2011/06/17 09:14:23.350000 GMT+2
No deja de sorprender a los observadores de la realidad otánica y europea que el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en unas declaraciones al diario británico The Guardian, advierta a los miembros de la Alianza del peligro que puede suponer que ésta se convierta en un sistema defensivo “de dos velocidades”.
Desde su creación, la OTAN ha sido una alianza en cierta forma “a la carta”, es decir de múltiples velocidades. Francia, por ejemplo, cambió de marcha un par de veces, según sus intereses nacionales, desvinculándose parcialmente primero de la estructura militar y reintegrándose después a ésta. Islandia, miembro fundador de la Alianza, carecía de ejército propio con el que contribuir al mando militar, por lo que su velocidad “otánica” era mínima ya desde el principio. Por el contrario, desde su creación, fue EEUU el socio fundamental, cuyo estatus hegemónico está materializado en el mando supremo de la Alianza, que siempre ha de recaer en un jefe militar estadounidense.
Esta situación se consideró natural y obligada, como consecuencia del hecho real de que fue EEUU quien, concluida la 2ª Guerra Mundial, tenía en sus manos, lo desease o no, la plena responsabilidad militar de toda la Europa Occidental, como consecuencia inevitable del final de aquella guerra. La OTAN fue naciendo y evolucionando, moldeada siempre desde el Pentágono, y Europa fue acostumbrándose a dejar en manos de EEUU los críticos asuntos concernientes a su seguridad militar durante la Guerra Fría.
La situación se fue sosteniendo, mejor o peor, porque interesaba a ambas partes: EEUU y Europa. El fin de la Guerra Fría y, después, las dificultades económicas consecuencia de las diversas crisis y los problemas internos de EEUU han hecho que en ese país haya cambiado la antigua percepción y sean cada vez menos los ciudadanos que con sus impuestos desean contribuir a algo que a los europeos parece importarles poco: su propia defensa militar.
Rasmussen se ha visto obligado a tomar cartas en el asunto, aunque no parece que sus exhortaciones vayan a ser atendidas con entusiasmo. Su protesta, al fin y al cabo, es eco de otras quejas similares, como la expresada hace una semana por el Secretario de Defensa de EEUU. Europa gasta poco en Defensa y EEUU empieza a considerar irritante tanta desigualdad.
“Hace diez años -declaró Rasmussen- el gasto de EEUU en Defensa era casi la mitad del gasto total de la OTAN. Ahora es ya el 75%. Esta diferencia puede llevar a un desequilibrio tecnológico que hará difícil que nuestros ejércitos puedan operar conjuntamente. EEUU cada vez produce material militar más avanzado y los europeos se van retrasando. Llegará un momento en que, aunque haya voluntad de cooperar, la brecha tecnológica será tan grande que lo hará imposible”.
Como ejemplo, citó la intervención de la OTAN en Libia, donde EEUU tiene que ayudar con suministros bélicos a los países europeos que ahora operan allí. Remachó así su posición: “El pueblo de EEUU se pregunta legítimamente por qué debe soportar el peso de garantizar la paz y la estabilidad internacionales. Los europeos se aprovechan de ello, así que también deberían contribuir. Es el mensaje del Secretario [de Defensa de EEUU] Gates, mensaje que yo comparto”.
Tras asegurar que, supuesta la inminente caída de Gadafi, él no desea que sea la OTAN la que tenga que intervenir en el “post-gadafismo”, sino que sea la ONU la que tome las riendas del asunto, mostró su pesimismo sobre el final de esta operación. Si la OTAN ha estado coordinando la ofensiva contra Libia, parece difícil que no sea también la Alianza la que tenga que hacerse cargo de los momentos iniciales de la transición libia. Esto preocupa en la OTAN.
No es preciso escarbar mucho en todo este asunto para advertir que la OTAN está sufriendo una grave crisis, como un navío que hace agua por todas partes sin saber cómo atender a la crítica situación en la que ella misma se ha colocado. Buscando misiones que sustituyesen a su papel durante la Guerra Fría, parece haber entrado en un callejón sin salida. Así, Afganistán sigue siendo un grave problema de difícil solución, en el que la OTAN ya no parece aspirar a una victoria militar, que reconoce imposible a largo plazo, sino que se conformaría con no deteriorar irreversiblemente su imagen y sus posibilidades de subsistir en el futuro, convertida en algo tan peliagudo como el guardián militar de la seguridad internacional. No es una perspectiva que induzca al optimismo, y los países que hoy contribuyen en distinto grado a mantener esta situación bien harán en reflexionar sobre dos cuestiones: si merece la pena seguir sosteniendo la Alianza Atlántica, y con qué habría que reemplazarla si desaparece. No es fácil papeleta.
Publicado en República de las ideas, el 17 de junio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/06/17 09:14:23.350000 GMT+2
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2011/06/15 09:09:42.122000 GMT+2
La política, como las altas creaciones gastronómicas, necesita a menudo servirse de refinados condimentos que susciten sensaciones que no sean las meramente utilitarias. Así como en una buena paella es imprescindible un selecto azafrán, y solo las raciones de campaña o los alimentos de subsistencia prescinden de todo lo que no sean elementos nutritivos bien equilibrados, la política exterior de los Estados va siempre acompañada, al menos en su enunciación, de altos ideales y propósitos altruistas que a veces rayan en lo sublime.
Se invaden países y se ocupan territorios para poner al servicio de los pueblos las luces de la civilización y las ventajas del progreso, aunque haya que matar a algunos durante los trámites previos; se eliminan brutales dictadores para liberar a sus pueblos y hacerles avanzar por el camino de la felicidad, aunque a veces éstos deseen otras cosas. Son también innumerables los casos históricos de políticas imperialistas basadas en la propagación de una religión determinada y en los consiguientes beneficios que de ella se derivan, incluidos los sobrenaturales o intangibles.
