Escribo estas líneas la víspera del decimotercer aniversario de tu muerte. Se dice fácil.
Releo despacio y marco las sílabas: de-ci-mo-ter-cer a-ni-ver-sa-rio. Añado muer-te. Trece años tiene mi sobrina más joven. Ella nació unos meses antes de tu fallecimiento.
Miro cuantas entradas tiene la etiqueta dear_jor. 19 textos antes de etiquetar esta carta que estoy escribiendo ahora. La última entrada es del 1 de mayo de 2018. Por aquel entonces ya había comenzado a releer tus columnas, apuntes y textos que dieron lugar al libro publicado en abril de 2019:Javier Ortiz, talento y oficio de un periodista.
En la primavera de 2009, Ibarretxe dejó de ser lehendakari y tomó su relevo Patxi López. En Madrid gobernaba Zapatero y Juan Carlos I era el rey. Hoy el PNV manda en Vitoria, el PSE-EE hace de muleta de Urkullu y los socialistas están en un gobierno de coalición con Podemos en Madrid. No sé dónde estaba entonces Pablo Iglesias, ni a qué se dedicaba Ayuso.
Desde esta esquina del mundo occidental, las dos cosas más gordas que nos han pasado recientemente son la pandemia de la covid-19 (parece que en esta parte hemos decidido pasar página ya; sólo espero que no sea en balde) y la invasión rusa de Ucrania del 24 de febrero de este 2022. Hay una tercera que nos va a dar más quebraderos de cabeza que las dos anteriores (aunque nunca se sabe): la crisis climática.
Me gustaría tenerte opinando, ahora y siempre, pero eso ya no es posible. Hago un esfuerzo para recordar tu número de teléfono, pero se me ha olvidado. Estaría bien llamar y ver a quién pertenece ahora. Sólo nos queda releerte.
Hablando de leer y releer, creo que cada vez leemos menos en Internet ("habla por ti", que diría una persona cercana). Me da que las redes sociales (creo que no salseaste en Twitter ni en Facebook) tienen mucho que ver.
Hay momentos en los que pienso que debería cerrar este blog, pero siempre me viene a la cabeza que soy hijo de una Internet que va camino de desaparecer: aquella de los grupos de correo como la Patera y esta de los blogs. Y entonces me digo que no está mal tener un rincón soberano en el que poner cuatro letras de vez en cuando.
Y hoy las líneas te las dedico a ti.
Te echo mucho de menos. Te echamos mucho de menos, querido.
Después de leerlo, lo he retuiteado y no le he dicho nada. No porque no le haya dado vueltas al asunto: no sabía qué decirle.
Más tarde he decidido traducirlo. Si lo leéis, es porque ha dado su permiso para que aparezca en castellano por aquí.
Un beso para Aintzane y otro para Eneko.
Este miércoles le he hecho croquetas para cenar a Eneko. Cuatro croquetas. Es lo que dice el calendario de cenas que él mismo elaboró.
Este pasado sábado, sin embargo, nevó demasiado en Aralar y el camión quitanieves no pudo pasar.
Y eso es un problema enorme para las croquetas de los miércoles. Porque, como el camión no pudo pasar el sábado, tras tirarse toda la tarde esperando con su padre en Baraibar, Eneko me hizo una llamada importante.
"Ama" –dijo – "tengo que pedirte una cosa importante: hoy no he podido subir a Aralar y, por tanto, el miércoles TENGO que venir con mi padre. ¿Me dejas no ir a la piscina el miércoles?"
Yo que sí, y él: “y luego, como iré tarde a casa, no hagas la cena, cenaré un bocata con mi padre y cantaré durante cuatro horas cuando llegue a casa".
No tiene sentido, lo sé, para mí no tiene sentido. Pero él funciona así, y para qué discutir si no llegamos a ningún acuerdo, eso sí que no tiene sentido.
