2011/07/29 09:46:57.603000 GMT+2
No es sorprendente la indignación que en ciertos medios informativos españoles, claramente escorados a estribor, ha suscitado la calificación del ya hoy famoso terrorista noruego como miembro de la “ultraderecha cristiana”. ¿Qué es eso de extrema derecha “cristiana”? – se preguntan airados. Lo atribuyen, claro está, a la malevolencia de la policía noruega, dado que ese país está gobernado por la socialdemocracia laborista y esos progres suelen aprovechar la menor ocasión para atacar a la religión. Aunque para aquéllos solo existe la católica, en algunos casos, como sucede ahora, también pueden aceptar y defender con benevolencia el luteranismo cristiano de los noruegos.
Habituados como han estado durante largo tiempo a atribuir a las “hordas rojas” todas las atrocidades cruentas, los asesinatos a sangre fría y otras violencias de análogo tenor, se les hace muy doloroso comprobar que un brutal asesino se inspira nada menos que en las Cruzadas para matar a sangre fría a los jóvenes del Partido Laborista noruego (semillero, según él, de futuros traidores a las más puras esencias europeas).
¡Ah, las Cruzadas! Han servido y siguen sirviendo para justificar atrocidades. No olvidemos, para empezar, que la guerra civil española fue considerada una cruzada por la jerarquía católica de nuestro país, con las debidas bendiciones vaticanas. Pues bien, se siguen desenterrando en diversos puntos de España los cadáveres de quienes murieron como consecuencia de aquella cruzada. Todavía no había sido calificada como tal el 21 de julio de 1936, pero un diario vallisoletano reproducía estas palabras del general Franco, un anticipo de lo que vendría después: “ya no cabrán en nuestro solar los traidores”.
Algunos días más tarde, Radio Castilla transmitía una alocución del general Mola, que dirigía la rebelión en el norte de España. Incluía un ataque personal contra Manuel Azaña -al que llamaba “nuevo y fantástico Frankenstein“- y sirve para revelar la finura intelectual de quien se decía ser el cerebro de la sublevación: “Al final de nuestro triunfo, pedir su desaparición me parece injusto. Azaña debe ser recluido para que escogidos frenópatas estudien su caso, quizá el más interesante de degeneración mental ocurrido desde Cronstand [!], el hombre primitivo de nuestros días”. Lo más significativo venía después: “… todo esto se ha de pagar, y se pagará muy caro. La vida de los reos será poco. Les aviso con tiempo y con nobleza…” Explicaba luego cómo se haría justicia: “Antes que la justicia de la Historia, la nuestra, la de los patriotas, que ha de ser inmediata y rápida”. Y España se inundó de sangre durante algunos decenios, como consecuencia de estos fanatismos justicieros, también estimulados por las dichosas cruzadas.
Pero las auténticas Cruzadas, las que iluminaron la pasada escabechina nacional y la actual salvajada del terrorista noruego, no fueron otra cosa que el extremismo cristiano llevado a extremos brutales en razón de su ideología ultrarreligiosa, y azuzado por unos eclesiásticos -incluyendo a los papas- imbuidos de un feroz e irracional fanatismo. Cualquier aprendiz de la Historia sabe que los cruzados mostraron tanta o más crueldad atacando y expoliando a los cristianos “disidentes” de Bizancio que ante los enemigos islámicos a los que tenían que expulsar de los míticos “lugares sagrados” de la Cristiandad.
No conviene cerrar los ojos a la realidad, imaginando que la barbarie sufrida por el pueblo noruego obedece a la acción aislada de un individuo enloquecido. Con independencia de que el asesino pueda declarar que recibió apoyos exteriores, el principal apoyo para su acción residía en su sólido fanatismo, no en su locura. Hitler no estuvo loco, pero el fanatismo que le impulsó durante largos años y que llevó a Europa al borde de la aniquilación se vio reforzado y alimentado por el sentir general de la población que le apoyó. Hasta el extravagante dictador ugandés Idi Amín Dada, reconocido y cruel asesino, más que loco era un fanático del poder a su modo, y lo siguió siendo hasta que las circunstancias externas se lo imposibilitaron.
Digamos, para concluir, que el caldo donde se ha cultivado el fanatismo del terrorista noruego no es una exclusividad de ese país escandinavo, ni de los países europeos donde la extrema derecha ha aumentado oficialmente su clientela, sino que vive también entre nosotros, los españoles. No hay que viajar hasta Oslo para escuchar y leer afirmaciones similares a las que se han difundido sobre la ideología del nuevo asesino. Son españoles los que declaran que el actual Gobierno llegó al poder gracias al terrorismo de Al Qaeda y que el legado de la civilización cristiana está en peligro por el avance del islamismo terrorista; españoles también los que meten en el mismo saco la delincuencia común, la inmigración, el terrorismo y la degradación social, sin el menor esfuerzo de análisis; y los que desahogan sus frustraciones en agresivas tertulias televisadas (donde se perora sobre todo en un ambiente de resentimiento e ignorancia) y en ciertas ciberbitácoras especializadas. Todo esto contribuye a fertilizar el subsuelo donde están creciendo los fanáticos de mañana. No nos llamemos a engaño: que España no figure entre los países donde la ultraderecha ha experimentado un crecimiento espectacular, no significa que no esté viva ni que se pueda bajar la guardia ante el peligro que representa.
Publicado en República de las ideas, el 29 de julio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/07/29 09:46:57.603000 GMT+2
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2011/07/22 10:10:39.365000 GMT+2
El conflicto que ha protagonizado en el Reino Unido uno de los más destacados magnates mediáticos de alcance internacional, y el revuelo que hace pocos meses causaron en todo el mundo las filtraciones de una organización sin ánimo de lucro que reveló, en sucesivas entregas, la brutal violencia de la guerra en Iraq y la aparente hipocresía de ciertas actividades diplomáticas, son dos fenómenos que obligan a reflexionar sobre lo que ha venido en llamarse el “cuarto poder”, el poder de quienes controlan la información publicada, ya no solo informando sino también configurando la opinión pública.
