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2015/11/13 07:15:59.690254 GMT+1

Los oscuros recovecos de las guerras de hoy

Según un portavoz del Mando de Operaciones Especiales (SOCOM) de EE.UU., en el año que está finalizando las tropas que a él pertenecen han actuado ya en 135 países, es decir, en las tres cuartas partes de la totalidad de Estados del planeta, según datos que tomo del analista estadounidense Nick Turse.

Instruyen en secreto a los soldados de muchos países porque son considerados los auténticos "guerreros" de hoy: una mezcla de soldado y agente secreto, de guerrillero y combatiente antiterrorista. En promedio, las tropas de élite de EE.UU. (los "boinas verdes" del Ejército y los SEAL de la Marina) en cualquier día del año están operando en 80 ó 90 Estados, entrenándose en incursiones nocturnas o efectuándolas, instruyendo a francotiradores locales o atacando y aniquilando directamente a supuestos enemigos.

Puede imaginar el lector el clamor de indignación que se levantaría en los medios de comunicación habituales si este tipo de actividades se atribuyera a las fuerzas armadas de Rusia o de China. Sin embargo, tales operaciones forman parte habitual de la dinámica del poder militar de la hiperpotencia mundial, que se extiende sobre todo el planeta y se apoya en bases militares, terrestres, aéreas o navales, en despliegues de tropas o portaaviones, en instalaciones de vigilancia y escucha o en depósitos de material de guerra listo para entrar en acción.

Según el jefe del SOCOM hay unos 11.000 componentes de las tropas de operaciones especiales situados fuera del territorio nacional de EE.UU., sin contar con los que permanecen en reserva por si surgiera alguna eventualidad. En total son unos 70.000 efectivos, entre unidades de combate y de apoyo logístico.

La gran importancia que esta rama de los ejércitos ha cobrado en EE.UU. se observa al advertir que a finales de la presidencia de Bush operaban en unos 60 Estados; en 2010 el número había aumentado a 134; y durante el verano del presente año 2015 la cifra ya alcanza 135.

La mayor parte de sus misiones se centra en la formación de los ejércitos de los países donde operan, en los aspectos de la instrucción militar que se consideran más necesarios: manejo de armas en combate, ejecución de patrullas, táctica de las pequeñas unidades, operaciones en poblados y zonas habitadas, combate cuerpo a cuerpo y a corta distancia, formación de tiradores de élite y francotiradores, organización y planificación de ataques y uso de las armas pesadas. También se incluye la atención sanitaria a las bajas de combate, el conocimiento de los derechos humanos, la ejecución de marchas e itinerarios terrestres y el modo de organizar y planificar las misiones.

Casi en su totalidad, las operaciones de las fuerzas especiales no están controladas por los órganos políticos representativos, como los comités parlamentarios de las fuerzas armadas. Se ejecutan lejos del alcance de los medios de comunicación y dentro de un ambiente tácitamente aceptado de tolerancia y protección mutua contra denuncias o revelación de actuaciones ilícitas. No solo se desarrollan a espaldas de los ciudadanos de EE.UU., con cuyos impuestos se costean, sino que permanecen en la más estricta oscuridad también para los ciudadanos de los 135 países donde hasta hoy han actuado en 2015.

El jefe del SOCOM es consciente de que la actividad de las fuerzas especiales es ahora más intensa que incluso en los más críticos momentos de las guerras en Afganistán e Irak. Sin embargo, en algunas de sus declaraciones deja entrever que las tan alabadas y publicitadas fuerzas especiales, en las que se inspiran los más conocidos cineastas, no son tan resolutivas como parece: "Podemos ganar tiempo y podemos ganar espacio, y jugamos un papel muy importante en la lucha contra el extremismo violento", declaró el general jefe; y añadió: "Como ya es sabido, los problemas que observamos en Irak o en Siria no podrán ser resueltos por nosotros".

The New York Times describía en junio pasado algunos pormenores del "Equipo 6" de los SEAL, el que mató a Ben Laden: "Han planeado misiones mortales desde bases secretas en Somalia. En Afganistán se han empeñado en combates tan inmediatos que salían empapados en sangre ajena. En incursiones clandestinas en plena noche han utilizado desde rifles hechos a medida hasta hachas primitivas. En todo el mundo han montado puestos de espionaje disfrazados de buques mercantes; se han infiltrado como funcionarios civiles en empresas de primera línea y han operado en secreto en las embajadas, actuando como parejas para localizar y perseguir a los que EE.UU. desea matar o apresar". Como en las mejores novelas de Le Carré.

Son parte de la nueva guerra que Obama ha impulsado desde que asumió la presidencia. Sus instrumentos básicos son los comandos de operaciones especiales en combinación con los drones armados y sus ataques desde el aire por sorpresa. Sin embargo, el jefe del SOCOM reconoce que el avispero de Oriente Medio no es su teatro de operaciones preferido, y se ve forzado a aceptar el continuado fracaso de la nueva guerra en el hirviente mundo islámico.

Desde que los seres humanos empezaron a enzarzarse en sangrientos enfrentamientos que acabaron llamando "guerras", una verdad ha permanecido: La victoria no es ganar batallas o combates sino lograr que el adversario actúe como uno desea y acepte por entero nuestra voluntad.

República de las ideas, 13 de noviembre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/11/13 07:15:59.690254 GMT+1
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2015/11/05 23:58:11.512093 GMT+1

Lo que la humanidad se va a jugar en París

Aunque una gran parte de los habitantes del planeta no sea todavía consciente de ello, el 30 de noviembre comenzará un encuentro internacional de máxima trascendencia mundial, en el que participarán delegados de 195 países. En París se va a reunir la 21ª "Conferencia de las partes" signatarias de la "Convención marco de Naciones Unidas sobre el cambio climático". El objetivo esencial de la Convención es oficialmente "estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que evite la interferencia humana en el sistema climático" mundial.

Establecida sobre una base científica y contra la oposición de numerosos grupos de presión industriales y políticos (como el ya famoso primo y asesor personal del presidente Rajoy) la certeza de que esa "interferencia humana" constituye un fenómeno que amenaza seriamente a la salud del planeta y a la supervivencia de la humanidad, en París se intentarán aprobar las medidas necesarias para que la temperatura de la Tierra no aumente más de 2ºC en los próximos decenios.

En los círculos más competentes de la comunidad científica internacional se ha llegado al acuerdo de que ese valor es el umbral que, si se sobrepasa, hará que el planeta entre en un ciclo irreversible de creciente inestabilidad climática, con subidas generalizadas de la temperatura y una elevación imparable del nivel de los océanos.

El informe publicado en 2014 por el Panel Intergubernamental sobre el cambio climático (PICC), que tuvo gran resonancia en los medios de comunicación, anunció un futuro de intensas sequías, diluvios y temporales, olas de calor, destrucción de cosechas e inundaciones costeras en caso de que continúe la actual tendencia climática y no se apliquen decididas medidas correctivas.

