Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2011/10/30 18:50:34.034000 GMT+1

Los susurros del poeta

 

Unas rejas pintadas de blanco le confieren apariencia de jaula a la habitación desde la que asisto al ocaso del domingo. Los pensamientos olisquean la presencia inmediata del temido lunes. Es la siguiente vuelta de tuerca de un calendario perpetuo y dócil, la antesala de un bucle por el que me deslizo cerrando los ojos y abriendo los brazos a la realidad, o a lo que queda de ella. La música del poeta ablanda mis resquemores y hace temblar mi pulso con la cordura y la pasión. Qué cerca veo pasar las lágrimas de la ilusión y de la errante satisfacción. Las letras de sus canciones hurgan en mis recuerdos y en mis expectativas, acariciando las manijas de un reloj de recuerdos y añoranzas, de esperanzas y ensoñaciones. He cambiado la pluma y el papel por un teclado y una pantalla luminosa en la que las rectificaciones no dejan huella. Los únicos tachones que quedan ahora son los del alma que dicta, los de las palabras esquivas y los de las mentiras que me cuento a mí mismo con la complicidad involuntaria de un lector que mañana llegará. Busco una historia para un libro que nunca escribiré, trato de imaginar unas vidas que no llegaré jamás a plasmar. Me siento como un pintor temeroso sujetando sin convicción un pincel que no llegará de  ningún modo a alterar el virginal y presumido lienzo. Las ideas van y vienen, se deslizan fulgurantes, eléctricas. Surgen, se me encaran, me desafían y, tras el reto,  desaparecen para siempre. Nunca dejan rastro. No se cobijan en el olvido, sino en la indolencia ajena. Por lo general, las más ocurrentes se presentan sin previo aviso, como a borbotones, trepidantes, danzando al son de la inspiración, pero haciendo siempre gala de una pulcra e irremediable inoportunidad. Su visita no es más que un  recordatorio. Me recuerdan que me traiciono, que me ubico lejos de ese camino que se recorre con la única brújula de la creación. Hay más de cobardía que de otra cosa en esta traición a mí mismo, aunque ataviada de aparatosa prenda que abriga al calor de un realismo ramplón en el que las heridas duelen menos. Caigo en la recurrencia de lo estéril, en esa trinchera en la que el miedo al enemigo te hace permanecer inmóvil, con los ojos perdidos, rebuscando entre los recuerdos, como tratando de encontrar en ellos el calor de una hoguera que un buen día se apagó para siempre.  Y las ideas van y vienen, y vuelven a marcharse. Y su desaire erosiona mi autoestima, limando los proyectos, los inicios de cada párrafo que no nace, sino que perece antes de ver la luz, como si su mundo se limitase a las tinieblas y relámpagos de un útero sin salida. Pero, pese a todo, pese al diluvio de ceniza, pese al insomnio contradictorio de mis sueños, pese a la oscuridad que ilumina los horizontes de mis palabras, pese a los silencios de los lienzos impolutos, pese a los sordos lamentos, pese a la vecina derrota, me levanto, salgo de la trinchera y dibujo, y exclamo, y narro, y enciendo esa hoguera imaginaria para que una luz tenue, casi melancólica ilumine las palabras del poeta. Y, entonces,  cierro los ojos y repaso cada uno de sus versos, cada una de esas letras que escogió casi al azar en el reino de la abundancia y con las que dio forma a sus pensamientos. Y, sin darme cuenta, siento que he escapado de esa habitación de blancas rejas, del ocaso de un domingo, y del bucle de un lunes que volveré a convertir en una victoria.

 

   

Escrito por: Jean.2011/10/30 18:50:34.034000 GMT+1
Etiquetas: | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)