No es preciso estar introducido en las altas esferas de ese poder para saber con certeza que muchos de los que, a través de los medios que dirigen o controlan, ejercen la capacidad de apoyar o de desacreditar a cualquier Gobierno o dirigente político, de influir en los resultados electorales o en las políticas a adoptar, se creen a menudo “hacedores de reyes”. Gozan de esa privilegiada posición de quienes tienen posibilidad de manejar a su gusto al poder político, pero están exentos de la responsabilidad que el ejercicio del poder conlleva. En otras épocas a estos individuos se les llamaba favoritos o privados (los que ejercen la “privanza”) y no eran muy apreciados por el pueblo llano.
Recordemos, de paso, que el cuarto poder no solo hace reyes sino que también es capaz de provocar sangrientas guerras. Un claro ejemplo de esto, que nos afectó directamente a los españoles, fue la Guerra de Cuba de 1898 contra EEUU, en gran parte debida a la campaña mediática desencadenada por los diarios de otro magnate de la prensa estadounidense, William R. Hearst, cínico predecesor del ahora por muchos denostado Keith R. Murdoch.
El “caso Murdoch” ha puesto de manifiesto la capacidad de intoxicación de un grupo mediático de gran poder y extensión, cuyos tentáculos ejercen presión -y a menudo también corrompen- sobre diversos órganos de los Estados, incluidos sus gobernantes y los servicios de información y seguridad. El habitual miedo de los personajes públicos a que una campaña de desacreditación acabe con sus esperanzas políticas les lleva en muchos casos a plegarse y someterse a los caprichos de los emperadores mediáticos.
En España, a un nivel de segunda división, también hemos conocido, desde que se alcanzó la libertad de prensa, sucias maniobras y detestables actividades de jefes y jefecillos mediáticos que aspiraban a convertirse en consejeros áulicos del poder, para gozar de su proximidad y, de paso, mejorar los beneficios obtenidos por sus cadenas o diarios. Menos habituados a la democracia que los ingleses, nuestros órganos parlamentarios nunca fueron capaces de actuar como estos días lo hace el Parlamento británico, esa “madre” de todas las democracias a pesar de sus evidentes defectos y flaquezas.
También WikiLeaks ha ejercido una influencia importante en el desarrollo de algunos acontecimientos recientes, aunque ahora, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, ni siquiera el Departamento de Estado de EEUU, el más afectado por las filtraciones, ha sufrido efectos nocivos, salvo en la preocupación por aumentar los niveles de secretismo y ocultación de cierta información. Por otra parte, no es aventurado sospechar que las revueltas populares en Túnez reforzaron su legitimidad a causa de los cables de la embajada de EEUU, que confirmaban la corrupción del régimen y el poco aprecio que Washington tenía por Ben Alí y su detestable camarilla.
El profesor y periodista belga Jean-Paul Marthoz, en un interesante ensayo publicado en el Anuario 2011-2012 de CEIPAZ (www.ceipaz.org), al reflexionar sobre el impacto de esas filtraciones apunta la idea de que han servido para recordar a los periodistas “que tienen que dudar sistemáticamente de sus políticos y buscar otras fuentes, en vez de comportarse como taquígrafos del poder”. Lo que tiene importancia ahora que entre algunos dirigentes políticos españoles parece extenderse la costumbre de convocar a la prensa para leer un comunicado sin admitir posteriores preguntas.
Se lamenta Marthoz de que “la reducción del trabajo de investigación y de tratamiento periodístico de la información abre las puertas a comentaristas y participantes de tertulias que ideologizan brutalmente sobre cualquier tema y desdeñan los criterios fundamentales del periodismo”. En EEUU, afirma, la cadena de Murdoch -Fox News-, ciertos programas radiofónicos y miles de blogueros agresivos crean un panorama mediático que promueve un concepto irracional y populista de la información”. ¿Le suena esto algo al público español?
Concluye Marthoz su análisis reconociendo que si WikiLeaks ha podido deteriorar la confianza de los ciudadanos en algunas instituciones, “el desafío más importante para las democracias es preservar la confianza entre los gobernantes y los gobernados, y esta confianza tiene que basarse en una información amplia y veraz que permita sostener un debate informado sobre los retos más cruciales que tiene que afrontar una sociedad democrática”.
Publicado en República de las ideas el 22 de julio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/07/22 10:10:39.365000 GMT+2
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2011/07/18 10:24:8.521000 GMT+2
Una forma casi obligada de despedir el curso, al que pone fin la llegada del paréntesis veraniego, es hacer una reflexión global sobre ciertos fenómenos políticos y sociales observados en los últimos meses, tanto en España como fuera de ella. Sobre la tónica dominante de la crisis económica mundial, que no cesa y que día tras día viene amenazando de muy diversas formas a los ciudadanos de uno u otro país, se han escuchado en muchas ciudades las opiniones de ciudadanos "indignados" y las de los políticos sorprendidos por sus innovadoras y pacíficas protestas; se han celebrado consultas electorales cuyos resultados parecen carecer de explicación lógica, como por distintos motivos ha sucedido en España en la Comunidad Valenciana y en algunas poblaciones de las tierras guipuzcoanas. Todo un cúmulo de fenómenos cuya sintomatología apunta en muchas direcciones pero que no indica de dónde puedan llegar los remedios.
No merece la pena insistir en que democracia no es igual a elecciones libres. Todos lo sabemos. Hay más aspectos que inciden en la realidad democrática y algunos de ellos -como el respeto a las minorías o la educación básica del ciudadano- son tanto o más importantes que las urnas para configurar un sistema verdaderamente democrático. Pero sí es necesario resaltar el hecho de que la política electoral es ese eslabón esencial que conecta la voluntad popular libremente expresada con el poder político que cada consulta pone en manos de unas personas concretas. Cuando los ciudadanos no se sienten representados por los políticos que han elegido, se abre una brecha de peligrosas consecuencias. A ella debe atribuirse el lento, pero continuo, aumento de la abstención en muchos países desarrollados, lo que es un índice significativo de la desconfianza que amplios sectores ciudadanos muestran hacia su clase política.