Algunas organizaciones no gubernamentales anuncian ya dónde van a estallar los conflictos a lo largo de la conferencia. Avaaz da la voz de alarma ante los poderosos grupos de presión mundiales que abogan por el uso de los combustibles fósiles, con el que obtienen grandes beneficios, y que se esforzarán por acallar "a las pequeñas naciones insulares que apenas pueden enviar un puñado de delegados" y que son las que ya están sufriendo los efectos del cambio climático.

Precisamente sobre esas naciones el pasado 16 de abril denuncié en estas páginas ("Una mirada al lejano océano Pacífico") la tragedia de algunos pueblos oceánicos: Son pocos (no más que los habitantes de Bilbao), muy vulnerables, sin recursos críticos para el resto del mundo, perdidos entre las aguas del Pacífico occidental, pero aún así, los habitantes de Micronesia tienen derecho a no convertirse en el sacrificio propiciatorio ofrecido por las contaminantes industrias de los países desarrollados ante el altar del capitalismo mundial. Su presencia en la conferencia tendrá poco peso económico y político, pero su relevancia moral no podrá ser ignorada en el ámbito de las Naciones Unidas.

El asunto no termina aquí, porque el citado informe del PICC, reelaborado durante siete años, también aludía a los efectos demoledores que tendrá el calentamiento global en los ámbitos político y social, ya que conducirá a una "desestabilización de la sociedad humana", causada por el deterioro de la agricultura, de los recursos hídricos y alimenticios, y por la agravación de los problemas sanitarios, sin olvidar la extinción irreversible de muchas especies naturales.

El cambio climático aumentará, por tanto, el riesgo de violentos conflictos en forma de guerras civiles y hostilidades intergrupales. Va a surgir un nuevo modelo de guerra: "la guerra del cambio climático" que básicamente será la continuación de la ya milenaria lucha de la humanidad por los recursos limitados y, ahora, aún más escasos: agua, pesca, madera, ganado... etc.

Si el cambio climático por sí solo no parecería ser la causa de tanta calamidad, no hay que olvidar que se está produciendo en la actual situación de la humanidad donde abundan la miseria, el hambre, los Gobiernos corruptos e incompetentes y las arraigadas rivalidades políticas, étnicas, religiosas o nacionalistas que ya tienen en pie de guerra a numerosos pueblos.

Es probable que los Estados más ricos y desarrollados de las zonas templadas afronten mejor el problema que los Estados fallidos, pero los inevitables conflictos anunciados se van a extender por todo el planeta, con serias consecuencias para todos.

En París no solo se discutirá sobre los aspectos técnicos del cambio climático y sus consecuencias, sino que la conferencia no podrá ignorar lo que, según la Carta de las Naciones Unidas, es uno de los objetivos primordiales de la organización (a menudo infructuosamente perseguido): preservar a la humanidad del "flagelo de la guerra".

Habrá que considerarla, por tanto, como una conferencia por la paz, anticipándose a las calamitosas consecuencias de una degeneración medioambiental que no respetará las fronteras nacionales ni las peculiaridades de razas, lenguas o religiones, sino que, a la larga, afectará por igual a todos los seres humanos. En París se va a poner en juego un importante aspecto del futuro de la humanidad.

República de las ideas, 6 de noviembre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/11/05 23:58:11.512093 GMT+1
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2015/10/30 07:26:33.102857 GMT+1

Los drones de Obama, al descubierto

La revista electrónica estadounidense The Intercept (https://theintercept.com), cuya andadura por el espacio internáutico se inició en febrero de 2014, se propone como objetivo informar sobre los documentos revelados por Edward Snowden y publicados en varios medios internacionales desde 2013. Esos documentos sacaron a la luz la vigilancia que los servicios de inteligencia de EE.UU. y otros países aliados mantenían sobre un ingente número de individuos, organizaciones, empresas, dirigentes políticos, etc. También pusieron de manifiesto la estrecha colaboración que dichos servicios mantenían con sus homólogos de otros países, soslayando cualquier mecanismo democrático de control de su funcionamiento.
 
Además de este objetivo inmediato, la revista aspira, a más largo plazo, a contribuir a la creación de un "periodismo audaz y crítico, que abarque numerosos asuntos, como los abusos y las corrupciones financieras y políticas, además de denunciar las violaciones de los derechos humanos y libertades de la población civil".

El pasado 15 de octubre esta revista publicó un conjunto de documentos militares secretos bajo el título The Assassination Complex (El sistema de los asesinatos), donde se expone el funcionamiento de las llamadas "guerras de drones de Obama". Los drones son un instrumento, asegura el autor, pero la política a la que responden tiene un nombre: asesinato. El asesinato fue prohibido como parte de la política exterior de EE.UU. y así lo definía una orden ejecutiva del presidente Reagan en 1981: "Ninguna persona empleada por el Gobierno de EE.UU. o actuando a su servicio organizará o conspirará en ningún asesinato". Pero el Congreso de EE.UU. no ha legislado sobre el asunto ni ha definido qué se entiende por "asesinato", de modo que la guerra de los drones utiliza un término más aceptable: targeted killing, algo así como "muerte programada".

El autor considera que la opinión pública de EE.UU. debe conocer los programas de asesinatos autorizados por dos presidentes en cuatro legislaturas sucesivas, ocultos bajo un exagerado secreto. Tiene derecho a ver esos documentos, no solo para opinar sobre el futuro de las guerras de su país (abiertas o secretas) sino para entender las razones por las que el Gobierno se atribuye la potestad de condenar a muerte a ciertos individuos, sin los habituales procedimientos de detención, juicio justo y derecho a apelación.

He aquí los títulos de algunos de estos documentos, con breves alusiones a su contenido, que cualquier lector puede leer (en inglés) en la página web de la revista.

- Cómo designa el Presidente los individuos a asesinar. Cuando los servicios de inteligencia recopilan información sobre una persona a eliminar, crean una ficha que se articula con el programa operativo. En unos 60 días el presidente puede autorizar su ejecución y se otorga un plazo similar para realizar el ataque.

- Los asesinatos dependen de informaciones poco fiables y entorpecen las labores de inteligencia. Los datos obtenidos se basan en tecnologías imprecisas, teléfonos móviles y correos electrónicos, lo que a menudo lleva a matar a inocentes. "Meses después advertí que en vez de seguir el teléfono móvil de mi objetivo estaba siguiendo el de su madre", se lamentó un operador.

- Los ataques a menudo producen más muertes que las buscadas. Durante una operación de cinco meses en Afganistán, casi el 90% de las víctimas causadas por drones no eran los objetivos perseguidos. Este porcentaje es aún más desfavorable en países como Yemen o Somalia, donde escasea la información previa.

- Los militares clasifican como "enemigo muerto en acción" a todas las víctimas de los drones. Aunque no sean el objetivo de la operación, todos los que mueren por ataque de drones son catalogados como EKIA (enemy killed in action). Lo que contribuye a mejorar las estadísticas aunque sea una burda mentira.

