Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2013/03/30 08:00:54.859000 GMT+1

Corea del Norte: entre la reputación y la fuerza

El historiador británico John H. Elliott, que tan brillantemente ha estudiado el Imperio español en varias de sus obras, hacía hincapié en la importancia que en el siglo XVII tenía la "reputación". Con palabras más apropiadas para hoy, diríamos que era preocupación primordial de los gobernantes salvar la cara, evitar humillaciones y conservar alto el prestigio de su país ante las demás naciones.

La tan anhelada reputación se apoyaba básicamente en el poder militar; la guerra era tenida como un hecho natural en el desarrollo de la sociedad, y la habilidad de reyes y gobernantes estribaba en emprenderla con las mayores garantías de éxito. Baltasar de Zúñiga y Velasco, siendo ministro de Felipe IV, aconsejaba así a su rey: "Una monarquía, en mi sentir, cuando ha perdido la reputación, aunque no haya perdido el estado [sic], será un cielo sin luz; un sol sin rayos; sin espíritu, un cadáver". No era simple retórica. Zúñiga era entonces un estadista con amplia experiencia en asuntos internacionales y se esforzaba en abordar con realismo la situación comprometida en que se encontraba España, afrontando la reavivada rebelión en Flandes. Creía firmemente que la reputación era una de las armas más necesarias en la panoplia de una gran potencia.

Para Elliott, el error estratégico que a la larga contribuyó a agravar y acelerar el declive del imperio consistió en que los gobernantes españoles no supieron entender los nuevos parámetros en los que se basaba el estatus de una gran potencia (comercio, finanzas, diplomacia, etc.) y siguieron dando prioridad al tradicional binomio "guerra más reputación", con el que se había iniciado y sustentado la gloriosa era imperial que culminó con Felipe II. No está de más recordar que sus vestigios seguían vigentes a mediados del s. XIX, como muestra la conocida expresión de que "España prefiere tener honra sin barcos a barcos sin honra", lo que de poco habría de servirnos en los enfrentamientos navales contra las nuevas potencias que pugnaba por el dominio de los mares.

El heterogéneo conglomerado de pueblos y territorios gobernados desde Madrid exigía algo nuevo. Los arbitristas y "regeneradores" de la época abogaban por reducir la extensión y el enorme coste (humano y económico) del compromiso imperial, pero los gobernantes no eran capaces de afrontar la pérdida de reputación que implicaría abandonar provincias y regiones del imperio, cuando el conde-duque de Olivares, sobrino de Zúñiga, se comprometía ante Felipe IV a "restaurar la majestad de la monarquía".

El peso de la reputación no dominaba solo la política del Estado; permeaba también el sentimiento de gran parte de la población, convertido en una exagerada estima del llamado "honor" personal, que llegó a ser un tabú nacional. El que no nacía noble, aspiraba a ello y se tenía por "hijo de algo", hidalgo. Esto, además, ahogó de raíz una aspiración de Olivares para regenerar a España y ponerla a la altura de las nuevas potencias emergentes: la de "dedicar todos nuestros esfuerzos a convertir a los españoles en comerciantes". ¡Fallido empeño en tierra de hidalgos!

Para los españoles de hoy, todo lo anterior nos podría ayudar a entender mejor el nuevo conflicto creado por Corea del Norte, en el que, por encima del peso atribuido a las nuevas tecnologías, misiles, armas nucleares y amenazas sin cuento, el factor decisivo que lo ha desencadenado es, una vez más, el culto a la "reputación". En este caso, multiplicado y acentuado porque nace y se inculca a un pueblo empobrecido, que se siente humillado, gobernado tiránicamente, sumido en una endémica crisis económica y cuyos gobernantes están habituados a mirar de reojo al exterior (ayer a Moscú, hoy a Washington y Pekín), sea para asumir las imposiciones internacionales, sea para recibir las necesarias ayudas, que a menudo humillan como limosnas. "Pobre, pero orgulloso", la altanera expresión del hidalgo venido a menos, nos permitiría entender hasta cierto punto la reacción norcoreana frente a las potencias extranjeras.

Unas maniobras combinadas de los ejércitos de EE.UU. y Corea del Sur han sido tomadas como un insulto al honor del Gobierno de Pionyang, una herida sufrida en su reputación, a lo que ha respondido poniendo en "modo de combate" sus fuerzas ofensivas y anunciando que las bases de EE.UU. en el Pacífico y en el territorio americano estarán en el punto de mira de sus misiles. El actual e inexperto presidente, todavía en el proceso de afianzar su poder en un cerrado círculo dirigente en el que aún no se considera bien asentado, dio un paso más para aunar tras de sí la opinión popular, abrogando el armisticio que puso fin a la guerra entre ambas Coreas. Con ello, cree defender su reputación, no solo ante su pueblo sino ante el resto de las naciones. Pero no nos confundamos. Ni siquiera se trata de un juego de farol o de una velada amenaza; es la irritación del que se siente menospreciado en su reputación y exhibe sus armas a modo de desagravio. Pero el temporal amainará, las aguas volverán a su cauce y, al final, recordaremos los versos finales del estrambote cervantino: "caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada".

República de las ideas, 30 de marzo de 2013 

Escrito por: alberto_piris.2013/03/30 08:00:54.859000 GMT+1
Etiquetas: imperio elliott corea españa | Permalink | Comentarios (3) | Referencias (0)

2013/03/25 11:01:7.995000 GMT+1

Cuando la violación no es un arma de guerra

Como pasa muy a menudo, al elaborar comentarios sobre la actualidad se comprueba que el arte cinematográfico añade mucho a los textos y les dota de una imagen visual que ayuda a fijar los conceptos analizados. La película a la que hoy me refiero no es un producto del cine comercial, sino un estremecedor documental rodado en EE.UU. sobre los abusos sexuales ocurridos en sus fuerzas armadas, de los que son víctimas mayoritarias las mujeres alistadas en los ejércitos, aunque también afectan a los hombres.

The Invisible War, estrenada en 2012, tiene el insólito privilegio, del que pocos documentales pueden jactarse, de haber influido directamente en la política nacional, pues entre sus créditos finales se lee: "El 14 de abril de 2012, el Secretario de Defensa Leon Panetta vio esta película. Dos días después tomó la decisión de perseguir directamente [esos delitos] y prohibir que lo hagan los mandos militares".

Es comúnmente aceptado el hecho de que una mujer alistada en las fuerzas armadas de EE.UU. (Ejército, Marina, Aviación o Guardia Costera) tiene más probabilidades de ser violada por un compañero de armas que de morir en combate. Los testimonios directos de las víctimas, junto con algunas estadísticas oficiales y la descripción del impacto que producen las violaciones en la vida familiar y diaria de quienes las han padecido, constituyen el eje de este documental. Mucho se ha escrito sobre la violación como arma de guerra (cuando es sufrida por las mujeres del país enemigo) y muy poco, o casi nada, sobre la violación entre miembros de un mismo ejército.

