su mayoría intempestivos. En Valencia, por ejemplo, se congregaron 20.000 personas –cifra ofrecida por Ritá Barberá-  para insultar a Zapatero y mostrar su rechazo a la política antiterrorista del Gobierno. Doy por seguro que no más de 20 ó 30 de los asistentes conocen unos mínimos detalles de ésta como para tener una noción clara de lo que es, pero en fin. 20.000 no parece una cifra preocupante, considerando que en Mestalla se dan cita bastantes más regularmente para ver en vivo al Valencia Club de Fútbol. O sea, que la mala baba y las ganas de boicotear a ZP por parte del PP no han cosechado un gran logro en una tierra tan afín como es la valenciana donde un personaje de la talla de Zaplana fue presidente. Eso, o que los logros del equipo de  fútbol  son más importantes en general para los valencianos que no esa sarta de mendicidades y excrecencias con que los populares están regando el jardín. Yo no imagino posibilidades más atroces ni peores que colocar al frente de la Generalitat Valenciana al ínclito Zaplana, el niño del Vectra, pero allá los valencianos con sus decisiones y su permeabilidad. De cualquier forma, si Barberá dijo 20.000, réstenle unos miles, que doña Rita está acostumbrada al hinchamiento,  y ahora parece que juega al linchamiento.  

La indignidad del PP es tan colosalmente burlesca, que ni Valle-Inclán hubiera podido crear un personaje como Acebes, chico de los recados, galimatías  en ruta, en un autobús que colecciona multas por estacionamientos indebidos y que desprende un olor mitad caciquil mitad sectario, de esas sectas tan suyas que dominan la esfera política del PP y que invaden los consejos de administración de las grandes empresas de este país. Acebes no tiene lo que hay que tener para hacer lo que Labordeta, mochila al hombro, y recorriendo España de cabo a rabo. El popular es más de carrito de golf, flagelación ajena y risa de hiena, como la de un Aznar que no conoce el rubor. Una de las imágenes más asquerosas que he visto en los últimos años es la del rencoroso ex presidente depositando un ramo de rosas en Madrid como homenaje a las veinticinco víctimas mortales de De Juana Chaos. Este siniestro tipo, perdió el culo por acercarse a George Bush, aunque tal empresa perjudicara a "su" España y aunque conllevase pagar un altísimo precio. Poner los pies en la mesa nos pasó factura a todos. La soberbia de este diminuto político, el de más triste semblante de nuestra Historia, la estaremos pagando aún durante muchos años. ¿Llevará rosas este Calígula de bolsillo a los iraquíes? Pues que vaya preparando la tela, porque van a tener que publicarle muchos libros y otorgarle muchas conferencias ahora que el rencor se cotiza alto.  

Esta tarde, dentro de apenas unas horas, saldrán a la calle los detractores del diálogo, los olvidadizos, los peregrinos del tardofranquismo, los añorantes, los escocidos, los convencidos, las nuevas generaciones del conservadurismo, los amantes del liberalismo sin cerebelo, los reaccionarios, pero sobre todo habrá concurrencia de españoles manipulados y desinformados. Es una recurrencia habitual, un bucle metódico, una cantinela en espiral, laberíntica y sin salida a la que asistimos al comprobar cómo se opina a tientas, como si fuéramos murciélagos, adquiriendo una destreza sin igual para dar por cierto aquello que escriben o que hablan en los medios de comunicación. Son la  ausencia de crítica  y la falta de método comparativo las que procuran la simpleza de las deducciones. Aunque el dogmatismo es también una hoguera que calienta el ambiente, ya puestos. Da igual si el Gobierno de Aznar acercó a más presos de ETA al País Vasco, es lo mismo si excarceló a cientos de ellos,  poco importa que el renegado Aznar haya contribuido al deterioro de la situación en Irak, donde se cuentan por cientos los muertos diarios desde que  ese bigote andante y de triste figura decidió ir de la mano del sanguinario Bush. Esa maldita foto de las Azores es un monumento a la maldad de la especie humana. Pero eso al público de la pancarta y de la apropiación indebida de la bandera española le trae al pairo. Es más, no me extrañaría que esta tarde en Madrid volviera a sonar el himno nacional. Y da igual los que vayan, porque dirán que han sido un millón y medio. Supongo que la delegación del Gobierno apuntará que fueron 300.000 y sanseacabó.

