2015/09/04 07:53:35.257515 GMT+2
Convendría empezar señalando que, aunque ciertas disposiciones internacionales pongan de relieve la diferencia entre emigrantes y refugiados, la realidad muestra que esa distinción es vana e incluso acaba apareciendo hipócrita. Se suele insistir en que los primeros (emigrantes "económicos" se les llama) no tienen derecho a gozar del mismo trato del que se benefician los que huyen de la persecución (política, cultural, religiosa, etc.) o de la guerra, los cuales son considerados refugiados y pueden acogerse a lo establecido para su protección.
El Estatuto del refugiado adoptado por Naciones Unidas lo define como una persona que tiene "un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social o de opinión política". El refugiado puede ampararse bajo una favorable legislación internacional, aunque no son pocos los casos en que los Gobiernos esquivan su aplicación y recurren a retorcidas explicaciones para quitarse de encima la molesta carga que les puede suponer cumplir con sus obligaciones internacionales.
Es indiscutible que un refugiado busca una vida mejor, lejos del riesgo, angustioso y constante, de ser perseguido, apresado, torturado o ejecutado, dadas las anómalas condiciones reinantes en su país de origen. Pero también es imposible ignorar que el emigrante común, el mal llamado "económico", que no huye de la guerra ni de la persecución, huye de algo que puede ser igualmente nocivo para su vida y la de los suyos: el hambre, la miseria, el infortunio cotidiano del que no sabe si mañana comerá.
Pero hay algo que no puede pasarse por alto. Todo emigrante se esfuerza, se sacrifica y arriesga su vida en un viaje henchido de incertidumbre y peligro, porque aspira a lo que ninguna legislación internacional puede negarle: un futuro mejor para él y su familia. Este es el aspecto básico, común a emigrantes y refugiados y, por esta razón, tanto unos como otros deberían poder acogerse a la ayuda de las organizaciones creadas para el bienestar general de la humanidad, como se lee en el preámbulo a la Carta de las Naciones Unidas: "Reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas".
La "dignidad y el valor de la persona humana" es lo que día a día vemos pisoteado, despreciado y humillado en las imágenes que los medios de comunicación muestran sobre el éxodo de miles y miles de seres humanos que estos días huyen a la vez, codo con codo, mezclados y confundidos en una misma muchedumbre, de la guerra y de la miseria. Son las imágenes de la infamia, las que están envenenando la sangre de Europa con la exhibición de una política cicatera, ciega y nacionalista, de regateo y desconfianza mutua, y por la penosa y lenta reacción de las autoridades de la UE ante esta catástrofe humanitaria.
Un reputado historiador llamó al siglo XX europeo el "siglo de los refugiados", por los efectos combinados de las brutales dictaduras totalitarias y su persecución de los disidentes o no adictos; de la 2ª Guerra Mundial y el gran reajuste de fronteras europeas que causó; y por la eclosión de nuevos Estados liberados del colonialismo y las depuraciones y expulsión de los colonizadores europeos que hubieron de regresar a sus países de origen. Pues bien, esta segunda década del siglo XXI parece avanzar por un camino parecido en lo que respecta a Europa y sus confines orientales y meridionales, desde donde afluyen los que aspiran a una vida más segura dentro de nuestras fronteras.
Ese respeto a la dignidad de la persona humana que propugna la ONU no se vio en las aguas de la España africana, cuando los inmigrantes que se acercaban nadando penosamente hacia la playa eran recibidos con pelotas de goma disparadas por las fuerzas de seguridad españolas. Tampoco se ha observado con las personas de toda edad y condición que padecen lo indecible para cruzar las reforzadas fronteras europeas. También esas fronteras interiores que algunos incautos habíamos pensado que desaparecerían, cuando nos tragamos el mito europeo inicial, el que unos nos vendieron y otros están explotando en su beneficio.
Esos emigrantes y refugiados huyen de países donde no se respetan los derechos humanos: eritreos condenados a un servicio militar obligatorio sin fecha de licencia, sirios que han visto desaparecer a amigos y familiares y donde casi seis millones de niños están en situación de extrema pobreza según Unicef. Huyen también de países que sufrieron los devastadores efectos de las guerras de los ejércitos occidentales, sea para combatir un terrorismo que apenas existía entonces y que se ha multiplicado entre las ruinas abandonadas; sea para imponer la democracia eliminando a un dictador, como en Libia, pero abonando el terreno para sembrar el caos social y fomentar el extremismo terrorista.
Europa está siendo sometida a prueba. Inmigrantes y refugiados son la piedra de toque que nos permitirá comprobar qué hay de verdad en nuestros textos y tratados fundacionales y qué es mera palabrería u ocultación de la realidad. Es de temer que, una vez más, sean los intereses puramente económicos los que prevalezcan sobre la solidaridad común y confirmen esa incoherencia que es el talón de Aquiles de una unión política tan mal construida.
República de las ideas, 4 de septiembre de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/09/04 07:53:35.257515 GMT+2
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2015/08/28 07:17:28.645654 GMT+2
Fundada en 2013 y radicada en Londres, la European Leadership Network (ELN, Red europea de liderato) es una plataforma para el diálogo y el debate a nivel internacional, sin ánimo de lucro y desvinculada de cualquier partido u organización política. Tiene como lema: "Reforzar la capacidad de Europa para afrontar los problemas de seguridad del siglo XXI".
Su finalidad es trabajar en favor de una Europa cooperativa y cohesionada y desarrollar la capacidad europea para gestionar los acuciantes problemas relacionados con la política exterior, la defensa y la seguridad. Para ello articula una red de dirigentes, actuales y veteranos, expertos en los ámbitos de la política, la defensa y la diplomacia, en la que se desarrollan trabajos de investigación, se difunden publicaciones y se organizan encuentros y conferencias, en combinación con otras organizaciones asociadas de Europa, América y Asia/Pacífico.