En EE.UU. y en cualquier otro país es un asunto silenciado y oculto a la opinión pública, por el impacto negativo que tendría sobre el reclutamiento y el prestigio de los ejércitos. Pero este documental está hecho de modo serio y convincente; rodado con gran profesionalidad sobre un guión bien construido, mantiene en vilo la atención del espectador. Cuando éste abandona la sala no puede evitar una sensación de indignado asombro, tras los testimonios escalofriantes expresados por las mismas personas que sufrieron las vejaciones. Los comentarios suscitados han sido muy contradictorios. En junio de 2012 un conocido crítico estadounidense concluía así su columna: "La consecuencia de esta película es, desoladoramente, que un ejército fuerte no favorece a los llorones, que cierto número de violaciones es inevitable y, también inevitablemente, que algunas mujeres se lo habían buscado. En un proceso se hizo notar que la víctima vestía provocativamente, incluso con el uniforme reglamentario".

Según datos oficiales del Departamento de Defensa, en 2011 se produjeron 22.800 violaciones en las Fuerzas Armadas de EE.UU., de las que un 10% afectaron a los hombres. La reciente sentencia de un tribunal local dictaminó que "la violación es un riesgo operativo", propio de la actividad profesional militar. Quizá por este motivo, son muy pocos los casos que se denuncian y salen a la luz. La película sugiere cómo la milicia y el deporte son actividades muy machistas, donde el espíritu de equipo y el prestigio del líder son valores dominantes. El que se queja rompe la coherencia del grupo y, lo que es peor, deja en mal lugar al jefe.

La película recuerda que el 25% de las mujeres no denunciaron nada porque tenían que cursar la queja por conducto reglamentario, y el violador era precisamente su jefe inmediato. Este es el aspecto que se ha modificado en la legislación militar después de proyectarse la película. Incluso hubo casos en que la propia denunciante fue sometida a consejo de guerra y no el violador. La mayoría de las denuncias no son cursadas ni investigadas; raras veces se abre una investigación y casi nunca se castiga al culpable; en cualquier caso, la pena aplicada es inferior a un año.

Es notable el caso de una mujer enrolada en la Guardia Costera que, al ser violada, sufrió una brutal rotura de mandíbula, cuya cura le ha sido negada por la sanidad militar, porque abandonó el servicio antes del plazo mínimo requerido. Seis años después, seguía sin poder ingerir alimentos sólidos. Es interesante advertir que muchas de las jóvenes violadas aquí entrevistadas se alistaron voluntariamente por motivos altruistas (servicio al país o a la comunidad) o familiares (admiración por su padre, tradición familiar), y que sufrieron una brutal decepción de la que no lograron recuperarse.

Entre los comentarios que en EE.UU. suscitó esta película no faltan los que le atribuyen parcialidad o echan de menos ¡la opinión de los violadores! Pero para cualquier espectador sensato -como lo fue Leon Panetta, con cuyas decisiones he discrepado en otros casos- este filme es una llamada a la acción para corregir a fondo el sistema judicial militar de EE.UU.

No es un asunto político. Es una cuestión de justicia y de derechos humanos. Y también de llamar a las cosas por su nombre, no tachando de antipatriota a quien denuncia abusos en los ejércitos. Hay que evitar cualquier tendencia a avanzar por el peligroso camino mostrado por los soldados de EE.UU., tanto en el tratamiento de los abusos sexuales como en el caso de la tortura de prisioneros, como se ha descubierto recientemente en el Ejército español, con el consiguiente escándalo público. Prevenir es siempre más eficaz y menos costoso que curar.

CEIPAZ, ?? de marzo de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/03/25 11:01:7.995000 GMT+1
Etiquetas: ee violacion uu mujer ejercitos | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/03/22 08:00:13.024000 GMT+1

Hace diez penosos años

Hace diez años, el 18 de marzo de 2003, dos días antes de que las primeras bombas empezaran a llover sobre Iraq, escribí lo siguiente en el diario electrónico Estrella Digital, antecesor de República.com:

"Ahora Sadam desaparecerá, Iraq será ocupado por los ejércitos vencedores y empezará lo más difícil, lo que las armas raras veces saben construir: la paz estable. Habrá un desfile triunfal en Nueva York, bajo la lluvia de confetis y el tremolar de banderas. Empezará la rapiña de los contratos de reconstrucción de lo previamente destruido, y el reparto de los recursos petrolíferos. La ONU y Europa se lamerán las heridas. Los que creían 'haber leído correctamente en el libro de la historia' percibirán que se anticiparon mucho y que la historia, tarde o temprano, dará su veredicto condenatorio a una agresión a todas luces ilegal e injusta. Pero sus ejecutores ya no ejercerán responsabilidades políticas; todo lo más, obtendrán sabrosos beneficios [...] en aulas y conferencias, impartiendo su honda sabiduría en política internacional. Quedarán las familias iraquíes llorando a sus muertos, los futuros terroristas abrasándose en su odio y planeando venganzas [antes de un año Madrid explotaba en llamas], los pueblos preguntando por qué hay distintas varas de medir en la justicia internacional y los dictadores actuales y venideros comprobando que la razón reside en la fuerza de las armas y buscando el modo de hacerse con ellas [como ahora en Irán o Corea del Norte]."

Es más o menos lo que ha venido ocurriendo durante estos diez penosos años. Lo digo sin jactancia, puesto que me limité a expresar lo que entonces pensaba cualquiera que no fuera propenso a creerse a pie juntillas las mentiras gubernamentales de las que con entusiasmo se hicieron eco tantos medios de comunicación.

La vergonzosa ignominia periodística había empezado algo antes, el 30 de enero de 2003. Ese día, justo después del discurso sobre el Estado de la Unión de Bush, cinco jefes de Gobierno de la Unión Europea (los de Dinamarca, España, Italia, Portugal y Reino Unido) y tres dirigentes de otros países entonces candidatos (Hungría, Polonia y República Checa) publicaron un artículo conjunto en el conservador Wall Street Journal y en los principales diarios europeos. Según Le Monde, la iniciativa partió del presidente español, José María Aznar. En extraña mezcolanza, a las firmas de los ultraconservadores Aznar y Berlusconi se sumaron las de los excomunistas Miller (Polonia) y Medgyessy (Hungría). Se dijo que el primer ministro checo se había opuesto a la firma de su presidente, Vaclav Havel, y que el jefe del Gobierno húngaro, entrevistado sobre el texto del documento, reveló haberlo firmado a ciegas.