- La geografía configura las campañas de asesinatos. Los ataques con drones son más frecuentes y rápidos en los países con bases militares o próximos a ellas, como Afganistán e Irak. En países alejados, como Somalia o Yemen, las trabas burocráticas y las distancias a volar los hacen más lentos y menos eficaces.

Esta nueva guerra desde el aire, manejada a distancia, se desarrolla en la oscuridad, fuera de todo control de los medios de comunicación. Los que trabajan en la cadena operativa, desde la obtención de datos hasta el disparo del misil, desarrollan una mentalidad de desprecio por las víctimas: "Carecen de derechos y de dignidad. Ni siquiera son humanos. Son un código que un analista asigna a un arma. Carecen hasta de nombre". De ese modo, al deshumanizar al enemigo, se puede abordar sin angustia la cuestión moral básica: ¿Es o no legítimo este tipo de guerra?

La idea básica que reflejan los documentos es: "Esto funciona. Podremos arreglar los fallos, entender los errores, acostumbrarnos a hacerlo mejor y dejar de disculparnos por los inocentes asesinados". Ahora que muchos países, entre ellos España, se alinean en la carrera de los drones militares, conviene aprender de las experiencias de quienes los han creado y utilizado (a veces perversamente), para no caer en sus mismos errores.

República de las ideas, 30 de octubre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/10/30 07:26:33.102857 GMT+1
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2015/10/22 23:40:29.987084 GMT+2

El trasiego de armas en Siria

Las auténticas víctimas de la guerra que se abate sobre Siria son los habitantes del país: muertos, heridos, mutilados, desplazados internos y refugiados en el extranjero. Todos ellos son producto de la acción de las variadas armas que desde hace cuatro años se expresan allí a diario con su habitual lenguaje mortífero.

El trasiego de armas que se observa en Siria es resultado de un largo proceso. Al comienzo del conflicto, por un lado operaba el Gobierno sirio, tradicionalmente aliado de Rusia de la que recibía ayuda militar, reprimiendo sañudamente con su ejército regular la rebelión civil iniciada en 2011, eco de la "Primavera árabe" que derrocó a varios dictadores desde Túnez a Yemen. Frente al Gobierno, los rebeldes alzados contra El Asad y los desertores del ejército, apoyados por la CIA y financiados por Arabia Saudí y sus aliados, se organizaron en el Ejército de Siria Libre. Quedaron así delineados los dos bandos iniciales de la guerra.

Durante los años siguientes la situación se complicó peligrosamente. Crecieron nuevos grupos armados enfrentados al Gobierno, algunos vinculados a Al Qaeda, y el Estado Islámico (EI) se extendió sobre Siria e Irak, proclamando el Califato y acogiendo a muchos voluntarios extranjeros dispuestos a morir en su defensa. El vacío de poder creado por la caótica situación de Irak tras su invasión y ocupación por EE.UU., junto con la desintegración del ejército de Sadam Husein y la dispersión de sus armas y material de guerra, generaron las condiciones para una prolongada guerra civil.

El escándalo de la decapitación pública de prisioneros estadounidenses en septiembre de 2014 hizo sonar las alarmas en Washington y Obama autorizó la guerra aérea contra el EI, envió asesores militares a Irak y dedicó vastos recursos a armar y entrenar a los rebeldes sirios "moderados" para que participaran en la lucha contra el EI. Con poco éxito, porque el EI sigue creciendo a pesar de la intensa campaña de EE.UU. y sus aliados (más de 7000 ataques aéreos hasta hoy), que según el Pentágono viene costando unos 10 millones de dólares diarios.

Al escribirse estas líneas los cielos de la región están surcados por aviones de guerra de Baréin, Catar, Egipto, Emiratos Árabes, Francia, Jordania, Kuwait, Marruecos, Reino Unido y Rusia, además de EE.UU. y sus drones, todos ellos en operaciones antiterroristas al viejo estilo de Bush. Contribuyen, por su parte, a los padecimientos de la población civil, como cuando la aviación de EE.UU. atacó por error un hospital en Afganistán o cuando aviones saudíes convirtieron en una masacre un festejo matrimonial en Yemen. En ese zoco internacional del armamento que es Oriente Medio también participan soldados españoles que operan una batería de misiles antiaéreos de fabricación estadounidense para proteger el espacio aéreo turco.

Las armas exhibidas en esta guerra aumentaron cuando Rusia empezó a participar en las acciones aéreas sobre territorio sirio. A finales del pasado mes de septiembre cundió la sospecha de que los ataques rusos no se dirigían tanto contra el EI como contra los grupos rebeldes opuestos a El Asad. The New York Times publicó hace unos días que el armamento que EE.UU. entregó a los rebeldes está convirtiendo a Siria en un teatro de operaciones donde las armas rusas y las estadounidenses se enfrentan mediante intermediarios.

No estaba equivocado. La aviación rusa bombardea a los rebeldes armados por Washington y ataca a sus instalaciones militares. Misiles contracarro fabricados en EE.UU. aniquilan los blindados rusos de El Asad. Helicópteros rusos, utilizando las técnicas aprendidas durante la ocupación soviética de Afganistán, atacan a los rebeldes, que piden a EE.UU. misiles antiaéreos que Washington no les entrega por temor a que caigan en manos del EI. En varias ocasiones han sido descubiertos grupos terroristas utilizando armas de fabricación occidental que habían entrado en Siria para ayudar a los enemigos de El Asad pero acabaron reforzando al EI.

El vasto trasiego de armas que lleva consigo esta guerra es recibido con gran alborozo por la industria internacional del armamento, que en el conflictivo teatro de operaciones de Oriente Medio encuentra un excelente polígono de experiencias para probar prototipos y ensayar nuevos modelos, así como el escaparate donde muestra la eficacia de sus productos.

Y es que el ingenio de la industria del armamento no conoce límites. Como lo muestra una empresa californiana que acaba de poner en el mercado una nueva arma calificada de "antiyihadista". Se trata de un fusil de asalto con el que no se corre el riesgo de que caiga en manos del enemigo. Se llama Crusader, es decir Cruzado, lleva grabada la cruz de los Templarios (la que se exhibía sobre las armaduras de los cruzados cristianos medievales) y el texto del primer versículo del Salmo 144 de la Biblia. Las posiciones del seguro de disparo, en vez de estar señaladas con las palabras SEGURO y TIRO, como es habitual, se identifican así: PAZ, GUERRA y DIOS LO QUIERE (el eslogan que impulsó la Primera Cruzada: Deus lo vult). Como propaganda para su venta, el fabricante afirma que ningún yihadista podrá empuñarlo sin temer que un rayo divino descargue sobre su cabeza. Siempre habrá quien de la sangre derramada obtenga beneficios. Por ese camino, poco ha progresado la humanidad.