Sin embargo, hoy no he recordado la conversación y le he preparado unas croquetas. Él estaba cantando en su habitación, pero pensaba que querría cenar más tarde. Y me he acostado.
Nos ha despertado a eso de las 12:30, con una de esas crisis de ansiedad y enfado que suele tener. Gritando, con violencia.
“Ama, me cuidas mal, muy mal, me has hecho croquetas, y me las he comido, y tengo hambre, y ansiedad, y mañana lo pasaré muy mal, y has actuado muy mal”.
Todo eso chillando, a grito pelado, dando golpes, un escándalo. No es la primera vez, sucede habitualmente. Pongamos que cada quince días.
Mientras, el vecino de arriba golpeaba el techo. Tampoco es la primera vez. Le suele enviar a mi marido, por guasap, mensajes del tipo “es la última vez”. A mí no me los manda. Como soy mujer, ¿le escribe a mi marido porque él se comunica entre iguales? Pero mi marido no es el padre y yo sí soy la madre de Eneko. Quizá no se atreve conmigo.
Al cuarto de hora, más o menos, cuatro ertzainas han llamado a la puerta. Alguien les ha abierto el portal. El vecino de arriba, claro. Esto sí es la primera vez que lo hace. Hasta ahora nos ha amenazado, pero no les ha llamado nunca. Hoy sí.
Al ver a los ertzainas, Eneko se ha asustado y se ha callado. Nos han pedido los DNIs, el mío y el de Eneko, y nuevamente he tenido que dar explicaciones como madre de un crío con autismo, y he tenido que darle mi número de teléfono al ertzaina.
Le he pedido a Eneko que les explicara a los ertzainas qué ha pasado.
“Diles lo que ha pasado, Eneko”.
“Es que mi madre me ha hecho croquetas para cenar, y ella sabía que no debía hacérmelas”.
La cosa también puede tomarse a risa.
Una pregunta para vosotros que sabéis: “vivo lo que me hace mi vecino como algo violento. ¿Tiene eso sentido? ¿Tendría sentido denunciarle?”…
Ha pasado un tiempo, pero antes de que se me olvide quiero dejar por escrito aquí que los pasados 15 y 16 de marzo estuvo en Lugaritz, dentro de dFERIA, el espectáculo Makers de L´Alakran. Yo me acerqué a verlo el día 16.
Una pareja en escena. Uno de ellos era Juan Loriente. No conocía al actor cántabro. Sí que conocía al otro, y por eso me acerqué a Lugaritz.
Se trataba del irunés Oscar Gómez Mata. Hoy día es director de la compañía L'Alakran, pero sus inicios fueron con Legaleón-T.
¿Lo conocía por dedicarse al teatro? Sí y no. En un principio, lo conocí porque es de mi barrio. Cinco años más viejo, está a punto de superar la barrera de los 60 tacos, y lleva ya media vida en Ginebra, Suiza.
La víspera, en la rueda de prensa, tuve la oportunidad de charlar con él un rato.
Comenzaron haciendo teatro de calle a las puertas del centro (ambos llegaron en bicicleta), continuaron en el interior y, finalmente, se subieron al escenario. Es una obra con muchas capas: hay risa y hay momentos serios, incluso en los que se escapan lágrimas... Vamos, como la vida misma. Tal y como dice Oscar, estos dos "clowns metafísicos" hacen una obra que va de dedicatorias.
No sé si cabe en esta categoría, pero la última vez que vino a Lugaritz, hace casi 20 años, le quemaron la furgoneta. ¿Por qué? El vehículo tenía matrícula francesa y se ve que a los chavales les sobraba algún cóctel y no se les ocurrió mejor idea que darle salida con la furgoneta de los titiriteros, dijo más o menos Oscar, con el tono humorístico que da el paso del tiempo.
La obra supera las dos horas y yo os recomiendo que, si tenéis la oportunidad de hacerlo, vayáis a verla. Por ejemplo, el 12 de junio estarán en Errenteria (Gipuzkoa) en la programación de Eztena.