La ELN adopta un concepto no restringido para Europa: incluye no solo a la Unión Europea sino también a Noruega, Rusia, Turquía, Ucrania, Serbia, Georgia, Albania y el resto de Estados de este variado continente. Según sus estatutos "es única en su alcance político a alto nivel y en su capacidad para conectar con eficacia a las élites políticas, diplomáticas y de seguridad de todos los países de esta región y parte de Asia Central".
Una de sus últimas publicaciones (12 de agosto), que ha tenido un amplio eco en los medios de comunicación internacionales, se titula Preparing for the Worst: Are Russian and NATO Military Exercises Making War in Europe more Likely? ("Preparándose para lo peor: ¿Es más probable una guerra en Europa a causa de los ejercicios militares de Rusia y la OTAN?").
El informe, firmado por el director y dos investigadores de la ELN, constata que en los últimos 18 meses, y como consecuencia del conflicto ucraniano, se ha producido un grave deterioro en las relaciones entre Rusia y Occidente. Señala dos serios aspectos de la confrontación: las arriesgadas prácticas militares rusas, al límite de lo tolerable, y el aumento del número y amplitud de las maniobras militares efectuadas por Rusia y la OTAN en el espacio euroatlántico.
Un detallado informe y unos mapas interactivos analizan dos recientes ejercicios: unas maniobras "repentinas" de Rusia en marzo de este año, que afectaron a 80.000 efectivos procedentes de todo el país, y el ejercicio Allied Shield de la OTAN, que en junio englobó cuatro maniobras distintas en el flanco oriental de la Alianza, con 15.000 participantes de 22 países.
En el informe se deduce que "cada bando se adiestra teniendo presentes las posibilidades del contrario y sus planes de guerra más probables. Aunque los portavoces sostengan que las maniobras están concebidas contra un enemigo hipotético, su naturaleza y amplitud indican lo contrario: Rusia se prepara para un conflicto con la OTAN y ésta para una posible confrontación con Rusia".
No se sugiere que ninguno de ambos bandos haya decidido ir a la guerra, ni que ésta sea inevitable. Pero la reforzada naturaleza de los ejercicios contribuye a mantener el clima de tensión en Europa, lo que se agrava cuando éstos no se anuncian por anticipado, como parece ser el caso de Rusia.
La ELN apunta cuatro recomendaciones para desactivar las actuales tensiones:
- Considera "vitalmente importante" reforzar los contactos entre la OTAN y Rusia sobre la programación de las maniobras.
- Convendría utilizar el conducto de la OSCE y las vías establecidas en el llamado Documento de Viena, para mejorar la confianza mutua.
- Los Gobiernos de ambas partes deberían reflexionar sobre los pros y los contras de las grandes maniobras en zonas fronterizas. El mejor modo de empezar a reducir la tensión sería ponerse de acuerdo para limitar las zonas y la envergadura de los ejercicios a realizar.
- Convendría iniciar lo antes posible los trabajos previos para un nuevo tratado que limitase las armas y los contingentes a desplegar en ciertas zonas, así como un sólido sistema de inspecciones.
La larga y sangrienta historia de las guerras nos enseña que aunque los Estados y las alianzas organicen sus instrumentos militares con finalidad nominalmente "defensiva", la inevitabilidad del efecto de acción y reacción puede conducir a críticas situaciones imprevistas.
Unas maniobras defensivas pueden ser percibidas por el contrario como una provocación, acelerando el ciclo que conduce a la guerra.
Hace un siglo sangraron profusamente las venas de Europa durante más cuatro años en una guerra que se creía que duraría apenas unos meses. La rivalidad terrestre y naval entre unos imperios que pugnaban entre sí por la hegemonía mundial llevó a la total y violenta desarticulación de tres de ellos y sembró los gérmenes de una nueva guerra que alumbró la era nuclear y, con ella, la posibilidad de un holocausto a nivel planetario.
República de las ideas, 28 de agosto de 20915
Escrito por: alberto_piris.2015/08/28 07:17:28.645654 GMT+2
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2015/08/21 07:54:15.120665 GMT+2
El general Eisenkot, jefe de Estado Mayor de la Defensa de Israel, ha difundido recientemente un documento que revela parcialmente la estrategia militar del país para los próximos cinco años. En él se indica que los principales enemigos del Estado son las organizaciones islamistas, en especial Hezbolá y Hamás. Para disgusto de los halcones de Netanyahu y dando un respiro a la comunidad internacional, que desconfía de la propensión israelí a las aventuras militares, Irán no aparece como la principal amenaza, ni siquiera nuclear; solo es citado como un Estado que apoya a Hezbolá y Hamás.
La gran estrategia de Israel, tal como se expone en el documento, contiene algún objetivo confuso, como "proteger la integridad territorial y la seguridad de sus ciudadanos". La integridad territorial israelí no está clara en lo relativo a los territorios ocupados en 1967 (al concluir la Guerra de los Seis Días), que los colonos amplían sin cesar, forzando el despliegue militar para protegerlos. Precisamente Sharon abandonó Gaza con el pretexto de que la ocupación de la franja exigía un desproporcionado contingente de tropas para los colonos allí asentados.
La posesión de armas nucleares apenas se revela en el plan. En él se dice que en tiempo de paz hay que "mejorar la preparación para las emergencias y la guerra; crear una disuasión en la región y disponer de elementos que puedan generar amenazas basadas en la potencia militar y en la determinación de utilizarla plenamente cuando sea necesario...". Para el intervencionismo militar israelí en países no contiguos se prefieren los servicios de inteligencia, las acciones aéreas, las fuerzas especiales y el Mossad. ¡Lo de siempre!
Tras la difusión de ese documento, la conocida y polémica periodista israelí Amira Hass publicó el pasado martes, con un título parecido al de este comentario ("Israel, Gaza y la solución de los siete Estados"), un incisivo artículo en el diario Haaretz sobre la política de Israel relativa al pueblo palestino. Artículo que pone el contrapunto político a la estrategia militar del general Eisenkot.