El "adobo" religioso de la política (en este caso, política interior) tuvo en nuestro país -donde esta práctica parece incrustada en el más profundo tuétano de la presunta "españolidad"- su más alto pináculo en aquel artículo de la Ley de Principios Fundamentales del anterior régimen, que rezaba (nunca mejor empleado este verbo en su 4ª acepción del Diccionario de la RAE) así: "La nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional...". Un texto innegablemente teológico, incrustado en aquella "constitución" del franquismo, era el adobo de lo que aquí se llamó nacionalcatolicismo.
Por el contrario, la política sin adobar ni embellecer, la política real (la realpolitik, por emplear la habitual expresión alemana), es la que ignora cualquier principio teórico o moral para justificar su actividad y atiende, de modo claro, eficaz y descarnado, a los meros intereses nacionales del país que la desarrolla.
Son cada vez más los que se preguntan por qué los nobles principios aireados y tan públicamente gestionados por la ONU, EEUU, la Unión Europea y hasta la OUA (Organización para la Unidad Africana), que se aplican a la Libia del dictador Muamar el Gadafi no tienen contrapartida en la Siria del también dictador Bachar el Asad. Al escribir estas líneas todavía humean las ruinas de la devastada ciudad siria de Jisr al Shughur, se recogen los cadáveres producidos por el violento ataque gubernamental contra los rebeldes y miles de refugiados huyen hacia la frontera con Turquía. En Libia un hecho similar propició la intervención militar, aprobada por Naciones Unidas. ¿Por qué no ocurre algo similar en Siria, aunque solo fuera a título de amenaza?
El concepto de realpolitik ayuda a entender lo que está ocurriendo. El Consejo de Seguridad (CdS) de Naciones Unidas apoyó el ataque a Libia basándose en evidentes principios humanitarios y en la petición de los rebeldes para establecer una zona de exclusión aérea que les protegiera de los ataques aéreos gubernamentales. Ahora, ese mismo CdS está dividido respecto a Siria, y si Francia y el Reino Unido proponen una condena explícita del régimen de El Asad, otros países como Brasil, China y Rusia no la aprueban. Tampoco la Liga Árabe, que a regañadientes refrendó la intervención internacional en Libia, apoya algo similar en Siria.
Lo que ocurre es que Siria, al contrario que Libia, es una potencia regional importante e influyente. Además, el dictador Asad conserva el apoyo de gran parte de los sectores acomodados de la sociedad y su caída hace prever una guerra civil, con temibles efectos en otros países muy sensibles, como Líbano o Israel, donde las organizaciones prosirias Hezbolá y Hamás pueden crear serios problemas. Por otro lado, los vínculos de Siria con Irán agravarían aún más los efectos de una prolongada guerra civil, como la que ahora está padeciendo Libia.
La diplomacia occidental insiste en explicar que, al contrario que en Libia, en Siria no hay todavía una imagen clara de cuál será el régimen que pueda sustituir al depuesto presidente, si éste llega a caer, y entiende que son peligrosamente altas las probabilidades de que los enfrentamientos entre las distintas comunidades étnicas, políticas y religiosas pudieran sumir al país en el caos.
Así que la vida de un sirio, en la política real, vale bastante menos, a los ojos de las grandes potencias mundiales preservadoras del orden internacional, que la vida de un libio, para cuya protección se han movilizado (aunque bastante mal y a destiempo) los recursos militares de Occidente. En el mismo caso, es decir, en el escalón inferior del valor de las personas está la vida de los palestinos, que bastante harán si pueden defenderse solos ante lo que se les avecina. Como puede comprobar el lector, la política real, desnuda de aditamentos, se entiende mejor que la otra, la que se proclama y se publica envuelta en sonoros pronunciamientos y grandilocuentes aspiraciones.
Publicado en CEIPAZ el 14 de junio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/06/15 09:09:42.122000 GMT+2
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2011/06/10 09:08:39.322000 GMT+2
Apenas queda en nada el entusiasmo de los aficionados españoles al deporte (aunque solo sea para contemplarlo en la televisión) por el brillante éxito de Nadal en la final del ya famoso torneo tenístico de Roland Garros, si se le compara con el júbilo nacional y cívico que en China ha suscitado el éxito paralelo de la primera tenista asiática que ha ganado uno de los “grandes” campeonatos mundiales de este deporte. La joven Na Li se ha visto convertida de la noche a la mañana en un vibrante símbolo de la pujanza del país oriental. No muy distinto de lo que Santana representó en la década de los 60, en aquella España calificada por el régimen de “diferente” y en la que el deporte tenía un inocultable objetivo propagandístico.
Pero en el deporte chino no todo son luces deslumbrantes, al menos en lo que afecta a su vertiente femenina. A pesar del diluvio de medallas de oro que China cosechó en los Juegos Olímpicos de Pekín del 2008, quedó como un estigma nacional que la selección femenina de balonvolea solo obtuviera una medalla de bronce. Así pues, con vistas a la olimpiada londinense del 2012, las autoridades deportivas chinas han decidido tomar cartas en el asunto.