 Entre la repugnancia que me provoca el cinismo de Acebes y la perplejidad que me evoca cotidianamente la irrupción de Aznar en los medios públicos, ya son bastante para un maltrecho estómago, encogido regularmente. Me da pena mi país. Me produce una enorme tristeza tener que permanecer en silencio en esos foros improvisados en los que se juega a la comba con el raciocinio y con la realidad. Los osados acusan y condenan sin atender a razones. Y la discrepancia se paga con el insulto y  la descalificación. Te ponen a caldo, se les hinchan las venas y, de repente, se dan la vuelta, te dicen que contigo no se puede hablar y asunto finiquitado. El PP ha vertido veneno en el río, y ahora pasa lo que pasa. El PP está poniendo toda la carne en el asador, pero sus fieles del gallinero, lejos de la elite,  no saben  que cuando la carne esté en su punto no podrán degustarla.  

Una manifestación más. Un exponente más de la preocupante dualización de esta España a la que han colocado en plena autopista antes de darle tiempo siquiera para acostumbrarse a los caminos. Cada vez voy teniendo más claro cuál fue el motor de la transición. Un buen día decidieron vendernos en el extranjero con aquel “Spain is different”. Yo creo que se quedaron cortos. 

El títere Rajoy, muñequín de quita y pon, según conveniencias de Aznar, Acebes y Zaplana,  o sea, sus jefes, convoca a los españoles sensatos a manifestarse bajo el lema “España por la libertad; no más cesiones a ETA”. Un lema que viene a significar en código político popular: “Vamos a montar un cisco y a envenenar al personal, no vaya a ser que el PSOE llegue a apuntarse el fin del terrorismo de ETA y no podamos ganar unas elecciones de aquí a una temporada”.

Ahora los populares manejan los sms que es un primor, y te plantan concentraciones “espontáneas”, de un espontáneo que no veas. Ana Botella se hace la foto con toda la caradura del mundo, mientras su marido hace caja en ambientes liberales, sin importarle una mierda haber participado en la invasión de Irak, que ha provocado muchas más muertes violentas que las que De Juana Chaos y sus compañeros  de ETA han llevado a cabo en los últimos 30 años y podrían llevar en los próximos treinta. Aznar luce esa sonrisa de hiena y ese bigote mal acabado mientras su  yerno se frota las manos con el negocio de la Fórmula 1 en España.

La memoria, al fin y al cabo,  es un cuesco en la cara de quienes se mueven por el odio y  el resentimiento. Me  sorprende que cada vez sean más los españoles que tienen dormido el sentido común y se mueven a latigazos, dejándose llevar por el seso, el vómito y la sangre. Responden con inmaculada fidelidad  a las doctrinas de los Losantos, de los Usías y otros propagandistas de diversa tendencia y estómago delicadamente cuidado. Unos son de misa, otros vienen de blasfemar, pero todos y cada uno de ellos convergen en un río de saliva y bilis que les lleva a una desembocadura fatal.   

Repiten sin cesar que Zapatero se ha rendido ante ETA. Tamaña majadería y otras similares comparten cartel con las evasivas de los ministros socialistas, que no saben dónde meterse ni cómo salir de ésta. Dan pena, unos y otros. Resultan patéticos. Unos por inoperantes, torpes e incompetentes. Los otros por necios, perversos y manipuladores. Y entre manifestación y manifestación, entre el comprensible rencor de las víctimas y los afilados colmillos de quienes las utilizan en beneficio propio, un simple deseo, más bien una pregunta: ¿qué coño hago yo? Yo mismo me respondo: agachar la cabeza y, si acaso,  mirar para otro lado. Ya sé bien que no soy el único. Pero no deja de ser una condena.  