La autora revelaba con claridad y sin miramientos una de las constantes que han venido rigiendo la política de Israel: "Los dirigentes israelíes siempre han estado negociando compromisos entre ellos mismos y con su pueblo. El compromiso elaborado durante los últimos 35 años ha sido entre el deseo de ver evaporarse (sic) a los palestinos y la aceptación de que ya no es posible repetir lo ocurrido en 1948, esta vez expulsándolos a todos. Como consecuencia apareció la 'visión' de los enclaves palestinos".
¿Cuántos enclaves? En esto hay discrepancias porque el número de "bantustanes" dependería de la denominada "contigüidad transportacional", expresión acuñada a medias entre el Banco Mundial e Israel. La cultura mediática israelí, como se ve, también es propensa a neologismos exóticos para disfrazar la dura realidad; compárese con la "solución habitacional" de algunos políticos españoles, que significa dar casa a quien no la tiene.
Sean siete o diez los enclaves, la finalidad es la misma: fragmentar al pueblo palestino y concederle una soberanía solo aparente. Esto se logra fracturando el territorio en pequeñas zonas separadas, lo que permitiría al Gobierno cortar en cualquier momento el contacto entre los enclaves.
Hass atribuye esta evolución a los sucesivos Gobiernos israelíes desde Shamir. Niega que sean los colonos los principales promotores de la anexión de tierras palestinas construyendo asentamientos ilegales. Por el contrario, cree que desde 1967 todos los Gobiernos han utilizado a los colonos "como una herramienta política para impedir que los palestinos ejerzan su derecho a la autodeterminación" o a la independencia. En esto han coincidido con los más profundos deseos de los mismos colonos, cuyo número ha ido creciendo a medida que se les ofrecían más ventajas y oportunidades en nuevos asentamientos.
Hass culpa también a los dirigentes palestinos de las calamidades que afligen a su pueblo, por haber configurado dos Gobiernos hostiles entre sí: uno de Hamás en Gaza y otro de Fatah en Cisjordania. Cree que los sangrientos y repetidos enfrentamientos entre Hamás e Israel favorecen a ambos bandos: Hamás se consolida como el único Gobierno del "Estado de Gaza" e Israel resalta la separación entre Gaza y Cisjordania, insistiendo en los tabúes de seguridad y resistencia al terrorismo que configuran su principal obsesión.
Digamos, por último, que alejando las esperanzas de resolver este viejo conflicto Netanyahu acaba de elegir como representante de Israel ante la ONU a uno de sus ministros que públicamente ha mostrado su oposición a la creación de un Estado palestino y ha aconsejado la anexión de la mayor parte de Cisjordania. Que tachó de "peligrosa, ingenua y equivocada" la política de Obama en Palestina y le acusó de "arrastrarse ante los palestinos". Que no dudó en aliarse con los extremistas de la derecha del partido republicano para combatir a Obama en el Congreso de EE.UU.
En fin, la razón parece acompañar a Jimmy Carter, que la pasada semana auguró que "la solución biestatal [para el problema palestino] no tiene posibilidad alguna en este momento". Como les ha ocurrido antes a otros muchos pueblos, el tren de la historia amenaza con dejar para siempre en el andén a los sufridos palestinos.
República de las ideas, 21 de agosto de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/08/21 07:54:15.120665 GMT+2
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2015/08/14 07:48:2.432350 GMT+2
La era nuclear ha cumplido estos días 70 años de edad. Cada vez seremos menos los habitantes del planeta que la vimos nacer y que convivimos con los más críticos momentos de su juventud, cuando se anunciaba la inminencia de apocalípticos enfrentamientos nucleares, desencadenados con motivo de alguno de los conflictos entonces en curso, como en Corea, Vietnam o Cuba. En el Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. se llegó a considerar la posibilidad del intercambio de un centenar de bombas atómicas, que permitiría aniquilar a la Unión Soviética a cambio de unos 22 millones de bajas propias.
En una de mis estancias profesionales en EE.UU., hice amistad con una familia que, en prueba de aprecio, tras mostrarme con orgullo la panoplia de fusiles y revólveres exhibidos en las paredes del salón (algo habitual en Texas), me condujeron al sanctasanctórum de su vida: el refugio nuclear subterráneo construido en el jardín trasero, con el que tendrían garantizada la supervivencia familiar tras una guerra nuclear (cosa de la que careceríamos los incautos europeos) y cuyo equipamiento me explicaron con detalle. Era un síntoma indicativo de la vida cotidiana en los primeros años de la era nuclear, en el país que más contribuyó a desencadenarla.
En este su 70º aniversario, hay dos cuestiones que merece la pena comentar: la situación actual en lo que se refiere a las armas nucleares y una revisión de la destrucción de las dos ciudades japoneses, estos días conmemorada.
Según un informe del fondo Ploughshares, el mundo alberga hoy unas 15.700 armas nucleares, con una potencia global capaz de arrasar varias veces todo el planeta. Dos países, EE.UU. y Rusia, acumulan unas 14.600 (el 93%), arsenal que no solo no disminuye sino que está en constante proceso de modernización.
Pero como bastaría una docena de estas armas para sembrar el caos en el mundo y diezmar a la humanidad, conviene añadir otros siete Estados para completar la lista de las "potencias nucleares": Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. Y tener en cuenta la posibilidad de que alguno de esos letales artefactos caiga en poder de grupos incontrolados o Estados fallidos: un terrorista suicida con acceso a un arma nuclear es una escalofriante hipótesis, no totalmente descartable. La era nuclear se encuentra, pues, en un insuperable estado de salud a sus 70 años.
En el tiempo transcurrido desde la brutal destrucción de Hiroshima y Nagasaki, las razones aducidas por los agresores para justificarla han variado mucho. Harry Truman aseguró en 1945 que Hiroshima era una base militar y, por tanto, objetivo preferente de guerra. Cuando esta idea no se sostuvo, el Gobierno de EE.UU. insistió en que había atacado "a los que sin previo aviso habían agredido a Pearl Harbour... habían ejecutado prisioneros de guerra americanos" y habían violado otras leyes de la guerra. Tampoco esta vengativa explicación resultó convincente.
