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2011/12/30 09:50:21.083000 GMT+1

Irán, en el horizonte de la incertidumbre 2012

Cualquier especulador que dispusiera de abundantes recursos económicos (en dinero propio o en créditos de los bancos amigos) y que supiera con certeza que en 2012 se produciría un notable aumento del precio de la gasolina, si además está bien familiarizado con los trucos de los mercados (¡ah! la omnipresencia de esos fantasmas en cuyas manos están hoy las riendas del mundo), invertiría con toda seguridad una buena parte de su capital en adquirir grandes cantidades de productos petrolíferos a los precios de hoy, para disponer de ellos dentro de unos meses y luego ponerlos a la venta a los más altos precios de mañana.

Tales manipulaciones, que solo buscan obtener un beneficio sin producir bien alguno ni contribuir con ello al mayor bienestar de la sociedad, tienen su nombre en el mundo de los especuladores: "mercados de futuros". Es esta una expresión con resonancias de ficción científica, que ya por sí sola produce bastante desconfianza. Cierto es que existe una legislación que controla esas transacciones de tan misteriosa naturaleza, y que algunas autoridades financieras nacionales e internacionales tienen teóricamente el deber y el poder de regular la forma en que se desarrollan para evitar abusos.

Pero ya hemos visto cómo el alto mundo de la banca y las finanzas internacionales no se para en barras cuando se trata de obtener los máximos beneficios. Si todavía no ha visto, estimado lector, la película Inside job, no pierda la ocasión de hacerlo, aunque salga del cine con una penosa sensación que le impulse a sumarse a la vasta legión de los indignados. Muchas de las dudas suscitadas por la actual crisis económica le quedarán bien aclaradas, aunque ese perfeccionamiento de su cultura personal no le sirva para gran cosa.

No es aventurado suponer que 2012 nos traiga una nueva crisis donde el petróleo vuelva a ser el principal protagonista de un serio conflicto. De momento, las bravatas parecen limitarse al terreno verbal, ante la creciente presión que EE.UU. está ejerciendo contra Irán, con vistas a deteriorar su economía, pero ya han saltado las primeras chispas en el cruce de las espadas enfrentadas. Respondiendo a las amenazas de EE.UU. de aumentar la dureza de las sanciones, que impedirán o limitarán seriamente la capacidad exportadora de productos petrolíferos iraníes (con los que se financia casi la mitad del presupuesto nacional), el primer vicepresidente iraní ha declarado que si se imponen la anunciadas sanciones "ni una gota de petróleo más volverá a atravesar el estrecho de Ormuz", por donde circula una quinta parte del suministro mundial. Además de los crudos iraníes, las exportaciones iraquíes, saudíes y las de los emiratos fluyen por este crítico paso que une el golfo Pérsico con el de Omán.

Así que los esfuerzos por limitar o impedir el desarrollo nuclear iraní, que tanto obsesiona a EE.UU. e Israel y a algunas potencias occidentales y orientales (que temen que la retirada militar de Iraq haga de Irán la potencia hegemónica regional), van a convertir la presunta arma nuclear iraní en la muy real arma internacional del petróleo, cuyos efectos destructores pueden ser tan "masivos" como los de las explosiones nucleares.

Los "mercados" observan con atención el desarrollo de los acontecimientos; no es que les preocupen las posibles armas nucleares iraníes (como no les preocupan las ya existentes en la zona, tanto de EE.UU., como de India, Pakistán, Israel, Rusia, China, etc.), sino la excitante posibilidad de nuevas y brillantes especulaciones que una crisis petrolífera de este tenor pudiera poner a su alcance.

Por esas razones, y sin olvidar el interés que Obama tiene en ser reelegido, el benemérito galardonado con el premio Nobel de la Paz recapacita estos días sobre las medidas a adoptar, barajando unos ingredientes de muy alta explosividad: armas nucleares reales o presumibles, precios del petróleo, sanciones económicas, reacciones internacionales, rutas de navegación, consecuencias imprevisibles, etc. Respecto a estas últimas, ya hay quienes prevén el regocijo de los gobernantes chinos si pudieran disponer de todo el petróleo iraní para ellos solos, una vez que europeos, americanos y japoneses, aceptando dócilmente el embargo exigido por Washington, se viesen forzados a buscar proveedores alternativos en una rebatiña internacional de muy alta tensión.

Muchas incertidumbres se presentan al comenzar 2012, y de entre todas la posibilidad de un conflicto bélico que afecte directamente a la nación persa es quizá la más peligrosa. El efecto de acción y reacción y el encadenamiento de amenazas y contraamenazas pueden conducir a escenarios internacionales de elevado riesgo. Poner a Irán entre la espada (las sanciones económicas) y la pared (la prohibición de hacerse con las mismas armas que algunos vecinos poseen) no es la receta para mejorar la estabilidad de tan crítica zona y, por el contrario, puede convertirse en el detonante de un conflicto cuyos efectos se extiendan por todo el planeta. Mantengamos la esperanza -no hay otra cosa al alcance del ciudadano de a pie- de que esto no suceda y que 2012 no sea peor que el año que ahora concluye.

Escrito por: alberto_piris.2011/12/30 09:50:21.083000 GMT+1
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2011/12/27 09:00:48.433000 GMT+1

Entre el desorden callejero y la amenaza nuclear

Finalizando el año, los comentaristas que durante su transcurso se han esforzado por reflejar la cambiante actualidad suelen caer en dos tentaciones. Una es recordar los más destacados acontecimientos del año que concluye. Otra opción es anticipar algo de lo que el nuevo año pueda traer consigo. Incurriré en ambas tentaciones.

La calificación que, a mi juicio, mejor refleja la característica más peculiar y destacada del año 2011 es la que el pasado 29 de agosto encabezaba la columna de Gideon Rachman en Financial Times: "2011, el año de la indignación global". Solo hago mención del título y no del resto del artículo, porque éste concluía alabando lo que el autor denominaba "chocante excepción" de EE.UU., esa "cultura política americana" que les hace preferible expresar sus opiniones en los medios de comunicación o en las urnas, y "no mediante el desorden callejero". Ni siquiera había transcurrido un mes cuando el auge del movimiento popular Occupy Wall Street había desbaratado la benévola opinión del acreditado periodista británico sobre los hábitos políticos del pueblo estadounidense.

