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2017/07/16 08:00:00 GMT+2

Xalba Ramírez entrevista a Ainara LeGardon sobre la SGAE

El pasado miércoles, 12 de julio, dentro de la Feria del Libro y del Disco de Donostia, Kaxilda organizó un encuentro para presentar el libro SGAE: el monopolio en decadencia. No pudieron invitar al autor foráneo (David García Aristegui vive en Madrid y la Feria no parece que cuenta con demasiado presupuesto), pero sí que estuvo la autóctona (Ainara LeGardon, bilbaina que ahora vive en Irun). Como introductor de la cuestión y guía del debate un artista polifacético como Xabier Erkizia.

La charla dio mucho de sí y se prolongó más de dos horas (yo me fui un poco antes). He leído algo más de cien páginas del libro y es una obra recomendable, porque además de hablar con sencillez y rigor de estas cuestiones, sirve también para hacer una lectura autocrítica de lo que hemos tragado en este ámbito. Utilizan, por ejemplo, el término cibereuforia para definir ese estado en el que yo me reconozco unos años atrás.

Termino la introducción con un dato sobre Teddy Bautista que aparece en la página 104: "Ahora mismo disfruta de una pensión mensual vitalicia de 26.269 euros, aprobada en la época en la que Bautista ejercía el control total del Consejo de Dirección, y que SGAE no fue capaz de anular".

La revista Argia ha publicado en el número de esta semana una entrevista con Ainara hecha por Xalba Ramirez ("SGAEk bazkide ez direnen izenean kobratuz 17,5 milioi euro irabazi zituen 2015ean").

Mientras traducía el texto, me acordé de este intercambio de cartas de noviembre de 2002 en El Mundo entre Javier Ortiz y el jefe de prensa de la SGAE, Fernando Neira: Correspondencia SGAE-Javier Ortiz.

Ainara LeGardon: "Cobrando en nombre de no socios, la SGAE ganó 17,5 millones de euros en el 2015"

La música Ainara LeGardon (Bilbao, 1976) y el experto en propiedad intelectual David García Aristegui (Madrid, 1974) han escrito de manera sencilla sobre ese embrollo que son los derechos de autor en el libro que recientemente han publicado con Consonni: SGAE: el monopolio en decadencia. Dieron inicio a su gira de presentación con la detención de dieciocho miembros de la SGAE en la operación "Rueda". En estos tiempos de cambio en el mundo de la producción cultural y de la distribución, su aportación es imprescindible.

Ainara Legardon y David G. Aristegui: foto de Rafa Rodrigo

Autor de la foto: Rafa Rodrigo.

Xalba Ramirez: Os habéis pasado más de dos años investigando para publicar un libro sobre la SGAE. ¿Resulta tan complicado entender cómo funciona? ¿Por qué?

Ainara LeGardon: Lo que ha durado dos años ha sido el proceso de escritura, pero la investigación la iniciamos con otros trabajos previos: ¿Por qué Marx no habló de copyright? de David y mi trabajo académico titulado Otro modelo es posible. Por lo tanto, podemos decir que este libro comenzó hace cuatro años.

Entender el enrevesado mundo de la propiedad intelectual es difícil y resulta más complicado comprender el modelo de gestión de la SGAE. Antón Reixa, exdirector de la entidad, nos dejó una gran reflexión cuando lo entrevistamos para el libro: “Lo justo tiene que ser explicable”, decía. Y nos dijo que los técnicos de la SGAE le tuvieron que poner dieciocho veces el mismo Powerpoint para que entendiera cómo se repartía el dinero de las televisiones.

X. R.Solo el canto del gallo no paga derechos" dice la SGAE. ¿Cómo recauda y reparte el dinero?

A. L. Se podría responder a esta pregunta con otro libro. Resumiendo, voy a repetirte la frase que le escuché a un socio: la SGAE recauda como un Ferrari, pero reparte como un carro (de bueyes). La mala fama de la entidad se debe a sus ansias de recaudar y el eslogan citado así lo demuestra. La SGAE no debe recibir más, sino mejor. Y, sobre todo, repartirlo de una manera más eficiente y correcta.

Identifica las obras después del cobro. Y es una pregunta que se le ocurre a cualquiera: ¿entonces cómo sabe que le corresponde su recaudación? Eso es lo que David define como "primero dispara y luego pregunta".

Como las tarifas se aplican en virtud de la disponibilidad y no de su uso efectivo, hay tantos derechos no identificados pendientes en la caja negra. Es decir, un bar paga por poder usar las canciones que están en el repertorio de la SGAE, no por ponerlas. A continuación, la identificación no se hace como es debido y, por ello, no le llega a los propietarios de los derechos lo que les corresponde.

X. R. ¿Qué pasa con el dinero recaudado en nombre de quienes no son socios? ¿Pueden renunciar a esa recaudación?

A. L. Si a los cinco años del momento de la recaudación los autores no han reclamado, esos derechos prescriben y pasan al activo de la entidad. Muchos autores, por razones diversas, no quieren ser miembros de la SGAE y renuncian irremediablemente a sus derechos.

Resulta paradójico, porque la legislación determina que hay unos derechos de gestión colectiva obligatoria –es decir, que solo se pueden hacer a través de entidades como la SGAE–, pero ser socio de la entidad es voluntario. Así, se cobra en nombre de personas no socias y se engordan los números creando un círculo vicioso. Los derechos pendientes de “identificación” prescritos el 2015 supusieron 17,5 millones de euros.

X. R. Casos de corrupción, los excesos del Canon... ¿La decadencia de la SGAE es algo que está pasando realmente o es una simple opinión?

