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2020/05/17 10:15:00 GMT+2

No sabes lo que es el Coronavirus hasta que lo tienes cerca

Esta mañana dominguera he traducido al castellano la entrevista que Paulo Ostolaza, periodista de Berria, hizo hace unos días a un enfermo de COVID-19 (Jesus Mari Gabilondo, 69 años) y a su hija (Nahikari Gabilondo, 42). No añado nada más.

Enlace al original en euskera: «Gertu izan arte ez dakizu zer den koronabirusa»

No sabes lo que es el coronavirus hasta que lo tienes cerca

Jesus Mari Gabilondo ha pasado 40 días ingresado en el Hospital Donostia tras enfermar de coronavirus. 25 de ellos los ha pasado en la unidad de cuidados intensivos. Aún no puede abrazar a su familia, pero se siente «como si hubiera vuelto a nacer». Le preocupa que los ciudadanos hayan perdido el miedo al COVID-19: «No es una gripe».

«Mi mujer y yo no nos ponemos nunca la vacuna contra la gripe, pero nos dijimos: si esto es una gripe, tendremos que ponérnosla. Primero enfermó ella y después yo; me sentía cansado y, al poco tiempo, me di cuenta de que tenía fiebre. Llamamos al médico por precaución. Vino una ambulancia a casa; me llevaron a San Sebastián y luego ya no me acuerdo de nada: me durmieron». Era un día de marzo en Zarautz (Gipuzkoa); en ese momento comenzó una estancia de 40 días en el Hospital Donostia, de los cuales 25 fueron en la unidad de cuidados intensivos.

Jesus Mari tiene 69 años y su hija Nahikari 42. Han hablado con Berria, vía Internet, sobre lo vivido estos dos últimos meses. Ya han pasado varios días desde que Jesus Mari regresó a casa, pero todavía habla así (por Internet) o desde el balcón con sus hijos y nietos: «Me encantaría darles un abrazo a mis nietos, pero me parece que todavía no ha llegado el momento». Ahora, le preocupa que los ciudadanos hayan perdido el miedo al coronavirus, porque «no es una broma».

Cuando llegó al hospital, Gabilondo ya tenía los dos pulmones afectados y le tuvieron que sedar e ingresarlo en la UCI. Llevaba ocho días con fiebre y estaba más grave de lo que pensaba. Nahikari tiene estudios de enfermería y, cuando llevaron a su padre al hospital, le avisó de que probablemente tendría que quedarse allí un par de días. Sin embargo, no creía «en absoluto» que fuera a ingresar en la UCI. Fue su madre quien le dio la noticia: «Me dijo que había hablado con mi padre. Que tenía el oxígeno bastante bajo y que lo habían metido en la UCI. Entonces lo durmieron para darle oxígeno y le dijo a mi madre que le llamaría al día siguiente. Enseguida le vi las orejas al lobo... Llamé a un médico amigo y este me confirmó que mi padre no llamaría al día siguiente. Me confesó que no sabía lo que iba a pasar». La tasa de mortalidad en la UCI de San Sebastián en aquel momento era del 0%, pero los primeros casos de coronavirus acababan de llegar. En las UCIs de China, morían alrededor del 40% de los pacientes.

EL MARATÓN

Para Nahikari, los días en los que su padre estuvo en la UCI fueron los más duros. Resume el «desorden de sensaciones» vivido en dos palabras: «Soledad y miedo». Mientras su padre estaba sedado en el hospital y conectado a un ordenador, le dejaron claro que no podía visitar a su madre. «Estaba con una ansiedad tremenda, asustada, mal, pero tenía a mi marido y a mis hijos en casa. Mi madre estaba igual, pero sola y enferma», ha explicado la hija.

Pero desde el principio sabían lo que les venía encima. El médico les dijo: «Esto va a ser un maratón: preparaos. Pueden pasar entre diez y quince días hasta que se despierte». El único contacto oficial que mantenían con el hospital era la llamada que Nahikari recibía al mediodía, pero los primeros días no le daban mucha información porque no había cambios. «Es muy dura esa falta de información, porque quieres recibir la noticia de que está bien, pero no llega».

Sin embargo, reconoce que han tenido suerte porque tienen un amigo íntimo trabajando en la UCI. Le llamaba varias veces al día, más que para informarle para tranquilizarla: «Tenemos también enfermeras cercanas a la familia, y ellas han sido nuestros ojos y nuestras manos».

EL CUIDADO

Mientras su padre permanecía en el hospital, la hija se encargó de ejercer de mediadora entre el hospital y la familia. Señala que quizá eso haya sido lo más difícil: «Yo tenía que informar a los demás y también me correspondía tranquilizarlos. No tenía otra opción que ser fuerte y sacar fuerzas de donde no había».

Habló con su madre durante horas: «Además, lo hice de cosas sobre las que no solemos hablar: de sentimientos, del miedo, de la soledad...». Para llevar la situación lo mejor posible, decidieron no alejarse demasiado de la realidad y asumieron desde el principio lo que podía ocurrir. La hija le decía a su madre: «Pase lo que pase, somos una familia muy unida y tiraremos para adelante». Sin embargo, no le daba toda la información disponible -la madre lo ha sabido ahora-: con el beneplácito de los médicos, se guardaba algunas cosas para sí.