República de las ideas, 23 de octubre de 2013

Escrito por: alberto_piris.2015/10/22 23:40:29.987084 GMT+2
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2015/10/16 07:27:47.360445 GMT+2

La premio Nobel que escribió sobre la guerra y las mujeres

Svetlana Alexandrovna Alexievitch, recientemente galardonada con el Nobel de Literatura, es una escritora y periodista bielorrusa que en 1983 publicó su primer libro: "La guerra no tiene rostro de mujer".

Se han escrito innumerables textos sobre las más de 3000 (según la autora) guerras que han azotado a la humanidad, pero Svetlana Alexandrovna explica que "lo que sabemos de la guerra nos ha sido contado por hombres. Estamos prisioneros de imágenes y sensaciones 'masculinas' de la guerra". Esta fue la idea básica que motivó su obra: el hecho de que las narraciones femeninas son "de otra naturaleza y tratan de otros asuntos" cuando describen la guerra. Esas narraciones son las que este libro saca a la luz con gran destreza. En ellas no hay héroes ni memorables hazañas bélicas, sino personas absorbidas por una "inhumana tarea humana", que no son las únicas que sufren "pues con ellas sufre la Tierra, los pájaros, los árboles; toda la naturaleza sufre en silencio, lo que resulta aún más terrible". Punto de vista poco utilizado por los más acreditados historiadores de la guerra (evidentemente, masculinos).

Para encontrar el rostro femenino de la guerra, la autora dedicó siete años a entrevistar a varios centenares de mujeres entre el millón de combatientes femeninas soviéticas que, entre los 15 y los 30 años de edad, lucharon en la Segunda Guerra Mundial para frenar primero y rechazar después la invasión de los ejércitos de la Alemania nazi. Ella nació tres años después del fin de la guerra y para justificar su empeño afirma: "Creemos saberlo todo sobre la guerra, pero es un error: queda una guerra que no conocemos y yo quiero escribirla; una historia femenina de la guerra".

No solo habló con camilleras, telefonistas, enfermeras, cocineras o lavanderas, las tradicionales misiones de la mujer en la guerra, sino también con médicas, cirujanas, francotiradoras, pilotos de avión, jefes de artillería antiaérea y de zapadores desminadores, además de guerrilleras, criptógrafas o auxiliares del Estado Mayor.

La autora muestra que la guerra de las mujeres tiene su propio lenguaje, que habla más de los sentimientos que de los hechos; esto la ha inducido a referirse especialmente al "ser humano en la guerra". Para ello recopiló las opiniones de las mujeres en su triple condición de soldados, mujeres y madres. Una enorme tarea que Svetlana Alexandrovna abordó con valentía y entusiasmo, y resolvió con eficacia y apasionante resultado, lo que confiere a este libro un extraordinario valor.

Explica que en su elaboración tuvo que distinguir entre las mujeres sencillas del pueblo, que tendían a expresarse con sinceridad, con su propio vocabulario, y las más instruidas, lo que las hacía más propensas a expresarse según el prisma masculino en el que habían sido educadas. Pero las mujeres hablan, y hablan sin tapujos. Así, Natalia Ivanova, auxiliar sanitaria: "Se habían organizado cursos para enfermeras. Mi padre nos envió, a mi hermana y a mí. Yo tenía 15 años, mi hermana, 14. Él decía: 'es todo lo que yo puedo ofrecer para la victoria: mis hijas'. Era el pensamiento dominante en aquellos días. Un año después estábamos en el frente".

Liubov Ivanovna, jefe de una sección de ametralladoras, recuerda: "La ametralladora pesa mucho, hay que transportarla. Como si fueras un caballo. Es de noche, estamos patrullando y atentos a cualquier ruido, como los linces, al menor susurro. En la guerra, le aseguro, se es a medias humano y fiera. Regresa algo muy primitivo. Si no, no se podría sobrevivir. Hice todo el trayecto a pie hasta Varsovia. No me gustan los libros sobre la guerra, ni sobre los héroes".

Klaudia Grigorievna Krojina, sargento francotiradora: "Recuerdo una noche, acostada en la chabola; sin dormir. La artillería tronando a lo lejos. No me apetece morir. He prestado el juramento militar por el que doy mi vida si hace falta, pero no tengo ganas de morir. Aunque regrese viva, lo haré con el alma enferma. Ahora [durante la entrevista, años después] me digo: hubiera preferido ser herida en una pierna o en un brazo, porque el dolor solo sería corporal. Pero en el alma... es muy doloroso. Éramos unas niñas cuando fuimos a la guerra, salíamos de la infancia. Yo misma crecí, imagíneselo, vestida de uniforme. Mamá me talló al volver a casa, medía diez centímetros más".

Hasta aquí, las soldados. Ahora, las mujeres, como Sofía Kriegel, suboficial francotiradora: "Llegamos 27 chicas al Primer Frente Bielorruso y los hombres nos miraban con admiración: 'No son lavanderas ni telefonistas, sino francotiradoras. Es la primera vez que las vemos ¡y son mujeres!'. Antes de ir habíamos hecho una promesa: no mantener ninguna aventura. Éstas nos llegarían si sobrevivíamos a la guerra. Antes de marchar al frente, ni sabíamos lo que era un beso. Nuestros sentimientos eran más estrictos que los de la juventud de hoy. En la guerra, el amor estaba prohibido y si los superiores lo descubrían cada uno era enviado a una unidad distinta. Sin embargo, si no me hubiera enamorado durante la guerra, no hubiera sobrevivido. El amor nos salvaba, me salvó...".   

Por último, las madres. Raisa Grigorievna Josenevitch, partisana, que había dejado a su hijo de cuatro años con la madre de su marido, tras la ocupación alemana de Minsk: "Soñábamos con la lucha, la inacción me volvía loca. Mi suegra me había dicho: 'Me quedo con el niño, pero nunca más aparezcas por aquí. Nos matarían a todos'. No lo vi durante tres años, temía acercarme a la casa. Con mi hija pequeña, en cuanto me sentí vigilada por los alemanes, me escapé y la llevé conmigo a la resistencia. Recorrí 50 kilómetros con ella en brazos. Durante más de un año la tuve conmigo en los bosques. Me pregunto cómo pudimos sobrevivir y no sabría responder. Una vez tuve que llevar una máquina de escribir a otro grupo de partisanos. Estábamos cercados. Mientras mis compañeros solo llevaban su fusil, yo tuve que cargar con mi hija, el fusil y la máquina. Entramos en un pantano. Los aviones enemigos volaban rasantes. Mi hija me dijo: 'Ya sé por qué no te tiras al suelo cuando disparan: para que nos maten juntas'. ¡Una niña de cuatro años! Así estuvimos dos meses, en los pantanos. Cuando se rompió el cerco, un avión vino a evacuar a los heridos y enfermos. Yo estaba destrozada, cubierta de forúnculos, la piel se me caía a trozos, con mi niña en brazos. Cuando la metieron en el avión, un tripulante le preguntó si venía sola y le propuso que su madre subiera con ella. La niña contestó: 'No puede irse, tiene que derrotar a los nazis'. Así habían crecido nuestros hijos. No fui evacuada. Cuando volví a encontrar a mi marido, no teníamos tiempo suficiente para contárnoslo todo. Le estuve hablando día y noche...".

