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2008/08/02 19:36:42.425000 GMT+2

Cafés a 1 euro

El otro día andaba yo divagando y vagueando por desnutridas callejuelas de  los madriles, cerca de la Plaza Mayor,  cuando me topé con un espectacular reclamo. Los ojos me hicieron chiribitas y me entró un tembleque de impresión. Casi entro en estado de shock y el sudor fue una vez mi aliado. Pegado en la ventana de una cafetería se hallaba un cartelón con el siguiente texto: “Increíble. Ahora, su café en taza por SÓLO 1 euro”. “¡Coño -pensé- ,  vaya chollazo, un cafelito por sólo 1 euro!”  Y entré corriendo a la cafetería,  no se fueran a agotar las existencias, o le diese tiempo al dueño del negocio a pensárselo mejor. No es que me apeteciera mucho otro café, pero a ese precio… Una vez dentro del garito, el olor a refrito  comenzó a dominar la atmósfera. Un camarero no tardó en recibirme.

 -¿Qué va a ser?

 -Lo único que tengo claro es que no seré policía antidisturbios; por lo demás, ni idea. Me encantaría ser un tipo ocioso, pero me da que seguiré siendo por siempre un superviviente, alguien que va de aquí para allá y al que de vez en cuando le pagan por juntar cuatro letras”.

 El camarero me miró con cara de asco. Eran las 9 de la mañana y no parecía tener ganas de filosofar, y mucho menos de humor barato.

 -¿Va a tomar usted algo o no-, replicó al cabo de unos segundos, y lo hizo con tan mala leche que casi perdió el palillo con el que hacía increíbles filigranas en la boca.

 -Un café con leche. El de la oferta, por favor-,  contesté casi con orgullo.

  El camarero cogió un trapo, intentó cargarse a una mosca que esquiaba sobre un suizo coronado  con un poco de  azúcar bajo la vitrina, justo al lado de unas porras y unos churros sudorosos.

 -El café de la oferta no es con leche, caballero. Con leche lleva un suplemento de 80 céntimos.

 -Joder,  ya decía yo. Bueno pues con leche-,  dije sentado sobre aquel inestable y viejo taburete.

 -¿Lo quiere en taza o en vaso?-,  volvió a interrogarme el hombre de la pajarita negra y la camisa repleta de lámparas de grasa.

 -En taza, en taza-,  me apresuré a precisar.

 -Pues con taza lleva otros 80 céntimos de recargo, me dijo esta vez.

 -¿Qué me dice, pero si en el cartel…?

 -Lo que oye, que por ser en taza lleva ese recargo. Lo pone en la letra pequeña.

 - Muy bien, pero, ¿puedo saber por qué lleva recargo?-,  ya me estaba yo calentando.

 -Pues por el incremento del precio del lavavajillas.

 -Joder, pues pónganmelo que un vaso de plástico, como en el Starbucks

 -Así le va al Starbucks, que está cerrando tiendas en todo el mundo. Con los vasitos de plástico y con  esos sillones tan caros, no hay manera, claro. ¿Qué, lo quiere con azúcar o con sacarina?

 - Con azúcar, que también llevará recargo, claro-,  le dije, así, con pelín de mala leche.

 -Pues sí, caballero, con  azúcar son 75 céntimos más.

 - Pues sin azúcar, a tomar por culo. Póngame un café sin azúcar-, dije, perdiendo definitivamente la compostura.

 -No servimos cafés sin azúcar o sacarina, caballero-, me aclaró aquel tipo que llevaba tanta roña en la camisa (una de las lámparas me recordaba  al Gernika de Picasso).

 Me eché mano al bolsillo y me aseguré de llevar suficiente dinero encima.

 -Joder con el cafelito de un euro. Bueno, pues nada, con azúcar.

  Finalmente, el camarero me puso el maldito café. Me lo bebí de un trago y le pedí la cuenta.

 -Cinco euros, caballero-, me dijo, con cierto aire desafiante. 

 -Qué cojones,  cinco euros. ¿Es que no son 3,35?-, pregunté absolutamente irritado.

 -Caballero…, comenzó a decirme  el camarero.

 Pero lo interrumpí.

 -Y no me llame más caballero, coño, aunque eso lleve también recargo, suplemento o lo que sea. ¿Por qué son cinco euros?  ¿Es que el puñetero café de la oferta depende del Euribor?

 -No, caballero, es que en las oferta del euro no estaban incluidos el suplemento de la cucharilla ni las propinas.

 Solté los cinco euros y me largué cabreado como un mono mientras aquel desagradecido me llamaba Onassis o no sé qué leches.

 

Fin de la historia.

  

¿Que no es creíble? Pues acérquese a una agencia de viajes, y lo del café no pasará de anécdota minimalista al lado del cachondeo que se traen con los consumidores los que nos venden las vacaciones. Te dicen que puedes volar a Nueva York por sólo 390 euros, pero luego en letra pequeña te clavan otros 350 por el incremento del carburante, y otros nosecuantos de las tasas, y la guinda llega con los gastos de emisión. Y el ministerio de consumo mirando para otro lado… o de vacaciones y disfrutando de cafés a un euro.

Escrito por: Jean.2008/08/02 19:36:42.425000 GMT+2
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