Más adelante se recurrió a la aritmética: a contar el probable número de bajas propias, "ahorradas" al no invadir Japón. Fue la veta más explotada. Un comité había explicado a Truman que si se llevaban a cabo dos desembarcos en Japón (a "estilo Normandía"), previstos para noviembre de 1945 y marzo de 1946, EE.UU. sufriría unas 40.000 bajas de combate. Este informe no vio la luz, pero las estimaciones siguientes crecieron espectacularmente: del medio millón inicial hasta los varios millones a los que aludió después George H.W. Bush.
Solo algunos años más tarde se supo que altos mandos militares de EE.UU., consultados sobre el posible uso de la bomba probada en Los Álamos, lo habían considerado "bárbaro" y una violación de la "ética cristiana en la que hemos crecido y todas las leyes de la guerra conocidas". Opinión poco popular y que suponía ser tildado de antipatriota en los primeros años de la Guerra Fría.
Luego se empezó a aludir a las bajas japonesas también "ahorradas" por el doble ataque nuclear, dando cierto aire humanitario al ya prolongado engaño. Aparte de la cruel broma que esto suponía, parecía haberse olvidado el odio suscitado en la población estadounidense contra los japs, a los que el mismo Truman, en su diario, tachaba de pueblo "salvaje, despiadado, inmisericorde y fanático". Un enemigo inhumano que merecía ser aniquilado sin escrúpulos morales.
Hoy sabemos que era innecesario invadir Japón, sometido en 1945 al aplastante poder aéreo y naval de EE.UU.; aislado y bloqueado, sin fuerzas navales y apenas aviación, su resistencia poco más hubiera durado. Muchos mandos militares eran de esta opinión. Si Hiroshima y Nagasaki sufrieron una de las más terribles catástrofes bélicas jamás imaginada, el principal motivo fue el comienzo de la invasión de Manchuria por la URSS, pactada de antemano con los aliados.
La irrupción del potente ejército soviético, principal agente de la derrota de la Alemania de Hitler, en el Lejano Oriente amenazaba con desequilibrar el final de la guerra en esa región, que Washington deseaba manejar en exclusiva. Por eso, una demostración de la potencia de la nueva arma de EE.UU. le confería una aplastante superioridad y, en opinión del Secretario de Defensa, haría "más manejable al poder comunista en Europa", cuando ya se estaba gestando la Guerra Fría.
Aquella brutal y rápida aniquilación de miles de inocentes ciudadanos japoneses, en un número que duplicaba de sobra al de todos los soldados de EE.UU. muertos en la guerra del Pacífico, inauguró la era nuclear que se agravó al combinarse con la Guerra Fría, llevando varias veces a la humanidad al mismo borde del precipicio.
República de las ideas, 14 de agosto de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/08/14 07:48:2.432350 GMT+2
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2015/08/07 07:40:34.762954 GMT+2
El brutal ataque terrorista que recientemente causó la muerte de un bebé palestino, quemado vivo mientras dormía en el domicilio familiar, no es un hecho aislado atribuible a un "lobo solitario", producto del más ciego extremismo de la ultraderecha judía. Como tampoco lo fue en 1995 el asesinato del primer ministro israelí, Isaac Rabin, por un estudiante que había absorbido la ideología de los rabinos que se oponían a la política de "paz a cambio de territorios", apoyada por el Gobierno. Política que, el año anterior a su asesinato, había cristalizado en los esperanzadores Acuerdos de Oslo que le hicieron merecedor del premio Nobel de la Paz.
En ambos casos, los atentados terroristas germinaron en un terreno bien abonado por la ultraderecha más fanática. La mano que arrojó la bomba incendiaria por la ventana de la vivienda donde dormía el pequeño Alí Saad Dauabshe, de 18 meses de edad, y su familia fue la mano colectiva de los colonos judíos que gradual e ilegalmente han ido expulsado a los palestinos cisjordanos de las tierras que les pertenecen.
No han sido de extrañar las concurridas manifestaciones de repulsa que han brotado en el seno de la sociedad israelí condenando tan repugnante hecho, que en Israel y en el resto del mundo es percibido como algo que "ensucia la moralidad de la sociedad israelí y socava la legitimidad universal de la que Israel ha gozado, y todavía goza, dentro de sus fronteras legales", como sostenía el editorial del diario israelí Haaretz el 2 de agosto. En él se acusaba directamente a los servicios israelíes de seguridad (Shin Bet) y al primer ministro Netanyahu -de quien aquellos dependen- por no haber atendido debidamente a su misión principal, la de prevenir el terrorismo.
Los repetidos ataques contra palestinos, contra sus personas, viviendas, posesiones y cultivos, ejecutados por los "chicos de las colinas" (como familiarmente se denomina a los colonos incrustados en los territorios ocupados), nunca debidamente castigados y tácitamente aceptados salvo en conocidas y publicadas excepciones, han ido creando el caldo de cultivo en el que la sociedad israelí ha perdido la capacidad de juzgar lo que implica la dura realidad de la ocupación militar de Palestina durante casi medio siglo.
Es lamentable que la sociedad judía solo reaccione cuando se producen hechos como el que aquí se comenta. Al menos esto demuestra que no se ha extinguido del todo la sensibilidad de un pueblo que colectivamente tanto ha padecido a lo largo de la Historia; y del que no era de esperar que sometiera a otros pueblos a los mismos sufrimientos que soportó en la Europa de los años negros del antisemitismo.
Durante el funeral por el niño asesinado hubo un hecho a resaltar. La presencia en él de las fuerzas palestinas de seguridad fue recibida con muestras de desprecio por gran parte de los asistentes. ¿Dónde estaban esos bien equipados policías y sus relucientes vehículos cuando se produjo el ataque? se preguntaban. Además, algunos recordaban que no se atacó a una aislada vivienda de la periferia, como en otras ocasiones, sino en el mismo centro del poblado. Se comentaba que durante la 1ª Intifada ningún colono judío había penetrado en el pueblo, pero desde que se estableció la Autoridad Palestina (AP) muchos creen que se ha deteriorado la seguridad.
