La Celda de Jean Valjean

Hoy también es el día de los santos inocentes, como el resto del año. Las milongas vienen y van ante la  enmudecida parroquia. Gallardón prohíbe la venta de artículos de broma en el mercado navideño de la Plaza Mayor de Madrid. Y mientras, compañeros, y sin embargo enemigos, de su mismo partido se dedican a proclamar a los cuatro vientos paridas que merecen un hueco en la antología de los disparates políticos de todos los tiempos. Bromas pesadas, casi pornográficas, calamidades intelectuales envueltas en moho, vísceras y desvergüenza.  "Bush nos ha trazado la vía a seguir y nos ha transmitido la herencia de la libertad", dice un Aznar que juega a trascendental, pero que no pasa de epiléptico vendedor de fábulas reaccionarias y tradicionalistas. Hala, Josemari, propongamos, pues, montar unos cuantos Guantánamos como baluartes y paradigmas de la libertad de esa sanguijuela política que abandona la presidencia de los EE.UU. habiendo jugado a cirujano sin saber siquiera ni quién fue Hipócrates ni para qué sirve la anestesia local. Bush ha resultado ser al bienestar mundial lo que Mengele a la medicina. Su herencia queda escrita en sangre, terror y dolor. Aznar, mientras tanto, se confirma como un hombre que ha perdido la noción de la realidad, como un bromista que se ríe de la realidad iraquí, de la realidad afgana,   y que se acomoda entre algodones y millones, allá donde la irrealidad y la estupidez de los correligionarios  hacen posible que mequetrefes jueguen a conferenciantes y expertos en política internacional.

Esperanza Aguirre, otra cachonda sin remisión,  versión carnavalesca y regional del diminuto Aznar, manifiesta en la televisión pública que Franco, nuestro Franco, el también diminuto y además acomplejado tirano, fue bastante socialista.