Esa desconfianza aumenta cuando se empieza a percibir que la democracia aparece como inerme y rendida ante el poder de "los mercados". Cuando los programas electorales son olvidados, si no trastocados, ante la presión que sobre el poder político ejercen unas fuerzas ajenas a él y que actúan sobre todo en el plano de las finanzas. La pregunta que hoy se hacen muchos ciudadanos es: ¿cómo puede seguir funcionando la democracia si el poder último y definitivo está en manos de las corporaciones transnacionales y no en manos del Estado? ¿Por qué los españoles acabamos siendo controlados por el Banco Central Europeo, por los tecnócratas de Bruselas, por el Fondo Monetario Internacional o, lo que es peor, por el mercado secundario de la deuda soberana de los Estados? Mercado que, como es bien sabido, solo se mueve a impulsos de la codicia de esos especuladores globalizados a los que se disfraza con el nombre de inversores para no calificarlos más apropiadamente como bandoleros internacionales, pues buscan su propio beneficio a expensas de los ciudadanos de los países atacados.
Así que hemos de contemplar cómo la indignación de los ciudadanos se muestra en las calles atenienses o en las plazas españolas, como una expresión de rabia producto de la impotencia. Pero ni la rabia ni la impotencia, bajo la bandera internacional de la indignación, parecen capaces de configurar una fuerza política que pueda poner freno al imparable avance de una globalización que beneficia principalmente al invisible y transfronterizo poder financiero. Todo se globaliza paulatinamente, no solo las finanzas sino también el tráfico de armas o narcóticos, o el de personas explotadas, la mano de obra o la delincuencia organizada. Algunos aspectos de la globalización han llevado a constituir entidades superestatales para combatir sus efectos: se relacionan entre sí los órganos policiales de los Estados para combatir la criminalidad, el narcotráfico o la explotación de la mujer. Pero son más los aspectos descoordinados ante los que los instrumentos de un solo Estado resultan ineficaces: se puede declarar la guerra a la explotación laboral de los niños, pero nadie ha encontrado todavía la forma de hacer frente a los agresivos mercados. Es legítimo sospechar que la razón es que forman parte consustancial del sistema capitalista neoliberal que voluntaria y generalizadamente ha sido aceptado como la única fórmula viable de convivencia política en democracia.
Pero, como se suele decir, esta democracia "lleva en el pecado la penitencia": ¿para qué votar -se preguntan algunos- si el verdadero poder está fuera de todo control democrático? Y aunque la ira de los "indignados" sea comprensible y compartida por muchos, es obligado preguntarse también si merece la pena indignarse cuando las trabas y los controles son tantos que la pregunta sin respuesta sólo puede ser: ¿qué se puede hacer?
Observando críticamente la realidad se llega a la conclusión de que los ciudadanos podemos elegir democráticamente a nuestros políticos, pero apenas podemos decidir sobre lo que éstos vayan a hacer después, ya que su margen de maniobra está constreñido, cada vez más estrechamente, por el poder económico globalizado. Ante tan deprimente panorama quizá solo quepa esperar dos vías de resolución: la imaginativa que cree nuevas fórmulas y sistemas, como los viejos atenienses que configuraron las bases de la democracia del mundo desarrollado, o la violenta, la del que rompe la baraja porque las reglas del juego siempre le son adversas. La elección es obvia.
Publicado en CEIPAZ el 18 de julio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/07/18 10:24:8.521000 GMT+2
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2011/07/15 07:38:37.416000 GMT+2
Se ha publicado el informe anual sobre el estado de la riqueza mundial (World Wealth Report 2011), que desde hace quince años editan Merril Lynch y Capgemini. En esta época de angustias económicas, de ataques de los mercados a los pueblos vulnerables y periféricos (así nos califican los tecnócratas financieros a los españoles) y cuando los medios de información nos han convencido de que si la catástrofe económica no nos aplasta mañana, lo hará pasado mañana, leer el informe citado puede producir las mismas sensaciones que experimentaría un habitante del Sahel que estuviera leyendo “La fisiología del gusto” de Brillat-Savarin en un campo de refugiados de la ONU, mientras espera que del camión de ACNUR le caiga el paquete de comida.
Una vez vencido el repelús que da saber que Merril Lynch es “la división de gestión de la riqueza” del Bank of America, y apartando la nariz del tufillo que desprende todo lo que se mueve en torno a Wall Street y a esos mercados que nos atacan a diario sin que nadie parezca saber cómo defenderse de ellos, merece la pena echar un vistazo al documento en cuestión.
Para empezar, sepamos que ML divide a sus más privilegiados clientes en dos categorías: los NHWI, que forman la base fundamental, y los ultraNHWI, una porción selectísima de la anterior. Ahorraré al lector la interpretación de estas abstrusas siglas y, simplificando, basta decir que para moverse en esas esferas de la riqueza privilegiada, es preciso ser “rico” o “ultrarrico”, palabras que usaré como traducción al español de las respectivas siglas.
Los “ricos” son quienes poseen más de un millón de dólares en dinero a mano, disponible en todo momento y listo para gastar, como si dijéramos, en calderilla; como esos euros que guardamos en el bolsillo para la cervecita de media mañana. Por lo que se deduce del informe, no les ha sentado mal a los ricos la crisis económica, pues en el año 2010 su número creció un 8,3% hasta sumar 10,9 millones de seres privilegiados, cuya riqueza global aumentó un 9,7% en ese mismo tiempo, alcanzando la cifra de 42,7 billones (billones españoles: añádanse doce ceros) de dólares, superior, incluso, a la máxima conseguida en 2007, antes de que comenzara la crisis.