Sometidas las jugadoras a intensos entrenamientos físicos, tampoco se descuida su motivación patriótica, para lo que nada mejor que revivir el espíritu de la “Gran Marcha”, gracias a la poesía que Mao Tse-tung escribió inspirándose en ella. Según un diario de Shanghái, el esfuerzo de los que cruzaron las montañas en aquella épica travesía, mediados los años 30 del siglo pasado, estimulará el espíritu de superación de las jugadoras. La página web de la Asociación China de Balonvolea lo explica así: “Mediante este tipo de actividades, el equipo femenino de balonvolea encamina su formación por la tradición revolucionaria, aprende del viejo Ejército Rojo, conserva su bravura cuando afronta dificultades, se entrega al entrenamiento diario, trabaja con intensidad, aumenta su rendimiento y se prepara para la Olimpiada de Londres con el mismo impulso con que el presidente Mao dirigió a su ejército durante la Gran Marcha”. Se desconoce, por el momento, si la esforzada campeona de París recibió también similares estímulos, pero de todos modos merece el reconocimiento por su éxito deportivo y el excelente juego desarrollado.
Ya que de mujeres y de su conexión con la política trata este comentario, no está de más traer a colación la perspicaz maniobra de Sandra Torres, esposa del actual presidente guatemalteco, probablemente inédita en la historia política de los Estados. Al concluir el mandato de su marido, Álvaro Colom, la Constitución impide que a las elecciones presidenciales, previstas para septiembre, concurran familiares próximos del presidente saliente. En vista de eso, ella solicitó y obtuvo el divorcio, decisión cuya legalidad ha sido finalmente confirmada por el Tribunal Constitucional, tras haber sido impugnada como fraude de ley por sus rivales políticos y haber suscitado la ira pública de los mandatarios eclesiásticos del país, a pesar de que se trataba de un matrimonio civil disuelto también civilmente.
En rueda de prensa explicó su decisión diciendo que sacrificaba su matrimonio al superior interés nacional: “El amor por Guatemala es la razón por la cual el presidente y yo anteponemos los intereses del país y no nuestros propios intereses”. Afirmó que sentía “un amor grande y sólido” por su marido, pero que también era “ilimitado” el amor por su pueblo: “Me han criticado porque me estoy divorciando del presidente, pero me estoy casando con la gente, con el pueblo”. Y aclaró: “Yo represento a los sectores más olvidados y humildes de Guatemala”. No todos se lo creen, pero así están las cosas.
Concluiré este comentario citando a otra mujer: la saudí Manal al-Sherif. No juega al tenis ni al balonvolea ni es esposa de ningún mandatario, pero ostenta la valentía de enfrentarse sola a un régimen machista, feudal y retrógrado, como el que gobierna Arabia Saudí. Fue condenada a cinco días de prisión por conducir un automóvil, lo que en ese país (miembro fundacional de la ONU y fiel aliado de las principales potencias occidentales) está expresamente prohibido a las mujeres. Hay que admitir que la condena ha sido suave -en un Estado donde con facilidad se lapida a una mujer o se corta la mano de un hombre- porque fue acusada de “ignorar los reglamentos, conducir un automóvil en la ciudad, permitir que un periodista la entrevistara mientras lo hacía, difundir deliberadamente este incidente a los medios de comunicación, incitar a las mujeres saudíes a conducir automóviles y crear un estado de opinión pública contrario a la legislación”.
La Constitución saudí establece que el Gobierno del país deriva su poder del Corán y de la tradición del Profeta. Así que, para los saudíes, el mejor Gobierno sigue siendo el que hubo en tiempos de Mahoma y, según fuentes bien informadas, en aquella época las mujeres no estaban autorizadas a conducir camellos. A través de Internet Manal ha pedido que el próximo 17 de junio sus compatriotas la imiten masivamente poniéndose al volante. Veremos si su convocatoria de protesta tiene el éxito que se merece.
Publicado en República de las ideas, el 10 de junio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/06/10 09:08:39.322000 GMT+2
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2011/06/03 09:51:20.805000 GMT+2
La ciberguerra -o guerra en el ciberespacio (ambos términos son aceptados por la Real Academia Española)- ha dejado de ser un asunto propio de los libros de ficción científica para pasar a formar parte, con pleno derecho, de la variada panoplia de actividades que constituyen hoy el fenómeno social que llamamos guerra. El uso extendido de dispositivos informáticos para las actividades ordinarias de los Estados, que hasta no hace muchos años parecía solo el fruto de la imaginación futurista de algunos iluminados, ha creado hoy un nuevo espacio de posibles enfrentamientos, del mismo modo que el uso militar de la aviación abrió el espacio atmosférico a las acciones bélicas, hasta entonces constreñidas a los espacios terrestres y marítimos.
La percepción de que la ciberguerra está cobrando una importancia creciente tendrá vastas repercusiones. No solo en lo que respecta a la seguridad nacional; también está alcanzando al campo de la empresa privada, no menos vulnerable que los Estados y los ejércitos a las acciones de la ciberguerra. Se está abriendo también un importante hueco en el campo de la industria de defensa, donde las armas ofensivas y defensivas de la ciberguerra son un terreno todavía apenas explotado. Muchos intereses estatales y privados están en juego en este nuevo espacio.
Mientras la guerra en general busca anular, destruir o inutilizar las armas del enemigo, para alcanzar la victoria con el mínimo coste y máximo beneficio, la guerra cibernética abre un nuevo y crítico ámbito, porque concierne directamente a la información. No es lo mismo derribar aviones enemigos que penetrar en los secretos más sensibles de sus estados mayores; más grave aún, si esa penetración permanece oculta y puede perturbar las actividades del bando rival mediante informaciones falsas o acciones de guerra psicológica.
Tras muy complejas averiguaciones se ha llegado a saber cuál fue la causa que el año pasado perturbó gravemente el funcionamiento de la planta enriquecedora de uranio que el gobierno de Teherán opera en la ciudad de Natanz. Sobrepasaría con mucho la extensión de este comentario y probablemente los conocimientos técnicos del autor y sus lectores, describir la complicada creación de un virus -denominado Stuxnet- y su entrada en el sistema informático que controla las 9000 máquinas centrifugadoras iraníes. Ni las más intrigantes novelas de espionaje alcanzarían a imitar las complejas operaciones de espionaje cibernético que permitieron descubrir las peculiaridades del sistema informático iraní para analizar sus posibles vulnerabilidades; cómo se descubrió la forma de engañarlo y cómo se concibió un virus electrónico que se alojara permanentemente en su interior sin levantar sospechas.