A. L. En el libro hablamos de la decadencia de su monopolio y creemos que eso es un dato objetivo. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia la ha multado por los excesos cometidos a la hora de fijar las tarifas. Desde Europa se deja vía libre a las asociaciones de gestión independiente a través de la Directiva 2014/26/UE relativa a la gestión colectiva de los derechos de autor; estos últimos años han surgido alternativas como DAMA o EKKI… las razones son muchas. Pero ahora mismo, más que nunca, además de en su monopolio, percibimos su decadencia en su propia estructura y en el modelo de gestión.

X. R. Vuestras principales críticas son la falta de transparencia y la falta de adecuación a nuevos modelos de gestión. ¿Qué se puede hacer?

A. L. Entre las cosas que proponemos en el libro está la de dar una mayor capacidad de decisión a los socios, dejar a un lado el sistema de tarifas por disponibilidad y fijar tarifas por el uso efectivo –algo factible con la tecnología actual–, hacer verdaderos esfuerzos para que lo que queda en en la caja negra de los derechos “por identificar” llegue a las personas debidas –cantidades que la SGAE no sabe a quien repartir porque los autores no han sido identificados o no son miembros de la entidad–…

X. R. De todas maneras, algo positivo sí que habrá, ¿no?

A. L. Por supuesto. Las entidades de gestión colectiva nacieron para gestionar los derechos de autor y poder cobrar por ello. En el caso de las obras musicales, por la capacidad de difusión que poseen, es muy difícil que los autores puedan hacer un seguimiento de su propia obra. Piensa qué sería andar preguntando de emisora en emisora, de bar en bar, de sala en sala... Estas entidades son necesarias para facilitar ese trabajo.

El problema se da cuando autores y editores están en la misma entidad, porque tienen intereses contrapuestos. Recientemene hemos visto en el "Caso Rueda de televisiones" como hay vacíos legales que permiten grandes desequilibrios; se busca el enriquecimiento de unos cuantos autores y editores, y eso conlleva poder político –cuanto más generes en la SGAE, más votos tienes–.

Volviendo a las cosas buenas, hay una parte de las ganancias que está dirigida al sistema asistencial, a la difusión y promoción, a la organización de giras y producciones discográficas, por ejemplo. Además, hay ayudas para comprar gafas graduadas y audífonos y para frenar desahucios de socios.

X. R. La SGAE recauda por todo el repertorio, incluso para el que tiene licencias Creative Commons. Con este tipo de licencias, ¿el autor puede recibir la parte correspondiente a sus derechos?

A. L. El conflicto es claro: la SGAE no acepta licencias libres, ni en el caso de las cláusulas no-comerciales. Pero ahí radica el problema: como cobra por disponibilidad, cobra por repertorio que no gestiona, incluido el de autores que usan Creative Commons. Por tanto, si el autor desea cobrar el dinero que le corresponde, debería hacerse necesariamene socio de SGAE y está claro que ambas situaciones son incompatibles.

La obligatoriedad de los socios de declarar todo su repertorio en SGAE y la actitud de no aceptar licencias libres impiden que los creadores puedan tomar decisiones libremente.

X. R. Estos últimos años, ha cambiado mucho la manera de consumir música y la mayoría lo hace por internet y a través de plataformas en streaming. ¿Cómo se recauda aquí?

A. L. Los flujos de pago de la industria musical on-line son especialmente complejos. Las plataformas no tienen fijado de manera nítida el reparto de los derechos y royalties. Eso sí, a los productores siempre les llega más que a los autores.

El Libro Blanco de la Cultura ofrece datos significativos: de los 9,99 euros de suscripción de una plataforma, solamente se destinan para los artistas 0,46 euros. Las discográficas reciben 4,58 euros y solo se destina un euro a los autores –para su reparto entre editores y autores–.

Eso en plataformas como Spotify. De todas maneras, el dato más significativo lo obtuvimos al investigar el funcionamiento de YouTube. Hay un acuerdo confidencial entre la SGAE y YouTube, un acuerdo que no pueden conocer los autores. Por tanto, los autores no podemos saber cuánto reciben por nuestros trabajos. Según nuestras fuentes, ni siquiera la Junta Directiva de la SGAE conoce el contenido de ese documento: únicamente el Consejo de Dirección.

X. R. En el libro habláis de alternativas como EKKI. ¿Cuál puede ser su evolución?

A. L. La SGAE siempre ha salido ganadora en la pelea por su monopolio. A comienzos y a mediados de la primera década del siglo XXI, hubo dos tentativas que no tuvieron éxito. La primera fue DAMA (Derechos de Autor de Medios Audiovisuales), impulsada por ALMA, sindicato de guionistas. Ahora ha vuelto a pasar en el País Vasco con el nacimiento de EKKI.

El modelo que proponen tanto EKKI como DAMA es totalmente diferente: para empezar, su principio es "un socio, un voto" –dejando a un lado la recaudación– y cobran sus tarifas por el uso efectivo y no por la disponibilidad.

EKKI está en un momento muy inicial, organizando seminarios informativos, formando y atrayendo a nuevos socios. DAMA se pasó cinco años buscando dinero antes de echar a andar, superando las presiones y los juicios a iniciativa de la SGAE. Esperemos que EKKI pueda comenzar a funcionar antes. Tal y como nos dijo Anari, “su gran ventaja es que tienen muchísimo margen para mejorar lo que hay […] Una pequeña brecha puede abrir toda la roca”.

Escrito por: iturri.2017/07/16 08:00:00 GMT+2
Etiquetas: xalba_ramírez sgae traducciones derechos_de_autor argia ainara_legardon | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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