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2011/01/28 10:00:27.547000 GMT+1

Convivir con el terrorismo

Se atribuye al presidente ruso, Dimitri Medvédev, la expresión "seguridad insuficiente", aplicada a las condiciones del aeropuerto moscovita que el pasado lunes sufrió los efectos de un atentado terrorista. "Vamos a examinar esto" - añadió, refiriéndose a los fallos atribuidos al sistema de seguridad aeroportuario. Cabe sospechar que se producirá una cadena de destituciones y dimisiones, más para salvar la cara de los gobernantes que para lograr que el aeropuerto sea invulnerable.

Quizá por la gravedad del momento, nadie ha preguntado qué entiende Medvédev por seguridad "suficiente". ¿Es la que evitaría absolutamente la perpetración de un atentado? Si es así, nunca podrá alcanzarse en un aeropuerto por el que han de circulan más de veinte millones de viajeros al año. ¿Será seguridad suficiente la que hace más difícil cometer un atentado? En este caso ¿cómo se valora la mayor o menor dificultad de atentar en un lugar público? Bastaría con que la probabilidad de que el terrorista alcanzase su propósito fuese de un 1% para que la tragedia siguiera siendo posible. Ni en el Ben Gurión israelí, considerado el aeropuerto más protegido del mundo, se puede garantizar que esto no ocurra, pues sus normas de seguridad están más orientadas a salvaguardar los aviones que las instalaciones terrestres.

Apremiado al parecer por las urgencias propias del momento, algún comentarista ha sugerido la conveniencia de registrar y controlar también a quienes van a un aeropuerto a acompañar o recibir a los viajeros, puesto que se supone que así fue como entraron en Domodédovo los terroristas. Aparte de que esto crearía una nueva traba al movimiento de las personas y aumentaría las ya fastidiosas molestias previas al embarque, si un terrorista suicida se lo propone puede activar sus explosivos mientras espera en la cola formada ante el nuevo control. Siempre existirá un punto anterior al primer control donde sea posible la actividad terrorista, por mucho que aumente la cadena controladora.

Aparte de esto, no deja de extrañar esa obsesión por la seguridad centrada en la aviación comercial, olvidando que análogos efectos de muerte, terror y sangre pueden obtenerse en otros lugares donde, por diversos motivos, se producen aglomeraciones. Los atentados sufridos en los metros de Moscú y Londres y en los trenes de cercanías de Madrid fueron tan escalofriantes como el que hoy se comenta y podrían repetirse en cualquier momento y en cualquier ciudad en la que a diario miles de personas coinciden en los mismos medios de transporte sobre trayectos fijos a horas bien conocidas por todos.

Fruto también del apresuramiento son algunos comentarios recientes sobre la novedad del terrorismo suicida, ante el cual, afirman, no ha habido todavía tiempo para imaginar remedios más eficaces y desarrollar estrategias de aplicación generalizada. Para rebatir este argumento no es necesario traer a colación el mito de Sansón, quizá el primer terrorista suicida del que hay registro histórico, si por tal se tiene el conocido relato bíblico. Humor aparte, y ya en época histórica, conviene recordar cómo primero los españoles y luego los estadounidenses, ocupantes sucesivos del archipiélago filipino, sufrieron desde el último tercio del siglo XIX la actividad suicida de los llamados "juramentados". Eran filipinos musulmanes ("moros") que, tras realizar su juramento sobre el Corán, con el cuerpo recubierto de apretadas vendas que retrasaban el desangramiento y blandiendo un machete, se abalanzaban a degollar a la víctima elegida, por lo general una figura destacada del régimen colonial.

No eran asesinos de masas, como los actuales terroristas suicidas, pero sus audaces incursiones llegaron a desmoralizar a los ocupantes y aceleraron su retirada. Hay una película, ahora convertida en cine de culto por la presencia de Gary Cooper y David Niven, que refleja la actividad de estos asesinos; se trata de "La jungla en armas" (The Real Glory), una de cuyas secuencias muestra a un juramentado que, incluso acribillado a balazos, logra llegar hasta su víctima para abatirla a machetazos antes de morir.
 
El terrorismo se ha convertido en un riesgo más de los que nos toca vivir a diario. No conozco a nadie que se niegue a viajar en automóvil porque, al hacerlo, esté agravando su riesgo personal. Aunque el número de víctimas del tráfico rodado sea en muchos países superior al de las víctimas de actos terroristas, la vida sigue para todos y es también sentimiento común que vivir muy aterrorizado es lo mismo que no vivir. Precisamente es la vida, toda vida, la que con un implacable índice del 100% lleva consigo la ineludible muerte.

Ya que parece cada vez más inevitable, será preciso acostumbrarse a convivir con el terrorismo para que esta deleznable actividad no pueda contar entre sus víctimas, además de los que brutalmente mueren por su efecto directo, a todos los demás seres humanos a los que un desmedido temor y una exagerada obsesión por una imposible seguridad absoluta les lleve a olvidar que, a pesar de todo, la vida, esta vida, merece la pena vivirse.

Publicado en República de las ideas, el 28 de enero de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/01/28 10:00:27.547000 GMT+1
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2011/01/24 09:25:38.251000 GMT+1

Una lupa sobre la juventud

Fondapol es el acrónimo de la Fundación para la innovación política (Fondation pour l'innovation politique), un centro francés de análisis políticos, que acaba de publicar lo que denomina "Una encuesta planetaria sobre la juventud mundial 2011". En su página web se califica a sí misma como "un think tank [sic] liberal, progresista y europeo". Tratándose de una institución radicada en un país, como Francia, tan preocupado por la pureza de su idioma frente a la penetración de los anglicismos, sorprende el uso de la expresión inglesa, por habitual que sea, para referirse a lo que tanto en francés como en español es un grupo de reflexión.