He aquí algunos párrafos que reprodujo El País, para intentar convencernos a sus sufridos lectores:

“El régimen de Iraq y sus armas de destrucción masiva representan una amenaza clara para la seguridad mundial”.
“[Los europeos] hemos enviado un mensaje claro, firme, inequívoco de liberar al mundo del peligro que supone la posesión por parte de Sadam Husein de armas de destrucción masiva“.
“No podemos tolerar que un dictador viole sistemáticamente [las] Resoluciones (sic) [del Consejo de Seguridad]”.
“Nuestro objetivo es salvaguardar la paz y la seguridad mundiales asegurando que este régimen [de Sadam Husein] entrega sus armas de destrucción masiva”.

Concluiré este repaso de la historia reciente con un fragmento del comentario que publiqué casi dos meses antes de que se iniciara la catástrofe: "¿Y si por una vez nos dijeran la verdad? Escucharíamos que Irak no es hoy una amenaza real para el mundo, que la democracia no se instaurará a cañonazos en Oriente Próximo, y que el terrorismo internacional no desaparecerá con Sadam Husein. Lo que sucede es que Blair es el primero que ha intuido correctamente que Bush está estableciendo el nuevo orden mundial, tras los pasos de su padre. Y quiere un puesto de privilegio en él. Otros dirigentes europeos no desean faltar a la cita. Si para ello hay que sentarse en la mesa de los que aplasten a Irak, son muchos los que olvidarán las buenas maneras y las intenciones justas y rectas, y buscarán a toda prisa un hueco a la sombra del vencedor. Sombra en la que encontrarán petróleo, buenos negocios, influencia política y una retorcida cobertura moral proporcionada por los grandes medios de comunicación y engaño".

Así estaba el panorama internacional hace diez años y, a pesar de todo lo ocurrido desde entonces, sigue siendo una ingenua aspiración de los pueblos el deseo de que "por una vez nos digan la verdad". La verdad sobre aquella guerra y las que vinieron y vendrán después; sobre la economía y sus estafas a nivel mundial; sobre por qué aumenta la riqueza de unos pocos mientras se extrema la pobreza de muchos más. Sobre el descrédito de la política, la falsedad de las religiones, la desesperanza y la irritación crecientes. Todo ello es consecuencia de un factor crítico que parece imposible de superar: el uso y abuso de la mentira y el engaño por los poderosos, que desde entonces se ha venido multiplicando sin cuento. Se dice que fue Lincoln el que acuñó la frase de que "no se puede engañar a todos todo el tiempo"; pues bien, lo que contemplamos hoy nos induce a temer que también se equivocó en eso.

República de las ideas, 22 de marzo de 2003

Escrito por: alberto_piris.2013/03/22 08:00:13.024000 GMT+1
Etiquetas: ee irak uu aznar sadam | Permalink | Comentarios (4) | Referencias (0)

2013/03/16 09:26:15.566000 GMT+1

Bradley Manning: ciudadano y soldado

Hay ocasiones en las que una persona puede encontrarse ante la complicación de poseer a la vez dos o más "naturalezas distintas", y perdone el lector si para aclarar el asunto que hoy voy a comentar recurro al abstruso lenguaje teológico con el que los niños españoles éramos atormentados en clase de religión durante la época nacionalcatólica que nos tocó vivir. Es verdad que la cosa no parece complicada: un hombre puede ser a la vez padre y maestro cerrajero, y una mujer puede muy bien trabajar como médico y a la vez vender las acuarelas que pinta.

No es así para todo el mundo. Bradley Manning está teniendo muy serios problemas por su doble condición de ciudadano y a la vez soldado del ejército de EE.UU. Para él, unir esas dos naturalezas está resultando muy peliagudo. Arrestado en 2010, ha sufrido desde entonces un duro régimen de aislamiento, presiones y humillación, lindante con la tortura, y está acusado de muy graves delitos contra el Estado, que podrían acarrearle una prolongada condena o incluso la pena de muerte por "ayudar al enemigo", lo que él rotundamente niega. La vista está programada para principios de junio próximo.

Para mejor entender este complicado asunto, que ha levantado una encendida polémica en todo el mundo, es muy aconsejable que el lector contemple con detenimiento el vídeo que constituye una importante pieza de la acusación y también de la defensa, abriendo esta página web:

http://www.youtube.com/watch?v=5rXPrfnU3G0


Existe una versión abreviada, con subtítulos en español, que no incluye la parte final de este incidente:

http://www.youtube.com/watch?v=Wfzz12LzMuQ


Se le acusa por haberlo difundido sin autorización, lo que Manning reconoce sin duda, pero a la vez una buena parte de su defensa se basa en el análisis del contenido.

El vídeo fue grabado en el verano de 2007 desde un helicóptero Apache en un barrio de Bagdad, durante un ataque del que fueron víctimas dos periodistas de la agencia Reuter, varios civiles desarmados e incluso dos niños. No solo se observa detalladamente la operación desde el aire, sino que también se escuchan las voces de los atacantes, que expresan un gran desdén por lo que abajo sucede y hacen muestra de una sanguinaria crueldad. Mientras uno de los heridos se arrastra por el suelo buscando refugio tras la lluvia de proyectiles que le ha abatido, se oye al tirador expresar el deseo de que se le vea empuñar un arma para poder reanudar el ataque y matarlo al fin.

Para Manning, lo que este vídeo le traía a la mente era la imagen de un niño entretenido en quemar hormigas vivas con una lupa que concentra los rayos del sol. Es difícil no experimentar la misma sensación cuando se observa la secuencia en cuestión, que además exhibe tanto la torpeza de identificar erróneamente armas donde no las hay como el gusto de apretar el gatillo con un hondo desprecio por la vida humana. Añade perversidad al incidente el hecho de que cuando al lugar del asesinato múltiple llegaron varios vehículos acorazados y los soldados estadounidenses descubrieron a los niños heridos, su intento de trasladarlos a un próximo hospital militar fue rechazado por el mando, que ordenó llevarlos a un hospital iraquí, desentendiéndose así de tan grave asunto.

Las repetidas mentiras difundidas por el Pentágono ante las protestas de la agencia Reuter por la muerte de sus periodistas no salieron a la luz hasta que en abril de 2010 Wikileaks difundió el vídeo, con el consiguiente escándalo de ámbito internacional. Un año después, con el título Collateral Murder (Asesinato colateral) fue premiado en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona. Pero no es de su calidad cinematográfica de lo que aquí se trata.