Escuché esta declaración de Muzdha en un podcast que oí este martes. No es de ahora: es de octubre de 2021. Dirigido por Hibai Arbide y Adriana Cardoso, el programa se llama La Internacional y se emite una vez al mes en Radio Primavera Sound. Este en concreto estaba dedicado a Afganistán y el eje del mismo era una entrevista a la también periodista Olga Rodríguez. Podéis escuchar a partir del minuto 9 a Candela Malmierca poniendo voz al texto de Muzdha.
Me llamo Muzdha
Me llamo Muzdha, nací en Afganistán, tengo 16 años, y si no hubiera escapado de mi pueblo probablemente ahora estaría casada por la fuerza con un talibán. Es lo que le pasó a mi tía.
Cuando los talibanes conquistaron nuestro pueblo, les secuestraron, y desde entonces es la esposa de uno de ellos. Los talibanes no conquistaron Afganistán en agosto de 2021, como la gente cree: lo conquistaron durante largos años mientras los soldados de Estados Unidos no lo impedían, y al resto del mundo le daba igual.
Cuando el avance talibán era imparable, mi padre Dilawar y mi madre Shafika no quisieron arriesgarse a que nos ocurriera lo mismo que a mi tía.
Tengo cuatro hermanas (nota: no sé si he escrito bien sus nombres): Palwasha, de 20 años, Marwa, de 11, Jadiya, de 10, y Jushgu, de 7. Llegamos a Grecia en 2019. Arriesgamos la vida en el mar, como tantos otros, para cruzar en una pequeña lancha desde Turquía hasta la isla de Samos. Era la primera vez que veíamos el mar en nuestra vida, pero no fue lo más peligroso del viaje. La parte que no se ve desde Europa es mucho peor, como dice siempre mi madre. Cruzar todo Irán en coche fue muy incómodo, pero lo realmente grave empezó en la frontera entre Irán y Turquía.
Para evitar los controles de la policía y de los militares turcos, subimos y bajamos montañas durante una semana. Un amanecer, dos de los guías se empezaron a pelear, pues ambos querían ser los jefes del convoy. El ganador de la discusión apuñaló al otro delante de mis hermanas pequeñas, y después nos ordenó que le siguiéramos caminando.
En Turquía solo estuvimos quince días, pero esas dos semanas nos van a arruinar la vida. La nueva Ley de Asilo en Grecia, aprobada en mayo de 2021, declaró a Turquía país seguro. Eso significa que ahora deniegan todas las peticiones de asilo si has llegado a Grecia desde Turquía. No hay otra forma de llegar.
Mi familia llevamos esperando años en un campo de refugiados a que resuelvan nuestro expediente. El Gobierno griego ha retrasado deliberadamente las resoluciones hasta la aprobación de la ley para poder rechazar todas las peticiones. Y nos han dicho que como en la nueva ley se considera a Turquía país seguro, tenemos que volver a Turquía, por las buenas o por las malas.
Aún no han comenzado las deportaciones masivas de Turquía, pero por miedo a ser deportados, muchos de nuestros vecinos se han ido del campo de refugiados. Quieren cruzar a pie los Balcanes y llegar al centro de Europa como en 2015, pero en 2015 no había tantas vallas y controles fronterizos. No saben si el recorrido es posible, pero tienen miedo a ser los últimos.
Yo estaba feliz porque por fin había vuelto al cole después de tanto viaje. El año pasado aprobé todo con buena nota. Cada vez hablo mejor en griego. Creía que me iba a quedar aquí a vivir.
Ahora no sé si este es mi último día en el instituto.
Solidarité
Parece que ya hemos pasado la página de Afganistán, porque la intervención criminal de Putin ha puesto en primer lugar el conflicto ucraniano-ruso, pasando el resto de guerras y conflictos armados a un segundo plano. Si no recuerdo mal, en este momento son más de ochenta las guerras que hay a lo largo y ancho del planeta.