El contraste más duro, que Hamás se apresura a resaltar, es que el Gobierno israelí elogia a menudo el apoyo que recibe de las fuerzas de seguridad de la AP en la prevención de ataques terroristas contra Israel, pero éstas se muestran incapaces de proteger a su propio pueblo contra el terrorismo de la ultraderecha judía. El prestigio de la AP está sufriendo por este motivo un serio quebranto ante la opinión pública mientras que, por el contrario, los antiisraelíes más fanáticos ven aumentar su popularidad.
También en el diario Haaretz (4 de agosto), David Grossmann escribió un duro alegato titulado "¿Recobrará al fin el juicio la derecha israelí?". Le es difícil entender cómo ni Netanyahu ni sus ministros han sido capaces de ver la relación "entre el fuego que ellos han estado avivando durante décadas y esta última explosión". Añadía: "[Incapaces de percibir] la relación entre el régimen de ocupación sostenido durante 48 años y la oscura y fanática realidad que se ha creado en los márgenes de la conciencia israelí, una realidad cuyos agentes y promotores aumentan día a día y que ahora se aproxima cada vez más al pensamiento dominante y aparece más aceptable y legítima para los ciudadanos comunes, el Parlamento y el Consejo de ministros".
No sirve de consuelo entender que el auge de la extrema derecha en Israel muestra un claro paralelismo con análogo fenómeno observado en Europa. Atentados de gran crueldad y fanatismo, como el que sufrió Noruega en 2011; grupos neofascistas que siembran el temor en los barrios de inmigrantes, atizan la xenofobia de sus conciudadanos, aterrorizan a los discrepantes y penetran los servicios secretos, como se supo al descubrirse la llamada "red Gladio".
Todo esto muestra la imperiosa necesidad de que los Gobiernos controlen firmemente a las fuerzas de seguridad y los servicios secretos, para evitar omisiones culpables como la que permitió a un alucinado colono judío quemar vivo a un bebé palestino mientras dormía. Los fanáticos de la ultraderecha suelen saber cómo se consigue que policías y agentes secretos cierren los ojos ante sus fechorías. A veces... ¡hasta invocan el patriotismo!
República de las ideas, 7 de agosto de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/08/07 07:40:34.762954 GMT+2
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2015/07/31 18:56:57.757966 GMT+2
(Gracias a todos los que se han hecho eco. Quizá no debía haber escrito el anterior mensaje, pero deseo mantener viva esta página web en lo que de mí dependa).
Durante el siglo XIX, los imperios británico y ruso forcejeaban en las tierras del Asia Central y el Cáucaso. El primero, para afianzar el dominio sobre la India y proteger sus fronteras extendiendo las alas imperiales sobre Persia y Afganistán. El segundo, en su continua búsqueda de una salida hacia mares templados. Este largo forcejeo fue conocido como “El Gran Juego”.
Uno de sus efectos fue mostrar al mundo la eficaz y obstinada capacidad de resistencia del pueblo afgano frente a cualquier invasor, lo que, al parecer, ni la URSS ni EE.UU. recordaban cuando muchos años después iniciaron sendas aventuras militares -fracasadas- en ese país. Otra consecuencia fue la deriva hacia el Este de la expansión rusa que, buscando el mar abierto que hacia el Sur le cerraba la “Britannia que domina las olas”, remató la colonización de Siberia y alcanzó el Pacífico en Vladivostok.
Ruyard Kipling, el gran narrador del imperio británico, aludió al Gran Juego en su novela Kim, lo que contribuyó a popularizar la expresión. Este Gran Juego original concluyó con la 1ª Guerra Mundial, cuando Londres y Moscú se aliaron para luchar contra el imperio alemán del Káiser Guillermo II, aunque Kipling había predicho que el Gran Juego “solo concluiría con la desaparición del mundo”.
¿Acertó Kipling en esa predicción? Hace pocos días tuvo lugar en Ufá, ciudad rusa de los Urales, una doble conferencia internacional a alto nivel. Por un lado, la 7ª cumbre de las cinco potencias emergentes (BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y por otro la 15ª de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO: China, Rusia, India, Pakistán y las cuatro repúblicas exsoviéticas de Asia Central). El desarrollo de ambas cumbres apenas ha tenido eco en los medios occidentales, pero ante la nueva dinámica geopolítica que se observa en el continente euroasiático, es fácil vislumbrar un renacer del Gran Juego, con otros protagonistas y otros propósitos.
Son varias las organizaciones que estrechan vínculos entre Estados ajenos al ámbito occidental. La citada doble cumbre coincidió -debido a la actividad diplomática rusa- con una reunión informal de la llamada Unión Económica Euroasiática (UEE), que abarca desde el mar Caspio al estrecho de Bering y engloba a más de 180 millones de habitantes.
En Shanghái también tiene su sede el Nuevo Banco de Desarrollo (BND), considerado como la respuesta de los BRICS al Banco Mundial y orientado hacia las infraestructuras. Análoga finalidad tiene el Banco asiático para inversión en infraestructuras (AIIB), con sede en Pekín, formado por países asiáticos pero también europeos, americanos y del Pacífico; se contrapone al Fondo Monetario Internacional, dominado por EE.UU.
Este tejido de organizaciones económicas y políticas es el que puede protagonizar el Gran Juego del siglo XXI, enfrentándose a los designios de Washington y sus aliados occidentales, que se ejercen a través de varios acuerdos que vinculan a EE.UU. con países del Pacífico y con la Unión Europea, como el discutido tratado TTIP, aún en negociación.
Hace unos años, Putin sugirió una futura Gran Europa, desde Lisboa hasta Vladivostok, idea que fue rechazada por la UE bajo presión de EE.UU. China comenzó entonces a imaginar una nueva “ruta de la seda”, desde Shanghái hasta Venecia y Berlín. Y China también responde a la nueva estrategia de EE.UU. -el llamado “pivote” hacia Asia-, que militariza el Pacífico occidental y aumenta la presión naval en esa zona, mediante nuevas conexiones logísticas, como el ferrocarril de alta velocidad que llegará hasta Kazajistán y no tardará mucho en cruzar Irán y alcanzar el golfo Pérsico.