La guerra, cualquier guerra, tiene siempre caras ocultas que solo el tiempo va desvelando. Tras la exaltación, la desilusión: "Muchos creíamos que tras la guerra todo cambiaría y nadie viviría ya asustado. Que Stalin confiaría en su pueblo. Pero, todavía sin acabar la guerra, salían ya convoyes de desterrados a Magadán. Se enviaba a los campos de trabajo a los prisioneros que habían sobrevivido a los campos de concentración nazis, que habían visto cómo se vivía en Europa y podían contarlo: cómo eran allí las casas y las carreteras... que no había koljoses. La censura leía nuestras cartas, en cada unidad había espías. Tras la victoria, todo el mundo se calló y volvió el miedo, como antes de la guerra".

En las academias militares y en las escuelas de Estado Mayor de todo el mundo, además de los sempiternos y tradicionales textos de Historia bélica, debería estudiarse el breve libro de la escritora bielorrusa para poder entender en su verdadera dimensión la imagen absoluta de la guerra, de toda guerra.

República de las ideas, 16 de octubre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/10/16 07:27:47.360445 GMT+2
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2015/10/09 08:08:48.398950 GMT+2

¿El lado correcto de la Historia?

Aprovechando su visita a España, el Secretario de Defensa de EE.UU., Ashton Carter, ha lanzado una seria advertencia a Rusia con motivo de la estrategia que Moscú está aplicando en el conflicto sirio. Se trata de una intervención militar, básicamente mediante ataques aéreos, que no es del agrado de Washington.

Además de considerarla incendiaria ("es como echar gasolina al fuego", dijo Carter), la tiene por contraproducente y destinada al fracaso, ya que, en su opinión, más que atacar a los yihadistas del Estado Islámico está apoyando al Gobierno de El Asad, pues entre los objetivos de la aviación rusa están los grupos de la oposición, ayudados y sostenidos por EE.UU. y sus socios en este conflicto, que buscan acabar con el presidente sirio.

Por el contrario, Rusia y otros países afines consideran que es importante la participación de El Asad en cualquier negociación para poner fin a la guerra civil, aunque no descartan su sustitución en un nuevo Gobierno sirio que nadie sabe todavía cómo se podrá configurar, dada la caótica situación del país.

Se trata, en todo caso, de un asunto discutible donde el acierto o el error solo podrán comprobarse a medida que evolucione la situación, y en el que la intervención rusa ha irrumpido por sorpresa, propiciada por la incapacidad mostrada por Washington y sus aliados para resolver este embrollado y prolongado problema.

Lo que más sorprende es que el jefe del Pentágono se muestre condescendiente con Rusia y benévolamente le conceda "la oportunidad de estar en el lado correcto de la Historia" si cambia su estrategia y se pliega a los deseos de EE.UU., como ha declarado en Madrid.

El llamado "excepcionalismo americano", que confiere a EE.UU. un estatus especial de nación privilegiada (que algunos allí lo creen otorgado directamente por Dios), situada por encima de cualquier ley internacional que coarte su benéfica intervención en el mundo, parece que ahora incluye también la virtud de dictaminar cuál es el "lado correcto" de la Historia. Habría que suponer que ese lado es el que resulte confirmado por la evolución de la situación y por su elevado grado de moralidad y ejemplar actuación.

En los genes políticos de Washington está la creencia en su infalibilidad para establecer lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto. Ya lo comprobó un prestigioso periodista estadounidense (premiado con el Pulitzer), cuando en 2002 entrevistó a un consejero del presidente Bush, que irónicamente le dijo que las personas como él -el periodista- creían que las soluciones a los conflictos surgían tras un "estudio juicioso de la realidad perceptible". Pero los verdaderos políticos, como el citado consejero, no son de esa opinión: "El mundo no funciona de ese modo. Nosotros somos un imperio y creamos nuestra propia realidad al actuar. Ustedes empiezan a estudiarla todo lo juiciosamente que quieran y, mientras tanto, nosotros actuamos y creamos nuevas realidades. Somos los actores de la Historia y a ustedes solo les queda estudiar lo que nosotros hacemos".

Parece que Carter se considera también otro "actor de la Historia", aunque su certidumbre para decidir cuál es el lado correcto causa cierta perplejidad y hace sospechar que ha olvidado la historia de su país. Resulta difícil creer que estaban en el lado correcto de la Historia las fracasadas y contraproducentes intervenciones militares de EE.UU. en Afganistán e Irak, que han herido de gravedad a Oriente Medio, reforzando el terrorismo e infligiendo a sus pueblos unos daños de los que tardarán mucho en recuperarse, si alguna vez lo logran.

¿Estuvo EE.UU. en el lado correcto de la Historia al apoyar y armar a los guerreros musulmanes para expulsar a la Unión Soviética de Afganistán? Porque allí nació Al Qaeda y gran parte del yihadismo que tanto asusta hoy. ¿Estuvo también en ese lado el descabezar violentamente al Estado libio y crear una región desintegrada, un Estado fallido más peligroso que lo que antes existía?

No parece que la Historia recorriera el conflicto vietnamita por el lado de los invasores estadounidenses puesto que, finalmente, se quedó en la orilla del Vietcong. Tampoco la Historia ha bendecido el lado donde se situaron las políticas de Washington en apoyo de las sangrientas dictaduras argentina y chilena. El colofón de esta serie de fracasos al dictaminar cuáles son los lados correctos o incorrectos de la Historia lo ha puesto el reciente deshielo de las relaciones entre EE.UU. y Cuba, que de paso nos trae a colación otro ejemplo todavía actual: ¿está Guantánamo en el lado correcto de la Historia?

Bien está que el jefe del Pentágono visite España para inspeccionar las bases militares del imperio (unas 800 en todo el mundo, fuera de EE.UU.) radicadas en el espacio mediterráneo, de las que España es soporte esencial, y para comprobar que están dispuestas y listas para atender a las necesidades de Washington. Pero para impartir lecciones con cierta base histórica a este lado del Atlántico se requiere algo más: un mejor conocimiento del pasado y más humildad para reconocer los errores cometidos y los daños causados.

República de las ideas, 9 de octubre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/10/09 08:08:48.398950 GMT+2
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2015/10/02 08:24:46.248028 GMT+2

El altavoz mundial de la Asamblea General

Las reuniones plenarias que en otoño convoca anualmente la Asamblea General de Naciones Unidas son el gran altavoz a disposición de todos los Estados que integran la Organización, grandes o pequeños, fuertes o débiles, democráticos, plutocráticos, teocráticos o comoquiera que sean sus Gobiernos.