Manning reconoce que filtró a Wikileaks el vídeo en cuestión y muchos documentos secretos obtenidos durante su trabajo como analista de inteligencia en Irak. Afirma que lo hizo porque creía que sus conciudadanos tenían derecho a conocer el "verdadero coste de la guerra". En su declaración previa ante el tribunal, hace pocos días, dijo: "Estábamos obsesionados con cazar y matar objetivos humanos e ignorábamos los propósitos y las misiones". Deseaba provocar una discusión sobre los ejércitos y la política internacional de EE.UU., que hiciera a la sociedad reconsiderar la necesidad de unas acciones contraterroristas que "ignoraban la situación humana de las personas con las que nos relacionábamos día tras día". La resistencia del Pentágono a reconocer la existencia del vídeo ante los requerimientos de la agencia Reuter y su personal estado depresivo, ante el rumbo que tomaba la guerra en Irak, fueron factores que, según él, contribuyeron a la decisión de revelar lo prohibido, con la que no creía ayudar a ningún enemigo pero sí contribuir a romper el secreto oficial sobre algunas operaciones que vulneraban las más elementales leyes de la guerra.

No es probable que Manning haya leído la "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" de Fray Bartolomé de las Casas, quien preconizaba "anunciar el evangelio sin estrépito de armas", pero ha coincidido con el dominico español en desear que la difusión de la democracia y los derechos humanos no sea acompañada por el estrépito de los helicópteros esparciendo muerte indiscriminada en derredor. El ciudadano responsable se ha impuesto al soldado desaprensivo y es de desear que no sea condenado por ello.

República de las ideas, 15 de marzo de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/03/16 09:26:15.566000 GMT+1
Etiquetas: guerra manning iraq | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/03/11 11:52:25.065000 GMT+1

La anomalía saudí

El fundador de la dinastía saudí, la familia que viene rigiendo los destinos de Arabia desde 1932, tuvo treinta y siete hijos con más de veinte esposas antes de morir en 1953. Uno de ellos es el monarca hoy reinante, el rey Abdulá ben Abdelaziz (quinto rey de la segunda generación), que lleva más de siete años en el trono, tras haber sido príncipe heredero durante 33 años y jefe de la Guardia Nacional durante medio siglo.

En agosto cumplirá 89 años y ya ha tenido ocasión de nombrar a dos príncipes herederos que sucesivamente fallecieron en 2011. El tercero, su hermanastro el príncipe Salman, de 75 años, asegurará el cumplimiento de una de las dos exigencias fundamentales de la Ley Básica del Estado: la que establece que el monarca será siempre un miembro de la familia Al Saúd. La otra es la que erige al Corán como base de toda legislación.

El sistema hereditario de esta monarquía absolutista requiere que el rey nombre un heredero dentro de su familia, cargo que ha venido recayendo en uno de sus hermanos hasta que, previsiblemente en un futuro no muy lejano, esta designación se ponga al alcance de los sobrinos. Entonces se iniciaría la tercera generación de monarcas de la casa de Al Saúd. El elenco donde elegir es amplio: se cuentan unos siete mil príncipes, muchos de los cuales disfrutan de cargos oficiales y perciben sus emolumentos a través del muy secreto presupuesto nacional.

Bastaría reflexionar sobre lo anterior para percibir la anomalía con la que es gobernado tan peculiar Estado. No se trataría solo de la proverbial gerontocracia saudita, unida a un régimen autocrático gobernado por los miembros masculinos de una extensa familia, si esto no fuera unido a otras peculiaridades que hacen aparecer al país como un miembro muy extraño en el conjunto de los Estados.

Unas de esas peculiaridades afectan al plano social. Por ejemplo, los numerosos y muy caros automóviles que circulan por sus ciudades solo son conducidos por hombres. Como las mujeres tienen prohibido hacerlo, necesitan un chófer que ha de ser un miembro de la familia. Es claro que esto las pone en marcadas condiciones de inferioridad aunque pertenezcan a una clase social elevada. Además, aunque ellas puedan adquirir costosa ropa de última moda en los más privilegiados establecimientos de sus centros comerciales, en público deben vestir una oscura abaya y cubrirse con un velo; basta con que un mechón de pelo quede al descubierto para que la policía religiosa ("Policía para la promoción de la virtud y la prevención del vicio" es su nombre oficial) les exija compostura y las arreste si no obedecen. Si esto es así para las mujeres que viven ajenas a la pobreza, cabe imaginar la suerte de las que desempeñan trabajos serviles, en su mayor parte inmigrantes del sur de Asia.

Un periodista de EE.UU., experto conocedor del país, ha escrito que algunas mujeres "están sometidas a una esclavitud virtual, donde esposas e hijas pueden sufrir abusos físicos, psicológicos y sexuales según el capricho de los hombres de la familia, que se sienten protegidos por un sistema judicial y penal totalmente masculino".

Está claro, pues, que el recientemente conmemorado Día de la Mujer no tiene mucho eco en Arabia Saudí. Una de las escasas activistas locales defensora de los derechos femeninos, al preguntarle por qué no había más presión social exigiendo una constitución escrita, respondió: "Todos los monárquicos constitucionalistas están en la cárcel". A pesar de que el 75% de los ciudadanos son menores de 30 años y que un 40% de los saudíes jóvenes está en paro, la "primavera árabe" no parece tener allí mucho porvenir.

Varios factores contribuyen a ello. No conviene olvidar que EE.UU. tiene más intercambio comercial (sobre todo en petróleo y armamento) con Arabia que con cualquier otro país de Oriente Medio, incluido Israel. El pasado año, el embajador de EE.UU. en Riad declaró que las relaciones entre ambos países se basan en tres pilares: la seguridad petrolífera, la estabilidad y el contraterrorismo. Por el contrario, señaló que cualquier presión en favor de los derechos humanos o de una reforma política era muy contraproducente; hay que sobrentender que lo sería para los intereses de EE.UU., no para los de la población local.

Insistió en que la mayor aspiración de la juventud saudí era ir a estudiar a EE.UU., a lo que también coopera un programa de enseñanza impulsado por el rey. La juventud saudí no admira a sus coetáneos de otros países árabes que se rebelan contra la opresión gubernamental. Una encuesta realizada en 2012 entre los jóvenes de varios países árabes, mostró que un elevado porcentaje de saudíes (55%, más que todos los demás) identificaban el desorden civil como "el mayor peligro que aqueja a la región", y solo un 37% lo consideraban consecuencia de la "falta de democracia". Es fácil deducir que la monarquía saudí sobrevivirá mientras siga disponiendo de los enormes recursos que obtiene del petróleo que encierra su subsuelo y la benevolencia de EE.UU. ante su flagrante anomalía política y social.

CEIPAZ, 11 de marzo de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/03/11 11:52:25.065000 GMT+1
Etiquetas: arabia saudí | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/03/08 10:23:35.422000 GMT+1

La inevitable emulación armamentística

El titular de portada a toda página del último número del semanario británico The Guardian Weekly, avisa: “Se inicia la era de la ciberguerra”. Al pie de la fotografía se anuncia: “A por el control… China prepara un nuevo ejército de piratas informáticos y otros países pueden seguirla”. Para ser objetivo, diré que esa era se inició hace ya unos años: en junio de 2009 tuve ocasión de alertar sobre la evidente militarización del ciberespacio, como recordaba a los lectores de este diario digital el 26 de octubre del pasado año (“Atención a la ciberguerra”).
 