La encuesta se realizó a mediados de 2010 con la participación de 32.714 personas de edad comprendida entre 16 y 29 años, en veinticinco países. No es una encuesta verdaderamente "planetaria", como se anuncia en la portada del documento; más bien responde al carácter europeo de la fundación, pues de los veinticinco países incluidos trece son europeos (incluida Rusia) y tres están muy vinculados a la UE (Israel, Marruecos y Turquía). Asia sólo está representada por China, India y Japón, y del continente americano se ha sondeado la opinión de jóvenes en Brasil, Canadá, EEUU y México. Australia y Sudáfrica completan la lista.

Otra restricción del ámbito de la encuesta es su realización por correo electrónico, lo que presupone un cierto nivel cultural y económico. A pesar de todo, los resultados presentan un innegable interés, principalmente en el ámbito europeo.

La idea de Europa no motiva a la juventud de nuestro continente. Sentirse europeo es uno de los tres factores que menos influyen en su identidad (solo un 48% lo estiman), seguido por la etnia (45%) y la religión (35%). En cambio, un 90% de los jóvenes marroquíes valoran la religión como elemento esencial de su identidad; el marcado contraste merece una interpretación más detenida.

Entre los jóvenes europeos, son los rumanos, húngaros y polacos, por este orden, los que más estiman su "europeidad", aunque en todo caso nunca la anteponen a la nacionalidad (en Polonia, el 77% se siente más polaco que europeo).

Entre el 70% y el 80% de los jóvenes chinos, brasileños o indios piensa que el futuro de su país es prometedor. Esta cifra se reduce drásticamente en los países europeos, cuyo promedio es del 27%. Españoles, franceses, griegos, húngaros e italianos son los más pesimistas (solo un 20% de los jóvenes españoles ve con optimismo el futuro de su país). La juventud mexicana, japonesa y estadounidense no muestra mayor optimismo. Sin embargo, cuando se trata de valorar el futuro personal, las cifras no son inferiores al 50% en la mayoría de los países. Aún allí donde la situación es más angustiosa, los jóvenes confían en que ellos sí sabrán salir adelante a pesar de las dificultades.

Algunas oficinas de reclutamiento europeas van a tener problemas en los próximos años: el 59% de los jóvenes de la UE se declara contrario a morir en guerra defendiendo a su país. Destacan los españoles (75%), italianos (72%) y alemanes (65%). En el extremo opuesto se hallan los griegos, finlandeses y polacos; son países que han sufrido agresiones de sus vecinos en épocas recientes. Los jóvenes más dispuestos a morir por su patria no están en la Unión Europea: son los indios, chinos, turcos, marroquíes e israelíes. Dejo al lector que extraiga las consecuencias más apropiadas.

La confianza de los jóvenes en los ejércitos -aunque ellos, personalmente, no quieran morir por la patria- es por lo general mayor que en otras instituciones del Estado. Por otra parte, si la juventud china, marroquí e israelí expresa altos índices de confianza (superiores al 50%) en sus Gobiernos y parlamentos, menos de un 20% de los jóvenes mexicanos, franceses, griegos, españoles e italianos es de la misma opinión. El análisis de la encuesta revela que son muchos los jóvenes que en esto coinciden con sus mayores.

Donde la encuesta muestra mayores discrepancias entre jóvenes europeos y extraeuropeos es, como no podía ser menos, en su opinión sobre la integración de los inmigrantes. Chinos, mexicanos, brasileños, polacos, indios, sudafricanos y marroquíes piensan en su mayoría (por encima del 60%) que los inmigrantes deben conservar sus señas culturales propias. Por el contrario, los jóvenes europeos -entre los que destacan españoles, alemanes, franceses e ingleses, con parecidos porcentajes- apoyan la plena integración.

Nada extraordinario revela, en suma, esta encuesta, y más bien sirve para corroborar las tendencias generales de los países donde se ha realizado. Pone también el dedo en la llaga allí donde existen cuestiones candentes no fáciles de resolver: el incierto futuro de la Unión Europea, la desvinculación popular de la política, los efectos de los movimientos migratorios y el cambio de valores experimentado por la juventud en los últimos decenios. Los sociólogos han advertido otras tendencias, que no cabe citar en este breve comentario, en el vasto conjunto de datos recopilados, que el lector interesado puede consultar en: http://www.fondapol.org/etude/2011-la-jeunesse-du-monde. Recomiendo vivamente su lectura.

Publicado en CEIPAZ el 24 de enero de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/01/24 09:25:38.251000 GMT+1
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2011/01/21 09:52:52.958000 GMT+1

Las mujeres pacificadoras

No solo han sido ignoradas y sistemáticamente vulneradas numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU relacionadas con Israel y su ocupación de los territorios palestinos, ante la incapacidad de las grandes potencias para ponerse de acuerdo en exigir su cumplimiento. Existe una resolución de muy peculiar índole, como enseguida se verá, que tampoco ha sido llevada a la práctica. Se trata de la Resolución 1325, aprobada en octubre del año 2000, cuando el comienzo de un nuevo milenio alentaba entre los ocupantes de la sede neoyorquina de Naciones Unidas un marcado optimismo para mejorar las condiciones de la humanidad. La nefasta y absurda guerra de EEUU -y de sus satélites, incluida España- contra el terrorismo todavía no había hecho caer el telón sobre las esperanzas de un futuro mejor para todos.

Tras la introducción habitual en estos documentos, con los inevitables gerundios (reafirmando, reconociendo, recordando, etc.), el texto de la parte dispositiva de la citada resolución incluye aspectos tan interesantes como estos:

- Se alienta al Secretario General a que ejecute un plan ya preparado “en el que se pide un aumento de la participación de la mujer en los niveles de adopción de decisiones en la solución de conflictos y los procesos de paz”.