Los “ultrarricos”, por su parte, son los que tienen treinta millones de dólares como dinero “suelto”, para poder gastar en el acto y sin apuros. Este selecto grupo, la crema de los ricos, creció un 10,2% en el mismo año y su riqueza aumentó en un 11,5%. Comparados con los simplemente ricos, se observa que los ultrarricos progresan más rápidamente, lo que confirma la ley general de que el correcto desarrollo del capitalismo no solo hace a los pobres más pobres y a los ricos más ricos, sino que, incluso dentro de estos, beneficia más a los que más poseen. Pertenecen a esta elite mundial del dinero unos 103.000 individuos; cabe sospechar que su relación con los misteriosos e invisibles mercados que tanto nos atosigan es mucho más que estrecha.
Los ricos, en general, están bastante bien repartidos entre Norteamérica, Asia-Pacífico y Europa (3,4 – 3,3 – 3,1 millones, respectivamente) aunque donde más rápidamente crece su número es en África y en Oriente Medio, lo que es natural puesto que en esas regiones se trata de una especie todavía poco propagada (ambas, junto con Latinoamérica, solo suman 1 millón de potentados). Por el contrario, es en EEUU, Japón y Alemania donde se concentra algo más de la mitad de estos adinerados ciudadanos.
No nos sirve de mucho consuelo constatar la alegría que al leer este informe sentirán los constructores de mansiones de lujo, los vendedores de yates-crucero y de automóviles de muy alta gama (de Bentley para arriba, digamos). También se frotarán las manos los gestores de macrofondos de inversión en paraísos fiscales y otras oficinas relacionadas sea con la venta de lingotes de oro, sea con el blanqueo de ingentes y opacos fondos. Pero los ciudadanos corrientes de los países sacudidos por la crisis (de EEUU para abajo, digamos también), que somos la mayoría, seguiremos haciéndonos las mismas preguntas sin respuesta.
Los europeos, por ejemplo, seguiremos sin entender por qué la culta y próspera Unión Europa es incapaz de salir en ayuda de un país, Grecia, cuyo producto interior bruto apenas roza el 2% del europeo. Nos será difícil aceptar que los Estados europeos pongan a disposición de los banqueros, sin apenas condición alguna, tres veces más dinero del que piensan utilizar para salvar a Grecia, mientras exigen a este país unas condiciones canallescas que llevarán a la ruina a muchos ciudadanos.
Nos preguntamos, por último, con irritación y vergüenza, si es que no existen medios para ganar la guerra que “los mercados”, aliados con las infames agencias de calificación de riesgo, han declarado a varios países europeos. Hoy en día, nuestra seguridad corre más peligro en el ámbito del dinero y las finanzas que en el de los atentados terroristas o los misiles nucleares que pueda lanzar Irán. Contra esto ya se destinan medios y recursos; en el campo de batalla financiero, por el contrario, Europa parece derrotada y rendida antes de luchar. ¿Tendrá algo que ver con el creciente enriquecimiento de los ya muy ricos?
Escrito por: alberto_piris.2011/07/15 07:38:37.416000 GMT+2
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2011/07/11 12:05:28.049000 GMT+2
Ya está casi olvidada aquella invasión de Iraq que iba a convertir al país en una ejemplar democracia (una vez eliminadas las armas de destrucción masiva y derribado el peligroso dictador que con ellas amenazaba a Occidente y oprimía a su pueblo), democracia que sería el modelo a seguir por otros países árabes y que se beneficiaría del generoso influjo cultural y de progreso que le llegaría desde Washington.
Para comprobar el género de democracia que ahora reina en ese desdichado país, tras largos años de guerra y violencias variadas, nada mejor que describir las vicisitudes de una periodista iraquí, colaboradora del infatigable Institute for War and Peace Reporting (Instituto informativo sobre la guerra y la paz) en su agencia de Bagdad.
Abeer Mohammed no había salido de Iraq desde la caída de Sadam y necesitaba un pasaporte para asistir a los actos del Día Mundial de la Libertad de Prensa, celebrado el pasado mes de mayo en EEUU. Así que tuvo que iniciar el habitual periplo burocrático que en muchos países es necesario recorrer para obtener el codiciado documento.
En Iraq el asunto es más complicado que lo habitual, para ciertas personas. Si una mujer quiere conseguir su documento de identidad necesita la mediación de algún hombre: padre, hermano, marido o hijo. Y para obtener el pasaporte, además del documento de identidad debidamente refrendado, necesita su tarjeta de racionamiento y el documento de empadronamiento. Ninguna mujer puede lograr estos documentos si no dispone de un pariente masculino que la avale.
Sabedora de estas complicaciones, Abeer inició su odisea; durante varios días estuvo tramitando documentación en diversas ventanillas, con la peculiaridad de que los funcionarios sentados al otro lado no le admitían papel alguno si no lo hacía acompañada por un hombre. Ni su firma ni sus huellas dactilares tenían valor sin las del hombre que la garantizaba. Por fin, un día fue avisada de que podía pasar a recoger el deseado pasaporte. Dejemos que sea ella misma quien describa la experiencia:
"Cuando vi mi pasaporte en manos del funcionario, me invadieron muchos sentimientos. Estaba muy feliz por ver que me lo habían expedido, pero a la vez impaciente por tenerlo en mis manos y preocupada por si en el último momento surgía algún obstáculo. Nunca imaginé que algo tan sencillo pudiera hacerme experimentar tantas sensaciones. El funcionario revisó una y otra vez las fechas de los documentos y examinó los datos de mi padre y de mi marido. Comprobó mis huellas dactilares. Por último, me miró y me dijo que no podría entregarme el pasaporte si no estaba acompañada por un familiar masculino.