Pero no se trata de establecer, con mayor o menor acierto, el inicio de una supuesta nueva era, lo que permite a los medios de comunicación elaborar llamativos titulares, sino de reflexionar sobre los motivos de la preocupación que hoy aqueja a muchos Gobiernos. Para ello nada hay mejor que una ojeada a la historia de las guerras.
 
El 20 de noviembre de 1917 (durante la 1ª Guerra Mundial), en el frente de Cambrai el ejército británico utilizó por primera vez en la historia una formación de más de 300 carros de combate, que perforaron la llamada “Línea Hindenburg”. El aspecto con que irrumpieron en el campo de batalla esas “criaturas blindadas” fue “grotesco y aterrador” según escribía un testigo. Se les conocía entonces como tanques “macho”, si estaban armados con cañones de 57 mm en las troneras laterales, “hembra” si en su lugar armaban dos ametralladoras y “hermafrodita” si combinaban cañón y ametralladora. Por razones de seguridad frente al espionaje alemán, cuando fueron transportados por mar a Francia se les hizo pasar por depósitos de agua, y de ahí derivó el nombre de “tanque” con el que popularmente se les conoce.
 
Lo que en 1917 fue una innovación bélica británica -aunque otros países en guerra también construyeron vehículos acorazados- fue lo que en 1939 se convirtió en la pesadilla de sus aliados polacos, cuyos ejércitos fueron aniquilados en pocos días por los carros de combate alemanes, descendientes de aquellas “criaturas blindadas” de los ingleses, convertidas ahora en un eficaz instrumento de guerra en combinación con los ataques aéreos, en la táctica llamada de la “guerra relámpago” (blitzkrieg). Después, en mayo de 1940, los ejércitos de Holanda, Bélgica, Francia y el Reino Unido fueron arrollados sin paliativos por las divisiones acorazadas alemanas.
 
Lo que conviene retener de este breve repaso histórico es el hecho de que las innovaciones tecnológicas introducidas en el modo de hacer la guerra no quedan en propiedad del país que primero las desarrolla, ya que en este asunto no se respetan patentes ni derechos de propiedad intelectual. Así viene ocurriendo desde que las espadas de bronce fueron desplazadas por las de hierro. Además, no puede ignorarse que toda invención, si tiene éxito, es necesariamente copiada por los demás países, que no desean verse rezagados en esa carrera de armamentos en que la humanidad viene sumida desde tiempos muy remotos.
 
La primera bomba atómica utilizada en guerra, la que arrasó Hiroshima en agosto de 1945, mostró el camino a seguir por los países que no deseaban verse postergados a un lugar secundario en el escalafón de las potencias mundiales. Conviene tener presente que el principal motivo por el que algunos Estados aspiran todavía hoy a disponer de armas nucleares no es la sola ambición de poder o el oculto deseo de atacar a los demás, sino el hecho de que los científicos que hicieron explotar en Alamogordo el primer ingenio nuclear marcaron el camino por el que sería obligado avanzar si se deseaba conservar un cierto grado de soberanía nacional. Así pues, no son tanto el presidente de Irán o su homólogo norcoreano quienes alientan la carrera nuclear, como los científicos (Oppenheimer, Fermi, Von Neumann, Teller, etc.) que entre 1939 y 1945 desarrollaron el llamado Proyecto Manhattan y los políticos (Roosevelt et alii), que lo impulsaron e iniciaron la peligrosa emulación competitiva que hoy todavía prosigue.
 
No es otro el razonamiento aplicable a la ciberguerra. Los países de más avanzada tecnología informática se han servido de su ventaja para descubrir secretos ajenos, diplomáticos, industriales, bancarios o comerciales, desde que sus instrumentos lo permitieron. Los servicios de inteligencia de los Estados lo saben e intentan contrarrestar sus efectos a la vez que propician ataques contra otros más débiles. Así fue como EE.UU. e Israel atacaron los sistemas informáticos iraníes de la industria nuclear, dañando el funcionamiento de las máquinas centrifugadoras.
 
Ahora parece llegar el tiempo de las lamentaciones: ¿hasta dónde será posible avanzar por este camino? Un terrorista aislado, un grupo rebelde o un país enemigo pueden atacar “nuestras” infraestructuras básicas: distribución de energía, sistemas bancarios, tráfico aéreo, etc., y provocar inusitadas catástrofes. Un indignado profesor de EE.UU. ha proclamado: “Sería un acto de guerra, más allá de la civilización”. Parece paradójico que este lamento surja en el país que más innovaciones bélicas ha generado en los últimos tiempos. Es como si sus académicos ignoraran la simple verdad que encierra el título de este comentario, que también puede enunciarse diciendo que toda innovación bélica está sujeta al efecto bumerán. Habrá que buscar en otros terrenos, que no sean los simplemente tecnológicos, el modo de frenar esta infernal espiral.

República de las ideas, 8 de marzo de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/03/08 10:23:35.422000 GMT+1
Etiquetas: nuclear tanque ciberguerra | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/03/01 10:20:26.996000 GMT+1

Los tortuosos caminos de la tortura

En mayo del año 1900, un soldado del 32º Regimiento de voluntarios del ejército de EE.UU., de guarnición en Filipinas, describía en una carta dirigida al diario de su localidad el tratamiento que se daba a los rebeldes capturados, para obligarles a revelar dónde escondían las armas: “Así se les da la ‘cura de agua’: Se les tumba sobre la espalda, con un hombre encima de cada mano y de cada pie, se les introduce un palo redondo en la boca y se vierte sobre la boca y la nariz un cubo de agua; si se resisten, se vuelca otro cubo. Se hinchan como sapos. Aseguro que es una tortura terrible”. La carta fue citada por Paul Kramer en The New Yorker, en febrero de 2008, en sus Anales de Historia Americana, cuando analizaba la relación entre la tortura y la contrainsurgencia, cuestión ahora de gran actualidad pero que ya fue discutida hace más de un siglo, durante la represión de los rebeldes filipinos, sublevados contra la ocupación de su país por EE.UU.
 
Por otro lado, Edward Peters, especialista en historia europea, sitúa en el siglo XIV los primeros documentos relacionados con el ahogamiento simulado, el waterboarding de la moderna CIA, conocido entonces como la “tortura por agua” o la “tormenta de toca”, en alusión al delgado velo con el que se cubría la boca del torturado. Éste se sofocaba y boqueaba en sus esfuerzos por respirar; cada cierto tiempo se suspendía el chorro, se alzaba la toca y se le conminaba a responder a los jueces. Si se negaba, continuaba el tormento. Según Peters, en aquella época la tortura era un trámite judicial, no muy distinto del interrogatorio al que un procesado se somete hoy durante la vista de su causa. El historiador sostiene que el hecho de que el ahogamiento simulado no deje huella en quien lo padece, a pesar de infligirle un enorme sufrimiento mental y físico, es lo que le convierte en una “atractiva” técnica de interrogatorio.
 