Incluso, en el más puro estilo de Le Carré, un significativo número encontrado en una cadena de código del virus permitió sospechar su procedencia: 19790509. El 9 de mayo de 1979, fue ejecutado en Teherán un empresario irano-israelí, acusado de espionaje a favor de Israel.
La reciente publicación de este episodio de ciberguerra ha hecho saltar las alarmas entre los dirigentes políticos de muchos países que hasta ahora no habían dado la debida importancia a esta cuestión. Un experto británico en seguridad cibernética declaró: “Aunque todavía se desconoce el origen del virus, su complejidad y refinamiento sugieren disponer de tiempo y de recursos muy superiores a los que están al alcance de agentes no estatales”. Y añadió: “Aunque los virus como Stuxnet no son frecuentes y están en la vanguardia de los conocimientos técnicos, debemos considerarlos como la prueba de futuras formas de ataque”.
El director del centro de comunicaciones gubernamentales británico comentó al diario The Guardian: “El ciberespacio es disputado cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Puedo asegurarlo por lo que observo en las pantallas de nuestro centro de operaciones, que reflejan constantes intentos de penetración en sistemas informáticos de todo el mundo”.
Mientras que algunos opinan que la complejidad del caso Stuxnet muestra lo difícil que es organizar un ataque cibernético, otros replican añadiendo que hay medios más sencillos para poner fuera de servicio a un sistema informático nacional. Basta bombardearle con peticiones de información, provocadas por un virus, que saturan la capacidad de respuesta de los servidores. Así ocurrió en 2007, cuando en Estonia bancos, empresas y el mismo parlamento quedaron sin acceso informático durante dos semanas. Es una forma de ataque más barata que la que utiliza cazabombarderos o portaaviones, aducen los que insisten en la peligrosidad de la ciberguerra.
En una publicación del CESEDEN español, también se recuerda que las infraestructuras informáticas de cualquier tipo son unas de las principales vulnerabilidades actuales que convierten al ciberespacio en “uno de los campos de mayor esfuerzo y desarrollo actual en la seguridad y la defensa”.
Publicado en República de las ideas, el 3 de junio de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/06/03 09:51:20.805000 GMT+2
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2011/05/30 10:20:6.564000 GMT+2
Cuando en noviembre del año pasado la Sra. Clinton, secretaria de Estado de EEUU, se reunió con el Sr. Netanyahu, primer ministro israelí, para tratar del conflicto palestino-israelí, la declaración conjunta aprobada y difundida tras la reunión contenía el siguiente texto (traducción de A.P.): "La Secretaria insistió en que 'EEUU cree que, mediante negociaciones de buena fe, las partes pueden acordar mutuamente un resultado que ponga fin al conflicto y que concilie el objetivo palestino de un Estado independiente y viable, basado en las líneas de 1967, con las permutas que se concierten, y el objetivo israelí de un Estado judío con fronteras seguras y reconocidas, que reflejen los acontecimientos posteriores y satisfagan los intereses israelíes de seguridad'".
Pues bien, sin que durante el medio año transcurrido desde entonces ningún acontecimiento crítico haya venido a perturbar el habitual mal entendimiento entre israelíes y palestinos, el mismo Netanyahu se presentó el pasado martes ante el Congreso de EEUU en sesión conjunta (Senado y Cámara de Representantes) para expresar una opinión distinta, ante los aplausos de unos congresistas entusiasmados por su presencia.
Del entusiasmo que Netanyahu suscitó en éstos no quedan dudas: recibió 29 cerradas ovaciones de su audiencia puesta en pie, cuatro más de las que obtuvo el propio presidente Obama en su último discurso sobre el "estado de la Unión". Fueron más intensas tras ciertos párrafos como este: "Israel no tiene un amigo mejor que EEUU y EEUU no tiene mejor amigo que Israel. Estamos juntos para defender la democracia... para hacer progresar la paz... para combatir el terrorismo".
Por supuesto, no aludió a la continuada ampliación de los asentamientos ilegales -a la que Obama con tanta intensidad se opuso en el pasado, sin éxito alguno- sino que, por el contrario, tras afirmar que "Israel nunca volverá a las indefendibles fronteras de 1967" advirtió que "algunos asentamientos permanecerán fuera de las fronteras israelíes", es decir, incrustados en lo poco que quede del territorio palestino.
Todo el discurso se convirtió en un demoledor disparo en la línea de flotación de cualquier proceso de paz imaginable. En algunos momentos, solo como sarcasmo se podían asumir sus palabras, como cuando aseguró: "Seremos generosos respecto a la extensión del futuro Estado palestino". Tras más de cuatro decenios de brutal ocupación de las tierras palestinas y sostenida humillación de su pueblo, la "generosidad" suena ya a algo inverosímil, aunque fue muy aplaudida por los congresistas de EEUU.
Otros fragmentos de su discurso han sido ya rebatidos desde el propio EEUU, por quienes no aceptan la servil sumisión de su Gobierno a la paranoica obsesión por la seguridad que aqueja a Israel. Cuando Netanyahu afirmó: "No necesitan enviarnos soldados americanos: nos defendemos nosotros mismos", la organización Jewish Voice for Peace (JVP, Voz judía por la paz) nos recuerda que Israel es el principal receptor de ayuda militar de EEUU, más de 3.000 millones de dólares al año, gran parte de la cual se invierte en la ilegal ocupación de Palestina. "Israel no se defiende por sí mismo", aclara el portavoz de la JVP.