"Esta frase me produjo una profunda irritación. Le repliqué con firmeza que había estado acompañada por familiares masculinos durante toda la tramitación del documento y que ya no podía hacerles perder más tiempo. Intentando suavizar las cosas, él me dijo: 'Cualquier pariente masculino puede venir con usted: un tío, un sobrino, un primo'. Se me acabó la paciencia que tanto me había costado conservar. Le respondí que tenía 29 años, que era periodista y que no podía entender por qué él tenía mi pasaporte en sus manos y no me lo entregaba. Le dije que comprobara todo lo que deseara, que llamara por teléfono a mi familia, cuyo número le di, pero que yo necesitaba ya ese pasaporte. Vaciló por última vez, y sin decir palabra lo puso en mis manos. Con ello, no obstante, mi victoria solo era parcial. Necesitaría el permiso escrito de un familiar masculino para poder viajar al extranjero".
Concluye así su relato: "La nación necesita tanto a sus ciudadanos como a sus ciudadanas. Si se nos excluye y se nos dificulta el acceso a nuestros derechos, haciéndonos dependientes de nuestros parientes masculinos y considerándonos ciudadanos de segunda clase, el que más perderá será nuestro propio país".
Poco le serviría de consuelo a la periodista iraquí saber que hay otras mujeres que, además de ser discriminadas como ella, viven en permanente peligro, como acaba de revelar la agencia TrustLaw. No es extraño que otro país que ha sufrido también los esfuerzos democratizadores de Occidente, como Afganistán, encabece la lista de los países más peligrosos para las mujeres, seguido por la República Democrática del Congo, Pakistán, India y Somalia.
No será democratizándolos a bombazos como se logre que respeten los derechos humanos los países que los vulneran sistemáticamente. No hace muchos años, también en España una mujer necesitaba el "permiso marital" para viajar sola al extranjero, e incluso para disponer de sus propios bienes. Otros países también pueden progresar de un modo similar. Lo que se requiere es un esfuerzo tenaz para difundir y proteger los valores irrenunciables de todos los seres humanos, luchar contra los arraigados prejuicios religiosos, eliminar el analfabetismo aún dominante en amplias capas de la población femenina de los países menos desarrollados y tener bien presente que, mientras quede en el mundo una mujer que pueda padecer el trato sufrido por la periodista iraquí, la injusticia y la sinrazón seguirán reinando y los bienintencionados discursos de progreso y desarrollo no serán otra cosa que deleznable retórica.
Publicado en CEIPAZ el 11 de julio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/07/11 12:05:28.049000 GMT+2
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2011/07/08 08:29:12.251000 GMT+2
Tres meses de bombardeo de Libia no han logrado el objetivo inicialmente propuesto: poner fin a los más de cuatro decenios del régimen de Gadafi, forzando su abandono del poder. La estrategia aplicada se ha movido en dos planos: la prohibición de sobrevuelo del espacio aéreo a las fuerzas gubernamentales, para proteger a la población, y la ayuda y apoyo militar a los sublevados, cuyo centro político reside en Bengasi. Para ello, la OTAN viene actuando con operaciones aéreas y navales contra las fuerzas de Gadafi aunque, por el momento, se ha mostrado opuesta a cualquier intervención armada que implique ocupación de territorio libio. Esto no impide el envío de instructores, asesores y, cuando es preciso, la ejecución de ciertas operaciones encubiertas de las que oficialmente nadie se responsabiliza, como suele ser habitual en esos casos.
El punto muerto en el que aparecen estancadas tanto la misión autorizada por la ONU como las operaciones ejecutadas por la OTAN ha sido el causante de la reunión tripartita que tuvo lugar el pasado lunes en una ciudad playera de la costa rusa del mar Negro. Aprovechando la circunstancia de una reunión prevista del Consejo OTAN-Rusia, en la que habrían de participar el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, y el presidente ruso, Dimitri Medvedev, se invitó a ella al presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma.
El viernes anterior, los dirigentes de la Unión Africana (UA) se ofrecieron a acoger un encuentro entre el Gobierno libio y los rebeldes. El presidente Zuma apuntó que en breve podrían iniciarse conversaciones entre ambas partes en Addis Abeba, donde tiene su sede la UA. Hay ciertas esperanzas de que esta reunión tripartita pueda abrir una nueva vía de resolución a este empantanado conflicto.
Es evidente la discrepancia entre Rusia y la OTAN sobre el desarrollo de las operaciones en Libia. Conviene recordar que Rusia se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad que las autorizó, y que posteriormente ha criticado el modo de ejecutarlas, aunque se ha sumado a los países que exigen que Gadafi abandone el poder. Sin embargo, Moscú considera que la OTAN está propasando el mandato de la ONU en ciertos ataques aéreos, que más que proteger a la población han tenido por objetivo la destrucción de órganos del Gobierno libio, lo que no fue autorizado por la ONU. No obstante, Medvedev admite que Rusia y la OTAN “consideran el futuro libio de modo prácticamente idéntico, pues ambos desearían hacer de Libia un Estado moderno, soberano y democrático”.
Zuma ha participado en la reunión expresando el deseo de que la OTAN y Rusia conozcan y compartan los planes y las sugerencias que pueda presentar la Unión Africana para alcanzar un acuerdo definitivo. Rasmussen declaró que en la OTAN se estudiarían esos planes, aunque no dio detalles al respecto. En posterior rueda de prensa afirmó que cualquier solución de paz “deberá acomodarse a las aspiraciones legítimas del pueblo libio”, un modo más de no comprometerse a nada definitivo, como es común en la OTAN desde que comenzaron estas operaciones. De forma igualmente imprecisa contestó al ser preguntado sobre si se autorizaría la continuidad de Gadafi en el poder, o su permanencia en el país, incluso apartado de aquél.