Esta noche, de regreso a casa, he participado de esa gran reunión erótico festiva en que se ha convertido el viaje en el Metro de Madrid. En un par de viajes pierdes la timidez; en otro par de rutas, la inocencia; y si te sacas el abono transportes, es sinónimo de que ya no eres virgen. La línea 6 o la 10, además, son como Sodoma y Gomorra, pero en plan express.  Tu vida sexual es algo complicada, porque, claro, luego en casa estás fatigado y no tienes más ganas de jarana. Pero cualquiera lo explica. Hombre, si ella también viaja en Metro es más fácil que te comprenda, pero duele más. 

Sexualidad al margen, raro es el día en  que no se monta un guirigay de cuidado con las puñeteras averías. Mientras Gallardón (moderaturis peligrosensis, en opinión del facherío) y Esperanza Aguirre (conocida como Madame Testosterona, en círculos dominados por sus  detractores) sacan en mayor o menor medida pecho a cuenta del suburbano madrileño, el pueblo llano, o sea, sin pecho, se las come –las averías- un día sí y otro también. Pero yo hoy quería mencionar o constatar una infeliz realidad, otra más. Esta noche, como decía –que divago y me entra el mareo- iba en el Metro y  se me han hinchado las narices al comprobar cómo alguna gentuza permanece impertérrita ocupando un asiento, aunque tenga delante de sus narices a una mujer embarazada, un invidente, un señor nonagenario o un anciano o ser vivo portador de muletas. Ya no se trata de una cuestión de amabilidad. Ni siquiera de respeto. Es un derecho, un puñetero derecho a ocupar esos asientos el que poseen estas personas. 

 Es un síntoma más de una sociedad enferma. En estado crónico, diría.   

¡Menuda novedad! Que dice José María García que es una vergüenza que pase en pleno siglo XXI. ¡Pero si está a la orden del día!  Lo que pasa es que el otrora influyente periodista deportivo estaba acostumbrado a manejar el cotarro y a relacionarse con los aznares, zaplanas, villalongas y rajoys de turno. Un buen día, García decidió jugar al póker con los señores del poder y perdió la partida. Y ahora, unos años después, cargado hasta las cejas de resentimiento y rencor, porque la herida no ha cicatrizado, destripa las sinvergonzonerías de quienes manejan los hilos.

            García ha ejercido de forense,  y la autopsia revela que el periodismo pasó a mejor vida sufriendo una muerte horrible y dolorosa. El histriónico y gesticulante periodista no deja títere con cabeza.  Bueno, a decir verdad, me da que deja algunas cosas por contar sobre Pedro J., pero el butanito sabe que no le conviene ir de farol, porque el director de El Mundo es el rey del casino. Y… no sería una sorpresa que en el nuevo proyecto de El Mundo y sus mandamases italianos hubiera un sonoro y confortable hueco para el retorno de García.

            Y es que este personaje autodivinizado, porque se cree Dios, y que se sepa nadie le ha “puesto” una Iglesia, como han hecho con Maradona, se arroga un decisivo poder de influencia sobre la sociedad española. Dice que  estuvo callado sin contar esto por no hacer daño al PP y por no favorecer al PSOE, “que no se lo merecía”. ¿Qué se ha creído García? Al margen de sus ínfulas y de sus sueños eróticos con el más allá y el Génesis, habría que recordarle a tan fanfarrón multimillonario que él mismo empleó penosas artes en el periodismo, medrando, manejando, controlando y ensuciando cada resquicio del deporte español. Y también, insultando cada noche a todo aquel que tenía otro discurso o que no compartía sus medios ni sus fines. En una ocasión llegó a pedirle al entrenador colombiano del tenista Emilio Sánchez Vicario que se fuera de España. Así: “Pato, haznos un favor a los españoles: vete de España”. Y ésta es sólo una anécdota. Lo peor es que García creó escuela -precisamente con esa prole de mediocres periodistas a los que ridiculizaba con asiduidad en antena-  y ahora hay una inmensa telaraña de clones de tipos hinchados de ego que se dedican a insultar y a considerar que el periodismo es opinión pura y dura. Sin más.

            Las cosas que ha contado García son gravísimas. Que si el gobierno del PP tratando de crear un buque de comunicación capaz de hace frente al imperio Prisa, que si Sáenz de Buruaga, que si Cajamadrid, Florentino Pérez y el fichaje de Figo, que si el presidente de Telefónica, que si Onda Cero, que si Luis Herrero se ha vendido al PP, que si los obispos son raritos… Nada nuevo bajo el sol.   Además,  el personal anda enmarañado en otras cosas. Hoy venden más las manifestaciones Alcaraz S.A.  