La invasión del 24 de febrero me ha bloqueado. Por tanto, entiendo perfectamente que a otras personas les haya pasado lo mismo.
Hace unos días me hablaron del caso de un afgano treintañero que, después de varios años en Rusia, está en situación irregular tras negarle las autoridades locales el asilo a finales de 2021. Corre riesgo de ser deportado a su país natal, lo cual es casi una condena a muerte. Espero que eso no suceda y pueda ser acogido en algún país europeo.
En el programa arriba citado, escuché una canción que se me ha pegado. Se llama Solidarité y es de un álbum conjunto de 2017 llamamdo Lamomali de M (Mathieu Chedid) más Toumani y Sidiki Diabaté.
La Real se ha pegado un tiro en el pie. ¿Sí o no a la música en directo en los partidos de fútbol? No.
1.- La Real Sociedad decidió a comienzos de temporada programar música en directo en varios de los partidos del primer equipo masculino en Anoeta. Se optó por un par de músicos vascos (Gorka Urbizu, Xabi Solano), el Orfeón Donostiarra y una banda de versiones, si no recuerdo mal.
2.- A la Real le cuesta moverse en los actos que hace en el campo y que van más allá del fútbol: saques de honor, entrega de medallas, otros reconocimientos...
3.- Decidí darles una oportunidad con esta programación de música en directo. He de decir que ahora que oímos música en cualquier parte, prefiero disfrutar de la música en directo en los espacios culturales al uso: teatros, escenarios, clubs pequeños... Por ejemplo, no me gustan los festivales.
4.- Dije basta el día de la eliminatoria de Copa contra el Betis. Todos estos días no le he pillado el punto a la música, porque los partidos de fútbol tienen otros ritmos: entrar al campo, ver cómo calientan los equipos, charlar de manera distendida con las y los colegas, ver cómo calientan la grada los aficionados más ruidosos... Y ahí la música me sobra, especialmente cuando está a un volumen atronador (como fue el día del Betis).
5.- Gatibu. Hay que ser torpe para programar una banda cuyo líder es seguidor del Athletic diez días después del derbi.
6.- Me resulta cansino ver en Twitter a seguidores de ambos equipos enfrentándose de mala manera una y otra vez. Si al menos tuvieran gracia para meter el dedo en el ojo ajeno...
7.- A algunos aficionados realistas no les gustó nada el comportamiento del cantante el día del derbi jugado en Anoeta el pasado mes de octubre. No tengo ni idea de qué pasó ese día, porque la imagen que se ha visto no aclara lo sucedido.
8.- No me gustan nada los boicots a músicos y artistas en general.
9.- No sé quién ha dado el primer paso para la suspensión del concierto, pero si ha sido el club, esta decisión es peor que la propia programación del bolo. Si has metido la pata programando, te comes el polvorón.
10.- Yo a la Real lo que le pido el día de partido es que me ofrezca fútbol, y que no se meta en cuestiones que no controla tanto como el deporte en sí.
Alguien que es amigo de zambras y carnavales, y gasta en ocasión un humor vagabundo que le empujar a ver las cosas con los ojos entrecerrados de la burla y la perplejidad.
El otro día, leyendo el libro de Sánchez-Ostiz. me encontré con la palabra zambra después de mucho tiempo. Y la memoria me llevó a la primera vez que escuché esa palabra.
En septiembre de 2002, inauguraron la sala Zambra en Lesaka. Un proyecto gigantesco que se disolvió a los quince meses como azúcar en agua.
Tenía capacidad para 2.600 personas; es decir, cabía de pie toda la población de Lesaka.
Yo acababa de llegar a la casa de cultura de Altza,y una persona que tenía relación con nosotros estaba metida de lleno en aquel proyecto.
Acompañado de un compañero de curro, nos fuimos en coche a la inauguración. El acto estaba dirigido, principalmente, a los habitantes del pueblo, y recuerdo que el alcade dijo algo parecido a esto: «Menuda zambra que nos habéis hecho». Acertó de pleno.