- “Insta al Secretario General a que nombre a más mujeres representantes especiales y enviadas especiales para realizar misiones de buenos oficios en su nombre y, a ese respecto, pide a los Estados Miembros que presenten al Secretario General candidatas para que se las incluya en una lista centralizada que se actualice periódicamente”.

-”Insta también al Secretario General a que trate de ampliar el papel y la aportación de las mujeres en las operaciones de las Naciones Unidas sobre el terreno, y especialmente entre los observadores militares, la policía civil y el personal dedicado a los derechos humanos y a tareas humanitarias”.

Hasta el momento desconozco la existencia de ninguna lista de candidatas que cada país debería presentar -y “actualizar periódicamente”- a pesar de que sí sé de bastantes mujeres españolas, capaces de desempeñar con acierto y eficacia esas tareas que conducirían a la pacificación y a la resolución de muchos conflictos, y que hasta ahora corren preferentemente a cargo de hombres.

La analista Ann Jones, especializada en los problemas de la mujer en los países en guerra, ha publicado “La guerra no acaba cuando acaba” (War Is Not Over When It’s Over), donde muestra cómo cuando los hombres que ejercen el poder dejan de dispararse entre sí, intensifican la guerra contra los civiles, especialmente contra las mujeres y las niñas. Desde Liberia hasta Myanmar [Birmania] -afirma la autora- las violaciones, torturas, mutilaciones y asesinatos continúan al mismo ritmo o incluso aumentan. Desde el punto de vista de la población civil, en muchos casos la guerra no acaba cuando acaba y la paz poco tiene de paz. En la República Democrática del Congo, “la capital mundial de las violaciones“, miles y miles de mujeres son todavía forzadas por grupos de hombres, aunque el país está oficialmente en paz desde el año 2003.

No es absurdo sospechar que si las mujeres participasen en los acuerdos de paz en esos países desgarrados por la guerra civil durante años, los resultados serían distintos. Los jefes combatientes, para firmar la paz, suelen buscar, sobre todo, un cierto equilibrio de poder que no les perjudique o un reparto de recursos naturales que les sea provechoso. Casi siempre dejan en segundo plano los intereses puramente vitales de los pueblos implicados.

Por el contrario, las mujeres viven más de cerca las necesidades de sus familias, y su preocupación por la vivienda, la alimentación, el agua potable, la sanidad o la educación suele coincidir plenamente con las aspiraciones de los pueblos que emergen desangrados tras un largo conflicto bélico.

Está claro que en esos países donde la mujer se halla negativamente discriminada -como sucede hoy mismo en Afganistán- la ONU tendría dificultad para poner en práctica lo que su resolución establece: ningún talibán se sentaría a dialogar con una enviada de la ONU. Esta es la principal razón, según la opinión de funcionarios de la Organización, del fracaso de la resolución.

Ahora bien: este fracaso no debe atribuirse a un exceso de idealismo o a una falta de pragmatismo de la Resolución 1325 sino al atraso social de ciertos países que, en justicia, no deberían formar parte de la comunidad internacional, ya que flagrantemente violan el texto de la Carta de Naciones Unidas que atribuye a los Estados miembros la decisión de “reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”.

¿Es mejor una ONU que funcione mal (desoyendo sus propias resoluciones) a una ONU inexistente, como tantos afirman? Casos como el aquí comentado dan sobradas razones para ponerlo en duda, porque con su silencio e ineficacia la ONU se desacredita a sí misma.

Publicado en República de las ideas, el 21 de enero de 2011 

Escrito por: alberto_piris.2011/01/21 09:52:52.958000 GMT+1
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2011/01/14 09:01:41.669000 GMT+1

La blasfemia, un peligroso residuo teocrático

Un tribunal pakistaní acaba de condenar a cadena perpetua a dos individuos por el delito de blasfemia. Esto ha ocurrido en la provincia de Punjab, la misma cuyo gobernador fue asesinado el martes de la pasada semana por un fanático mahometano. Éste, al ser detenido e interrogado, declaró que el motivo de su agresión había sido que el gobernador estaba a favor de introducir ciertas reformas que suavizarían la vigente ley contra la blasfemia y además quería indultar a una mujer que había sido condenada a muerte debido a que durante una discusión profirió palabras que fueron consideradas como un insulto al profeta Mahoma.

Los dos recientes condenados son un padre y su hijo. El primero dirigía las oraciones en un lugar de culto cuando entre los dos arrancaron y rompieron un cartel que anunciaba un acto de conmemoración del nacimiento de Mahoma. Si el asunto empieza a parecer sorprendente, entra ya en el terreno de las alucinaciones cuando se lee que el conflicto es consecuencia del enfrentamiento entre los sunitas de la escuela Deobandi y los de la secta Barelvi.

Intentar comprender los pormenores que puedan diferenciar a unos de otros y que les hagan rechazarse hostilmente parece cuestión bizantina, y nunca mejor empleada esta expresión que para referirse a un asunto de raíces religiosas. Pero la consecuencia es que dos ciudadanos de lo que aparentemente es un moderno país, miembro de Naciones Unidas, pueden dar con sus huesos en la cárcel por el resto de su vida, por el simple hecho de romper un papel exhibido en una mezquita, lo que nos retrotrae a las épocas más oscuras y abominables de la humanidad.

Sin embargo, esto que hoy nos parece incompatible con los derechos humanos y con las más elementales ideas democráticas forma también parte de nuestra pasada historia. Sin entrar en disquisiciones teológicas, el enfrentamiento entre los deobandi y los barelvi, ramas del islam sunita pakistaní, podría tener algunos puntos de contacto con aquella pugna medieval entre franciscanos y dominicos, que tan bien retrató Umberto Eco en “El nombre de la rosa” y que revolucionó los monasterios y las universidades de la época.