Y   García olvida que ya no hay nadie que no sepa cómo es José María Aznar. Lo preocupante es que cuente con tantos adeptos. Es lo que no acabo nunca de entender: tienen la sartén por el mango, el control, los cargos, la pasta, pero siguen dando  por saco y, encima, sudan y sangran temor y odio. Me pregunto qué dirá de todo esto su Dios.

            

Juanra es uno de los reporteros de Caiga Quien Caiga, uno de los pocos programas de televisión donde de vez en cuando realizan alguna pregunta incómoda, o cuando menos ocurrente, entre el personal del famoseo, el politiqueo, la aristocracia bienpensante y demás especies y especias. En uno de sus últimos programas, este chico de negro, un tío ocurrente y gracioso, se desplazó a la localidad de Utrera, donde nombraban Hijo Predilecto de la localidad al príncipe Felipe. Juanra Bonet, se ha mostrado habitualmente ácido, cáustico, irónico, sarcástico e hilarante con los dirigentes del Partido Popular. Tiene desparpajo y es capaz de improvisar y  protagonizar situaciones francamente divertidas. Al príncipe Felipe le pidió esta vez que descubriera una especie de placa para inaugurar el tercer año del programa más irreverente de Telecinco. Una coña en toda regla, pero más inocente que nada.   El marido de Letizia Ortiz estuvo más o menos  simpático con el reportero y le siguió el juego. La cosa no duró más  de veinte segundos. Antes de proseguir con el besamanos entre el populacho, el Borbón le dijo al reportero: "Oye, a ver si conservas el puesto, eh". Y Juanra, el chico ocurrente y gracioso de Caiga Quien Caiga perdió su gran oportunidad, la oportunidad de hacer honor al título del programa. Ay, si le contesta al marido de Letizia Ortiz: "Lo mismo le digo, alteza, a ver si conserva el puesto".

Me temo que hubiera sido el último aliento de Juanra y los suyos antes del epitafio: Así cayó Caiga Quien Caiga.

Recuerdo que un día, en el colegio, en medio de la clase,  dije que el hombre tenía una costilla menos que la mujer. El profesor de ciencias, católico practicante,  y más ortodoxo que otra cosa, alabó mis buenas intenciones escondido tras una  media sonrisa, pero me dijo que no era así, que hombres y mujeres tenían el mismo número de costillas. Mi error era el producto natural  de mis lecturas,  de esas  lecturas que habían fomentado durante mi infancia y mi adolescencia en el colegio donde ese profesor de ciencias ejercía de director. Si en lugar de meterme en la cabeza cuentos chinos me hubieran dado a leer libros de anatomía, es muy probable que no hubiera soltado ese disparate.

Cada día me toca bregar con gente que sigue convencida de que Eva nació a partir de una costilla de Adán y que, por tanto, desde entonces, las hembras tienen una costilla más que los varones. Gente que piensa que Darwin es una marca de cosméticos, y que la teoría evolucionista es “ésa del matemático ése tan listo… Einstein o como se llame”. Hoy mismo me han dicho que soy un defensor de ETA. No es la primera vez que emiten un juicio –más bien una sentencia-  así conmigo, que cuando he puesto por escrito lo que pienso de la banda criminal, he firmado con mi nombre y mis apellidos, y puesto a parir a quienes han utilizado la extorsión y el asesinato para reivindicar una idea y una exigencia política. Pero ni los fáciles y socorridos insultos, ni poner a parir a los terroristas solucionan conflicto alguno. Tampoco, considerar que quemar una papelera es un acto terrorista y buscar cualquier recoveco legal o supuestamente legal para acondicionar la ley al capricho que marca la política.