"No necesitan exportar democracia a Israel; ya la tenemos", dijo también Netanyahu en el Congreso, a lo que JVP responde aduciendo que el 20% de los ciudadanos israelíes de origen palestino están sujetos a discriminación; el 93% de la tierra israelí está reservada a los judíos. Además, en Cisjordania más de dos millones de palestinos viven bajo jurisdicción militar israelí, mientras que los colonos están sometidos a la ley civil ordinaria. ¿Hay democracia cuando un millón y medio de ciudadanos de Gaza viven bajo un bloqueo militar permanente?
Una cerrada ovación acogió las siguientes palabras de Netanyahu: "En Judea y Samaria, el pueblo judío no es un ocupante". A lo que JVP responde interpelándole si sugiere que el Estado judío no se basa en la ley secular sino en la Biblia. ¿Es una teocracia judía lo que ha sido tan bien recibido por el Congreso de EEUU?, se preguntan.
Si en la Asamblea General de la ONU se produce el próximo septiembre una declaración unilateral de creación del Estado palestino, como se pide desde ciertos círculos de opinión, habría que preguntarse quién hará que los soldados israelíes abandonen los territorios ocupados; que entre Cisjordania y Gaza se faciliten vías de comunicación; que Gaza se abra al tráfico aéreo o naval y otros muchos requisitos, consustanciales con la soberanía de un Estado. No será EEUU quien lo apoye. Su Congreso ha dejado bien claro dónde están sus intereses -junto al Estado de Israel- y dónde, por el contrario, solo advierte un molesto y largo conflicto que implica a un pueblo residual, pero cuyas tenaces reclamaciones empañan el panorama internacional y oscurecen la brillantez con la que EEUU desearía seguir siendo el árbitro imperial mientras conserve la fuerza y los recursos necesarios para ello.
Publicado en CEIPAZ el 30 de mayo de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/05/30 10:20:6.564000 GMT+2
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2011/05/27 08:53:47.390000 GMT+2
Si usted, estimado lector, desea ventilar las neuronas y cambiar de asunto tras haberse informado exhaustivamente estos días por los diversos medios de comunicación sobre los datos, opiniones, estudios prospectivos y demás análisis elaborados tras la consulta electoral del pasado domingo, le sugiero aquí mismo un breve ejercicio de evasión.
Busque en Google (ese instrumento internáutico con el que se le supone familiarizado si es lector asiduo de República de las ideas) el siguiente nombre propio: Harold Camping. Casi seguro que, en principio, no le evocará nada, pero es inevitable la sorpresa al constatar que, en una fracción de segundo, ese afamado buscador le dice que ha encontrado en Internet cerca de veintiún millones de referencias a ese nombre.
Naturalmente, usted sabe que, en numerosas ocasiones, muchas de esas citas suelen ser repeticiones de un mismo texto difundido por distintos medios. En todo caso, los más prolíficos y afamados periodistas que habitualmente escriben en estas páginas electrónicas difícilmente llegan al millón de citas. ¿Qué es, entonces, lo que tanta relevancia proporciona al señor Harold Camping para ocupar tan amplio espacio en Internet? La respuesta surge con facilidad de la misma pantalla de su ordenador. Se trata de un pastor evangélico de EEUU que públicamente profetizó que el fin del mundo tendría lugar el pasado sábado, 21 de mayo. Lo hizo a través de su organización religiosa radiofónica Family Radio International.
Desde los más remotos tiempos del cristianismo siempre ha habido personajes que han anunciado a plazo fijo el fin del mundo, basándose en recónditas interpretaciones de los diversos textos tenidos por sagrados. Pero no existía Internet y sus fábulas tenían corta duración en el tiempo y limitada difusión en el espacio. Ahora las cosas han cambiado y la red de redes y las redes sociales que de aquélla han brotado dan publicidad instantánea y casi universal a cualquier asunto. Desde el más elaborado estudio científico hasta la patraña más inverosímil fruto de la mente calenturienta de cualquier alucinado.
La profecía de Camping se difundió rápidamente. Su materialización coincidía curiosamente con el “día de reflexión” electoral de los españoles, aunque aquí no estuviéramos al tanto del asunto. Ese mismo día, los verdaderos creyentes (unos 200 millones, según el visionario) serían abducidos a los cielos mientras un enorme terremoto aniquilaría a los que no habían sido seleccionados para su salvación.
No piense el lector que estamos ante una simple broma como las propias de aquel desaparecido “día de los inocentes”, tantos años celebrado en España. La organización del pastor evangélico invirtió millones de dólares en anuncios radiofónicos y televisivos, pancartas y vehículos publicitarios que anunciaban la llegada del inminente “día del juicio”, dinero que obtuvo de las donaciones efectuadas por sus fieles seguidores al acercarse la fecha fatídica, quienes indudablemente pretendían con sus dádivas reservarse una plaza en el anunciado trasbordo celestial.
Comprobado el fiasco, el predicador se retiró con su esposa a un motel, para intentar comprender lo sucedido, según él mismo declaró. Emergió de su retiro el lunes, explicando por su emisora que Dios, compasivo y generoso, le había hecho ver que concedería a la humanidad cinco meses de prórroga, aplazando el apocalipsis hasta el 21 de octubre: “Fueron unos días difíciles para mí. Revisaba en mi cabeza todas las promesas que Dios me había hecho. Recé mucho: ¡Dios mío, qué ha pasado?”.