Ciertamente, 2011 ha sido el año en que muchos pueblos han expresado, abiertamente y a riesgo de su vida en algunos casos, su exigencia de una mayor libertad personal y política, su irritación con los sistemas dictatoriales y opresores, pero también con los que, nominalmente democráticos, eran vistos como lejanos y desvinculados de sus preocupaciones más inmediatas.

Ya el 4 de enero, recién comenzado el año, la inmolación de un tunecino desesperado ante las estrecheces de su vida desencadenó la "primavera árabe" que incendió su país y extendió el fuego a Egipto, Libia, Bahréin, Siria, Yemen, etc., sin que pueda asegurarse que el incendio esté controlado. Otro tipo de protestas, menos violentas y más elaboradas, añadió al vocabulario político una palabra hispana, "indignado", en la ya amplia aportación de nuestro idioma a la cultura lingüística universal: guerrilla, junta, conquistador, caudillo, político, pronunciamiento, etc. Revueltas populares que alcanzaron con distintas intensidades y motivos a Atenas, Madrid, Londres y Roma, sin olvidar Chile o Israel. China e India han visto también brotes de descontento popular propiciados por la falta de oportunidades de una juventud desesperanzada.

Dejemos atrás, pues, el año 2011, señalado como un año de rebeldías populares que algunos asemejan a anteriores fechas históricas -1848, 1968 o 1989-, lo que solo el paso del tiempo podrá confirmar, y abramos la ventana que nos ofrece 2012. Las mismas incertidumbres que hoy nos preocupan seguirán presentes el próximo 1 de enero. Nada tiene de mágica esa fecha que permita hacerse ilusiones que hoy nos están vedadas. Pero entre esas incertidumbres me atrevo a poner una de relieve, por el peligro objetivo que encierra y porque otras, más visibles, parecen ocultarla.

Una vieja y comprobada ley de la táctica militar aconseja que, frente a las diversas hipótesis sobre el enemigo que un general debe considerar, decida la maniobra a efectuar en función de la hipótesis más probable, pero organice su seguridad en función de la más peligrosa.

Pues bien, considero que la hipótesis más peligrosa que la humanidad afronta al comenzar 2011 es la de un ataque contra Irán, planeado y ejecutado por Israel y EE.UU., y con la aquiescencia de otras potencias occidentales y orientales, con el fin de aniquilar las infraestructuras de la industria nuclear iraní. Hay sobradas pruebas de una guerra oculta, ya iniciada, que se revela en ataques cibernéticos, apoyo armado a la oposición, asesinatos de personas significadas en el desarrollo nuclear e incluso campañas de desprestigio. Entre éstas, la más señalada ha sido la atribución a Irán del supuesto intento de asesinato del embajador saudí en Washington.

También contribuyen a mantener vivas las brasas capaces de avivar el incendio las sanciones económicas -que provocaron el asalto a la embajada británica en Teherán- y algunos incidentes, como el derribo de un avión espía de EE.UU. en territorio iraní. Algunas declaraciones públicas de dirigentes israelíes, que aparentan tomar en serio las bravatas del alucinado presidente Ahmadineyad para justificar sus agresivos planes, también empeoran la situación.

Pero el hecho es que Irán es un país que en 200 años no ha invadido a ningún vecino, mientras que Israel y EE.UU. sí lo han hecho, a un ritmo medio de una invasión por año en la última década. Si además se tiene en cuenta que Irán está rodeado de países dotados de armas nucleares, todo indica que el recurso a la violencia para ahogar su programa nuclear solo traerá gravísimas consecuencias, tanto para los países de la zona, a los que una guerra total sumiría en el caos, como para la economía mundial, privada de una sustancial parte de sus recursos energéticos. Hay guerras en las que se entra "sin querer", como ocurrió con la 1ª G.M. y en la última invasión de Iraq, por una sucesión de encadenamientos absurdos, juicios erróneos y decisiones irracionales. Esperemos que 2012 no traiga consigo un nuevo brote de esta enfermedad humana.

Publicado en CEIPAZ el 24 de diciembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/12/27 09:00:48.433000 GMT+1
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2011/12/23 10:48:27.581000 GMT+1

Sucesión dinástica en Corea del Norte

Como no podía menos de suceder, los pormenores de la muerte de Kim II de Corea, el "Amado líder" (Kim Jong-il), y de la entronización de su hijo y heredero Kim III, el "Gran sucesor" (Kim Jong-un,) han estado rodeados de incertidumbre, como mucho de lo que sucede en esa impenetrable monarquía comunista en que se ha convertido Corea del Norte, por otro nombre conocida como República Democrática Popular de Corea. Fallecido de un ataque al corazón a bordo de un tren en el que viajaba con destino no precisado, la información sobre el fin del segundo miembro de la dinastía se mantuvo oculta durante dos días, sin que los supuestamente poderosos medios de espionaje e indagación occidentales hubieran podido detectar anomalía alguna en el diario acontecer del país.

Como en las tradicionales intrigas sucesorias que describe con detalle la Historia de muchos países europeos, la transición de Kim II a Kim III no está exenta de tensiones, de las que seguramente se filtrarán detalles en las próximas semanas. Entre los actores de las previsibles maniobras palaciegas que se producirán tras el fallecimiento del anterior titular del poder y la sucesión hereditaria establecida por él, ocupa posición destacada un tío del nuevo presidente: Chang Song-taek. Casado con la hermana del fallecido Jong-il, ha ostentando cargos de la máxima responsabilidad con el anterior dictador y tácitamente, por lo que puede saberse, había sido investido por él con poderes similares a los de un regente, en tanto que el hijo designado como heredero se asentaba sólidamente en el críptico entramado político-militar del país.

La muerte de Jong-il ha interrumpido el proceso de reforzar la presencia de su hijo en el escalafón del poder coreano. Algunos analistas que han escudriñado las rendijas de ese poder, no dudan en recordar que el fundador de la dinastía y creador de la actual Corea del Norte (Kim Il-sung, el "Gran líder", nombrado Presidente Eterno de la República), actuó con astucia y habilidad: creó en primer lugar un ejército a su medida; fabricó después un Estado a la medida del ejército y, por último, inventó un partido político (el Partido de los Trabajadores de Corea) para que sostuviera formalmente la estructura general de país.