Tampoco hay que ir muy atrás en el tiempo en lo relativo a la legislación contra la blasfemia. Todavía en España está vigente un Código Penal en uno de cuyos artículos se establece lo siguiente: “Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican”.

Supuestamente intentando equilibrar una legislación que parecía proteger solo a los “miembros de una confesión religiosa”, aunque mostrando al hacerlo un nivel de incompetencia todavía mayor, el legislador añadió un segundo punto al artículo antes citado, que dice así: “En las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no profesan religión o creencia alguna”. Claramente se ve que es un ridículo añadido a una ley que arrastra el legado del viejo nacional-catolicismo español.

Lo más preocupante de todo esto es la capacidad de ese tipo de conflictos para movilizar muchedumbres, excitar los ánimos y tocar el clarín que llama a la guerra de religión. En el Punjab, ya citado, cerca de 40.000 personas acudieron a una manifestación en la que se homenajeaba al asesino del gobernador. Las autoridades pakistaníes son conscientes de que este tipo de legislación es utilizada torticeramente y con frecuencia en rencillas locales y rivalidades familiares o de grupos étnicos, pero el arraigo popular entre los estratos más incultos de la población hace difícil su erradicación definitiva. Tanto más cuanto que los clérigos y otros administradores de lo inefable se sirven de ella para conservar su poder y las prebendas y mantener su ascendiente sobre el pueblo.

Ya parece indudable que, durante la segunda mitad del pasado siglo XX, se ha venido produciendo un fenómeno cuyas consecuencias todavía no es fácil valorar: la irrupción del factor religioso en los conflictos políticos, sociales o incluso económicos. Tanto más grave cuanto que éstos también empiezan a mostrar unos niveles de crispación e irracionalidad que durante años parecían ya superados. Muestras de esto son los recientes sucesos en EEUU (asesinatos en Arizona y auge de la derecha más extrema, irracional y violenta) y también, sin necesidad de salir de nuestras fronteras, la violencia explícita mostrada a diario en bastantes medios de comunicación que agitan los más primitivos sentimientos de la gente y azuzan el odio hacia los discrepantes.

Todos esos agoreros del desastre y crispantes de la vida pública, tanto los que se apoyan en una religión como los que las ignoran, harían bien en reflexionar el significado de esta frase, atribuida a Voltaire, grandioso monumento verbal al ideal de la convivencia humana: “Detesto lo que usted dice y no lo comparto, pero daría mi vida para que usted pudiera seguir diciéndolo“.

Escrito por: alberto_piris.2011/01/14 09:01:41.669000 GMT+1
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2011/01/11 11:32:32.503000 GMT+1

El Anuario 2010-2011 del CEIPAZ

Estimados amigos:

El texto completo del Anuario 2010-2011 del Centro de educación e investigación para la paz (CEIPAZ), en el que he tenido el placer de colaborar (“La OTAN y su papel en la seguridad internacional”) junto con destacados analistas, puede obtenerse ahora completo en formato pdf en la página web del Centro:

http://www.ceipaz.org/publicaciones.php

Espero que resulte de vuestro interés.

Con un saludo para todos y mis mejores deseos para 2011,
Alberto Piris

 

Escrito por: alberto_piris.2011/01/11 11:32:32.503000 GMT+1
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2011/01/10 09:15:43.969000 GMT+1

El horror continuado

En mayo del pasado año, el relator especial de la ONU para las ejecuciones arbitrarias informó de que en Colombia se había podido detectar "un patrón de ejecuciones extrajudiciales" de personas inocentes. Y, lo que es más grave, confirmó que los asesinos habían quedado impunes en cerca del 99% de los casos.

Por "ejecuciones extrajudiciales" se sobreentiende que son los órganos dependientes de la autoridad (ejército, fuerzas de seguridad y, a menudo, bandas paramilitares) los que, sin intervención alguna de la justicia, exterminan a ciudadanos colombianos.

La explicación del relator es abrumadora: "...encontré muchas unidades militares comprometidas en los llamados 'falsos positivos', en los cuales las víctimas eran asesinadas por militares, a menudo por beneficio o ganancia personal de los soldados", pues eran recompensados con primas, permisos o condecoraciones cuando exterminaban guerrilleros.

Si el lector ha podido contener la repugnancia que esto le produce, convendrá que sepa, además, que el relator descubrió que "los soldados sabían que podían quedar impunes". Impunidad que también alcanzaba en la práctica a los paramilitares, brazo armado de las fuerzas políticas más conservadoras.

Se trataba de hacer ver al mundo que el Gobierno colombiano era activo contra la insurgencia. Así pues, si no había insurgentes a mano, se los inventaba: "...generalmente las víctimas fueron atraídas bajo falsas promesas por un reclutador hasta una zona remota donde eran asesinadas por soldados, que informaban luego que habían muerto en combate y manipulaban la escena del crimen". ¿En qué moral militar habían sido educados esos soldados y sus mandos jerárquicos? ¿Con qué sensación del deber cumplido exhibirían en sus uniformes las condecoraciones por tan aguerridas acciones militares? ¿Disfrutarían con sus familias de los días de permiso concedidos por el eficaz cumplimiento de su misión? ¿En qué gastarían las recompensas que recibían por cada "falso" guerrillero muerto?

Es imposible vencer la sensación de horror que estas actividades producen. Y es forzoso preguntarse quiénes eran las víctimas favoritas de estos sicarios oficiales del crimen de Estado. El relator lo precisa así: "...todas las partes del conflicto [entre las guerrillas y el Estado] han atacado comunidades indígenas y afrocolombianas, defensores de derechos humanos, sindicalistas y otros líderes sociales".