LOS MIEDOS

Nahikari resume esta sensación en una conversación que mantuvo con sus hijos: «Me preguntaban si el abuelo iba a morir y, por supuesto, yo no podía decirles que no. Les expliqué que el abuelo lucharía y que los médicos harían también todo lo posible». Entonces, los niños le preguntaron qué podían hacer: «¿Nosotros? Ahora no podemos hacer nada más que apoyar a la abuela».

En el confinamiento los funerales han estado prohibidos. Aunque Nahikari ya había vivido esa experiencia previamente por la muerte de una tía de su marido, le asustaba mucho perder a su padre de esa manera: «No podríamos decirle adiós como se merecía, no podría abrazar a mi madre, tendría que estar a dos metros de mi hermano...». Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que estaban viviendo quienes pasaban el coronavirus: «Por eso la gente no se lo toma en serio, porque no ha tenido ningún caso cercano. Tener la muerte a la puerta de casa te cambia el punto de vista».

EL PROCESO DE CURACIÓN

Padre e hija destacan la humanidad de las trabajadoras y de los trabajadores del hospital: «Ellos también han sufrido, porque ven que los familiares no podemos estar allí y porque tampoco ellos pueden dedicar el tiempo necesario a los pacientes».

Jesus Mari Gabilondo ha tenido como compañeros de habitación a otros tres hombres enfermos de COVID-19. A su salida de la UCI, lo trasladaron a la «planta infectada» -allá donde se encuentran pacientes que aún no han dado negativo- y compartió habitación con un hombre de 45 años «que estaba hecho un cisco». Este hombre «estaba intubado, era tratado por psicólogos, tenía fiebre y los médicos no podían quitársela».

Cuando dio negativo en el test PCR, compartió habitación con otro hombre de 43 años. «Había perdido 23 kilos. Había sufrido un trombo mientras estaba en la UCI, le daban anticoagulantes, tuvo una embolia y, cuando todo parecía ir bien, un ictus». Jesus Mari quiere remarcar las consecuencias del coronavirus: «Los médicos nos han dicho que no saben lo que nos puede pasar».

LAS VIVENCIAS

Comentó sus delirios, consecuencia de la medicación, con sus compañeros de habitación y se dieron cuenta de que todos habían tenido sueños similares: «Todos habíamos soñado que nos secuestraban». Él, «afortunadamente», era consciente de lo que le había pasado, de la realidad, pero no lo eran sus compañeros. Una de las principales labores de los psicólogos hospitarios consistía en aclarar ese punto a los pacientes.

Jesus Mari está anotando todo lo vivido y soñado, porque los médicos le han dicho que se lo preguntarán más adelante. «Casi ni saben lo que nos han dado», dice sonriente. «Lo único que querían era que saliéramos vivos».

También relata más detalles de los días de hospital, como lo que le pasó una noche al compañero que sufrió un ictus con un médico asistente: «El asistente le preguntó qué le pasaba y el paciente le explicó que tenía miedo. Entonces el otro le respondió: ¿quieres que lloremos juntos?» Se acostó a su lado veinte minutos y lloraron juntos. «El personal del hospital lo ha dado todo y hay que valorar ese trabajo».

Al volver a casa, Jesus Mari sintió «una gran tranquilidad». Pero todavía anda con tiento. Su hija le controla diariamente la tensión, los latidos del corazón, la fiebre, etc. «Porque todavía tenemos ese miedo». Su padre tiene las defensas bajas aún, pero está «tranquilo» y tiene claro lo que tiene que hacer. «Me lo tomo como si hubiera vuelto a nacer y tengo que aprovechar la vida».

LAS PREOCUPACIONES Y LOS AGRADECIMIENTOS

Sin embargo, ahora a los Gabirondo les preocupa lo que ven desde la ventana. Ven que la gente ha perdido el miedo al virus y, «aunque solo sea por respeto a los demás», piden a la ciudadanía que se atenga a las normas, que respete los horarios establecidos y que mantenga las distancias. Según Nahikari, «coger el virus es fácil, lo podemos coger sin darnos cuenta y las consecuencias que puede acarrear son tremendas».

Jesus Mari critica también la actitud de los políticos, porque considera que no basta con tener camas vacías en los hospitales. «Los ponía a trabajar un día entero en el hospital para que vean el trabajo que están haciendo los médicos», dice con rabia. «Tendrán camas, pero los médicos están cansados, sin vacaciones y trabajando más horas de las debidas».

Nahikari también agradece el apoyo recibido tanto dentro como fuera del hospital. «Ha sido tremendo. En particular, quiero agradecer al personal del hospital su profesionalidad, así como al padre de una persona de mi cuadrilla su actitud con nosotros; durante este tiempo ha sido como un padre para mí y como un abuelo para mis hijos. Quiero dar las gracias también a todas las personas que han enviado mensajes para decirnos que estaban a nuestro lado»

Escrito por: iturri.2020/05/17 10:15:00 GMT+2
Etiquetas: nahikari_gabilondo berria paulo_ostolaza jesus_mari_gabilondo covid19 traducciones | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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