En el Foro Económico Internacional que se celebró en San Petersburgo hace un mes, Putin declaró a la televisión pública de EE.UU. que tanto Moscú como Pekín habían deseado en el pasado una cooperación genuina con EE.UU., que Washington siempre rechazó. El resultado de esa negativa, como ahora se observa, ha sido aproximar a dos antiguos rivales, Rusia y China, que están creando un nuevo sistema geopolítico en Eurasia.
El texto de la nueva estrategia nacional de EE.UU. para 2015 define cuatro enemigos principales (aparte del terrorismo): Rusia, Irán, Corea del Norte y China, aunque precisa que “ninguna de esas naciones busca un conflicto directo con EE.UU. o sus aliados. Sin embargo, generan preocupaciones graves de seguridad para la comunidad internacional”. ¿Habrá que afrontarlas militarmente, como viene siendo la panacea universal -y fracasada- de Washington?
¿Como se desarrollará el nuevo Gran Juego? En la reunión de Ufá, Putin dijo al presidente Xi: “Si combinamos nuestros esfuerzos sin duda resolveremos todos los problemas que afrontamos”. Esos esfuerzos están claros: la Unión Económica Euroasiática, los BRICS, los nuevos bancos radicados en China, la nueva “ruta de la seda”, la Organización de Cooperación de Shanghái, etc.
La respuesta de EE.UU. a los retos que plantea la nueva situación geopolítica va a configurar el siglo XXI. Aunque la UE ha desaparecido prácticamente del nuevo juego de poder y se resquebrajan los lazos que la sostienen, los europeos nos jugamos mucho en la reconfiguración de Eurasia.
República de las ideas, 31 de julio de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/07/31 18:56:57.757966 GMT+2
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2015/07/31 08:59:10.049111 GMT+2
Advierto que soy el último guerrillero de esta web en la página de VOCES AMIGAS.
Iba a añadir mi comentario semanal, pero ¿queda alguien que lea estas páginas?
Me resulta triste despedirme así de ellas. Pero me temo que no hay otra opción.
Me mantendré a la escucha un poco más...
Escrito por: alberto_piris.2015/07/31 08:59:10.049111 GMT+2
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2015/07/24 07:31:26.120559 GMT+2
Se ha recordado emotivamente hace unos días la masacre de unos 8000 bosnios musulmanes, hombres y muchachos en su mayoría, que en julio de 1995 fueron asesinados por las tropas serbobosnias cuando éstas entraron en Srebrenica, ciudad que había sido declarada "área segura" por la ONU. El Tribunal de La Haya lo calificó de genocidio -el más cruento desde el Holocausto nazi- y ha abierto proceso al que era presidente de la República Serbia de Bosnia, Radovan Karadzik, y al jefe de su ejército, el general Ratko Mladic, que permanecen en prisión.
Nadie procesará, sin embargo, al responsable del contingente militar holandés de "cascos azules", que rechazaron a las aterrorizadas masas de bosnios que huían de la matanza y pretendían acogerse bajo su protección. Como tampoco responderán por negligencia (¿o culpable duplicidad?) los Gobiernos de EE.UU., Reino Unido y Francia que, según han revelado testimonios que ahora han visto la luz, habían aceptado, antes de que Mladic expugnara Srebrenica, que ésta y otras dos localidades protegidas por la ONU eran "indefendibles", y nada hicieron para evitar lo ocurrido.
Con su pasividad, apoyaron las iluminadas visiones del presidente serbobosnio sobre la limpieza étnica que sería necesaria para establecer el definitivo mapa de Bosnia y Herzegovina, donde él había determinado cuáles eran las zonas de las que los musulmanes habían de ser erradicados.
Ni qué decir tiene que el prestigio "pacificador" de la ONU sufrió un duro golpe, primero ante los musulmanes bosnios -y otros pueblos de la comunidad islámica- y después para la mayoría de los países del tercer mundo en cuanto empezaron a difundirse las terribles imágenes de la masacre. Las potencias occidentales fueron más lentas en reaccionar y el Consejo de Seguridad de la ONU se limitó a manifestar su condena por lo ocurrido y a pedir la retirada de las tropas serbias.
Desde entonces, las misiones militares de la ONU han evolucionado mucho. Desde el primer despliegue de cascos azules que en 1948 se creó para vigilar el armisticio entre Israel y sus vecinos árabes, se han desarrollado unas 70 operaciones por todo el mundo. También ha aumentado el peligro que acecha a los pacificadores, que en ocasiones se ven obligados a intervenir con las armas, aunque en condiciones muy controladas. Hasta el pasado mes de febrero, habían muerto 1564 soldados al servicio de la ONU.
Otros obstáculos dificultan esas operaciones: limitaciones de personal, equipos y material inapropiados y falta de mandos experimentados y competentes. Son menos los Estados que voluntariamente proporcionan contingentes y las potencias occidentales -salvo excepciones- son más remisas a enviar soldados a zonas de climatología hostil y prefieren que sean los países contiguos al del conflicto los que intervengan.
Todo esto ha introducido una novedad cada vez más común: el recurso a las llamadas "empresas privadas de defensa", proveedoras de servicios militares o de seguridad. Son lo que antes se llamaban fuerzas mercenarias o "soldados de fortuna". Si en 2009 la ONU invirtió 44 millones de dólares en contratar este tipo de servicios, en 2010 la cifra subió a 76 millones y continúa creciendo. La ONU lo justifica aduciendo una mejor relación coste/eficacia, más rapidez de intervención que cuando se organiza una fuerza combinada entre varios Estados, y tener siempre a mano una opción de último recurso.
El uso de fuerzas mercenarias ha suscitado muchas críticas. Unas se basan en la falta de compromiso democrático y la tendencia al uso de la fuerza bruta, en contra del ideal de la ONU. Aparece un círculo vicioso: los pacificadores, solo movidos por el beneficio económico, se aíslan de una población de la que desconfían y se "bunkerizan", lo que les hace ser temidos u odiados. Aumentan los casos de abusos y violencia gratuita o humillante, que propician venganzas y represalias.