Luego, creo que a comienzos de 2003, estuve en un concierto de Fermin Muguruza.
Los problemas se fueron haciendo cada vez más gordos, porque era imposible cumplir las expectativas, y aquel proyecto tan grande se fue al garete.
He buscado en Google "Zambra" y "Lesaka". Aparecen estos enlaces, entre otros:
Septiembre de 2002: Zambra, Mikel Lizarralde en Euskaldunon Egunkaria.
De hecho, pensaba que lo habían derruido, pero he buscado en Twitter y ahí sólo hay una referencia. Es de marzo de 2019, un tuit de Jon Abril. Según me cuentan, los acreedores no pueden asumir el gasto que supone el derribo del mamotreto.
Esa emoción. Pena que ya no tengamos a Rafa en persona. Nos tendremos que conformar con su música y con sus letras. Que no es poco.
La CIA sabe mucho
Un colega se va a currar a Chicago en primavera. No sé exactamente qué tipo de curso, seminario o lo que sea va a impartir en una universidad local. No será una estancia muy larga, pero tiene que tramitar los permisos de trabajo correspondientes. Eso quiere decir, entre otras cosas, que se ha pasado dos horas rellenando un formulario en el que ha tenido que responder, por ejemplo, las fechas de entrada y salida exactas de sus últimos cinco viajes a Estados Unidos.
Además, ha de desplazarse a Madrid y pasar una entrevista en la embajada.
¡Dicen que la CIA sabe mucho! Normal. Todos estamos trabajando para ellos.
Cristina Tapiaentrevistó a Miren Gutiérrez en Ispilu Beltza (a partir de los 42 minutos 25 segundos). Al final de la charla, Miren dice, más o menos: «Nunca compraría un asistente de voz: un Alexa, un Siri.... Nunca, nunca. Estaría pagando para tener un espía en casa y sería el colmo, aunque acepto y admito que puede ser muy útil. Pero, ¿qué necesidad he tenido yo hasta ahora de "Siri, dime qué hora es"?»
En eso estoy totalmente de acuerdo con Miren, pero al mismo tiempo colaboro con el proyecto Common Voice. Porque el concepto también es importante.
Es decir, no es lo mismo escribir en un blog que hacerlo en Facebook.
Premio para Isaac Rosa
Pasamos unos días a finales de enero en Seviila. Allí vive el escritor Isaac Rosa. Hicimos planes para quedar, pero no fue posible.
Muy feliz y emocionado por este #PremioBibliotecaBreve, pero también por todas vuestras felicitaciones, que no conseguiré responder individualmente. Muchas gracias por tanta generosidad y cariño. En marzo, 'Lugar seguro' en librerías, con @Seix_Barralpic.twitter.com/JIPoPrd3lK
Hasta el pasado jueves no sabía quién era Anna Mieke. Ahora tampoco sé demasiado de ella. Sé que es irlandesa y que en 2019 publicó un álbum titulado Idle Mind.
El miércoles 16 estará en Dabadaba. Cuando publique esto estará actuando en Castellón, el jueves tiene gala (que diría Berrio) en León y el viernes en Huesca.
«Baginen, bagara» (Eran, somos). Hasta el 13 de marzo, se puede contemplar en el Museo San Telmo de San Sebastián una exposición sobre la falta de visibilidad de las mujeres artistas. El viernes pasado estuve en una visita guiada por Haizea Barcenilla. Este miércoles, 9 de febrero, dará una conferencia con Garazi Ansa. Ambas son las comisarias de la muestra.
Ansa y Barcenilla se han fijado en las colecciones del museo y de la Diputación Foral de Gipuzkoa, porque ese fue el encargo que recibieron por parte de San Telmo.
En la visita guiada por Haizea nos juntamos alrededor de una quincena de personas, la mayoría mujeres. Durante hora y media nos condujo a lo largo de la muestra y nos explicó las principales conclusiones a las que han llegado tras dos años de investigación.