 El tristemente célebre 11-M, salí del Metro como cada mañana rumbo al trabajo y observé que tenía cinco llamadas perdidas en mi teléfono móvil. Eran de mi padre. Le llamé. Sus primeras palabras fueron éstas: “Estoy vivo de milagro. Tus amigos de ETA casi me matan”. Luego, me contó que estaba en la estación de Atocha y que iba en uno de los trenes. Encajé aquello con resignación,  pero en seguida se apoderó de mí una inmensa tristeza. Jamás en mi vida he justificado un solo atentado de ETA. Nunca a lo largo de mi vida  he mostrado la más mínima simpatía o comprensión con los objetivos ni los medios  de ETA. Más bien, todo lo contrario. Aún recuerdo con nitidez cómo vibraron las ventanas de mi habitación el día en que una bomba casi acaba con la vida de Irene Villa y de su madre. No fue ésa la única ocasión  en que el eco de una bomba llegó hasta mi casa. Recuerdo perfectamente a una chica de mi barrio  vestir de negro y lucir  unas ojeras infinitas  porque los asesinos de ETA le habían pegado dos tiros a su padre, militar para más señas. Acudí a la multitudinaria manifestación  en Madrid tras el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco.   Pero cuando me dicen que simpatizo con ETA o que defiendo a los presos de ETA, no saco a relucir ninguna justificación, ni destripo mis sentimientos. A veces, me da pena mi interlocutor; en otros momentos, como hoy, le digo al inquisidor de turno que no me toque los cojones y enseño los colmillos, en realidad de manera figurada, pero supongo que mi mirada será más afilada y enfurecida. "A mí tampoco me gusta lo que tú estás diciendo", espetan, y claro, como no les gusta, me insultan o me cuelgan el cartel de proetarra.  

Dicen que De Juana Chaos merece morir en la cárcel porque ha matado a veinticinco personas, pero desconocen que ése no es en verdad el motivo por el que permanece en prisión. Los más avispados argumentan que amenazó de muerte a varios cargos del PSOE y del PP en dos artículos de Gara, pero no han leído esos artículos. Hoy, en concreto, me dolió más de la cuenta que me dijeran que defiendo a ETA,  porque la estupidez provenía de un chico inteligente, culto, con una formación exquisita, un chaval con el que se puede hablar de filosofía, arte, historia, ciencias, cine, un joven que habla cuatro idiomas y que no se limita a discursos intelectuales en código binario, al estilo de las Nuevas Generaciones del PP y demás. Pero salió con ésas. Es hijo de militar. Comprendo la angustia con la que habrá vivido durante años, pero no acierto a entender el porqué de una descalificación personal.  Según él, soy simpatizante de ETA porque defiendo el artículo del futbolista Oleguer y critico la actitud del fabricante KELME, socorrido en su día por la Generalitat Valenciana, bajo el amparo fraternal del  gobierno popular, que ha decidido unilateralmente rescindir el contrato de patrocinio con el jugador del F. C.  Barcelona.  “Es que Oleguer ha defendido al hijo de p…. de De Juana Chaos”, me dicen. Y yo les contesto que no han leído el artículo de Oleguer. Les digo que si quieren que alguien que comete veinticinco asesinatos se pudra en la cárcel, entonces lo que hay que hacer es exigir a nuestros legisladores que  cambien las leyes, que las endurezcan o que volvamos a los tiempos y medios de Torquemada o al ojo por ojo... Insisto en que no hay libertad de expresión, o que si la ejerces, te llueven las hostias y se toman las represalias oportunas. Y van y saltan con lo de la defensa de ETA. Entonces, me prometo a mí mismo no perder nunca más tiempo de mi vida en tratar de convencer a alguien de que los cuentos chinos, lo que nos cuentan para dormir, no son más que relatos de ficción con el único fin de  que cerremos los ojos y demos el protagonismo a nuestro subconsciente.

 A veces me dan ganas de arrancarme una costilla y darles la razón.