No es casual que las tropas de EE.UU. aprendieran ese método de tortura en Filipinas, puesto que allí había sido exportado por la Inquisición española. Su éxito fue universal: utilizado por los japoneses en la 2ª Guerra Mundial, por los franceses en Argelia, los Jemeres Rojos en Camboya o los estadounidenses en Vietnam. Los ingleses no fueron ajenos a él en Palestina y proliferó en Latinoamérica, sobre todo en las dictaduras militares de Chile y Argentina. Extrañamente, no hay pruebas de que se utilizara en la Alemania nazi o en la Unión Soviética, lo que es atribuible a la despreocupación de ambos regímenes políticos por la vida humana, que les permitía utilizar libremente otros métodos, aunque mutilaran o causaran la muerte de las víctimas. El profesor Darius Rejali, especializado en la historia de la tortura, es demoledoramente contundente al respecto: “El waterboarding ha sido la tortura preferida por las democracias del mundo”.
 
Así pues, algo que nació en Europa, perfeccionó la Inquisición y fue exportado al resto del mundo, es decir, el ahogamiento simulado cuyo uso por la CIA ha universalizado la palabra waterboarding (como nuestro idioma exportó “pronunciamiento” o “guerrilla”), ha sido otra vez estos días motivo de escándalo en los círculos políticos de EE.UU. Ocurrió durante la comparecencia ante una comisión del Senado de John Brennan, propuesto por Obama para dirigir la CIA. Por un lado, aseguró que el waterboarding le parecía rechazable y que, si él era nombrado para el cargo, no volvería a ocurrir: “Es algo que debió haber sido prohibido hace mucho tiempo”. Enseguida se constató que esto no se conciliaba con anteriores declaraciones suyas, cuando afirmó que los métodos de “interrogatorio reforzado” podían salvar vidas.
 
Todo el mundo puede cambiar de opinión y, si es en sentido positivo, bienvenido sea el cambio. Pero este no era el caso, pues al ser preguntado sobre si él consideraba tortura el ahogamiento simulado, declaró: “Yo no soy un experto en leyes y no puedo responder a esta pregunta”. Es decir, pasó por alto los innegables aspectos morales y éticos de la tortura, la imposición violenta ejercida sobre una persona para forzar su voluntad, a los que ningún ser humano puede ser ajeno, y se remitió en último término a lo que decidieran los “expertos en leyes”. Era obligado, ante tan evasiva respuesta, recordar aquel ignominioso memorándum que en agosto de 2002, a instancias del presidente Bush, preparó su asesoría legal, declarando legales los métodos de interrogatorio reforzado.
 
No le vinieron a la mente, claro está, las palabras de aquel juez militar que condenó a una multa y pérdida temporal de empleo a un comandante del ejército de EE.UU., que durante la guerra contra España aplicó “la cura de agua para obtener confesiones”, y lo justificó diciendo que “los Estados Unidos no pueden aprobar el uso de la tortura”. Quizá se sintió mas inclinado a recordar lo que por aquel entonces comentó el presidente Teodoro Roosevelt: “Los soldados han empezado a utilizar el viejo método filipino de cura de agua. Nadie ha resultado gravemente dañado”. La tortura ha seguido, en verdad, un tortuoso camino en su aplicación por el mundo, pero también se ha mostrado tortuosa la política del Gobierno que rige los destinos de un pueblo que un día se creyó el elegido por Dios para llevar al mundo la llama de la libertad y el respeto profundo por los derechos humanos.

República de las ideas, 1 de marzo de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/03/01 10:20:26.996000 GMT+1
Etiquetas: eeuu tortura filipinas cia | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/02/22 10:44:30.831000 GMT+1

De las Aleutianas a Guam

Ya en julio del pasado año tuve ocasión de comentar en estas páginas digitales (“Vuelve EE.UU. donde solía”) la llamada Nueva Estrategia 2012, aprobada por Obama a principios de ese año y que implicaba un notable cambio en las prioridades de EE.UU., que se proponía dirigir su principal foco de atención hacia el Pacífico, en relativo detrimento de lo que hasta entonces había concentrado los intereses estratégicos de la superpotencia: Europa y Oriente Medio.
 
Las alusiones que al respecto hizo Obama en su reciente discurso del estado de la Unión no son, por tanto, ninguna novedad. En un diario español, el que ha sido Secretario de Defensa de Obama durante su primer mandato, León Panetta, escribió el pasado 7 de enero: “Estados Unidos es y siempre será una nación del Pacífico”. Algunos analistas no han prestado suficiente atención a esta frase y justifican el vuelco estratégico hacia Asia por el deseo de olvidar definitivamente el fracaso de Vietnam -que tantas heridas morales y físicas causó a la nación americana- y por la decisión de restablecer la influencia de EE.UU. en el Este asiático, tan maltrecha durante la Guerra Fría.
 
Pero la presencia de EE.UU. en el Pacífico Occidental no es solo el resultado de su participación en la 2ª Guerra Mundial y de la subsiguiente Guerra Fría, que hizo desplegar las armas americanas en el continente asiático (desde Corea a Indochina), para contener lo que entonces se tenía como el imparable avance del comunismo, según la alucinante “teoría del dominó”, jamás fundada en realidades sólidas y nunca comprobada, pero que dominó la política exterior de Washington y de los países aliados.
 
Por el contrario, la historia muestra que la afirmación de Panetta no es de nuevo cuño ni fruto de la política seguida por EE.UU. desde mediados del siglo XX. Ya en 1867 EE.UU. compró Alaska a Rusia, junto con su prolongación en el Pacífico, el archipiélago de las Aleutianas, la cola de la flecha de penetración en el vasto océano que en 1513 había encontrado Núñez de Balboa.
 
Ese vasto espacio estratégico atrajo ya la atención de EE.UU. tras la depresión de 1893-95, con el propósito de alcanzar los mercados de China y del sudeste asiático, para dar salida a su creciente producción industrial, lo que hacía necesario establecer bases navales en el Pacífico occidental. En 1893 EE.UU. invadió las islas Hawai “para garantizar la seguridad y la vida de los plantadores estadounidenses”, que no parecían correr peligro alguno pero que contribuyeron a destruir la monarquía autóctona (que era la que estaba en verdadero peligro) y proclamaron la república; en 1898, al fin, el Congreso de EE.UU. declaró la anexión del archipiélago. La prensa isleña anunció triunfalmente: “Hawai se convierte en el principal puesto avanzado de la Gran América”, mostrando sin ambages el verdadero sentido de la operación.
 