El horror, el mismo horror del exterminio colombiano de tantos inocentes -pobres, campesinos, marginados, desposeídos...- es también el eje central del último y muy recomendable libro de Vargas Llosa ("El sueño del celta", Alfaguara). No espere el lector encontrar en él ese deslumbrante manejo del idioma con el que el reciente premio Nobel nos fascinó en anteriores creaciones. Más que una obra literaria (el autor incluso confunde, varias veces, los vocablos "polizón" y "polizonte") es una documentada narración de excelente periodismo histórico, en torno a un personaje excepcional que vivió el horror colonial y luchó contra él hasta morir.

Ese horror del colonialismo, primero en el Congo belga del infausto Leopoldo II y después en la Amazonia explotada por los criollos peruanos, se refleja en una narración que, a menudo, se mueve en los extremos más aberrantes que puede alcanzar la humanidad. Roger Casement, el protagonista que con sus denuncias provocó el escándalo mundial sobre lo que ocurría en aquellos países a los que se pretendía "traer la civilización, el cristianismo y el comercio libre", se ve obligado a luchar en África para impedir "que se mutile a los nativos, se les azote hasta desangrarlos, se tenga de rehenes a las mujeres para que sus maridos no huyan y se extorsione a las aldeas al extremo de que las madres tengan que vender a sus hijos para poder entregar las cuotas de comida y caucho" que los colonizadores les exigen, ante la mirada ciega de las autoridades.

Lo mismo ocurría en Perú, donde el poder de la compañía colonial explotadora del caucho amazónico, cuyas fechorías documenta el autor, "era tal que todas las instituciones políticas, policiales y judiciales trabajaban activamente para permitirle continuar explotando a los indígenas sin riesgo alguno, porque todos los funcionarios recibían dinero de ella o temían sus represalias".

Un siglo más o menos separa los recientes "falsos positivos" colombianos de los pasados abusos congoleños y amazónicos que Vargas Llosa describe con suma destreza. Un siglo de horror. O un horror permanente, que quizá vive en las profundidades del alma humana y es capaz de aflorar en ciertas circunstancias con toda su malignidad.

En el Congo, en la Amazonia y en Colombia, algunos de los más destacados criminales -pero no todos- acabaron siendo juzgados y condenados. Otros se aprovecharon de la prescripción de sus delitos o pusieron tierra por medio. Pero, como ocurrió con los campos de exterminio nazis, amplias capas de la "buena" sociedad conocían los hechos y prefirieron ignorarlos. Solo la tenacidad de quienes se empeñaron en descubrirlos y denunciarlos pudo poner fin a esos ramalazos de horror e ignominia que surgen en cualquier momento. ¡Qué difícil parece pasar del Homo hominis lupus al senequista Homo, sacra res homini!

Publicado en CEIPAZ el 10 de enero de 2011 

Escrito por: alberto_piris.2011/01/10 09:15:43.969000 GMT+1
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2011/01/07 08:52:4.817000 GMT+1

Morir en Pakistán

El reciente asesinato de un gobernador local pakistaní permite recordar la frecuencia con que la muerte tuerce los destinos políticos de ese país, aunque el atentado no haya tenido ahora como víctima a un personaje de especial relevancia. Pero Pakistán sí es un país relevante en esa crítica región asiática donde confluyen tantos intereses internacionales y donde la guerra sigue haciendo estragos bajo diversas formas.

En septiembre de 1996, Fátima Bhutto tenía 14 años mientras con su cuerpo protegía a su hermano menor del tiroteo que atronaba la calle frente al domicilio familiar de los Bhutto en Karachi. Fue el mismo día en que su padre, el parlamentario Murtaza Bhutto, hijo del anterior presidente de Pakistán Ali Bhutto, era asesinado por la policía junto a varios de sus colaboradores. Su hermana Benazir -tía de Fátima- era entonces la primera ministra pakistaní (primera mujer que gobernó un país musulmán), y fue acusada por Fátima de la muerte de su padre.

Benazir Bhutto tampoco escapó al sangriento sino familiar, pues murió asesinada en diciembre de 2007, poco después de regresar del exilio, cuando era candidata de la oposición en las elecciones a la presidencia. No es de extrañar, pues, el éxito alcanzado por el último libro de Fátima, Songs of Blood and Sword (Canciones de sangre y espada), en el que narra la reciente historia de su país.

Pero Fátima Bhutto no es solo escritora y poeta en sus ratos libres sino que también analiza en la prensa la actualidad pakistaní. En un reciente comentario para TomDispatch.com (el informativo web que se denomina a sí mismo "Un antídoto regular frente a los medios mayoritarios"), Fátima Bhuto escribe un comentario titulado "Un diluvio de ataques con aviones no tripulados". En él recuerda que el actual presidente pakistaní, al ser informado por la CIA de que planeaba atacar parte del país con misiles disparados desde aviones radiocontrolados, lejos de preocuparse por las posibles muertes de ciudadanos pakistaníes, contestó: "Que maten a los jefes. Los daños colaterales les preocupan a ustedes, los americanos. A mí no me preocupan". Los documentos publicados por WikiLeaks revelaron que el primer ministro aconsejó a la embajadora de EEUU que no se preocupara por los ataques aéreos contra el territorio pakistaní: "Protestaremos en la Asamblea Nacional y luego nos olvidaremos de ello".

Para los que viven en las zonas fronterizas con Afganistán, en el llamado "cinturón tribal" pakistaní donde se sospecha la presencia de Osama Ben Laden, los bombardeos se han convertido en algo habitual, sin que la llegada de Obama a la Casa Blanca haya cambiado la situación. Ésta, más bien, ha empeorado, pues si durante toda la presidencia de Bush solo se contabilizaron 45 ataques aéreos desde aviones no tripulados, sólo en el primer año de Obama éstos sumaron 53. Se ha comprobado que aproximadamente un millar y medio de personas han muerto a consecuencia de estas acciones.