Dando por sentado el hecho de que Rasmussen no puede tomar iniciativas que no cuenten con el pleno apoyo de EEUU y con el conocimiento de los demás miembros de la OTAN, conviene saber que en la reunión bilateral volvieron a tratarse algunos asuntos sobre los que la OTAN y Rusia mantienen divergencias. El principal es el sistema de defensa antimisiles que la OTAN se propone desplegar en territorio europeo y en el que Moscú desea intervenir más estrechamente, ya que considera que el plan inicial afecta al territorio ruso. Dos cuestiones aparentemente técnicas, pero de gran carga política, esperan respuesta: ¿quién y cómo se decide que un misil es enemigo y debe ser destruido? y ¿cómo se determina el despliegue de los elementos físicos que constituyen el sistema antimisiles?
Frente a la queja del ministro ruso de Defensa de que “el diálogo [OTAN-Rusia] no avanza como era de esperar tras la cumbre de Lisboa [donde en 2010 se acordó la participación rusa en el sistema antimisiles de la OTAN]“, el secretario general de la OTAN respondió con las vaguedades de costumbre: “La cooperación es la mejor opción y la asociación es el único camino hacia adelante”. Derivando la cuestión hacia otras áreas, Rasmussen declaró que la OTAN y Rusia deberán construir su asociación estratégica cooperando en la guerra de Afganistán y combatiendo la piratería marítima.
Una vez más, y no será la última, una intervención militar acordada dentro de la legalidad internacional (discutible, pero la única existente por el momento) parece fracasar por no haber considerado, desde el principio, todas las hipótesis verosímiles sobre su desarrollo. En este caso, la evidente falta de cooperación de Gadafi al éxito de las decisiones que, sin contar con él, fueron tomadas en Nueva York y en Bruselas, han llevado a un callejón sin salida que irrita y decepciona a los que creen que mediante las armas se resuelven todos los problemas.
Escrito por: alberto_piris.2011/07/08 08:29:12.251000 GMT+2
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2011/07/04 09:36:27.249000 GMT+2
Ya está publicado el Anuario 2011-2012 del CEIPAZ (Centro de Educación e Investigación para la Paz), que este año se titula "El mundo a la deriva: crisis y pugnas de poder".
Podéis leerlo completo en: http://www.ceipaz.org/images/contenido/ANUARIO-def12jun.pdf
En él colaboro con una breve reflexión sobre Guerras y ejércitos en el siglo XXI (pág. 63 y ss.) que espero pueda ser de vuestro interés.
Escrito por: alberto_piris.2011/07/04 09:36:27.249000 GMT+2
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2011/07/01 09:49:6.109000 GMT+2
Entre las tropas que lucharon en la 2ª Guerra Mundial, las iniciales VD arrastraban una peligrosa connotación: venereal diseases o “enfermedades de transmisión sexual” (ETS). Fue en EEUU donde la gran incidencia de estas afecciones llegó a preocupar seriamente a las autoridades militares, por la repercusión que tenían en la eficacia de los soldados para el combate. Desde los más lejanos tiempos históricos, guerras y prostitución han ido de la mano, muy a menudo acompañadas por el alcohol, pero fue durante la 2ª GM cuando la acelerada propagación de las ETS en casi todos los teatros de operaciones y en muchos países de la retaguardia hizo saltar las alarmas.
Hasta los establecimientos militares de la pudibunda y católica España llegó similar preocupación. Recuerdo que en la Academia General Militar de Zaragoza los cadetes fuimos aleccionados a tomar precauciones al respecto en una de las primeras charlas morales con las que los sábados nos aleccionaba el capellán de la Academia. Aquel día, el capitán médico acompañaba al páter, que asistió impasible a la lección higiénica, de la que solo recuerdo el consejo final, que consistía en evitar quedarse dormido “tras el lance”. Siendo legal en España la prostitución en aquellos primeros años de la posguerra mundial, los cadetes que, tras saludar a la Virgen del Pilar en su basílica con un sonoro taconazo de marciales resonancias y arriesgando un arresto, acudían a alguno de los prostíbulos para uso de las clases privilegiadas, gracias al médico sabían cómo comportarse y gracias al páter tenían asegurada la inmediata absolución de su pecado. ¡Ni comparación con los militares estadounidenses!
Aunque poco tiempo después los tratados militares con EEUU empezaron a transformar profundamente los modos y prácticas de nuestros ejércitos bajo la influencia de todo “lo americano”, no llegaron a nuestros cuarteles copias de aquellos carteles divulgativos que en los establecimientos militares de EEUU informaban sobre los peligros de las ETS. En uno de ellos, bajo un retrato femenino de afable aspecto, se advertía que una amiga ocasional o una prostituta “puede parecer limpia pero difunde las ETS”, por lo que el soldado “no puede vencer al Eje si padece una VD”. De ese modo la Sanidad Militar pasaba a la vanguardia de la lucha contra el Tercer Reich.
La preocupación por las ETS alcanzó en EEUU extremos inauditos después de la citada guerra, como se verá a continuación. Para probar los efectos curativos de la recién descubierta penicilina, en 1946 se eligió a 1500 ciudadanos guatemaltecos para utilizarlos como conejillos de Indias. Los mandos militares designaron a algunos soldados, las autoridades civiles los eligieron entre los presos comunes y las Hermanas de la Caridad (!) suministraron huérfanos a un grupo de médicos estadounidenses encargado de llevar a cabo el experimento en una base militar de la capital guatemalteca.
Los cobayas humanos fueron infectados con sífilis, gonorrea y chancro, sin recibir explicación alguna. Conviene tener en cuenta que algo parecido había ocurrido ya en los años treinta con varios cientos de negros estadounidenses a los que se contagió la sífilis para estudiar los efectos de la enfermedad y a los que se ignoró después durante más de 40 años. En la misma época en la que se desarrollaba el experimento guatemalteco estaban siendo juzgados en Nuremberg los criminales de guerra nazis que, en algunos casos, eran acusados de delitos de naturaleza no muy distinta al ensayo llevado a cabo en Guatemala por los médicos de EEUU.