La guerra contra España en 1898 completó la penetración estadounidense en el Pacífico occidental al poner en sus manos la isla de Guam (todavía hoy en poder de EE.UU. como colonia) y ejercer el dominio temporal (hasta 1946) del archipiélago filipino. Se completó de ese modo la penetrante flecha geoestratégica cuya cola se apoya en el vasto espacio abierto entre California y las Aleutianas y cuya cabeza está en Guam, el centro geográfico del vasto arco litoral sobre el que se abre Asia oriental.
 
Así pues, a lo largo del tiempo, Estados Unidos, cuyo pueblo creía ser el elegido de Dios y estaba convencido de que su “destino manifiesto” era proyectarse a través del Pacífico, acabó poseyendo una vasta plataforma de penetración en Asia, en una fase más de su expansión imperial tras arrasar con los restos de la Norteamérica española y mexicana. El presidente Wilson lo explicaba así: “Esta gran presión de un pueblo que avanza siempre hacia nuevas fronteras, buscando nuevas tierras, nuevo poder, la plena libertad de un mundo virgen, ha regido nuestro rumbo y ha sido el Destino lo que ha determinado nuestra política”.
 
Felizmente, el discurso del estado de la Unión de Obama no ha incluido ningún párrafo de ese estilo. Más bien, al contrario, habló así: “… lo que me permite seguir adelante y con ganas de luchar es que [...] el espíritu de determinación, de optimismo y de decencia esencial que siempre ha sido la base del pueblo estadounidense, sigue vivo. [...] Ese espíritu que ha sostenido nuestra nación durante más de dos siglos sigue vivo en vosotros, su gente.” Una vez más, parece necesario aferrarse a sus palabras, a pesar de los pasados desengaños sufridos por la disparidad entre lo proclamado y lo realizado por Obama.
 
Esa “decencia esencial” que proclama encaja mal con muchos aspectos de la política de EE.UU. en anteriores y recientes épocas -como la de Bush-, pero también con algunas actividades que Obama ha tolerado en el resbaladizo terreno de la lucha contra el terrorismo, y que tanto han dañado el prestigio moral de EE.UU. No es coherente predicar el control de las armas personales para reducir la violencia en casa y sistemáticamente recurrir a ellas (drones, comandos, etc.) para intentar resolver por la violencia los conflictos externos.

Escrito por: alberto_piris.2013/02/22 10:44:30.831000 GMT+1
Etiquetas: eeuu obama | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/02/17 10:01:16.628000 GMT+1

Las amenazas que no lo son

La necesidad de reavivar amenazas externas, cuando éstas empiezan a decaer, parece ser una constante que impregna a todos los regímenes políticos, sean democracias o dictaduras. Por lo general, tales amenazas suelen tener una base real, por pequeña que sea, sobre la que se monta el castillo de naipes que anuncia la inevitable catástrofe. La Europa de la Guerra Fría y su principal núcleo militar -la OTAN- fomentaron el temor a una irrupción de las divisiones acorazadas del Pacto de Varsovia, que en pocos días arrasarían la Europa occidental y desembocarían en las soleadas playas mediterráneas. (Eso, si los aguerridos ejércitos nacionales no las frenaban en el Pirineo o en el Ebro, como se estudiaba en los centros militares españoles por aquellos tiempos. Los franceses lo hacían sobre el Rin, claro está).

Para recordar esa época, releo un artículo de Los Angeles Times (1 de marzo de 1987) donde se insistía en que el "boquete de Fulda" (población próxima a Frankfurt donde la orografía abre varios pasos de fácil tránsito) era la más probable vía de invasión soviética e ilustraba el preludio del temible enfrentamiento: "Los soldados de EE.UU. observan con recelo al enemigo a unos 300 m de distancia, al otro lado de las alambradas y muros de acero" que dividían las dos Alemanias.

La OTAN exhibía con orgullo la protección que daba al mundo civilizado frente al bárbaro enemigo oriental; un coronel estadounidense, allí situado, alardeaba de su misión: "La Caballería siempre ha estado en la primera línea de frontera, como en el Oeste [americano]". Por eso, los ciudadanos se sentían propensos a confiar ciegamente en los gobernantes que les protegían contra la inminente hecatombe, y cualquier crítica del enorme gasto militar era acallada con facilidad, porque el arraigado temor al oso ruso suprimía toda discrepancia.

Lo malo fue que, concluida la Guerra Fría y desaparecida la URSS, abiertos y analizados los archivos de la época, nada permitió comprobar que hubiera existido el riesgo de una invasión imprevista. Por el contrario, el anquilosado régimen soviético de ningún modo deseaba iniciar un conflicto bélico en Europa, sino mantener cierta hegemonía sobre los países satélites, mientras eso fuera posible sin gran detrimento para sus propios intereses. El miedo cumplió su función durante décadas: acallar protestas, aumentar presupuestos militares, multiplicar la burocracia otánica y enriquecer a las prósperas corporaciones de la defensa que proveían de modernos instrumentos bélicos a los esforzados defensores de Occidente.

Es una idea ya comprobada que la desaparición del enemigo comunista propició el auge del enemigo terrorista, ahora de raíz islámica, que sirvió para desencadenar nuevas actividades militares (dos guerras y numerosas intervenciones aisladas), sobre la innegable base de los brutales ataques terroristas en varios países occidentales y orientales. Del mismo modo que antes se exageró la amenaza soviética en Europa, un entramado de mentiras sirvió para que una coalición predominantemente occidental atacara a Irak a la vez que azuzaba el miedo de la población ante las inexistentes armas iraquíes, que sustituían entonces a los tanques soviéticos en la imaginación popular.

Pero el desánimo invade ahora a algunos gabinetes de planificación estratégica, al constatar que Al Qaeda ya no es lo que era. La temible organización que extendía sus criminales tentáculos por el mundo se está paulatinamente convirtiendo en una "franquicia de ideas", en un proveedor de inspiración difusa más que en una organización bien articulada. Como Jason Burke afirmaba recientemente en The Guardian Weekly, el que fue un terrorífico grupo ha perdido ya el control centralizado y "la retórica política del terror ha dejado de ser creíble". Su infraestructura se ha debilitado y su ideología ya no es atractiva y es rechazada por algunos pueblos islámicos que padecieron la violencia extremista de sus seguidores. Aunque sigue siendo una seria amenaza -sobre todo por la presencia de fanáticos individuos aislados- la fuerza centrípeta que antes poseía sobre otros grupos afines se está diluyendo. Hay sondeos que muestran que el terror que años atrás inspiró Al Qaeda en Occidente se ha reducido notablemente. Si una organización terrorista no aterra a la población, su fracaso es inevitable.