Aunque en las noticias oficiales las víctimas se califican como "militantes" o "presuntos militantes", Bhutto afirma que casi nunca son identificadas, no se conocen sus nombres ni se publican sus fotografías. Sostiene que "se puede calcular un promedio de 3,33 personas muertas por error en cada ataque de aviones no tripulados". Bhutto deduce que "los pakistaníes son irrelevantes y que los daños colaterales, por lo que se ve, no preocupan a la elite gobernante".

Incluso durante la enorme tragedia que supusieron las inundaciones del monzón del pasado verano, que afectaron a más de 20 millones de pakistaníes y fueron consideradas como la peor catástrofe natural de toda la historia de Pakistán, la CIA desencadenó una de sus más intensas campañas de bombardeo y alcanzó el récord de los últimos seis años de víctimas en un solo mes. El Gobierno de Islamabad aseguró a Washington que no retiraría muchas tropas para dedicarlas a la ayuda humanitaria, porque con ello reduciría el esfuerzo bélico exigido por EEUU.

Fátima Bhutto desvela también que, como consecuencia de una ley aprobada en el Congreso de EEUU, "si Pakistán hace las cosas bien, desvela sus secretos nucleares y los documentos internos del Ejército sobre el modo de elegir al Jefe del Ejército y otros asuntos, recibirá 7.500 millones de dólares en ayuda 'civil' durante cinco años... lo que permitirá a los actuales gobernantes prolongar un poco más su incompetente liderazgo".

Cita Bhutto a Tariq Alí, conocido escritor e historiador pakistaní: "Las filtraciones de WikiLeaks confirman lo que ya sabíamos: que Pakistán es una satrapía de EEUU. Sus dirigentes militares y políticos son una elite venal, dichosa de matar y mutilar a su propio pueblo para favorecer a una potencia extranjera". Además, el presidente Zardari intentó tranquilizar a Washington anunciando a la embajadora de EEUU que "si él es asesinado, su hermana le sustituirá y todo seguirá como siempre. Agrada saber que el país es considerado por su presidente como un feudo familiar", concluye Alí.

Ni Pakistán es el único país tenido como un feudo personal por sus gobernantes ni el único en el que la vida de los ciudadanos carece de valor ante una supuesta razón de Estado. Mucho dará que hablar Pakistán y no siempre de forma positiva ni esperanzadora.

Publicado en República de las ideas, el 7 de enero de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/01/07 08:52:4.817000 GMT+1
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2010/12/30 09:39:1.484000 GMT+1

Las preguntas sin respuesta del año 2010

Como continuación a mi comentario de la pasada semana ("Los 'puntos negros' de la humanidad"), con el que pretendí bosquejar algunos de los problemas más acuciantes que habrán de ser afrontados en el decenio que va a comenzar, añado ahora un esquemático -y forzosamente incompleto- repaso de algunas preguntas sin respuesta que nos ha dejado pendientes el año que concluye, en el ámbito de las relaciones internacionales.

Siguiendo una cierta ordenación por círculos concéntricos, desde los asuntos que nos son más próximos hacia los más lejanos, empezaré por recordar que las relaciones de España con los países del más inmediato Magreb, especialmente con Marruecos, han sido en 2010 imprecisas, fluctuantes y rayanas en el desconcierto. Contribuye a esto el hecho de que el radicalismo islamista es hoy uno de los espantajos que desde el poder se esgrimen a menudo, en las democracias occidentales, para mantener a los ciudadanos en un estado de miedo e inseguridad que permita gobernar con menos preocupación por los derechos y las libertades personales.

Miedo del que también se aprovecha el monarca marroquí para gobernar autocráticamente su país a cambio de aparecer, ante Occidente, como un bastión contra el integrismo islámico. Desde España, para aclarar este asunto que tan de cerca nos atañe, nos bastaría con tener una respuesta oficial y clara a esta pregunta: ¿son Ceuta y Melilla territorios plenamente cubiertos por la seguridad que proporciona la Alianza Atlántica a sus miembros? Por extraño que parezca, no he podido encontrar una respuesta clara en los documentos oficiales de la OTAN.

El año 2010 nos ha dejado otra pregunta: ¿Es la Unión Europea algo más que la combinación y el entendimiento entre Francia y Alemania? El eje político, económico, diplomático -y ahora, también, militar- formado entre París y Berlín ¿da la misma prioridad a los intereses nacionales que a los verdaderos intereses europeos? ¿Quién o quiénes definen éstos? El año 2010 concluye sin que apenas se perciban avances significativos en la construcción europea.

Sin embargo, en este mismo año, sí se han advertido indicios de una mejor cooperación entre tres importantes factores de la seguridad europea: EEUU, OTAN y Rusia. Si por simples razones de geoestrategia es obligado incorporar de algún modo a Rusia a los dispositivos de defensa de la OTAN, sigue siendo discutible el hecho de que la seguridad de la Unión Europea siga dependiendo, en último término, de EEUU. ¿Aspirará alguna vez la UE a una plena soberanía integral o se contentará con seguir siendo una compleja amalgama de Estados, poco cohesionada y muy heterogénea?

Aun no perdidas del todo, el año 2010 ha supuesto un serio golpe a las esperanzas que el presidente Obama había suscitado en gran parte de la humanidad. Como para otros dirigentes que no renuncian a un concepto idealista de la política, el contacto con el poder ha sido para él una dura experiencia. Han perjudicado su crédito la vergüenza de Guantánamo, que sigue activo (su cierre inmediato fue uno de los puntos más aireados del programa electoral), y el rotundo fracaso para contener a un Israel empeñado en un tenaz proceso destructivo del pueblo y la sociedad palestinos. ¿Volverá Obama a inspirar el entusiasmo que le llevó a la Casa Blanca?