Otras críticas se dirigen a la falta de transparencia en relación con la ONU. No existen normas de aplicación general; cada compañía privada actúa a su modo y solo en 2012 el Secretario General planteó el problema, que fue discutido en la Asamblea General del año siguiente. El asunto sigue sin resolverse. Aunque se apruebe un cuerpo legal que controle las actividades de las empresas contratadas, la cuestión se centra en que la ONU ejerce un mandato político, legitimado por los Estados miembros. Por el contrario, las razones para delegar operaciones en compañías privadas son solo de índole económica, no política.
La privatización de los mandatos pacificadores de la ONU también hace que los pueblos se desentiendan de esas operaciones: las compañías privadas son algo extraño para la gente y tienen unas connotaciones mercenarias que las hacen menos apreciadas que la participación de los soldados nacionales cuando éstos intervienen en las mismas misiones.
Como ocurre siempre, las leyes del capitalismo se imponen hasta en los ámbitos más nobles, como la paz internacional. La competitividad entre las citadas empresas irá creciendo, porque se trata de un negocio que anticipa muy buenos beneficios, como puede comprobarse en la revista Soldier of Fortune (www.sofmag.com). No nos engañemos: las misiones pacificadoras de la ONU pronto tendrán su reflejo en las cotizaciones bursátiles.
República de las ideas, 24 de julio de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/07/24 07:31:26.120559 GMT+2
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2015/07/16 23:53:31.317609 GMT+2
El viernes de la semana pasada, el anterior ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, al relatar lo que él calificó de "sórdida operación" que ha llevado a Grecia a la situación actual, escribió en el diario británico The Guardian: "Siguieron cinco meses de negociaciones bajo la asfixia monetaria y el caos bancario supervisado y administrado por el BCE. Estaba escrito en el muro: si no capitulamos, pronto soportaremos controles de capital, cajeros automáticos limitados, cierre de bancos y, por último, la salida del Eurogrupo".
Añadía: "En 2012, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, decidió que los costes de la salida de Grecia eran una 'inversión' que merecía la pena, para disciplinar a Francia y sus simpatizantes, pero la perspectiva ha seguido aterrorizando a casi todos los demás". Aterrorizar: esta es la idea en la que se basó un dirigente de Podemos para afirmar que la respuesta de Bruselas (mejor dicho, de Berlín) a la crisis griega podría calificarse de terrorismo a la luz de la legislación española: ¿No es terrorismo todo lo que tiene por objeto aterrorizar a pueblos y gobernantes para lograr un fin político?
Según Varoufakis, tras la crisis mundial de 2008-2009 Europa no supo reaccionar. ¿Debería haberse preparado para expulsar a un miembro -Grecia- a fin de fortalecer la disciplina? ¿O moverse hacia una federación? No hizo ninguna de ambas cosas y "su angustia existencial siguió aumentando". En su opinión, Schauble está convencido de que, tal como están las cosas, la salida de Grecia despejaría la situación ("limpiaría el aire", dijo), de modo que, de repente, la insostenible deuda griega -sin la que no habría riesgo de salida- se le convirtió en un instrumento útil.
En esas estamos, con el Gobierno de Syriza en punto muerto: si acepta las nuevas exigencias, el partido se deshará y habrá elecciones. La otra opción, abandonar el euro y volver al dracma, quizá condujese a una mejor situación a muy largo plazo, según algunos analistas, pero implicaría una penosa transición. Varoufakis lo explicaba en su artículo, con un ejemplo práctico: "Para salir [del euro] tendríamos que crear una nueva moneda desde cero. En el Irak ocupado, la introducción de una nueva moneda duró casi un año, veinte aviones Boeing 747, la movilización de todo el poder militar de EE.UU., tres empresas impresoras y cientos de camiones. Careciendo de esos medios, nuestra salida del euro equivaldría a anunciar una devaluación con 18 meses de anticipación, lo que sería la receta para liquidar todos los depósitos griegos de capital y transferirlos al extranjero por todos los medios posibles".
La postura de Tsipras y su partido, Syriza, es muy delicada pero existen otros motivos que la agravan aún más. Su coalición con un partido ultraconservador, como es Griegos Independientes (ANEL), le complica mucho las cosas. Máxime cuando precisamente ha entregado la cartera de Defensa a su secretario general Panos Kammenos. La complicación es doble: atañe a las relaciones internacionales y al gasto militar.
Sorprende saber que, dentro de la OTAN, el gasto de Defensa de Grecia en relación con el PIB solo es superado por EE.UU. y el Reino Unido. Y que esta aparente rareza obedece a un viejo contencioso con un país tradicionalmente hostil y, a la vez, socio de la OTAN: Turquía. De ahí que todos los Gobiernos que se han sucedido en Atenas hayan mantenido tan anómala situación.
Situación, por otro lado, reforzada por la OTAN, que en su obsesión por aislar a la URSS del Mediterráneo extendió sus tentáculos hasta el sudeste euroasiático, considerando a Grecia y Turquía un flanco vital en su estrategia para acosar y rodear a la Unión Soviética.
Las exigencias del Eurogrupo para reducir -también- el gasto militar griego, dentro de las medidas de austeridad, encontraron fuerte resistencia en Atenas y tampoco fueron bien recibidas en la OTAN. Aunque se movían a un nivel muy inferior al de la deuda griega (unos 300 ó 400 millones de euros) tocar el dinero militar no es bien visto por los griegos. Ni por el Fondo Monetario Internacional, cuyas reglas prohíben incluir recortes militares en cualquier programa de ayuda. Curioso detalle que, unido a sus carencias democráticas, pone en evidencia ciertas debilidades básicas del susodicho fondo.
Subsiste, pues, entre Grecia y Turquía una semioculta carrera de armamentos que resulta absurda entre miembros de una misma alianza militar. Su Secretario General, ante el interés de Atenas por establecer vínculos con Moscú, ha asegurado que "Grecia ha sido y sigue siendo un socio de confianza" de la OTAN, a la vez que expresaba preocupación por la posible salida del euro, que debilitaría el compromiso griego con la Alianza.