 

 

En el PP han acogido el nombramiento de Fernández Bermejo como nuevo ministro de Justicia de forma hostil y encendida. La cosa ha sentado mal, pero que muy mal. El arsenal de descalificaciones e improperios que han utilizado para echar más leña al fuego es variopinto. Pero de todas las paridas que han soltado por la boca, me quedo con la del ex ministro José María Michavila, enredado ahora en tareas de representación de jóvenes cantantes ligeras de vestuario. El aún diputado del PP ha acusado al sucesor de López Aguilar de ser una persona "extremadamente sectaria". Y claro, uno no puede dejar de esbozar una sonrisa al escuchar tamaña argumentación. ¿Qué esperaban? ¿Acaso pretendían que el nuevo ministro de Justicia fuera miembro del Opus Dei, de los Legionarios de Cristo o  un fogoso Propagandista? Seguro que esos otros  "sectarismos" serían más del agrado de Michavila.  Un poquito de ecumenismo, por favor.

No es exactamente miedo. Lo que me provocó la manifestación de ayer y el manifestante tipo de ayer fue repulsa. Y mucha tristeza. Dicen no al diálogo, quizá porque muchos de ellos estuvieron acostumbrados durante años a imponer las cosas con ese halo de clasismo y de intransigencia que se destilaba cuando el puñetero caudillo era su cabeza ideológica e intelectual. ¿Para qué dialogar si durante 40 años las cosas fueron como esos tipejos establecieron mediante la tortura, la represión y la falta de libertad, de esa libertad con la que se les llena la boca ahora mezclándola con saliva y excrementos?

La obsesión enfermiza de quienes gritan “Muera la inteligencia” llega al extremo de criticar la memoria histórica y establecer su natural querencia por la memoria histérica. No quieren que se abran las fosas comunes, fosas en las que se halla el modus operandi de los promotores ideológicos  de la extrema derecha, modernizada, con lavado de cara y en notable auge con los aznares, los zaplanas, los acebes y los pujaltes. La memoria es artificialmente selectiva para los herederos del franquismo. No quieren rescatar el pasado, huyen de la lógica, de la razón, del entendimiento.   Esos muertos, los de las fosas,  están muy muertos. Pero otra cosa son los muertos de ETA. ¿Es que acaso las víctimas del facherío y del franquismo eran de otra  categoría? No, es que ya ha llovido. Y claro que ha llovido. El agua ha encharcado el terreno de la justicia y de la verdad histórica.

No sé si hay dos Españas, pero si las hubiere,  yo no quiero figurar en ninguna de las dos, no quiero que cuenten conmigo ni los que convocaron una manifestación ni los que promovieron la otra. No me siento parte ni de unos ni de otros, aunque, claro está, la llamada y los lemas de ayer me provocan un hastío infinito, con ese Aznar caligulizado, al que gritaban “Presidente, presidente”, como si las urnas fueran de quita y pon, y la soberanía popular fuera una cosa de decibelios y no de  votos.

 La de ayer fue una manifestación contra el Gobierno Zapatero, contra Zapatero, contra los otros, contra la solución dialogada de un conflicto al que nadie ha encontrado solución, ni siquiera los intentos de negociación de Aznar y González, y mucho menos el GAL de mister equis, un capullo redomado, un farsante, un pésimo fantástico ilusionista de la demagogia.  Fue  una orgía de banderas e himno nacional, como si los demás bailaran todavía al son del himno de Riego o de  la Internacional. Esa apropiación cerril y enfermiza  de los símbolos ha llevado a más de uno al delirio, al extremismo irracional. “Ésta es la España nacional, la verdadera España”, escupió  en medio de la manifestación el secretario general de Manos Limpias, Miguel Bernard. Fernando Jáuregui, comentarista en el canal que controla Esperanza Aguirre, decía que no estaba de acuerdo con él, que la España verdadera la formaban todos los españoles que estaban contra ETA. Es la cantinela dual: la necrología neuronal de unos y el saber estar donde hay que estar de los políticamente correctos. Pues, de nuevo, ni lo uno ni lo otro: la España verdadera la formamos todos, entre otras cosas porque no hay una España falsa, de segunda, tercera o de doble fondo. Esta España la forman incluso los que no quieren formarla, y ésa es la cuestión. ¡España verdadera! Ya lo dijo Franco en el 36*: “Esta es la lucha entre la España verdadera y los marxistas”. Ya ven que algunos siguen con el mismo discurso. Y no son pocos. Ojalá sólo fueran un millón y medio.

*Entrevista en el News Chronicle, 29 de julio de 1936