No tomé apuntes y ahora que escribo estas líneas hay varias cosas que escuché y que ya han volado.
Me he acordado de las líneas que escribió Elixabete Garmendia en Berria hace unas semanas: Pintorea eta modeloa (enlace en euskera).
Además, este fin de semana una amiga me envió el reportaje de Xole Aramendi (también en euskera) publicado en el cuadernillo Gaur8 del periódico Gara.
Conviene que sepáis que los martes la entrada es gratuita. Os recomiendo que la veáis en alguna de las visitas guiadas programadas. Suelen ser los martes (por la mañana en castellano, por la tarde en euskera) y los sábados (en euskera por la mañana, en castellano por la tarde): 10:30 y 18:00 horas. Hay que reservar sitio en la web.
Como he señalado al principio, este miércoles, 9 de febrero hay una conferencia de ambas comisarias a las 19:00 horas. Si no podéis acudir, en el enlace hay un canal de Youtube. En ese caso, podréis escuchar a las dos en cualquier momento.
Nada más acceder a la exposición «Baginen, bagara», hay un cuadro de Rosa Valverde titulado «Mujer en la cama». Barcenilla hizo alusión a la frase "Defendituko dut" (La/lo defenderé) que aparece en la pintura. No está muy claro qué defendía Valverde, pero está abierto a interpretaciones.
En la segunda planta del museo, en el denominado Laboratorio, hay una muestra del trabajo de Rosa Valverde, una buena representación de las «Cajas de arte» que hizo a lo largo de su vida. También se puede visitar hasta el 13 de marzo.
Podéis saber algo más sobre Rosa en este vídeo elaborado por Dapa.
Ayer domingo, nada más pisar las carreteras guipuzcoanas, me acordé de este tuit.
Llevo una hora riéndome con esto y quería que os rieseis vosotros también ðÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂðÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂðÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂÂ. pic.twitter.com/mi0VrJff85
Y no, no diré que mis gafas estaban más limpias que la casa de mi madre, pero digamos que estaban limpias.
En fin.
Y hoy seguimos igual: lluvia, cielos encapotados, frío...
Ya que hablo de mi madre, cuando he encendido el ordenador de casa para escribir esto, ha aparecido el salvapantallas con una foto de mi abuela Ramona.
Debe de estar sacada en una boda a finales de la década de 1960. Puede que sea la de mis padres. Mi madre me dijo de cuándo era, pero no lo recuerdo.
La abuela aparece en el centro.
Con la mano derecha sujeta una botella de cava (ella diría de champán), mientras se la muestra al fotógrafo (imagino que sería un hombre). La mano izquierda la posa encima del hombro de su hijo mayor. Entre ambos, de pie, esta la mujer de este, bebiéndose una copa de champán.
Al otro lado está un yerno de mi abuela. Serio.
Me reconcilian con la vida las ganas de vivir de la abuela. Y por eso la puse de salvapantallas hace unas semanas.
Un chute de energía positiva al encender y apagar el ordenador.
Hace unas cuantas semanas Oier Aranzabal entrevistó a Xabier Erkizia, pero ha sido esta semana cuando he escuchado el diálogo. Me resulta difícil definir a Erkizia, pero digamos que se autodefine como cazador de sonidos. Es un investigador y activista en ese campo.
A partir de los 28 min 30 segundos del audio, tenéis el extracto que he transcrito primero y traducido posteriormente del euskera al castellano. Allá va.
Oier Aranzabal: «Xabier Erkizia tiene su propio micrófono para cada tipo de sonido en una maleta negra. Y así graba volcanes, hace grabaciones bajo tierra o rastrea el ruido de los carros de bueyes. Precisamente, tiene un documental titulado O Gemer sobre estos sonidos (de los carros), presentado en el Festival Cine de San Sebastián de 2021».
Oier Aranzabal: Voy a citar varios sonidos. Empezaremos con O Gemer. El ruido de los carros de bueyes. ¿Cómo cazó tu trampa el ruido de los carros?