El mapa geopolítico del mundo muestra, al concluir el año 2010, la creciente importancia de los nuevos núcleos de poder. En ellos, el peso de la demografía se une a un rápido crecimiento económico, una creciente voluntad de ocupar un lugar importante en lo que antiguamente se llamaba "el concierto de las naciones" y un deseo expreso de crecer en las mismas condiciones en que lo hicieron los viejos países desarrollados, por muy graves consecuencias que esto traiga al ya precario equilibrio ecológico mundial. ¿Se seguirá deteriorando la habitabilidad del planeta ignorando los efectos a largo plazo de un desarrollo ciego que ya se muestra inviable en muchas partes del mundo?

Y si la contaminación creciente que sufre nuestro planeta tiene efectos nocivos que se propagan a través de todas las fronteras estatales, análogos o peores efectos ha generado la actual crisis económica, que no es el producto de numerosas conductas nocivas -como sucede con el medio ambiente-, sino el resultado de concretas y limitadas actuaciones muy reprobables de unos pocos y conocidos especuladores financieros, cuya ilimitada codicia llega a poner a muchos Estados al borde del precipicio. ¿Verá el nuevo año la adopción de las imprescindibles medidas correctoras que salven a la mayoría de los seres humanos de la voracidad de esos insaciables mercados que hoy son una grave amenaza para el bienestar humano?

Como colofón a esta serie de cuestiones abiertas, es obligado añadir otra: ¿Seguiremos haciéndonos las mismas preguntas cuando concluya el año 2011?

Publicado en República de las ideas, el 31 de diciembre de 2010

Escrito por: alberto_piris.2010/12/30 09:39:1.484000 GMT+1
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2010/12/24 09:04:4.882000 GMT+1

Los "puntos negros" de la humanidad

Del mismo modo que en las redes de carreteras se suelen definir unos tramos, llamados puntos negros, donde los accidentes se producen con mayor frecuencia y gravedad, y por tanto requieren más atención por conductores y autoridades, en el escenario de la política internacional también existen puntos negros que señalan las encrucijadas donde la probabilidad de conflicto aumenta peligrosamente.

Ahora que va a comenzar un nuevo decenio y parece irresistible la tentación de realizar balances y sugerir pronósticos, merece la pena hacer un breve apunte sobre los puntos negros a los que la humanidad habrá de enfrentarse a partir de 2011. Conviene señalar que los puntos negros aquí citados no tienen necesariamente naturaleza física y no están siempre directamente relacionados con territorios o países, como enseguida se verá.

Así pues, quizá el primero que convenga reseñar -aunque no sea más que por motivos de actualidad- es el que ha salido a la luz por las filtraciones diplomáticas de WikiLeaks y que revela con crudeza (y por eso ha irritado sobre todo a los poderes públicos de los países más importantes) la débil -o hipócrita- cultura democrática de muchos de los que gobiernan el mundo y se tienen por ejemplos del buen hacer político. Ha quedado evidente su desprecio por los procedimientos establecidos y las limitaciones legales que constituyen la esencia de la democracia en las relaciones internacionales.

Esto nos lleva a otro punto negro: la nefasta y extendida práctica de quienes gobiernan mintiendo y engañando a sus pueblos a sabiendas. Como consecuencia de lo anterior, el tercer punto negro de la lista (que no tiene finalidades clasificatorias) es el desengaño y el descrédito de la política que se extiende entre bastantes ciudadanos, con el consiguiente riesgo de dejarse arrastrar por populismos autoritarios o mesianismos irracionales, que darían al traste con cualquier atisbo de democracia.

Lo anterior se agrava cuando, en la crisis económica que estamos padeciendo, los más codiciosos especuladores que controlan el feroz capitalismo financiero que hoy domina el mundo anteponen sus beneficios a cualquier otro designio. De este modo, gobernantes y gobernados acabamos sospechando que la política, hoy, consiste en plegarse al dictado de unas fuerzas ocultas e incontrolables a las que se denomina mercados y disimularlo lo mejor posible ante los votantes.

Como último de los puntos negros desterritorializados, citemos el habitual recurso al miedo (ahora basado en el terrorismo como antes estuvo sustentado en el holocausto nuclear) que permite gobernar sin muchos miramientos a rebaños humanos cuya docilidad es proporcional al susto permanente en el que se les hace vivir.

Ya sobre el mapamundi es fácil advertir otros puntos negros, los constituidos por tantos conflictos enconados, que no encuentran solución y que al paso del tiempo se hacen más peligrosos. Israel no cederá ante los palestinos, cuyo porvenir se hace cada día más ominoso. Irán y su programa nuclear constituyen un problema para EEUU y para los países de Oriente Medio, entre los que Israel (una vez más, el Estado judío en el vértice del huracán) parece cada vez más propicio a adoptar una solución violenta.

En Europa crece el desencanto entre los europeos que perciben, sin mucho lugar a dudas, cómo lo que se denomina Unión Europea tiene muy poco de “unión” cuando se escucha el ¡sálvese quien pueda! entre el ulular del huracán económico que sacude esta frágil nave que una vez fue esperanza y hasta ejemplo para otros pueblos.

Hay puntos negros de alta peligrosidad, formados por las actividades mafiosas de organizaciones criminales como ocurre hoy en México, Colombia y algunos Estados centroamericanos, sin olvidar ciertos países africanos, balcánicos y caucásicos, donde unas transiciones políticas azarosas y atropelladas, pusieron en manos criminales muchos resortes del Estado.