Kim Jong-un, a diferencia de su padre, carece de ascendiente sobre las fuerzas armadas, el verdadero poder en Corea del Norte. Poder cuyo núcleo es el poderoso Comité de Defensa Nacional, que controla las armas nucleares y cuya presidencia ha quedado vacante por la muerte del Jong-il. El segundo puesto está ocupado por Chang Son-taek, el más influyente de los cuatro vicepresidentes, lo que le convirtió, ya en vida del fallecido dictador, en el número dos del régimen. El sucesor, Kim III, solo fue nombrado en 2010 (cuando su padre empezó a promocionarle) vicepresidente del Comité Militar Central, un órgano del Partido Comunista que decide sobre las cuestiones militares en general, pero de menos relevancia que el anterior.

El joven e inexperto Kim III tendrá que abrirse camino por su cuenta, para buscar su lugar en una estructura de poder bien establecida y protegida. Es casi seguro que Chang instale en ella a sus más fieles colaboradores, de los que carece todavía el hijo del "Amado líder", cuya educación en Suiza y sus costumbres algo occidentalizadas no reforzarán su prestigio ante los altos mandos militares ni ante los cuadros del Partido de los Trabajadores.

A no muy largo plazo se adivina un forcejeo entre Kim III y Chang. No se descarta que aquél se vea inclinado (o se sienta empujado por algunos) a rechazar la influencia de su tío y tutor, y a ejercer el poder por su propia cuenta. Chang, por su lado, podría intentar aprovechar su prolongada y profunda experiencia en el puente de mando de la República para configurar las estructuras del poder según sus propios designios y erigirse en el verdadero sucesor de Kim II. Las raíces del conflicto están a la vista, aunque la realidad actual permanezca oculta.

El eje de la cuestión estará en el dilema -cuyo planteamiento es hoy de difícil concreción, incluso para los analistas mejor informados- de si los que hoy ejercen el verdadero poder salvaguardarán mejor sus intereses de grupo utilizando a Kim III como mascarón de proa, o haciéndose directamente con el timón del Estado y dejando de lado a quien el único mérito que podía atribuirse para gobernar en solitario tan insólita nación es el de ser hijo de su padre.

Dado que esta condición es precisamente la esencia de toda monarquía, por democrática que intente aparecer, y teniendo presentes pasadas vicisitudes de la Historia de España, no es superfluo recordar, a quienes hoy observan con desdén las exageradas muestras de duelo que los coreanos exhiben por quien les ha mantenido en una extrema situación de aislamiento y semiesclavitud, sin dar muestras de indignación por ello, que nuestros abuelos recibieron al abyecto rey Fernando VII (a quien unos llamaron "El deseado" y otros "El felón") al grito de ¡Vivan las caenas!, y se uncieron a los arneses del carruaje que conducía al vil monarca a su palacio madrileño. Son muy pocos los pueblos que prefieren morir de pie a vivir de rodillas.

República de las ideas, 23 de diciembrte de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/12/23 10:48:27.581000 GMT+1
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2011/12/19 15:11:55.010000 GMT+1

El sombrío futuro iraquí

Con pocas esperanzas de paz y estabilidad contemplan los iraquíes las últimas fases de la retirada estadounidense del país, de acuerdo con el tratado bilateral que en 2008 estableció el final de la ocupación aliada. La seguridad pública deja mucho que desear; los servicios básicos escasean o son inexistentes en algunas zonas y la situación política no suscita entusiasmo alguno.

Cuando el Gobierno de Maliki se halla casi a la mitad de la legislatura, los miembros de la coalición no han logrado ponerse de acuerdo sobre los nombramientos para las carteras de Defensa, Interior y Seguridad, y para la dirección del Servicio de Inteligencia. Aunque la Constitución no exige proporcionalidad entre las diversas etnias y religiones del país para cubrir los puestos de máxima responsabilidad política, los críticos ministerios de Defensa e Interior siguen sin ser cubiertos.

Los conflictos económicos, sociales, militares y de seguridad que aquejan a Iraq no solo deben ser abordados desde los factores políticos habituales en cualquier Estado del siglo XXI, sino que en Oriente Medio se requiere tener además en consideración el hecho de que hay unos musulmanes -los chiíes- que rechazan la legitimidad de los tres primeros califas islámicos, porque creen firmemente que su designación como tales violó la voluntad de Mahoma, que deseaba ser sucedido por su yerno Alí, el marido de su hija Fátima. Es así como una cuestión hereditaria de raíz religiosa, que surgió en el siglo VII de nuestra era, se ha convertido hoy en factor esencial para cualquier decisión a adoptar dentro de la comunidad islámica, ese vasto conglomerado de Estados que siguen las enseñanzas del Profeta, que engloba a más de 1300 millones de habitantes y se extiende desde el Atlántico al Pacífico.

¿Podríamos imaginar la complejidad política del mundo occidental de hoy si dentro de él, como ocurrió en el pasado, cada Estado debiera definir su posición, por ejemplo, ante el dogma cristiano de la Trinidad o defender con las armas sus creencias respecto a la naturaleza, divina o humana, del fundador de su religión? ¿O si el acuerdo o la divergencia sobre la presencia real de una divinidad en la llamada "eucaristía" condicionara las alianzas, enfrentamientos y acuerdos entre los países europeos y americanos? Pues esa es la complicación adicional que la división islámica entre chiismo y sunismo impone a la dinámica política de muchos Estados. Los países donde el chiismo es mayoritario son pocos, pero de crítica importancia; entre ellos se cuentan Irak, Irán y Líbano, de evidente protagonismo en los conflictos que aquejan al mundo de hoy.

Los suníes iraquíes, que gozaron de un claro predominio durante la dictadura de Sadam Husein, pese a ser minoritarios en el país, muestran ahora tendencias centrífugas frente al Gobierno chií de Bagdad. Habitan predominantemente en las provincias occidentales, donde se han dado ya los primeros pasos hacia una mayor autonomía. Sus dirigentes se quejan de que el intenso proceso de "desbaazificación" (persecución de los miembros del partido Baaz, que gobernó con Sadam Husein), llevado a cabo por EE.UU. tras la invasión, les dejó en situación de inferioridad y les relegó a un plano secundario del que solo podrían salir si se implantara una estructura federal, con vías a una futura independencia como la que prácticamente poseen los kurdos del norte del país.