Xabier Erkizia: Había una historia que me contó el abuelo. En algún momento de la Guerra Civil, siendo él todavía un crío, le adjudicaron un carro que portaba cadáveres. ¿Recuerdas la película Vacas de Medem? Pues algo parecido. Eso es lo que yo elaboré en torno a esa historia, pero él lo contaba desde y como niño, y no sé hasta qué punto es una fantasía, pero el ruido de los carros valía para el frente, y desconozco en qué frente estuvo mi abuelo, porque en Navarra no hubo. Debía de haber un sonido que propiciaba una tregua en ambos lados, porque los cadáveres no tienen bando, y entonces, cuando pasaban los carros llenos de cadáveres, ese ruido valía para que ambos bandos pararan durante un momento.
Luego, lo vi clarísimo cuando leí el Viaje a los Pirineos de Victor Hugo. Hay un capítulo que cuando Koldo Izagirre lo tradujo al euskera no le puso ese nombre (Viaje a los Pirineos), sino Idi orgaren karranka (El chirrido del carro de bueyes). Es el único título que cambia de manera atrevida. Y alguna vez que he hablado con Koldo al respecto me dijo jakina! (por supuesto).
En ese cuaderno, ese capítulo es totalmente distinto. El resto es una crónica de viaje, una crónica escrita en el estilo de la época. Creo que Victor Hugo es consciente de que esa crónica va a ser leída y que los cronistas que vengan por detrás la tendrán en cuenta.
El diario cuenta todo el viaje: Burdeos, Baiona... Y, de repente, al pasar la frontera, no describe el paisaje ni nada por el estilo, únicamente el ruido que hace un boyero con el carro, y cómo sus acompañantes de la diligencia se tapan los oídos. Victor Hugo tuvo una especie de Stendhal schock. Luego supe que su padre era militar, y que en su infancia estuvo por San Sebastián. Entonces escuchó por vez primera aquel ruido y, al escucharlo de nuevo 40 años después, fue como un golpe para él.
En ese texto buscaba crónicas sonoras, grabaciones de épocas en las que no había grabadoras. Los escritores románticos gastan un buen número de palabras para describir el sonido: era una manera de describir los lugares. Cuando llega la radio, cuando llega el cine, ese ya no es cometido de la literatura y se centra en la acción, convirtiéndose la novela en el género principal. Ahora vuelve la descripción, pero hubo una época en la que quedó al margen.
Fue en este sentido que entendí a Victor Hugo como activista sonoro.
Luego se me han complicado muchas cosas: he ido a un sitio, buscado y encontrado a una persona, he pasado una semana en su casa y, finalmente, el carro no hacía ruido... De allí me fui a Galicia, y me pasó algo parecido con otra persona... Una sucesión de frustraciones. Y la frustración es droga pura, para mí al menos: si voy a un lugar y no lo consigo, eso es un acicate para mí.
(...)
Creo que hay una relación muy hermosa entre las ciudades y los carros. Y ahí se produce un cambio, un cambio del paradigma cultural de la escucha. Cuando el motor y la industria llegan a las ciudades, y se convierten en el principal motor económico de las mismas, estos códigos son expulsados. También hay otras cosas, que yo acabo de ver en Brasil, en Trinidad concretamente, en la romería gigantesca que celebran cada año. A continuación deben asfaltar las carreteras, porque los carros levantan el asfalto.
(...)
La industria moldea otro retrato de la ciudad. Y si nosotros hemos aceptado en el siglo XX que haya tráfico urbano las 24 horas del día, probablemente tenga relación con la economía. Ahora vamos hacia otros tipos de modelos económicos y el tráfico urbano comienza a silenciarse poco a poco. Hay un libro clave de Jacques Attali, Ruidos, que aún sorprende, a pesar de estar escrito hace más de 40 años. Cada sociedad será identificada por sus ruidos. Attali es economista y no analiza desde un punto de vista musical o cultural: no, no, lo hace desde un punto de vista económico. Es un libro muy concreto e interesante.
