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2012/02/02 17:45:32.063000 GMT+1

La fría espera

El gélido rumor siberiano nació como una obertura, anunciante del azul plomizo que encoge los estómagos y algún que otro corazón. Los acordes amenazantes se han transformado en una ópera de vendaval, poderosa, recia, sin misericordiosos recitativos, incluyendo solamente poderosos cánticos y aspavientos dominados por la altanería de una percusión apabullante.  El tiempo, siempre hablamos del tiempo. De la meteorología, debiéramos decir. Lo hacemos, curiosamente, para romper el hielo en ascensores, paradas del autobús y lugares en los que primordialmente esperamos. Esperar es, sencilla y paradójicamente, matar el tiempo. Quizá por ello, hablando del “otro” tiempo estemos asistiendo a un funeral simbólico, al homenaje tardío a los segundos que perecieron en el olvido, a la misa de réquiem de todos esos minutos que nos roba la burocracia de la espera. Y, para más inri, formamos parte de uno de esos pueblos que desconoce por omisión el cumplimiento de la puntualidad, ese concepto que mora entre la utopía y la inopia para la mayor parte de los españoles.

 

 

Somos un país de aperitivos. No vienen mal durante las esperas, poco tensas, más que nada porque beben de la resignación, del hábito y de la costumbre. Bebemos para olvidar. Para olvidar, básicamente,  la hora a la que habíamos quedado, haciendo menos dolorosa la fea costumbre del desconsiderado atraso. El atraso… El frío de Siberia no nos trae la doctrina del respeto. A fin de cuentas, qué es si no la puntualidad más que respeto. Hablamos del tiempo. Generalmente, para quejarnos, para nadar en la obviedad. Como hago ahora yo mismo, mientras espero la llegada de un tren que no sé dónde ha de llevarme. Es el tren de la inspiración, siempre farsante adulador, siempre realizando falsas promesas, siempre acudiendo con injustificados retrasos a nuestra cita. Hoy no se lo perdono, porque hoy el aire de Siberia hiela la paciencia. Hoy no hago la vista gorda, porque el frío tiñe de temblores mi escaso humor, que buscaba desesperado los rayos del sol herido para amortiguar los ecos siberianos. Hoy hablo del tiempo. Pero lo hago solo, conmigo mismo, mientras decido el destino de un tren que me lleve quizá a la misma Siberia.

 

Escrito por: Jean.2012/02/02 17:45:32.063000 GMT+1
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