Desde el jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano (Status Civitatis Vaticanæ es su nombre oficial), cuyo ejército -la Guardia Suiza Pontificia- está formado por un centenar de alabarderos (solo hombres), hasta los jefes de los más poderosos Estados provistos de armas nucleares y potentes ejércitos, todos ellos pueden dirigirse al mundo entero desde la tribuna del salón de sesiones, donde presentan sus reclamaciones o exponen sus opiniones.

Este es, probablemente, el principal (y quizá único) signo de absoluta igualdad entre todos los Estados del mundo, en una organización que se caracteriza por las irritantes desigualdades entre sus miembros. Es un defecto que viene arrastrando desde su fundación, vinculada estrechamente a la situación internacional existente al concluir la 2ª Guerra Mundial, y que no parece en vías de ser corregido. Los Estados más influyentes desean seguir siéndolo, sin perder sus privilegios, y se oponen a las demandas de una mayor democratización. Asunto complejo, pues también está relacionado con lo que cada Estado aporta al sostenimiento de esta compleja organización, según el viejo aforismo de que "el que paga, manda, y cuanto más paga, más manda".

Que todos los jefes de Estado puedan arengar al mundo desde la sede neoyorquina de la ONU no significa que sean escuchados con el mismo interés ni que sus alocuciones produzcan los efectos por ellos deseados. Numerosas han sido las ocasiones en que algunos delegados han abandonado ostensiblemente el salón para mostrar su disgusto ante la presencia de ciertos gobernantes.

Algunos han aprovechado la ocasión para espectaculares actuaciones de raíz política y teatral apariencia, como la irritada intervención de Jruschef blandiendo un zapato, el olor a azufre que Chávez dijo percibir al subir a la tribuna desde la que antes había hablado Bush o las destemplanzas del primer ministro iraní Ajmadineyad, que hicieron abandonar la sala a numerosas delegaciones.

La actual 70ª Asamblea General no ha sido una excepción y ha permitido a muchos dirigentes mundiales expresar claramente sus opiniones. El papa Francisco pronunció un severo alegato en favor de los pobres y desfavorecidos del planeta y mostró su rechazo a la guerra y al comercio de armas.

El presidente de Cuba, Raúl Castro, exigió el fin del embargo económico y financiero al que está sometido su país por EE.UU. y la restitución de Guantánamo. Sus demandas están cargadas de razón: si el embargo es un castigo por las carencias democráticas del régimen de La Habana ¿cómo se entiende qué EE.UU. mantenga una estrecha alianza con el teocrático y medieval Gobierno saudí, que vulnera los más elementales derechos humanos? Por otro lado ¿no viene siendo Guantánamo el más visible y vergonzoso escándalo para la justicia internacional? La devolución de la base al Gobierno cubano nos ahorraría soportar un bochorno más.

Sorprendió que Obama no hiciera alusión alguna a Israel ni al pueblo palestino, mientras que el rey de Jordania insistió en la protección de los lugares sagrados del islam en Jerusalén, sometidos recientemente a la violencia israelí. La presidenta brasileña puso el dedo en la llaga al exigir el fin de los asentamientos judíos en tierras palestinas, que dificultan la creación del Estado palestino. Y el presidente iraní, ante un escaso auditorio y no desprovisto de razón, adujo que el principal escollo para desnuclearizar Oriente Medio no es su país sino el Estado de Israel.

El conflicto que desangra Siria ha puesto en bandeja a Putin la posibilidad de reaparecer, pisando con firmeza, ante la comunidad internacional, debido a la impotencia mostrada por Washington y sus asociados para resolverlo. Con sutil habilidad el presidente ruso inició su discurso recordando que hace 70 años los gobernantes aliados, en lucha contra la Alemania nazi, se reunieron precisamente en las tierras rusas de Crimea, donde en la conferencia de Yalta se sentaron las bases para la creación de la ONU. De ese modo dio por cerrada toda polémica sobre la recuperación/invasión de Crimea. Asunto que tanto perturba a EE.UU. y a Europa, y que mantiene casi en pie de guerra a una OTAN, cuya expansión hacia el Este sigue siendo una espina clavada en el Kremlin.

Más o menos a regañadientes, y entre una bruma de desconfianzas recíprocas, EE.UU. y Rusia alcanzarán un acuerdo de facto para combatir al enemigo común que es el Estado Islámico. Las demás heridas seguirán abiertas y otros problemas quedarán pendientes de resolver, no solo en Palestina sino en otras partes del mundo, como los mares contiguos a China o todo lo relativo al deterioro medioambiental y el cambio climático. Quedan todavía algunos jefes de Estado por intervenir en el actual periodo de sesiones y en el altavoz de la Asamblea General seguirán resonando los problemas que aquejan a la humanidad. Conviene escucharlo.

República de las ideas, 2 de octubre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/10/02 08:24:46.248028 GMT+2
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2015/09/25 08:05:22.168571 GMT+2

La parrilla de salida para el próximo conflicto

La losa que pesa sobre las potencias occidentales que afrontan el enrevesado problema de llevar la paz a Siria no es otra que el recuerdo de los continuos fracasos en las más recientes intervenciones militares en el mundo islámico.

Es ya muy difícil vencer la inercia creada por la "guerra contra el terror" que puso en marcha el alucinado Bush tras los atentados del 11-S. Este fue el error fundamental que ha dado origen a la mayor parte de los problemas que hoy exigen acuciante solución. Lo que comenzó como un atentado terrorista más -los ataques con aviones de línea perpetrados en Nueva York y Washington-, que podría haber sido contrarrestado mediante las opciones clásicas basadas en la actividad policial internacional, como se ha venido combatiendo habitualmente el terrorismo en Europa, se convirtió en el pretexto para iniciar una cruzada en forma de guerras de invasión en tierras del islam.

Cruzada en la que se mezclaron objetivos distintos y no siempre compatibles, como la democratización del Oriente Medio, la eliminación de unas armas de destrucción masiva que se revelaron imaginarias, el control de los yacimientos de hidrocarburos en la región, la neutralización de las aspiraciones de Rusia, China o Irán a ampliar sus ámbitos de influencia y la confirmación de la incontestable hegemonía militar estadounidense.

Sobre ese confuso substrato ha ido enmarañándose la guerra civil en Siria que, aparte de otros efectos, es la principal causa de la masiva huida de refugiados que se agolpan para cruzar las fronteras europeas. Si esto no hubiera ocurrido, si los pueblos de Europa no hubieran palpado -y, en algunos casos, sufrido directamente, como en Grecia o Italia- el penoso éxodo de los que huyen de las guerras y la miseria, el actual problema sirio apenas hubiera ocupado espacios secundarios en los medios de comunicación. Es lo que viene ocurriendo con la tragedia que se vive en Yemen, con la prolongada guerra civil en Nigeria o con los sangrientos enfrentamientos que asolan a los pueblos africanos desde Libia hasta el Congo.