Por tanto, el chirrido del carro de bueyes marca un paradigma: la llegada de la industria. Si no recuerdo mal, fue en 1834 cuando en Bilbao prohibieron el acceso de los carros de bueyes a la ciudad.
Es más, en Roma, en la época de Julio César, la primera política contra la polución sonora se debe al ruido de los carros de bueyes. Y yo no he encontrado la ordenanza, pero sabes de ella si lees a los clásicos: Ovidio, Virgilio... Aparece su impotencia. Escriben por la tarde, al anochecer. No pueden con el ruido de los carros de bueyes y optan por abandonar Roma. Julio César prohibió el acceso de los carros hasta las 4 de la tarde. Es decir, de día la ciudad, la economía, no tenía necesidad de soportar eso. Por tanto, limitaron el horario de los carros.
En Vitoria nos encontramos también con una ordenanza similar (a la de Bilbao). Porque llegaban muchos carros desde la Rioja. Creo que fue Humboldt quien dijo que, debido a ese ruido, no se quedaría a vivir en Vitoria ni harto de vino.
Un carro de bueyes por la Gran Vía de Bilbao
Xabier Erkizia: En el caso de Bibao, me topé con una crónica de finales del siglo XIX donde un carretero, a sabiendas de que los carros de bueyes no podían acceder a la ciudad, entró directamente a Bilbao, fue al ayuntamiento y pagó la multa, una multa de 25 pesetas. Luego se paseó con el carro totalmente vacío por las calles de la ciudad, sin nada que comprar ni que vender, con un punto reivindicativo y de chulería. Será difícil que encuentres alguien más activista que él. Afortunadamente, unos años más tarde, tuve la oportunidad de hacer algo parecido en Bilbao. Costó lo suyo, porque era un encargo de Azkuna Zentroa, pero yo no quería que nadie lo supiera: ni la policía, ni la prensa...
Oier Aranzabal: ¿Te pusieron la multa?
Xabier Erkizia: Me la pusieron. Vinieron los municipales, como escolta, para retirar los excrementos de los animales. Fue muy hermoso todo. Encontré un carro en Lekeitio y lo llevamos a Bilbao en un camión para pianos. ¡Ma-ra-vi-llo-so! Ver un carro de bueyes bajar de un camión para pianos.
Los municipales: Tenemos que dejar el camión para que recoja los excrementos de los bueyes.
Alfonso, el carretero: Eh, eh... Que mis bueyes no cagan. Vienen cagados de casa.
Y fue así: ni mearon ni cagaron en toda la ciudad.
Si ponen un coche de los municipales para recoger la mierda, eso parece una cabalgata de reyes, una comparsa.
Y convencí a los municipales. Afortunadamente, el que estaba al mando, ya en Abando, me dijo: «¡Qué historia tan preciosa! ¿Quieres que te multe? Ja, ja, ja. Pues te multo ahora». Me puso la multa, poniendo la matrícula de su época, y organizó las cosas para que no se viera a la policía en todo el trayecto.
Desviaron el tráfico por Moyua y el carro circuló en solitario por la Gran Vía.
Oier Aranzabal: ¿Y la gente?
Xabier Erkizia: La gente salía del Corte Inglés con el ruido del carro.
Sucedió algo curioso. Yo no sabía que en aquel momento se estaba disputando un maratón en Bilbao. Y si nosotros teníamos que salir a las 12, pues la carrera terminó en el Arriaga a las 11:30, cuando nosotros salíamos de Abando. Fue una casualidad, pero tras el reparto de trofeos, nos topamos con los periodistas que volvían a sus redacciones preguntando «¿esto qué es?», porque «igual va a informativos». La pregunta era «¿por qué?». Y yo les dije que no, que no había nada que decir, que aquello sucedió de aquella manera como homenaje a aquel activista.