Un destacado miembro de la comisión guatemalteca de investigación que ha revelado esta ignominia (descubierta en 2010 y cuyo informe será publicado en breve) ha declarado: “Lo que más me ha chocado es constatar el mínimo valor que se dio a esas vidas humanas”. El Gobierno de EEUU se ha visto obligado a reconocer oficialmente los hechos y se ha excusado ante las autoridades guatemaltecas por “tan reprobable investigación so pretexto de salud pública”.
Se ha sabido que los médicos estadounidenses trataron sólo a un 87% de los contagiados con sífilis, y fracasaron con un 10%. La investigación no produjo resultados concretos y se sumergió en el secreto. Siguen vivos algunos de los que sufrieron en su cuerpo este horrendo experimento clínico, pero varios centenares de hijos, nietos y biznietos sufren todavía las secuelas.
Cuando Marta Orellana (ahora una abuela de 74 años) jugaba de niña en el patio del orfanato, oyó por el altavoz que la convocaban a la enfermería: “Me llevaron ante unos hombres con batas y jeringuillas, que no hablaban español y me obligaron a tumbarme y abrir las piernas. Como me resistí, otro que sí hablaba mi idioma me pegó. Me hicieron lo que quisieron”. Como la penicilina que después le suministraban cada semana no la curaba, le dijeron que era “porque tenía mala sangre”. Vivió siempre enferma sin saber la razón, pero se casó y ahora tiene 5 hijos, 20 nietos y 8 biznietos. Ha logrado saber, por fin, lo que le ocurrió. Muchas otras personas no tuvieron tanta suerte.
El horror no tiene patria. Puede surgir hasta en EEUU, la llamada “tierra de los libres” (land of the free) según se canta en su himno nacional.
Publicado en República de las ideas, el 1 de julio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/07/01 09:49:6.109000 GMT+2
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2011/06/27 09:25:53.029000 GMT+2
La investigación de textos originales por medio de Internet, en los documentos digitalizados por Google, produce a veces sorprendentes resultados. La publicación The Scots Magazine ("La revista de los escoceses") se define en su página web como la revista más leída sobre asuntos relativos a Escocia y los escoceses. Se empezó a publicar en Edimburgo en 1739 y, tras varias vicisitudes que la interrumpieron temporalmente, recuperó su periodicidad en 1927 y se sigue editando hoy.
En abril de 1785, James Boswell, noveno lord Auchinleck y famoso en el mundo literario por su biografía de Samuel Johnson, publicaba en el volumen 47 de la citada revista, bajo el título "Massacre on the Island of Ferro" (Masacre en la isla de El Hierro), el "extracto de una carta, fechada el 18 de diciembre de 1784, de un caballero [gentleman] en Tenerife a su amigo de Glasgow". Este último era el propio Boswell, autor de la transcripción. La carta narra, en el estilo propio de la época, un "melancólico acontecimiento" ocurrido el 6 de diciembre en esa isla canaria. Traduciré de modo libre y extractado algunos fragmentos del artículo de Boswell.
«Un barco con bandera blanca desembarcó 37 personas, de las que varias eran mujeres con niños en sus brazos, en una playa bordeada por acantilados inaccesibles, al SO de la isla, de la que solo podía salirse, de uno en uno, por un estrecho y empinado acceso. Éste fue ocupado enseguida por algunos isleños que allí estaban, mientras otros fueron a la ciudad a informar al gobernador Juan Briz Calderón.
«A causa de la peste que recorría Europa, se había dado la orden de no admitir buque alguno hasta que, examinada su documentación, se comprobara que no había riesgo de contagio. El gobernador convocó al Cabildo y, bajo pretexto de que los recién llegados podían estar infectados, propuso exterminarlos. Algunos de los miembros mostraron su horror por la idea, arguyendo que los extranjeros parecían tener buena salud, que quizá alguna desgracia les había forzado a desembarcar allí y que era injusto aplicarles una ley local que ellos desconocían. Añadieron que, además, permaneciendo en una playa tan aislada no ponían en peligro a la población local. Y que en esas circunstancias lo mejor era avisar al Gobernador General del archipiélago, con sede en Tenerife, antes de tomar decisión alguna.
«No convencieron al gobernador de la isla ni a los restantes miembros del Cabildo, de modo que aquél, con algunas tropas de la Milicia bajo su mando, se encaminó a la playa. Encontraron a los desembarcados esparcidos por ella: algunos hombres buscaban mariscos y otros paseaban en grupos, mientras las mujeres lavaban prendas en el mar o cuidaban de los niños. Se les ordenó agruparse, cosa que hicieron en torno a un barril traído por los soldados, creyendo que contendría provisiones aportadas para su socorro.
«El despiadado canalla del gobernador fue quien disparó el primer tiro. Y como algunos milicianos vacilaran en obedecerle les amenazó con la muerte instantánea si no abrían fuego, llegando a derribar de un culatazo al soldado más próximo, porque no se decidía a participar en la masacre. En pocos minutos todos aquellos infelices habían muerto. Las noticias de esta salvajada llegaron a Tenerife, donde el Gobernador General no acababa de darles crédito. Cuando llegó la confirmación por escrito del propio Briz, ordenó la apertura de una investigación».
No hay certeza sobre la procedencia de las víctimas de esta ignominia, que según unos eran emigrantes y según otros eran penados embarcados en Dublín (aunque todos podían compartir el mismo buque), a los que el capitán decidió desembarcar en Canarias, bien porque se amotinaron o bien, según otras fuentes, porque el barco no llevaba provisiones suficientes para todos. De cualquier forma, el resultado es que fueron abandonados a su suerte en una playa canaria. Conviene tener presente que este hecho se produjo mientras reinaba en España la Católica Majestad de Carlos III, uno de los monarcas más ilustrados y reformistas de la estirpe borbónica.