Mientras los dirigentes suníes esperan mejorar la condición de su pueblo relajando los vínculos que les someten a Bagdad, el Gobierno agita el temor a un golpe de Estado suní cuando las tropas estadounidenses abandonen definitivamente el país. Insiste en que hay peligro de luchas internas y derramamiento de sangre a causa del recrudecimiento de la violencia sectaria, como sucedió entre 2006 y 2007, y acusa a los seguidores del Baaz de crear focos de inestabilidad en las provincias de mayoría suní, lo que agravaría la conflictividad del resto del país.

Conflictividad que se complicaría con la inestabilidad que padece la nación kurda, por la disputa en torno a los recursos petrolíferos de la región y la delimitación fronteriza entre el territorio autónomo kurdo y el controlado desde Bagdad. En algunas ciudades, como Kirkuk y Nínive, situadas fuera del ámbito autonómico kurdo, conviven difícilmente suníes y kurdos. Ambas partes desearían mantener la presencia militar estadounidense en la zona, y crece el temor a que un aumento de las tendencias separatistas en las provincias occidentales suníes podría conducir a situaciones extremas de guerra civil.

Esta es la situación en que se encuentra ahora Iraq, tras la larga y cruenta guerra impuesta por Washington y agravada en el interior por la proliferación del terrorismo, residuo todo ello de la iluminada intervención bélica del profeta Bush y su círculo de asesores y colaboradores, en su empeño por evangelizar democráticamente a unos pueblos de los que ignoraban casi todo.

República de las ideas, 16 de diciembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/12/19 15:11:55.010000 GMT+1
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2011/12/10 15:46:59.616000 GMT+1

¿Cuanto peor, mejor?

En las guerras, en casi todas las guerras, la moral y las preocupaciones deontológicas que se suelen enseñar en las academias militares a los futuros guerreros suelen terminar siendo dadas de lado si el conflicto bélico se prolonga más de lo deseable, y acaban siendo reemplazadas por la más imperiosa necesidad de poner fin favorable al conflicto con el menor desgaste propio posible. Así ocurrió, por ejemplo, con la aniquilación nuclear de Hiroshima y Nagasaki; o el abrasamiento de Dresde bajo el fósforo incendiario lanzado por la aviación anglo-americana; o, más cerca de los españoles, con el brutal experimento de la aviación nazi al servicio de Franco, arrasando Gernika sin contemplaciones para que Goering pudiera comprobar la eficacia de su nueva Lutfwaffe.

Dando esto por sentado, pues las experiencias históricas que lo prueban son numerosas e irrefutables, no hay que mostrar mucha malicia para interpretar algo de lo que hoy está ocurriendo en Afganistán. Uno de los documentos secretos filtrados por WikiLeaks en noviembre de 2010 se refiere al informe presentado en Bruselas en noviembre de 2008 por un alto responsable de los servicios de inteligencia de EE.UU. a los representantes permanentes (embajadores) de los países de la OTAN. El asunto de la reunión se expresó así: "Los aliados encuentran sombrío (gloomy) el informe sobre Afganistán del Oficial Nacional de Inteligencia, aunque se centran en las recomendaciones para mejorar la situación".

El último párrafo del largo informe difundido por WikiLeaks dice lo siguiente (traducción de A.P.): "La comunidad internacional debería aplicar una intensa y persistente presión contra los talibanes en 2009, para hacerles mostrar sus tendencias más violentas e ideológicamente radicales. Esto les enajenará del pueblo y nos dará la oportunidad de aislar a los talibanes de la población." Dicho de otro modo: forzar a los talibanes para que muestren su más violenta brutalidad; no se trata de derrotarlos ni aniquilarlos (dado que el transcurso de las operaciones ha mostrado que esto es tarea difícil, cuando no imposible), sino de excitar al máximo su salvaje violencia para hacerles concitar el odio del pueblo mediante el sufrimiento que sus acciones provocan.

Esta sugerencia se opone radicalmente a la estrategia oficial seguida en Afganistán por las fuerzas aliadas de ocupación, cuya idea básica es proteger a la población de la violencia terrorista y así ganar su apoyo. Lamentablemente, el paso del tiempo muestra que la estrategia del "cuanto peor, mejor" que apunta el citado informe parece estar en pleno apogeo. Prueba reciente de ello ha sido el salvaje atentado terrorista perpetrado contra los fieles chiíes en Kabul el pasado 6 de diciembre, quizá el más brutal acto de guerra sucia que ha sufrido Afganistán.

Un terrorista suicida se infiltró entre los peregrinos que celebraban la Ashura, un día sagrado del calendario del islam chiita, en una compacta masa de hombres, mujeres y niños. La explosión provocó más de medio centenar de muertos y un elevado número de heridos. Entre las víctimas no se encontraban posibles "objetivos" de la violencia talibana (es decir, soldados o policías) y aunque un portavoz talibán negó su participación en la masacre, el atentado sirvió también para mostrar el creciente descontrol del terrorismo, capaz de infligir tan terrible sufrimiento a la población civil.

Algunos analistas que contemplan muy de cerca la evolución de la situación consideran que en febrero pasado se produjo un punto de inflexión con el sanguinario asalto a un banco en Jalalabad, donde los atracadores no buscaron botín alguno sino que se aplicaron a asesinar fríamente a varias decenas de clientes y empleados de la sucursal. Los detalles posteriormente difundidos sobre este asalto mostraron un brutal sadismo que contradice las instrucciones vigentes entre los talibanes de no dañar a la población. Desde entonces, muchos ataques de los talibanes han mostrado una violencia sin precedentes, hasta culminar en el citado atentado del día de Ashura.

Aunque la eliminación de cuadros de mando talibanes prosigue con éxito, según informes de la OTAN, la presión violenta que recomendaba el documento filtrado está transformando el modo de actuar de los terroristas hacia métodos más brutales, hasta el punto de que en su seno se refuerza el peso de las tendencias más extremistas en detrimento de los que podrían colaborar con el Gobierno afgano para avanzar hacia el final definitivo del conflicto.

Un responsable de la OTAN en Kabul respondió así a la acusación de que la estrategia adoptada iba en detrimento de la seguridad de la población: "No pretendemos hacer peores a los talibanes, pero si esto nos ayuda en algo, no nos vamos a quejar". La necesidad de concluir la guerra, aunque vaya en claro prejuicio de la población a la que nominalmente se trata de proteger, añade el conflicto afgano a la ominosa lista de situaciones bélicas regidas por el aforismo que abre este comentario: "cuanto peor, mejor".