Pero como, según Santa Teresa, “Dios está entre los pucheros”, el fallido profeta hubo de atender a las muy terrenales reclamaciones de quienes se sintieron estafados y le reclamaban su dinero. “No puedo dar consejos financieros, -dijo- pero hemos tenido una gran recesión y mucha gente ha perdido el trabajo y la casa y, a pesar de ello, han sobrevivido”. ¡Total – se diría el fracasado profeta – para aguantar hasta octubre no se necesita mucho! ¿Por qué protestan tanto ahora?
Parece difícil aceptar que, en un país aparentemente desarrollado y con cierto nivel cultural, como EEUU, el nivel de credulidad de amplios sectores de la población haga posibles estafas de tal naturaleza. Más todavía, cuanto que, con motivo de este fiasco, se ha sabido que el mismo pastor cristiano perpetró otro timo similar en 1994.
Los fraudes de base religiosa son tan antiguos como la humanidad, sabedores los que se erigen en administradores del más allá del pavor reverencial que sus mitos producen entre las gentes. Pero que en el siglo XXI sigan teniendo valor patrañas no muy distintas a las que anunciaba un alucinado monje del siglo X no permite albergar mucho optimismo sobre el desarrollo progresivo de la humanidad.
República de las ideas, 27 de mayo de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/05/27 08:53:47.390000 GMT+2
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2011/05/20 10:16:58.809000 GMT+2
Las letras de los himnos nacionales suelen ser motivo de discusión en algunos países, sin exceptuar el nuestro, cuya peculiaridad estriba precisamente en que carece de letra oficial, lo que para algunos es causa de preocupación. A la vista de lo que ocurre en otros países esto casi parece una ventaja, como vamos a ver.
Empecemos recordando que las letras de algunos famosos himnos desmerecen bastante de su vibrante partitura. La mítica Marsellesa es un ejemplo de vibrante marcha militar que acompaña a una letra desagradable, como cuando pide que una "sangre impura" - la de los soldados enemigos - "riegue los surcos" de la tierra francesa. Al otro lado del Rin, un cuarteto de Haydn de bella factura pone música al fanfarrón grito de "¡Alemania sobre todos!", en lo que ni siquiera todos los alemanes están de acuerdo, pues ni se tienen por superiores al resto del mundo ni consideran que Alemania deba estar por encima de sus ciudadanos, sino más bien a su servicio.
Limitando estas consideraciones a las letras escritas en nuestro idioma común, hay que constatar que en algunos países latinoamericanos los textos contienen a veces grandilocuentes proclamas que pierden mucho sentido cuando se leen fuera de los solemnes actos donde se entonan. Un argentino comienza su himno con estos compases: “¡Oíd, mortales, el grito sagrado!”, lo que sin duda exige un desmedido esfuerzo auditivo a cualquier persona. Un colombiano necesita abrirlo invocando a la "gloria inmarcesible", adjetivo éste cuyo significado no todos conocen. Y no hablemos de un boliviano cuyo himno comienza apelando "al hado propicio", como si eso fuera materia de conversación habitual.
En otros países, como en México, la guerra se hace presente desde la primera estrofa: "Mexicanos, al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón", aunque limitada a las acciones de la Caballería. O en Honduras, donde desde el principio se recuerda que serán muchos los que mueran luchando por su patria, aunque "todos caerán con honor". Por el contrario, un salvadoreño muestra sus deseos de paz desde la primera estrofa de su himno, donde se asegura que "fue obtenerla [la paz] su eterno problema, conservarla su gloria mayor".
Ahora es también en un importante país de Hispanoamérica, Perú, donde la polémica sobre el himno nacional ha saltado a la calle, pero por otro motivo: se arguye que la letra del himno "daña la mentalidad nacional y crea complejo de inferioridad entre los peruanos". Dejemos que el lector juzgue por sí mismo, reproduciendo su primera estrofa:
Largo tiempo el peruano oprimido
la ominosa cadena arrastró;
condenado a cruel servidumbre
largo tiempo en silencio gimió.
Mas apenas el grito sagrado
¡Libertad! en sus costas se oyó,
la indolencia de esclavo sacude,
la humillada cerviz levantó.
En el Ministerio de Defensa se dio orden de omitirla y de cantar solo la sexta y última estrofa:
En su cima los Andes sostengan
la bandera o pendón bicolor,
que a los siglos anuncie el esfuerzo
que ser libres, por siempre nos dio.
A su sombra vivamos tranquilos,
y al nacer por sus cumbres el sol,
renovemos el gran juramento
que rendimos al Dios de Jacob.
Aparte de la confusión que puede crear en algunos la alusión a un "Dios de Jacob", es evidente que rezuma más optimismo que la primera estrofa. Desconozco si en el citado Ministerio se recomendó también añadir los últimos versos de la quinta estrofa, donde se nos amenaza con un desembarco naval en nuestras playas, quizá para vengar el bombardeo del puerto limeño de El Callao por la flota española en 1866:
Nuestros brazos, hasta hoy desarmados
estén siempre cebando el cañón,
que algún día las playas de Iberia
sentirán de su estruendo el terror.
No es fácil anticipar cómo terminará la polémica peruana, pero el asunto sirve para reflexionar en torno al peso que algunos símbolos ejercen sobre las personas y los grupos sociales, tanto en el plano de los sentimientos nacionalistas (himnos, banderas, guerras, héroes, historia...) como en las agrupaciones humanas apolíticas (ejércitos, religiones, asociaciones, entidades deportivas, etc.). "Los símbolos los carga el diablo", podríamos decir a modo de conclusión, y hay que manejarlos con sumo cuidado, porque aplicar a ellos una estricta racionalidad suele inducir a error.