Sobre los resultados de la investigación abierta al respecto solo se puede confirmar que el gobernador de El Hierro fue cesado de su cargo. No pudo aducir en defensa de su expeditiva y criminal actuación que "Había un problema, y se solucionó", porque aun habrían de transcurrir algo más de dos siglos para que el presidente Aznar la utilizara y la hiciera célebre, al comentar la también expeditiva expulsión de España en 1996 de un centenar de subsaharianos drogados y atados, para mayor seguridad durante el vuelo de regreso a sus países de origen.
Como principal conclusión de este comentario ¿bastará con aceptar que algo se ha avanzado en esos dos siglos? Por lo menos, ahora, cuando una patera cargada de inmigrantes arriba a las costas españolas, la Guardia Civil no los fusila directamente y hasta los servicios de la Cruz Roja les proporcionan con atención y eficacia toda clase de auxilios. El que no se consuela es porque no quiere.
Publicado en CEIPAZ el 26 de junio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/06/27 09:25:53.029000 GMT+2
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2011/06/24 08:55:48.411000 GMT+2
Un explosivo de gran potencia hirió gravemente el sábado pasado a los componentes de una patrulla del ejército español en Afganistán. El moderno vehículo acorazado de tipo “Lince”, preparado para resistir la acción de las minas más habituales, vio rebasada su capacidad nominal de resistencia, lo que se consigue sin más que aumentar la potencia de la explosión. La eterna lucha entre el arma atacante y el blindaje protector es tan antigua como la guerra, y se remonta al duelo primigenio entre la espada y el escudo. Es un crítico punto de fricción entre la tecnología y el combate, nunca prefijado, siempre variable.
Justo al día siguiente, un misil aire-tierra de la OTAN se confundió de objetivo y en vez de atacar una posición artillera libia cayó sobre una vivienda de Trípoli, causando víctimas civiles. El fallo se atribuyó oficialmente a “un error del sistema de armas”, lo que es igual que no decir nada. El sistema de armas empieza en el piloto del avión atacante, que recibe los datos del objetivo a batir, y termina en un misil que debe destruirlo. Esto implica una larga cadena de posibilidades de error, en la que intervienen selectos operadores humanos, bien instruidos y entrenados, y muy complejos dispositivos electrónicos, dotados de medidas de seguridad y revisados periódicamente. Tanto las personas como las armas suelen cometer errores y esto forma también parte de la guerra y de su fastidiosa imprevisibilidad.
Subamos ahora un escalón. Por encima de las decisiones tácticas o estratégicas relacionadas con la guerra, con menor imprevisibilidad que ésta pero con la misma potencialidad de error, se halla ese plano superior donde se toma la decisión política de desencadenarla o de ponerle fin. Aquélla y éste se hallan íntimamente vinculados. Las bajas sufridas por los combatientes y los errores en la conducción de la guerra influyen mucho sobre la opinión pública y la incitan a plantearse dudas. Dudas que vienen surgiendo en España (¿qué hacen allí nuestros soldados? ¿hasta cuándo durará esa misión?) pero que con más presión inciden sobre la Casa Blanca, cuyas decisiones, además, afectan a todos los participantes en la guerra afgana.
La duda básica de Obama, antes de decidir sobre el modo de replegar sus fuerzas, era esta: ¿sería capaz hoy Al Qaeda de lanzar ataques terroristas como el del 11-S? Si la respuesta hubiera sido afirmativa, la guerra proseguiría. Si es negativa, los complejos intereses que se mueven en torno a la guerra (donde los puramente españoles se hallan a un nivel muy bajo) habrán de amoldarse a los deseos presidenciales, que inicialmente eran los de poner fin a la presencia militar de EEUU en Afganistán para el año 2014. Aquí se empiezan a complicar las cosas.
La decisión que ayer hizo pública Obama está básicamente determinada por la política interior de EEUU, en la que ocupan un lugar destacado las próximas elecciones presidenciales. Informado de que la guerra de comandos y aviones sin piloto está produciendo estragos en las filas terroristas, se ha reafirmado en su idea de iniciar la reducción de fuerzas este mismo verano.
Obama deja también clara su firmeza como Comandante en Jefe, pues aun tras esa reducción el contingente militar de EEUU en Afganistán duplicará al que existía cuando él se hizo cargo de la Presidencia. Se confirma la retirada total para 2014, aunque pocos son los asesores de la Casa Blanca capaces de asegurarle que, para entonces, el Gobierno de Kabul pueda controlar eficazmente todo el territorio.
Nadie volverá a recordar los utópicos propósitos iniciales de esta guerra: reconstruir Afganistán como un Estado democrático, alineado con los valores occidentales, y de ese modo convertirlo en un baluarte contra los extremistas islámicos. Ahora ya solo se trata de proteger a EEUU -y por extensión a Occidente- contra la posibilidad de que Afganistán vuelva a acoger organizaciones terroristas.
Desde Kabul escribe el director regional del IWPR (Institute for War and Peace Reporting), tras constatar la tenaz resistencia de los talibanes y sus multiplicadas acciones ofensivas: “Una retirada prematura de las tropas internacionales prepararía el terreno para el caos en gran parte del país y daría a los grupos terroristas los santuarios seguros de los que ahora carecen”. Propone retrasar la retirada, que no debería iniciarse antes de 2014, para dar tiempo a que el Gobierno afgano disponga de las fuerzas suficientes para garantizar su propia seguridad.
A fin de cuentas, la decisión adoptada por Obama se ha tenido que basar en variables tan difíciles de valorar como la repercusión electoral, la capacidad de la insurgencia para recuperar supremacía o la facultad del Gobierno afgano para imponer la ley en todo el país. Esto, además, sumido en la imprevisibilidad propia de toda guerra y forzado por unos plazos que han de ser establecidos a priori. Es fácil deducir que la posibilidad de acertar no parece muy distinta de la que se obtendría simplemente lanzando una moneda al aire y dejando la decisión en manos del azar. Y el proceso sería seguramente más breve y menos costoso.
Publicado en República de las ideas, el 24 de junio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/06/24 08:55:48.411000 GMT+2
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