Publicado en CEIPAZ el  10 de diciembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/12/10 15:46:59.616000 GMT+1
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2011/12/09 10:20:25.398000 GMT+1

No habrá banderas victoriosas en Afganistán

El problema de fondo que afecta a la situación actual en Afganistán y al futuro de la intervención militar y civil de las potencias extranjeras no es otro que el de retirarse del mejor modo posible de ese avispero, una vez aceptada la imposibilidad de salir ondeando banderas victoriosas y, lo que es peor, ante el temor de hacerlo con las arcas semivacías y el prestigio por los suelos.
 
Así que la conferencia ahora celebrada en Bonn se ha tenido que contentar con promesas, a falta de algo mejor. Diez años después de que en la misma ciudad alemana se acordara reconocer oficialmente al Gobierno de Karzai y se aprobara la intervención militar de la OTAN, que tantos quebraderos de cabeza está proporcionando a los Gobiernos participantes, éstos se han comprometido a ayudar económicamente al Gobierno afgano hasta el año 2024.
 
¿Por qué esta fecha y no otra? El asunto tiene su miga: el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha calculado que para entonces los ingresos afganos producto de su riqueza minera bastarán para que el país se desenvuelva por sí solo. Numerosos pueblos de todo el mundo han venido sufriendo las decisiones del FMI en aspectos no solo económicos, sino también sociales, educativos, sanitarios, etc., así que no debería extrañarnos que ahora sea el FMI quien diga la última palabra sobre la retirada de Afganistán. Otro aspecto más a considerar cuando se contempla cómo el poder financiero irrumpe en la escena política para señalar plazos, imponer planes de ajuste y hasta forzar el cambio de Gobiernos cuando lo estima oportuno.
 
Las banderas no volverán victoriosas desde Afganistán y además las arcas que deberían financiar el esfuerzo están peligrosamente vacías. Es cuestión de números. Como informaba el responsable diplomático de The Guardian, las fuerzas de seguridad (ejércitos y policía) afganas afrontarán un agujero de unos 4.000 millones de dólares a partir de 2014 (fecha prevista de la retirada), y esto es lo que de verdad preocupa a EE.UU. y sus aliados, que también padecen la crisis que a todos azota. Cada cual mira al vecino: “Los americanos nos han dicho que el Congreso no está dispuesto a proporcionar a Afganistán más ayuda militar que a Israel, es decir, no más de 3.000 millones de dólares”, afirmó un funcionario europeo.
 
El embajador de EEUU en Madrid se sumó a la campaña para buscar fondos en Europa y escribió en la prensa española el pasado domingo: “Mientras los aliados de la coalición empiezan a disminuir sus tropas de combate, les animamos a volver a invertir y realinear su compromiso y aportar recursos para apoyar la misión de formación [...] así como ayuda al desarrollo”. Aparte de unas alusiones a la nueva “Ruta de la seda”, una bella y retórica tapadera para este asunto, de lo que se trata es de gastar lo menos posible. Será en Chicago donde, en la cumbre de la OTAN a celebrar en agosto de 2012, se discuta la cuestión más a fondo. Según un diplomático occidental en Kabul, “EE.UU. desea reducir su carga, hay menos dinero disponible y los americanos no se comprometerán a financiaciones plurianuales. Habrá que discutir con los afganos el tamaño de sus fuerzas de seguridad y con los aliados la cantidad que cada uno está dispuesto a pagar”.
 
Esas discusiones pueden rozar el esperpento. El ministro afgano de Defensa pide para sus ejércitos carros de combate y cazabombarderos, elementos poco útiles para la lucha contra las bandas terroristas que operan sobre el territorio. Y argumenta así lo que él denomina una necesidad psicológica de su pueblo: “Quiero dar confianza al pueblo. Es una sociedad acostumbrada a ver máquinas de guerra y todo lo que no sea eso les causa desconfianza. Así que los tanques y aviones, además de dar confianza a la población, enviarán un mensaje a nuestros enemigos…”. Algunas discusiones sobre este asunto se prevén pintorescas.
 
Para ayudar a pasar la bandeja y forzar a los participantes a que aumenten sus dádivas, desde la OTAN se argumenta que, a pesar de los problemas fiscales y financieros que aquejan a los aliados, éstos “sabrán ser generosos” por tres motivos: 1) al reducir las tropas, a partir de 2014 gastarán menos en Afganistán; 2) este país seguirá siendo uno de los más pobres del mundo y atraerá inversiones extranjeras; y 3) si no se ayuda financieramente a Afganistán, se pondrá en peligro (?) todo lo conseguido en los últimos diez años.
 
La admonición otánica termina como los sermones que precedían a las colectas en las iglesias de los pueblos, para asustar a los fieles y hacerles abrir la bolsa: “Es un asunto de interés propio, no de filantropía. Si Afganistán vuelve al caos, nuestros pueblos sufrirán la entrada de drogas y de inmigrantes, y la inestabilidad en una zona muy sensible del mundo”. El embajador en Madrid también aportaba su granito de arena al afirmar que, si se hace lo que la OTAN sugiere, “Afganistán nunca más será refugio y caldo de cultivo de actos terroristas. Esta es la forma de asegurar que las tragedias de Nueva York, Washington, Londres y Madrid no se repitan”. Admirable la seguridad de tan rotunda afirmación, a menos que él piense -y no lo diga- que esas tragedias no se repetirán porque cada una fue única e irrepetible en su horror, ya que todos sabemos que el terrorismo puede atacar del modo más imprevisible y en el lugar más insospechado.

Publicado en República de las ideas el 9 de diciembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/12/09 10:20:25.398000 GMT+1
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2011/12/02 08:44:47.825000 GMT+1

Los fondos-buitre

En estos tiempos que corren, cuando el conocido vocabulario político va siendo reemplazado por el económico en los medios de comunicación (y mientras el poder financiero toma la iniciativa para arrinconar -¿definitivamente?- al poder político), raro es el día en que un ciudadano corriente no aprenda en ellos algo nuevo sobre fondos y riesgos, productos derivados, mercados de futuros, creación de riqueza, deuda soberana, déficit público, etc. Bien es verdad que, mientras tanto, hay muchos ciudadanos aprendiendo otras cosas: cómo vivir en el paro irremediable, cómo buscarse la vida del mejor modo posible, cómo encontrar la dirección del más próximo comedor de caridad o cómo aplicar los conocimientos del último máster realizado con éxito, para rellenar las estanterías del supermercado donde han conseguido un precario trabajo por horas.
 