Escrito por: alberto_piris.2011/05/20 10:16:58.809000 GMT+2
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2011/05/16 20:21:42.590000 GMT+2
En estas mismas páginas tuve la oportunidad de explicar mi apoyo a la intervención inicial de la OTAN en Libia ("Las ideologías ante Libia", 18 marzo 2011), para atender la petición hecha por los rebeldes alzados contra Gadafi, que aspiraban a ser protegidos frente a los violentos ataques gubernamentales mediante una zona de exclusión aérea. Ahora, casi dos meses después, me siento obligado a completar aquel comentario con otras consideraciones, ante el curso que han tomado los acontecimientos desde que las primeras bombas empezaron a caer sobre territorio libio.
Lo que pretendía ser una intervención militar, intensa pero breve, con objeto de evitar que las fuerzas gubernamentales siguieran arrasando las poblaciones sublevadas contra el dictador libio y ensañándose contra sus compatriotas, está derivando en una guerra de desgaste cuya principal víctima es, en su conjunto, el pueblo libio.
Bien es verdad que, en toda guerra civil, hablar en conjunto de "pueblo" es engañoso, puesto que éste se halla dividido y los que antes eran y vivían como compatriotas ahora se atacan recíprocamente como enemigos. Los españoles (uno de los últimos pueblos europeos que se desangró en una larga lucha fratricida) deberíamos tener esto bien presente. También en nuestra Guerra Civil la víctima principal fue el pueblo español en su conjunto, los hombres, mujeres y niños que entonces habitaban nuestra piel de toro, pueblo que además quedó fragmentado entre vencedores y vencidos durante largos decenios tras el final de la contienda.
Todos salieron perdiendo. A unos, el resultado en el campo de batalla les hizo perder hasta el derecho a seguir viviendo en la tierra en la que habían nacido. Otros, los que triunfaron con las armas, sufrieron una seria degradación de sus valores morales, lo que condujo a una cadena de venganzas, ejecuciones e injusticias, que constituyó la sangrienta estela dejada por aquel conflicto. Sin embargo, y como se ha analizado ya más que sobradamente, las responsabilidades generales por lo sucedido no están circunscritas al pueblo español. Otros importantes países intervinieron en el resultado de aquella guerra y sus gobernantes cargan con el oprobio de haber contribuido a agravarla y prolongarla, bien por acción (como los que ayudaron con armas y soldados al triunfo de los rebeldes) bien por omisión (como los que, desde sus atalayas democráticas presenciaron impávidos la destrucción de un gobierno legal). Nadie salió indemne de aquella prueba moral.
Traslademos esto a lo que hoy sucede en Libia. La política internacional, encarnada en esa moderna copia del Senado romano que es el Consejo de Seguridad de la OTAN, decidió dejar manos libres a sus centuriones para que resolvieran la incómoda cuestión libia, toda vez que el emperador de Occidente había decidido no mancharse las manos en lo que desde su trono solo se percibía como una lejana marca fronteriza, apenas influyente en los intereses del imperio. Son, pues, las legiones de Occidente las que controlan el desarrollo de la operación por mar y aire y a ellas cabrá atribuir, en el futuro, toda responsabilidad.
Entre esas legiones hay militares españoles, por lo que nuestro país tampoco podrá eximirse de su fracción de responsabilidad en el resultado final de lo que en Libia suceda. Se han efectuado ya unas 2500 salidas de ataque aéreo contra objetivos libios y la OTAN estima que la capacidad de ataque de las fuerzas gubernamentales se ha reducido entre un 40 y un 50%. Es en estas circunstancias como hay que valorar las recientes declaraciones del máximo jefe militar británico en el sentido de que hay que intensificar y extender el campo de acción de los bombardeos. "Ahora la OTAN no ataca las infraestructuras libias. Pero si queremos aumentar la presión sobre el régimen de Gadafi, hemos de considerar seriamente una ampliación del tipo de objetivos que podemos destruir" - declaró el general Sir David Richards al diario británico The Sunday Telegraph.
Frente a su opinión de que matar a Gadafi en una operación militar estaría "dentro de lo reglamentado", el dictador libio había declarado, en su más puro estilo, que está en un lugar donde "nadie puede alcanzarle". Esta polémica sería grotesca si no se tuviera en cuenta que, mientras tanto, siguen muriendo libios de uno y otro bando y no se ve próximo el fin de la lucha.
El más probable desarrollo de los acontecimientos apunta a una derrota de las fuerzas gubernamentales, que nada pueden hacer, a largo plazo, ante el poder militar de la OTAN. Pero si esto resolviese la cuestión en términos bélicos, nada se habría solucionado en el plano de la política. Los países que ahora apoyan, ejecutan y prolongan la intervención militar no podrán cerrar los ojos ante la responsabilidad de lo que suceda en Libia a partir del momento en que callen las armas occidentales. Todos ellos, todos nosotros, seremos responsables de lo que el futuro inmediato depare al ahora sufriente pueblo libio.
CEIPAZ, 16 de mayo de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/05/16 20:21:42.590000 GMT+2
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2011/05/13 10:46:43.657000 GMT+2
Una pequeña explicación que debo a mis lectores:
En nuestro idioma común, español o castellano, la palabra "ben" ha sido siempre la forma como se ha transcrito el vocablo equivalente que en árabe significa "hijo de".
El constructor de las murallas de Tudela (que aún pueden visitarse) era Ben Yusuf.
El expulsado presidente de Túnez ha sido denominado Ben Alí.
El héroe que encarnó Charlton Heston en una famosa película era Judá ben Hur. Y fue Ben Gurión el primer jefe de Estado israelí.
La lista podría alargarse más.
Pero sucede que en inglés "bin" se pronuncia de modo muy parecido a nuestro "ben" y, por eso, los medios de comunicación de habla inglesa utilizan esa expresión que nosotros aceptamos sumisamente.
Ya tuve que cambiar la Servia que estudié en mis libros de Historia por la Serbia de la que nos hablan las agencias. Me resistiré, mientras pueda, a esta intensa colonización lingüística.