Una Organización de Naciones Unidas que funcionase como cabe esperar de ella podría contribuir a reducir la peligrosidad de estas encrucijadas. Lamentablemente, cada vez son más las decisiones trascendentales que se toman fuera de su ámbito, en grupos supranacionales creados con otros fines: economía, comercio, seguridad, etc. A lo que contribuye, indudablemente, un Consejo de Seguridad muy poco representativo de la realidad internacional y donde unos países privilegiados se sirven del derecho de veto para defender sus intereses por encima de las necesidades globales de la humanidad.

Lo hasta aquí descrito es una parte del mapa de carreteras que habrán de manejar con cuidado los gobernantes que en este segundo decenio del siglo XXI intenten dirigir con éxito el rumbo de sus pueblos. ¡Que el destino les sea propicio!

Publicado en República de las ideas el 24 de diciembre de 2010

Escrito por: alberto_piris.2010/12/24 09:04:4.882000 GMT+1
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2010/12/22 12:00:19.587000 GMT+1

Hacia un nuevo decenio

No es fácil hacer el recuento de los factores que más han influido en el curso del año que ahora concluye ni determinar cuáles de entre ellos han tenido mayor impacto en nuestra sociedad o presentan una mayor incertidumbre ante el año que va a comenzar. Hago a continuación una síntesis apretada para un apunte de fin de año.

La última bomba que ha estallado en el terreno internacional, cuyos plenos efectos apenas han empezado a sentirse todavía, no lo ha hecho en las ahora discutidas aguas coreanas o en las ensangrentadas poblaciones del Oriente Medio. Ha explosionado en el vasto e impreciso territorio del mundo "web" con la revelación de los documentos diplomáticos filtrados por WikiLeaks a un limitado número de diarios de amplia difusión, desde los cuales el eco ha alcanzado los rincones más lejanos del mundo. Lo ha hecho tras otras conmociones anteriores, causadas por las filtraciones sobre actividades militares en Iraq y Afganistán, que dejaron en entredicho la retórica con la que se ha venido intentando adornar la invasión y ocupación de ambos países.

Casi todos los analistas de esta última andanada, dosificada poco a poco por los cinco diarios que han recibido el privilegio de tan exclusiva primicia, coinciden en señalar que los verdaderos agentes protagonistas de las relaciones internacionales muestran un enorme desdén por los procedimientos establecidos, las limitaciones legales y los usos habituales. Si en sus declaraciones públicas suelen insistir en el respeto que sienten por todo esto, en el forcejeo diario entre bastidores se percibe que lo consideran como una molesta traba que conviene soslayar. Se advierte así, a los ojos de todo el que quiera enterarse, la endeble cultura democrática sobre la que se sustentan las relaciones internacionales de los países que más alardean de democracia e incluso pretenden exportarla a cañonazos.

Consecuencia de lo anterior es la necesidad de mentir y engañar a los pueblos. Aunque esto ya quedó bien de manifiesto en los prolegómenos de la invasión de Iraq, las pruebas inculpatorias aireadas ahora por WikiLeaks son demoledoras. Consecuencia de ello es el descrédito de la actividad política en general y el peligro que esto representa para la subsistencia de un mínimo y creíble nivel de democracia que frene las constantes tentaciones de los autoritarismos de cualquier signo.

Si lo anterior ya dibuja un cuadro deprimente, más lo es la evolución de la actual crisis económica, con el sometimiento de la política a los misteriosos e indefinidos mercados y la sensación de impotencia de gobernantes y gobernados frente a las esotéricas fórmulas y exigencias propuestas por quienes, al fin y al cabo, no son sino la elite y la cúspide del feroz capitalismo financiero: los especuladores aferrados a la obtención de los máximos beneficios en el más corto plazo.

Ha sido un poeta granadino -Luis García Montero-, y no un economista, quien ha atinado describiendo la situación con estas palabras: "El capitalismo ha puesto en marcha una verdadera revolución de los ricos contra los pobres, de los mercados contra la soberanía cívica. No tomar conciencia de lo que está en juego significa renunciar para siempre al Estado, a la política y a la democracia". Grave diagnóstico que suscribo en su totalidad.

Y como ya es habitual en los últimos años, el terrorismo sigue estando en los primeros planos de la actualidad. En sus diversas facetas y alentado por odios y fanatismos de frecuente base religiosa, llena los espacios de los medios de comunicación, alienta los temores de la gente y somete por miedo la voluntad de las personas a los arbitrarios dictados de los tecnócratas de la seguridad. Sin embargo, sus efectos, el número de sus víctimas y el peligro que representa el terrorismo para la humanidad palidecen ante el efecto brutal, instantáneo, demoledor y universal de la especulación financiera, capaz de hundir a vastos sectores de la humanidad en el paro, la miseria y la desesperación.

En este océano de ambiciones y codicia que parece abarcarlo todo, brillan sin embargo algunos faros aislados de esperanza, como ese reducido pero selecto número de personas capaces de dedicar sus esfuerzos e incluso arriesgar su vida por los demás, por los más necesitados, por los desposeídos, por esos que, desde las alturas del poder, no son otra cosa que simples perdedores: unos cuantos miles de millones de seres humanos. También brilla la esperanza en esas organizaciones verdaderamente solidarias que, mirando más allá de lo que hoy se observa, aspiran a imaginar y elaborar unas nuevas formas de hacer política, de gestionar los bienes y recursos de la humanidad y de avanzar poco a poco por el camino de convertir en realidad esa utópica trilogía de libertad, igualdad y fraternidad, tan enaltecida con las palabras como menospreciada en las obras. Al comenzar el segundo decenio de este siglo XXI no todo está perdido, pero cada vez brillan con más debilidad esos aislados faros de la esperanza.

Publicado en CEIPAZ el 22 de diciembre de 2010

Escrito por: alberto_piris.2010/12/22 12:00:19.587000 GMT+1
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