También se aprenden hechos sorprendentes, como lo que el economista francés Milanovic publica en su último libro sobre la desigualdad económica humana. Según él, el hombre más rico que ha existido en los últimos 2000 años vive hoy: es el financiero mexicano Carlos Slim, cuya fortuna le permitiría comprar el trabajo de casi medio millón de sus compatriotas. Según el autor, es catorce veces más rico que el triunviro romano Marco Licinio Craso, el histórico paradigma universal de la riqueza, y cuatro veces más que Rockefeller, un paradigma de hoy. Pero no creamos, como se nos quiere hacer pensar, que esa suprema cualidad generadora de riqueza obedece a unas características excepcionales de ciertas personas. Como hace poco comentaba George Monbiot, “si la riqueza fuera el resultado inevitable del trabajo intenso y de la iniciativa, las mujeres africanas serían todas millonarias”.
 
Haber nacido en el lugar apropiado y en la clase social conveniente, junto con una gran dosis de suerte y capacidad para engañar y explotar a los demás son las cualidades premiadas en la lucha por la riqueza. Un psicólogo profesional, premio Nobel de Economía, estudió a 25 asesores financieros de alto nivel. Descubrió que la consistencia de su trabajo era nula: “sus resultados se parecían más a lo que se espera de un juego de dados que de una competición de inteligencia”. Para Monbiot, “los que gestionan los fondos en Wall Street reciben remuneraciones fantásticas sin hacer más que lo que haría un chimpancé lanzando una moneda al aire”.
 
Los que gestionan los “fondos-buitre” tienen por la especie humana una consideración mucho más desdeñosa que la que muestra un chimpancé por sus congéneres, con los que actúa de modo cooperativo según vemos en los admirables documentales de TVE2. Esos especuladores -la quintaesencia del género- operan comprando a bajo precio títulos de la deuda nacional a países en situación caótica, a causa de una guerra civil, una hambruna, una catástrofe, etc. Procuran, además, que sean países con riquezas naturales, como sucede con la República Democrática del Congo (RDC), cuyos recursos mineros son enormes.
 
Esperan a que el país en cuestión recupere cierta estabilidad social y política, y entonces presentan sus títulos al cobro con un desproporcionado aumento de intereses. Uno de estos fondos-buitre se ha personado en un paraíso fiscal bajo soberanía británica (la isla de Jersey) demandando a la RDC 100 millones de dólares por una deuda que originalmente importaba 3,3 millones, y en la que se incurrió durante los 30 años de guerra civil congoleña.
 
Tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial han aconsejado a menudo la cancelación, renegociación o reducción de las deudas de algunos Estados calificados como “Países pobres muy endeudados” (HIPC en inglés), y durante los últimos años no ha sido extraño cancelar las deudas de los países en situación de miseria casi absoluta. Esta señal de humanidad, rara en las altas esferas de las grandes finanzas, no afecta para nada a ese club de fondos-buitre, formado por unas 30 firmas especuladoras, cuyos nombres y gestores son sobradamente conocidos, y que están decididos a exigir lo que consideran que “legalmente” les corresponde. Para ello, acuden a los tribunales de esos paraísos fiscales donde solo el dinero y los beneficios imponen la ley.
 
Los 100 millones de dólares exigidos a la desventurada república congoleña le permitirían a ésta proporcionar agua potable a más de ocho millones de ciudadanos o adquirir 20 millones de mosquiteros para un pueblo donde la malaria mata 200.000 niños al año. Un país donde 100 mujeres mueren semanalmente dando a luz tiene mejores cosas a las que dedicar sus recursos antes que pagar a unos especuladores indignos de pertenecer a la raza humana. El Banco Mundial informa de que más de una tercera parte de los países HIPC están siendo acosados por los fondos-buitre, que han extraído ya de aquéllos más de 1.000 millones de dólares, a la espera de conseguir otros 1.500 aún pendientes.
 
Convendría concluir haciendo una mención favorable a los buitres, esas aves que embellecen los cielos con su vuelo majestuoso y que no son culpables de nada, ni siquiera de que algunos seres humanos muestren instintos más carroñeros que los que la naturaleza ha otorgado a esas rapaces falconiformes.

Publicado en República de las ideas el 2 de diciembre3 de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/12/02 08:44:47.825000 GMT+1
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2011/11/25 10:10:12.741000 GMT+1

La encrucijada de los militares egipcios

Una de las más difíciles operaciones políticas en cualquier Estado es la de abandonar un régimen dictatorial apoyado por las fuerzas armadas; sobre todo, cuando éstas no solo han ejercido de árbitro indiscutido durante muchos años sino que han penetrado profundamente en las estructuras del país, no solo políticas, sino también económicas, financieras e industriales, como sucede en Egipto. En tales circunstancias, el esfuerzo a realizar es ingente y requiere habilidad, paciencia y bastante astucia política para implantar una nueva constitución que instaure un régimen democrático para un pueblo que, desde el tiempo de los faraones, jamás ha conocido ni ejercido la democracia real.
 
Los generales que rigen hoy los destinos del pueblo egipcio fueron nombrados por el depuesto dictador y, durante los nueve meses de inestabilidad que lleva padeciendo el pueblo egipcio, es sentimiento muy extendido que, más que atender a los graves problemas económicos y sociales que aquejan al país en esta época de crisis, los miembros del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) están sobre todo preocupados por consolidar su tradicional poder e influencia, y no perder la hegemónica posición social que ocuparon durante la dictadura.
 
La última oleada de protestas que ha vuelto a ensangrentar las calles de la capital cairota obedece a lo que muchos estiman premeditada lentitud de las reformas prometidas, renuencia a abandonar el poder y alarmantes señales de que el CSFA se reserva poderes casi dictatoriales sobre el futuro parlamento, ya que pretende erigirse en “protector” de la nueva constitución, según un documento cuyo texto se ha hecho público y en el que se establecen los límites entre los que pretende encerrar a la nueva democracia.
 
Entre éstos, llama la atención la exigencia de dejar fuera del control parlamentario los gastos militares. Sería exclusivamente el CSFA el que estudiase y discutiese los asuntos relacionado con los ejércitos, incluidos los detalles del presupuesto militar, cuyo importe se añadiría en forma global a los presupuestos del Estado para su tramitación parlamentaria; ocultarlos por completo hubiera parecido muy atrevido, incluso en una democracia mutilada y tutelada, que es lo que parece propugnar el CSFA.
 