Estos días parecen sugerirse nuevas fórmulas para resolver el conflicto sirio, y en Washington y Moscú se especula con un nuevo entendimiento mutuo que podría iniciarse con motivo del previsible encuentro en Nueva York entre Obama y Putin, durante la Asamblea General de la ONU.

A pesar del distanciamiento entre Rusia y EE.UU., agravado por las sanciones impuestas a Rusia con motivo del conflicto en Ucrania, ambas potencias están de acuerdo en que el auge del Estado Islámico es hoy el principal peligro a afrontar en esta región. Por su parte, Moscú no oculta el apoyo al régimen de Damasco, apoyo con un componente militar claramente visible.

Esto ha sido precisamente lo que llevó a Netanyahu a Moscú el lunes pasado, con el objeto de coordinar las acciones militares de ambos países en territorio sirio. Se trata de evitar malentendidos o enfrentamientos indeseados entre las fuerzas rusas e israelíes que, en distinto grado y con diferentes medios, están interviniendo ya en la guerra civil siria.

Esta visita ha realzado el papel que Rusia puede jugar en la resolución de la guerra en Siria y, por tanto, en la reducción del flujo de emigrantes a Europa. Las potencias europeas no son unánimes en esta cuestión. Algunas desconfían de las intenciones de Moscú mientras que en otros países se piensa que, puesto que ni EE.UU. ni Europa han sabido resolver el problema, quizá conviniera dejar a Rusia más libertad de acción política y diplomática, por si tuviera más éxito que el alcanzado hasta ahora.

Hay aspectos en los que Moscú y Washington discrepan: ¿Cómo sería la Siria que surgiría tras la resolución del conflicto? ¿Por quiénes sería gobernada? Son asuntos que no pueden dejarse de lado, aunque el país está hoy tan fragmentado y el poder se halla tan disperso entre grupos opuestos que resulta difícil pensar en la reconstrucción de la Siria anterior a la guerra.

EE.UU. y las potencias occidentales desean terminar con El Asad, mientras que Rusia aspira a una coalición entre el Gobierno de Damasco y la oposición, para combatir conjuntamente al Estado Islámico. Ambos objetivos parecen difíciles de alcanzar sin el empleo de la fuerza, sobre el que tampoco existe acuerdo. ¿Ataques desde el aire? ¿Tropas en tierra?

Conviene tener presente, además, la imagen global de los vectores de poder, donde EE.UU. desconfía de Rusia y no desea que Moscú aumente su influencia en la zona si aparece como el agente principal de la resolución del conflicto sirio. Turquía, Irán y Arabia Saudí también tienen cartas a utilizar en este juego, atentos a la reconfiguración del mapa geopolítico en cuanto en el horizonte aparezcan las primeras señales de pacificación.

Los actores principales y los secundarios que son parte de este conflicto se preocupan, sobre todo, por situarse en un puesto favorable en la parrilla de salida que se configure cuando se vaya a desencadenar el próximo conflicto, fruto de los errores en la resolución del actual. Esta es una ley de obligado cumplimiento que se olvida con mucha frecuencia, como enseña la Historia.

República de las ideas, 25 de septiembre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/09/25 08:05:22.168571 GMT+2
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2015/09/18 07:15:36.384584 GMT+2

Las brutales prisiones californianas

Si usted, estimado lector, fuese ciudadano de California, podría llamarse George Ruiz, tener 72 años de edad y haber permanecido los últimos 31 años de su vida en riguroso aislamiento en una prisión del Estado. Hubiera vivido encerrado en una minúscula celda sin ventanas y privado de todo contacto humano; cada día podría abandonar la celda durante una hora o poco más, pero aún paseando por el patio seguiría en total aislamiento. El motivo de tan inhumano y prolongado castigo no es la mala conducta de Ruiz como prisionero: se debe solo a que se le considera miembro de una banda criminal mexicana.

Más de 75.000 presos permanecen en esa situación en EE.UU. El aislamiento total se aplica por razones de seguridad y disciplina, pero a menudo con arbitrariedad y por faltas menores. En California se basa a menudo en la sospecha de pertenecer a una banda criminal, puesto que esa condición convierte al preso en un probable promotor de violencia entre los demás reclusos. En ese Estado, el siniestro penal de Pelican Bay ha venido manteniendo a más de 500 presos en aislamiento durante más de diez años; de ellos, 78 han vivido aislados más de dos décadas.

Se trata de una medida de carácter preventivo, pero su eficacia es muy dudosa. Algunos países utilizan la prisión incomunicada durante periodos reducidos. El pasado mes de mayo, un tribunal irlandés se negó a extraditar a EE.UU. a un individuo acusado de apoyar el terrorismo, aduciendo que el aislamiento total, sin contacto con el personal penitenciario ni con los demás reclusos, durante periodos prolongados que pueden extenderse varios años "es una violación de la obligación constitucional [irlandesa] de proteger a las personas contra cualquier tratamiento inhumano o degradante y respetar la dignidad de los seres humanos". La vieja Irlanda dando lecciones de humanidad a la moderna república americana que sus hijos tanto contribuyeron a modelar.

El régimen de aislamiento extremo exige limitar el contacto con el mundo exterior. Un preso californiano declaró que solo había podido telefonear dos veces a su madre en 22 años de reclusión. El intento de comunicarse con otros presos, a gritos a través de las paredes o por los conductos de ventilación, se castiga como infracción grave. Si esa comunicación se establece con otro presunto miembro de una banda, el resultado es la prolongación ilimitada del aislamiento total.

Este tipo de confinamiento puede inducir a la locura. El citado tribunal irlandés incluyó un ejemplo, apoyado con datos de Amnesty International, donde un recluso enviado a una prisión de máxima seguridad en régimen de aislamiento total se dañaba a sí mismo repetidas veces. Tras ser atendido por los servicios psiquiátricos del Estado, fue reinternado en las mismas condiciones: "Se laceraba el escroto con un trozo de plástico, se mordió y arrancó una falange, se incrustó grapas en la frente, se cortó las muñecas y fue hallado inconsciente en la celda". Tras mutilarse los genitales, fue sometido a medicación antipsicótica.

George Ruiz, no obstante, va a pasar a la historia de las prisiones estadounidenses porque, gracias a una demanda legal cursada en su nombre y en el de otros reclusos, va a ser modificado el régimen de confinamiento incomunicado del Estado de California, uno de los más duros de EE.UU., país que se distingue por la brutalidad de su sistema penal. Para aplicarlo ya no bastará la sospecha de pertenecer a banda criminal, sino que habrá de ser acusado por conducta violenta, asesinato, agresión, intento de fuga, posesión de armas o acciones similares, tras un proceso debidamente ordenado.