Escrito por: alberto_piris.2011/05/13 10:46:43.657000 GMT+2
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2011/05/13 10:18:49.271000 GMT+2
La súbita eliminación de Ben Laden del pináculo que ocupaba en el organigrama de Al Qaeda no va a plantear los mismos problemas ni producirá efectos comparables en todos los Estados implicados en lo que hoy se entiende como la lucha contra el terrorismo internacional de raíz islamista. Para EEUU y Pakistán, por ejemplo, lo ocurrido estos últimos días va a complicar gravemente sus relaciones mutuas, que ya se hallaban en una difícil tesitura. Lo primero que se advierte es que se ha extendido peligrosamente hasta Pakistán el avispero que el anterior presidente Bush golpeó impulsivamente tras el fatídico 11-S, sin preocuparse por prever las consecuencias que esto traería consigo, como cuando desde muy altos niveles de su Gobierno se amenazó con hacer regresar a Iraq a la “edad de piedra” a base de bombardeos.
En otros países, como es el caso de España, las repercusiones del hecho citado son menos notables, aparte de las habituales declaraciones gubernamentales que, tras un somero análisis de la situación para adaptar a ella los estados de alarma nacional, buscan tranquilizar a la población mostrando preocupación por su seguridad, aunque los españoles no seamos tan propensos a vivir en estados de permanente temor a algo ajeno y hostil, como parece necesitar el pueblo de EEUU para ser debidamente gobernado. En España, con Ben Laden o sin Ben Laden, casi todos sabemos muy bien a lo que nos exponemos, sin necesidad de exageraciones ni alarmismos.
Aún así, merece la pena reflexionar sobre esta cuestión, lo que lleva a preguntarse sobre el previsible futuro de Al Qaeda, tras haber perdido al líder que la creó y la sostuvo durante tres sangrientos decenios. Del mismo modo que, si en España desapareciera del todo ETA sin posibilidad alguna de resurgimiento, ciertos políticos y bastantes organizaciones quedarían sin motivo alguno para continuar sus actividades y tendrían que buscarse otros trabajos y ocupaciones, el enorme mecanismo político y militar que Al Qaeda ha hecho crecer en muchos países occidentales, con el objeto de combatirla, ha generado ya unas pesadas inercias y ha creado nuevos intereses que habrán de encontrar continuidad. Desde el mismo Pakistán, el escritor y periodista Ahmed Rashid, reflexiona así: “Su ideología [la de Ben Laden] de la yihad global y sus actos terroristas han modificado el modo como vivimos, nuestras preocupaciones de seguridad y la forma como dirigimos la política y los negocios, a la vez que ha deteriorado las relaciones entre el mundo musulmán y Occidente; su muerte tendrá también efectos a gran escala. Muchas de las amenazas a la seguridad que ahora afrontamos se harán más sutiles y complicadas que las que Al Qaeda y otros terroristas supusieron en el pasado”.
Es evidente que la anterior cita, apenas aplicable en España, donde ni la política ni los negocios se han visto muy afectados por Ben Laden y sus huestes (sin que esto signifique olvidar la barbarie de los atentados terroristas en Madrid), sí tiene aplicación inmediata, sobre todo en Pakistán. El elemento más crítico de esta cuestión, aunque oculto en la cita reseñada, está claro en la realidad: el armamento nuclear pakistaní. Hay suficientes sospechas de que la presencia continuada de Ben Laden en territorio pakistaní no era del todo ignorada por algunos sectores de sus fuerzas armadas y de sus todopoderosos servicios de información, cuyos intereses no parecen coincidir con los de EEUU ni los demás países implicados en la coalición que ahora combate en Afganistán. Esto lleva a un peligroso e incierto terreno, porque permite poner en duda la existencia de un muro impenetrable entre las armas nucleares y los grupos terroristas.
Es muy probable, aunque él no lo dice explícitamente, que esas amenazas “sutiles y complicadas” a las que Rashid alude sean precisamente el resultado de la combinación, en un mismo país, del terrorismo organizado y el armamento nuclear. La periodista estadounidense Elizabeth Rubin recuerda cómo un diplomático le comentó: “Consideramos a Pakistán como un aliado incierto y a los talibanes como nuestro enemigo; pero creo que lo contrario es más cierto”. Y añade Rubin: “El núcleo del problema está en el arsenal nuclear pakistaní: ¿preferimos que lo controle nuestro enemigo, el ejército pakistaní, o nuestro enemigo talibán? ¿Sabremos alguna vez quién es quién y podremos distinguir entre ellos?”.
Frente a esta seria incertidumbre y en pleno auge del movimiento de rebelión popular en varios países musulmanes, cuyo rumbo está sujeto a variables muy imprecisas, no es fácil prever la evolución de Al Qaeda tras la eliminación de Ben Laden. Es de creer que habrá una lucha por el poder entre sus cuadros superiores, cuyos contactos y relaciones se verán dificultados por la presión militar de los aliados y su control de las comunicaciones. Al Qaeda ha ido evolucionando desde una jerarquización rígida hacia algo más indefinido, hasta el punto de funcionar como una “franquicia” que a cambio de proporcionar ideología obtiene operatividad. Por eso su adaptación a nuevas circunstancias puede ser más fácil y, por tanto, más peligrosa para Occidente. La semilla de la yihad global ha arraigado en muchos pueblos musulmanes y para arrancarla harán falta otros procedimientos distintos a los comandos de élite que asesinan dirigentes terroristas pero no son capaces de arrasar el terreno donde nace y crece el terrorismo.
República de las ideas, 13 de mayo de 2011
Escrito por: alberto_piris.2011/05/13 10:18:49.271000 GMT+2
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