Queda ahora claro que los altos mandos militares, cuando advirtieron que la represión violenta de las revueltas populares del pasado febrero mancharía de sangre sus manos, se deshicieron de Mubarak para no desprestigiarse. Pero no estaban dispuestos a perder privilegios ni a prescindir de las viejas corruptelas arraigadas bajo el escudo protector del mítico secreto militar. Así pues, intentan evitar el control político de la actividad de los ejércitos, incluyendo en el texto constitucional los elementos que, a modo de salvaguardia, protejan y prolonguen sus prerrogativas.
 
Es también motivo de las protestas populares el calendario propuesto por el CSFA para avanzar hacia la democracia. La impaciencia de los manifestantes muestra que están decididos a no esperar a finales del año próximo o principios del 2013 para aprobar la nueva constitución y elegir al nuevo presidente. Las voces más irritadas piden al mariscal Tantaui (presidente del CSFA) su inmediata dimisión y la entrega del poder a un gobierno provisional de naturaleza civil.
 
Las perspectivas son sombrías. Está previsto que el desarrollo de las elecciones parlamentarias comience el 28 de noviembre y dure varios meses. Si ya antes de la actual reactivación de las revueltas populares este proceso parecía peligroso por la dificultad de garantizar la seguridad generalizada durante tan largo plazo, la irritación ahora desatada, que la represión ha contribuido a agravar, lo hace aparecer prácticamente inviable.
 
Tras las algaradas, el mariscal Tantaui se dirigió a la población y, entre otras cosas, afirmó: “No tenemos la ambición de alzarnos hasta el trono del poder y no lo buscamos, pero ya sabíamos que la política implica distintos puntos de vista”. A pesar de sus alegaciones en pro de la democracia, no conviene pasar por alto esta otra frase: “Nosotros, en las fuerzas armadas -la escuela del patriotismo-, estamos acostumbrados a afrontar dificultades y estamos preparados para tener paciencia hasta alcanzar nuestro objetivo gracias a una adecuada planificación y a la voluntad de vencer”.
 
Es fácil percibir, comparando ambas citas, la conocida y habitual incertidumbre en la que ideológicamente se mueven los mandos militares que pretenden ejercer poderes políticos en un régimen que desean mostrar como democrático: su inherente sentido de la disciplina y del cumplimiento estricto de la misión chocan, muy a menudo, con la ambigua fluidez y con la necesidad de acuerdos y transacciones, imprescindibles para adoptar decisiones políticas en una verdadera democracia. No parece que Egipto vaya a ser una excepción a esta comprobada regla de la sociología militar.

Publicado en República de las ideas el 25 de noviembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/11/25 10:10:12.741000 GMT+1
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2011/11/22 12:07:16.857000 GMT+1

El complejo marco político de Oriente Medio

Las tierras de Oriente Medio, que vieron surgir hace más de una decena de milenios las primeras agrupaciones humanas del Neolítico desde las que brotaría la civilización que luego se extendería hasta las costas del Atlántico, están sufriendo ahora una agitación permanente, cuyo epicentro se desplaza imprevisiblemente desde uno a otro país con distintos índices de gravedad.

Los problemas que comenté en mi anterior colaboración sobre la influencia del ejército en la revolución egipcia (ver "Ejércitos y constituciones: el caso egipcio", 7 de noviembre de 2011) se agravan estos días ostensiblemente. La sangre ha vuelto a ser vertida en la vieja capital cairota, y no es fácil prever cómo evolucionarán los acontecimientos hacia la deseable -y cada vez más lejana y problemática- normalización democrática de Egipto. Allí hay un pueblo que se debate entre las ansias de libertad, el temor a lo desconocido y el hábito de vivir bajo el viejo y tradicional poder que, disfrazado con los nombres de los sucesivos dictadores, nunca ha permitido el ejercicio de la democracia.

El foco de los medios de información ha ido derivando de uno a otro país (ahora empieza a abandonar Libia para orientarse, de momento, hacia Siria, Irán e Israel), y se corre una vez más el peligro de que su haz, estrecho y brillante, dirigido en una sola dirección, produzca un deslumbramiento que impida valorar en su justa medida la situación general.

El pragmatismo que domina el pensamiento occidental, basado en la ciencia y la tecnología, establece la regla de que, para resolver los problemas, es preciso empezar por aislarlos, definirlos con precisión y abordarlos sistemáticamente uno por uno. Es justamente lo contrario de lo que sería necesario para tratar la compleja situación política que hoy se observa entre el mar Mediterráneo y el Arábigo.

No hay un problema sirio, otro egipcio, otro entre Israel e Irán, otro entre chiíes y suníes... etc. Lo que en realidad existe es un complejo y enrevesado conflicto, herencia de una historia, larga y tortuosa, abundante en enfrentamientos políticos, religiosos y económicos, y a la que la época colonial añadió profundas heridas, no solo psicológicas, que han perturbado la natural evolución de unos pueblos expulsados durante varios siglos de la vanguardia de la historia de la humanidad.

Es por eso un importante paso adelante la conferencia que ha tenido lugar en Estambul entre varios de los países más afectados por la guerra en Afganistán, y a la que EE.UU. no asistió como participantes sino como "colaborador". Reconocieron que los problemas de terrorismo, narcotráfico y corrupción que aquejan a Afganistán les afectan de uno u otro modo, por lo que solo pueden abordarse en su conjunto con un esfuerzo combinado.

Varios de esos países tienen intereses directos y distintos, cuando no opuestos, en relación con Afganistán, como Pakistán, la India e Irán. Por su parte, China, Rusia, Arabia Saudí y las repúblicas centroasiáticas se ven también afectadas por la guerra afgana. Aunque sin lograr un pleno entendimiento, y con el apoyo de EE.UU. que desea alcanzar una situación que le permita retirar su tropas a finales de 2014, como está previsto, los participantes acordaron organizar en breve plazo otra conferencia más amplia en Bonn, sobre la misma cuestión.

Mientras tanto, se agrava la situación política del régimen sirio, donde los esfuerzos de la Liga Árabe por alcanzar una solución diplomática no dan fruto. El presidente sirio ha redoblado sus amenazas de recurrir a una violencia sin límites para poner fin a la prolongada insurrección popular: "Siria no cederá. El único camino es perseguir a los insurrectos armados, expulsar a las bandas e impedir la entrada de armas desde los países vecinos, evitar los sabotajes y defender la ley y el orden".