Como se dice al principio, toda amenaza manipulada en provecho propio por los gobernantes y las grandes corporaciones tiene siempre un innegable fundamento, pero esto no impide denunciar su falaz instrumentación. Existe una base real de peligro en Corea del Norte, como muestran sus esfuerzos para poseer misiles y armas nucleares, pero se observan también claros intentos de exageración de la amenaza que esto supone. Es muy probable que esos esfuerzos se deban, en gran parte, al impactante modelo sugerido por la brutal eliminación de Sadam Hussein o de Gadafi, y al deseo de los dirigentes de Pionyang de no verse en análoga situación y de disponer de medios de disuasión frente a un posible ataque. Lo cierto es que ningún dirigente coreano en sus cabales (y no hay motivos para suponer que no lo estén, por atrabiliario que el régimen nos parezca) planearía atacar a EE.UU. con misiles nucleares, sabedor de que su país sería arrasado sin contemplaciones en pocas horas. Conviene a los lectores estar al tanto de las amenazas que nos anuncian, pero también es aconsejable saber cómo suelen ser instrumentadas.

CEIPAZ, 17 de febrero de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/02/17 10:01:16.628000 GMT+1
Etiquetas: corea otan amenazas | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/02/15 09:33:59.352000 GMT+1

Las armas personales en EE.UU. y Suiza

Muchos comentarios podrían hacerse al discurso de Obama sobre el “Estado de la Unión” en 2013. En su mayor parte se ha referido a cuestiones de política interior, que son las que más afectan a su audiencia. Pero también ha hecho alusión a algunos otros asuntos que merecerán una crítica más elaborada, como el empleo de los aviones sin piloto para matar a presuntos terroristas, la importancia que debe concederse a la lucha contra el cambio climático y algunas otras cuestiones de política exterior que atañen a Oriente Próximo, a la reducción progresiva de las fuerzas desplegadas en Afganistán, y a las relaciones con Irán e Israel, aunque, de modo muy significativo, no hizo mención alguna al pueblo palestino. Todo esto merecerá un análisis más detenido, aunque puede anticiparse que en lo relacionado con la política exterior no se apuntan novedades importantes y parece que seguirá el camino, no muy brillante, por el que deambuló durante el anterior mandato.
 
Así pues, comentaré hoy una cuestión de política interior que también ha suscitado interés fuera de EE.UU.: el control de las armas en poder de los ciudadanos. Tras el trágico incidente de la escuela de Newtown, que tanto afectó a la conciencia ciudadana hace un par de meses, Obama creyó apropiado expresarse así: “Se que no es la primera vez que en este país se discute sobre cómo reducir la violencia de las armas de fuego. Pero ahora es distinto. Una aplastante mayoría de ciudadanos se ha puesto de acuerdo sobre algunas reformas de sentido común, como revisar los antecedentes [de quienes compran las armas] para dificultar que lleguen a los delincuentes. Hay senadores de ambos partidos que estudian conjuntamente la legislación que evite que cualquier persona compre un arma y pueda luego venderla a un malhechor. Los mandos policiales nos piden ayuda para eliminar de nuestras calles las armas de guerra y los cargadores de munición múltiple, porque están cansados de verse superados en potencia de fuego. Todas las propuestas merecen ser votada en el Congreso”.
 
Casi al mismo tiempo, una crónica de la BBC ponía el contrapunto a la inquietud de Obama. Con el título Switzerland guns: Living with firearmas the Swiss way (Las armas suizas: conviviendo con armas al estilo suizo). Suiza posee uno de los índices más altos de población armada y apenas padece incidentes ocasionados por armas de fuego. Por cada 100 personas, hay unas 45 armas en Suiza, la mitad que en EE.UU.; pero las muertes causadas por ellas son en EE.UU. más del triple que en Suiza.
 
Todo ciudadano entre 18 y 34 años de edad tiene que cumplir el peculiar servicio militar suizo, y durante él está en posesión del armamento reglamentario (pistolas o fusiles de asalto) que debe cuidar en su domicilio. Al licenciarse tiene opción de conservarlo. Un estudiante entrevistado, que sirve como oficial, declaraba: “Hago lo que el Ejército me ordena: conservo el cañón separado de la pistola, en lugares distintos de mi casa; así, si alguien entra a robar y se lleva la pistola, no le sirve de nada”. Desde 2007, además, la munición se conserva en depósitos federales y no en el domicilio. Al preguntarle si se sentía más seguro en casa por disponer de un arma, respondió negativamente y afirmó que, aunque tuviera munición, no le está permitido utilizar su arma contra un intruso.
 
Su razonamiento es digno de reflexión y merecería ser estudiado en EE.UU.: “No se me entrega esta arma para protegerme a mí o a mi familia. Mi país me la entrega para contribuir a su defensa y para mí es un honor cuidarla en casa. Creo que es muy bueno que el Estado responsabilice de este modo a la población”.
 
Esta idea es muy distinta al pensamiento habitual en EE.UU., donde algunos opinan que los profesores deberían ir armados a clase y que las armas propias son un modo de protegerse y de aumentar la seguridad general, aun a costa de los tiroteos que con tanta frecuencia padece el país. No puede alegarse que los suizos menosprecien la cultura de las armas que tanto se alaba en EE.UU.: unos 600.000 ciudadanos pertenecen a clubes de tiro y sus frecuentes concursos gozan del favor popular. La reglamentación es rígida y cada concursante debe dar buena cuenta de toda la munición que consume, devolviendo la que sobre.
 
“¿No se glorifican así las armas?” -preguntaba el entrevistador. “Todo lo contrario, -respondía el instructor de tiro- pues se enseña a la gente a respetarlas. Muchos niños hiperactivos vienen al club y aprenden a controlarse, a estar inmóviles, a concentrarse en el tiro, y esto les beneficia en la escuela”. Los suizos conservan armas en su casa, pero con fines pacíficos. No pueden portarlas en público. No las consideran instrumentos de afirmación de su personalidad o de protección familiar, sino instrumentos de un deporte nacional (Guillermo Tell era también un tirador) y una responsabilidad propia del servicio militar.
 
Aunque los índices de violencia han aumentado en Suiza, en paralelo con el resto de Europa, no ha crecido el número de muertes por arma de fuego. Como he expuesto en otros momentos, no es sólo con leyes y reglamentos como EE.UU. podrá limitar el uso indiscriminado de las armas de fuego, sino venciendo unos prejuicios culturales que vinculan la libertad personal con el derecho a ir armados. Esto es el residuo de unas épocas ya superadas, como muestra el texto de la 2ª Enmienda a la Constitución de EE.UU., aprobada a finales del siglo XVIII.

República de las ideas, 15 de febrero de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/02/15 09:33:59.352000 GMT+1
Etiquetas: eeuu obama suiza armas | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)