El precedente sentado por California no obliga a los demás Estados de la Unión, pero muestra el camino a seguir y obedece a una creciente marea de críticas al régimen carcelario de EE.UU. En julio pasado, Obama requirió al Departamento de Justicia para que revisase el sistema federal de penas: "¿Creemos realmente que tiene sentido encerrar a tanta gente en pequeñas celdas 23 horas al día, durante meses o incluso años? Esto no nos hace más seguros. Tampoco más fuertes. Y cuando esos individuos queden en libertad ¿cómo van a readaptarse? Esto no es razonable".

Muchos funcionarios de prisiones se oponían al sistema. El director de una cárcel de Colorado decidió en 2014 pasar veinte horas en una celda de 2 x 4 m y acto seguido redujo a la mitad el número de presos en aislamiento total. Los seres humanos somos sociales por naturaleza; estamos definidos por la familia, los amigos, las comunidades. Suprimir todo contacto con otras personas es aplastar un elemento esencial de la identidad humana.

Como afirma el escritor y profesor de la Universidad de Georgetown David Cole en The New York Review of Books, en EE.UU. está muy arraigado en las instituciones un planteamiento bronco de la justicia criminal. La policía recurre a menudo a una violencia desproporcionada; se aplica la cadena perpetua por delitos menores de tráfico de drogas; y se conserva la pena de muerte, que la mayoría de los países civilizados han desechado por bárbara. Es el país con mayor población carcelaria. Aunque se reduzca el castigo de aislamiento, la crueldad de la vida en prisión suele ser innecesariamente severa: la mayoría de los presos californianos permanece en la celda 22 horas diarias. Lo que se requiere, según Cole, es un cambio radical, no un pequeño arreglo.

República de las ideas, 18 de septiembre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/09/18 07:15:36.384584 GMT+2
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2015/09/11 08:02:19.426746 GMT+2

Siria: la estrategia confusa

Todo parece indicar que el abrumador aluvión de relatos e imágenes del éxodo de ciudadanos sirios hacia Europa, que tanto avergüenzan a la opinión pública occidental, ha generado un punto de inflexión y ha obligado a los gobernantes europeos a vencer su indecisión respecto a la hasta ahora confusa estrategia adoptada por cada Estado para hacer frente a la guerra de Siria, que básicamente consistía en ir a remolque de los acontecimientos.

Me refiero solo a la opinión pública occidental, porque en numerosos países africanos y asiáticos las frecuentes emigraciones producto de guerras, tiranías o persecuciones han hecho que los pueblos afectados las asuman como inevitables y habituales catástrofes. Hace poco, en páginas secundarias de la prensa occidental se nos informaba de la persecución que sufrían en Birmania los ciudadanos de etnia rohinya, condenados a vagar por el Pacífico a bordo de herrumbrosos buques, por ser musulmanes en un país budista. Pero se trataba de personas que nos aparecían como más vinculados a un lejano exotismo oriental que al resto de la humanidad; y además, ajenas a yacimientos de hidrocarburos o bases militares.

Volviendo a Siria, se comprueba que tras largos meses de ataques aéreos contra el Estado Islámico, sin haber alcanzado un éxito definitivo, ha sido el presidente francés el que ahora ha decidido reanudar los vuelos “de reconocimiento” sobre el territorio ocupado por el califato. Es de suponer que su propósito es localizar objetivos para destruirlos desde el aire. No exento de humor, un bloguero advertía que, puesto que los sirios se refugian en Europa huyendo de los bombardeos, no parece que bombardeando más vaya a mejorar su situación.

Por otra parte, algunos denuncian que los bombardeos sobre Siria (tanto los del ejército leal al presidente como los de otros países que buscan su destitución) son parte de una guerra civil que dura ya ¡cuatro años y medio! ¿Cómo es esto posible? se preguntan indignados. ¿Cómo pueden las cultas y expertas diplomacias occidentales asistir impertérritas a tan prolongada catástrofe?

¡Cuatro años y medio! Los mismos Gobiernos que se retuercen las manos ante el fracaso de las intervenciones militares, desde Libia a Afganistán, parecen olvidar que contemplaron impávidos los ¡treinta años! de guerra civil en Etiopía, que en 1993 llevaron a la independencia de los eritreos y a la creación de su nuevo Estado. Eritreos que hoy también huyen de la tiranía de su Gobierno, mezclados con sirios, iraquíes o afganos. Todos ellos confluyen juntos ante las puertas de una Europa que los observa con creciente recelo.

Claro está que en Eritrea tampoco había recursos que atrajesen la atención occidental. Es cierto que su posición estratégica, en el estrecho que une el mar Rojo con el océano Índico, podría ser motivo de conflicto. Pero ahí mismo está Yibuti, excolonia francesa y el verdadero gibraltar de Oriente, donde EE.UU. y Francia siguen conservando importantes bases militares.

La situación es confusa. El presidente sirio, a pesar de la dura prueba a la que está siendo sometido, parece aferrado al poder con el apoyo de Rusia e Irán, mientras que las potencias occidentales ahora le temen menos que a los yihadistas del Estado Islámico e incluso vuelven a considerarlo como interlocutor válido para lograr un alto el fuego. En Occidente se teme que la eliminación de El Asad refuerce el extremismo suní que alimenta al Estado islámico, por lo que EE.UU. y sus aliados han rebajado el tono de sus exigencias.

The New York Times informaba de la visita de una delegación rusa a Damasco para estudiar el despliegue de asesores militares en el puerto sirio de Latakia, donde Moscú mantiene instalaciones que podrían ser el germen de una base militar en el Mediterráneo. Proyecto que ha irritado a Washington, porque considera que agravará el conflicto sirio. Conviene recordar que, según datos oficiales de 2003, EE.UU. utiliza unas 700 bases militares fuera del territorio nacional, mientras que Latakia sería la única base rusa desplegada fuera del continente europeo. Otro participante en la sombra, Israel, observa con desconfianza la aproximación rusa al Mediterráneo oriental y tampoco ve con entusiasmo la caída del presidente sirio, porque prefiere una Siria dividida, empequeñecida y exhausta.

En el fondo, la crisis de los refugiados sirios que ahora se cierne sobre Europa no se resolverá teniendo como finalidad principal la ayuda humanitaria a los pueblos que huyen de la guerra. Evolucionará como resultado del continuo reequilibrio de poderes en el que intervienen las potencias con aspiraciones mundiales: una Rusia que desea pisar firme en el escenario internacional, unos EE.UU. que tratan de conservar su indiscutible hegemonía y una Europa vacilante y dividida, con dificultades para encontrar su puesto en la reconfiguración mundial que se está fraguando.

Los refugiados sirios son hoy un instrumento más en ese forcejeo por el poder, que no perdona a los gobernantes que tardan en reaccionar para adaptarse a las nuevas realidades. Europa deberá reaccionar a tiempo, porque hasta ahora no se viene distinguiendo por la celeridad y el acierto en sus decisiones de política exterior.

República de las ideas, 11 de septiembre de 2015

Escrito por: alberto_piris.2015/09/11 08:02:19.426746 GMT+2
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