Rusia también influye en el conflicto sirio; no solo es el principal proveedor de armas de este país, sino que posee también una instalación naval en la costa siria, una de las pocas bases que Rusia tiene en el extranjero. El Gobierno de Moscú acusa a los países occidentales de impedir una resolución pacífica del conflicto por estimular la insurrección armada: "Es necesario cesar la violencia -declaró el ministro ruso de asuntos exteriores- pero esto debe exigirse tanto a las autoridades como a los grupos armados que se han infiltrado en la oposición". Acusó a las potencias occidentales de preparar el terreno para otra invasión, como la de Libia, sobre cuyo alcance afirmó haber sido engañado por la OTAN. Aunque Rusia exige reformas democratizadoras al régimen de El Asad, se niega a que la dimisión del presidente sirio sea condición previa para el diálogo con la oposición.

Puede parecer anacrónico, pero no debe perderse de vista un factor puramente religioso: la oposición entre chiíes y suníes. Así como en la Europa del XVI y el XVII las guerras de religión entre católicos y protestantes modularon la política internacional, el cisma religioso que dividió al islam en el VII sigue siendo hoy un importante factor en los conflictos que aquejan a esta parte del mundo.

Publicado en CEIPAZ el 22 de noviembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/11/22 12:07:16.857000 GMT+1
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2011/11/18 10:21:0.621000 GMT+1

Contando seres humanos

Los estudiantes de física en el bachillerato de los años 40 del pasado siglo, antes de que la ciencia sufriera la enorme transformación que se produjo en su segunda mitad, aprendieron que el metro, la unidad básica de longitud, tenía como patrón universal una “barra de platino iridiado” que se conservaba en París. También en París, en el mismo y venerable depósito cuyo nombre era Oficina Internacional de Pesos y Medidas, se conservaba un cilindro del mismo material que establecía lo que era un kilo para todas las actividades humanas, desde los más complejos laboratorios hasta la báscula del carnicero del mercado.
 
Pero ya “no nos queda ni París”, porque los patrones universales de los nuevos sistemas de unidades -salvo precisamente el kilogramo, del que Sèvres sigue conservando la exclusiva mundial- han pasado a ser definidos por constantes físicas que no necesitan materializarse en lugar alguno y que responden a fenómenos muy ajenos a las vivencias cotidianas de la gente.
 
Sin embargo, no todo se mide con el Sistema Internacional de Medidas adoptado prácticamente en todo el mundo. Medir cuántos seres humanos pueblan la Tierra es algo para lo que no hay que referirse ya a París, puesto que se hace en la sede de Naciones Unidas de Nueva York, ciudad que después de la Segunda Guerra Mundial ha ido sustituyendo casi por completo a la que fue meca universal del pensamiento, el arte, la ciencia y la cultura durante largos decenios.
 
Así ha sido como la llamada División de Población de Naciones Unidas, donde según opinión mayoritaria reside el patrón universal que mide cuántos somos, anunció que el pasado 31 de octubre la población del planeta sumaría siete mil millones de habitantes. El patrón que utiliza la ONU para precisar con certeza aparentemente milimétrica esa medida nada tiene que ver con la barra parisina que definía el metro. Tampoco podría llamarse “patrón”, porque es, más bien, un revoltijo de conceptos, suposiciones, proyecciones estadísticas y labores detectivescas, parecidas a algunas operaciones de las llamadas policías “científicas”.
 
De este modo, un funcionario chino de la ONU encontró hace poco tiempo siete millones de niños de los que previamente no se tenía noticia; le bastó contrastar los datos oficiales de escolarización a una cierta edad para comprobar que esos niños no existían diez años antes, cuando se efectuó el censo en China. Los padres no quisieron declararlos por diversos motivos, sobre todo económicos. Indagar en otros motivos parecidos en países de culturas muy distintas para descubrir la realidad demográfica es una labor que exige trabajar con imaginación y con abundancia de datos, no siempre disponibles.
 
¿Cómo se cuentan los ciudadanos que en todo el mundo rehuyen participar en censos o encuestas, porque son inmigrantes ilegales o viven fuera de la sociedad? ¿Cuántos afganos habrá hoy, si el último censo tuvo lugar antes de ser invadido el país en 1979 por la Unión Soviética? Otras agencias discrepan de los datos de la ONU, y afirman que los 7.000 millones se alcanzarán entre julio y diciembre de 2012. Quizá por eso, en esta ocasión, nadie se ha atrevido todavía a designar a algún individuo como “ciudadano 7000 millones”, al contrario de lo que sucedió cuando se alcanzó la cifra de 6000, cuando la ONU endosó oficialmente esa cualidad a un ciudadano bosnio, cuyo sueño de visitar el estadio Bernabéu y ver a Cristiano Ronaldo ha sido satisfecho en Madrid hace pocos días.
 
No es sencillo medir la población de un mundo que empezó a ser contado por la ONU en 1950 (tenía entonces 2.500 millones de habitantes) y donde cada 10 segundos nacen 25.000 bebés. A título de curiosidad, añadamos además que en ese mundo se supone que han vivido ya unos 108.000 millones de seres humanos, calculando la cifra con criterios especulativos de muy diversa índole y gran capacidad imaginativa. Al fin y al cabo, como expresó Neruda sin necesidad de entrar en complejas suposiciones ni concretar datos, él dormía en la isla, dichoso y enamorado, “mientras la oscura tierra gira con vivos y con muertos”.
 
Entre 1950 y 2011 la población mundial ha crecido en unos 4.500 millones de habitantes, según datos oficiales de Naciones Unidas, y además se constata que la mayor parte de ese acelerado aumento tiene lugar en países como Brasil, China, India, Indonesia y Nigeria. Por otro lado, el crecimiento económico de los países emergentes (así se les llama aunque algunos han emergido casi del todo, como China) les hará superar en potencial económico (y probablemente también en otros órdenes: militar y político) a las viejas potencias, de modo que muchos análisis prevén que en 2050 la balanza mundial del poder se habrá inclinado de su lado.
 
¿Será un mundo sostenible el que así se está configurando? ¿Cuánto crecimiento económico y demográfico simultáneos puede soportar este planeta? ¿Cómo se distribuirá geográfica y humanamente tan acelerada progresión?

Publicado en República de las ideas el 18 de noviembre de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/11/18 10:21:0.621000 GMT+1
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