Que el futuro de Grecia es muy oscuro es algo que se confirma al conocer las declaraciones de Martin Schulz, actual presidente alemán del Parlamento Europeo, que ejerce como dirigente del grupo socialdemócrata. Según publica The Guardian Weekly, sugirió "derribar el Gobierno griego democráticamente elegido y sustituirlo por otro Gobierno de tecnócratas". Si desde la socialdemocracia europea se propugna semejante aberración, no es de extrañar el auge de los partidos que buscan nuevos modos de hacer política en beneficio de los pueblos que sufren los efectos de las viejas prácticas habituales.
República de las ideas, 17 de julio de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/07/16 23:53:31.317609 GMT+2
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2015/07/10 07:45:35.979989 GMT+2
Enredados en las urgencias del presente, que nos llevan desde la crisis griega y el resquebrajamiento de la Unión Europea hasta la desconcertante remodelación del mapa político español, es fácil perder esa perspectiva histórica que facilita entender lo que sucede y prever lo que puede suceder.
No hace falta tener gran perspicacia para advertir algunos síntomas claros. En los últimos cinco siglos, por ejemplo, el desarrollo y modernización de las armas y los ejércitos fue el motor que creó imperios que extendieron sus tentáculos sobre el planeta, lo explotaron y ejercieron poderosas influencias políticas y culturales que han configurado nuestro presente.
Esos imperios entraron en el conocido ciclo de nacimiento, expansión, culminación y decadencia. Mientras evolucionaban según este esquema, la fuerza militar, por el contrario, crecía sin pausa al paso de los siglos y propiciaba la sustitución de unos imperios por otros.
Finalizada la 2ª Guerra Mundial, ese crecimiento llegó a lo que Stephen Hawking hubiera llamado una "singularidad", es decir, una situación donde no rigen las leyes al uso. El descubrimiento de la bomba atómica puso en manos de los gobernantes un privilegio que en tiempos antiguos solo poseían los dioses: la destrucción total de la humanidad.
La 2ª G.M. fue la última ocasión en la que ejércitos y voluntad imperial fueron de la mano. Las armas configuraron los dos últimos imperios que pugnaban por la hegemonía: EE.UU. y la URSS. Ello les convirtió en las únicas superpotencias, aunque sus gobernantes eran conscientes de que las armas que les conferían esa privilegiada posición jamás serían utilizadas en el campo de batalla, después de Hiroshima y Nagasaki.
De ahí que la Guerra Fría ocupara el espacio central donde aquellas se enfrentaban, a la vez que combatían en zonas periféricas a través de Estados interpuestos, en lo que se llamaron "guerras limitadas", ya que la "guerra total", como la que había acabado con las aspiraciones imperiales del III Reich, no era imaginable en la era nuclear.
De esa situación ha derivado la que contemplamos hoy. Una sola superpotencia ejerce en solitario la hegemonía militar. Pero la que en 2010 Obama calificó como "la más excelente fuerza de combate que jamás el mundo ha conocido" ha sido incapaz de alcanzar sus objetivos, a pesar de haber estado empeñada en guerras sucesivas en Afganistán -dos veces- y en Iraq, donde además ahora muestra su impotencia frente a unos grupos terroristas que, como consecuencia de aquellas intervenciones fracasadas, proliferan desde el Oriente Medio hasta el norte de África.
Si en siglos pasados los imperios rivales (portugués, español, holandés, británico, etc.) pugnaron entre sí por la supremacía, hoy solo tres potencias podrían aspirar a heredar la hegemonía de EE.UU.: UE, Rusia y China.
La UE, todavía gran potencia económica, en otros aspectos carece de peso: ha puesto su fuerza militar al servicio de EE.UU. a través de la OTAN y su cohesión política es débil. Rusia es un gigante tullido que aspira a recuperar la grandeza de tiempos pasados; depende casi exclusivamente de los recursos energéticos naturales y ni siquiera sus fuerzas nucleares la anunciarían como una futura superpotencia.
China está camino de ser la hiperpotencia económica del planeta, pero sigue siendo un pueblo empobrecido, cuyos dirigentes temen una crisis económica y no se atreven a gobernar en democracia. Al igual que Rusia, su aspiración esencial es convertirse en una gran potencia regional, no mundial, por lo que ambos Estados vigilan sus periferias y refuerzan los ejércitos, aunque sus presupuestos de defensa sean minúsculos frente al del gigante norteamericano.
Es una novedad histórica que EE.UU. no sepa utilizar su incomparable fuerza militar para apoyar su hegemonía. El poder de los ejércitos ya no crea Estados, como hizo Napoleón: solo los destruye (Libia, Somalia, Iraq, Siria, Afganistán...). Esa es la situación actual, resultado de aplicar instrumentos inadecuados a los fines perseguidos.
Aunque todo lo anterior fuese una fotografía aceptable de la realidad actual, habré de concluir afirmando que su contenido es equívoco porque el objetivo de la cámara no apunta en la dirección correcta. El mayor peligro para la humanidad no está en las guerras entre las potencias, como en el pasado; ni en las actuales guerras contra terroristas, narcotraficantes o delincuentes organizados. Ni siquiera en la improbable guerra contra los especuladores financieros internacionales, grupo tan dañino para la humanidad como los tres anteriores.
El principal enemigo que amenaza con poner fin al progreso humano es la paulatina y quizá ya irreversible degradación del planeta en el que nacemos, vivimos y morimos. El cambio climático, producto del uso incontrolado de combustibles fósiles, y el acelerado crecimiento demográfico, que tan negativamente incide en la fragilidad de los sistemas ecológicos, son los factores que deberían activar las alarmas de los Gobiernos, en vez de discutir sobre si Grecia cumple o no con lo que los banqueros le exigen. A menudo, lo urgente hace olvidar lo importante. Y así nos va.
República de las ideas, 10 de julio de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/07/10 07:45:35.979989 GMT+2
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