2015/04/24 08:06:39.443190 GMT+2
La reacción de muchos Gobiernos ante las más graves acciones terroristas que el mundo ha padecido ha sido a menudo algo sorprendente. En EE.UU., antes de sufrir los atentados del 11-S, los ya entonces bien desarrollados servicios de inteligencia fueron incapaces de prever lo que se les venía encima, aunque la extensa vigilancia de las comunicaciones privadas les estaba proporcionando abundantes datos que contenían indicios sospechosos. A pesar del estrepitoso fracaso de los citados servicios, no se sabe de ningún responsable de la seguridad nacional que pagara las consecuencias de fallo tan garrafal. Por el contrario, algunos fueron premiados y elogiados e incluso ascendieron a cargos de mayor responsabilidad.
Sobre este asunto tenemos en España un ejemplo digno de mención: cuando el espectacular atentado etarra en la madrileña calle de Claudio Coello acabó con la vida del presidente del Gobierno, el ministro del Interior, entonces llamado "de Gobernación" -precisamente el máximo responsable de la seguridad de su jefe inmediato-, fue elevado a la presidencia del Gobierno, sustituyendo al asesinado almirante Carrero Blanco.
No solo los fracasos en la prevención de actividades terroristas apenas suelen perjudicar a los responsables que tanta incompetencia revelan en el cumplimiento de su misión. La multitentacular estructura antiterrorista de EE.UU., ya entonces omnicomprensiva, creció y se fortaleció aún más tras los atentados contra Nueva York y Washington. Su prestigio creció, amplió sus competencias y creó nuevos centros y agencias; aumentaron los recursos a su disposición y todo esto dio más posibilidades de ascenso y progreso profesional a sus miembros. Hubo aún más: asumió nuevas y más críticas parcelas del poder, ante la pasividad de una ciudadanía temerosa de nuevos atentados, poco propensa a exigir la protección de sus libertades personales si con ello temía arriesgar su supuesta seguridad.
Tampoco tras los atentados contra los trenes de cercanías de Madrid hubo dimisiones ni destituciones entre los responsables de la seguridad. Antes bien, se inició un proceso de refuerzo de los órganos relacionados con el antiterrorismo aunque, al contrario de lo ocurrido en EE.UU., el pueblo madrileño -y en general todos los españoles- mantuvo una ejemplar serenidad y no se dejó arrastrar por la tentación del pánico y la sumisión ciega al poder.
Lo anterior muestra una tendencia general en lo que respecta a las actividades antiterroristas, originada en EE.UU. -el iniciador y principal protagonista de la "guerra universal contra el terror"- y que se extiende por el resto del mundo, a medida que otros Gobiernos asumen el modelo estadounidense.
El resultado final en Oriente Medio de ese modo de afrontar el terrorismo es ahora evidente: tras varias guerras, invasiones, ocupaciones, operaciones de castigo con fuerzas especiales y drones, la región se ha convertido en un auténtico muestrario de bandas, partidas, facciones y guerrillas en continua proliferación, y hasta ha dado a luz un nuevo sujeto político: el llamado Estado Islámico. El paso de las armas occidentales por Mesopotamia y regiones contiguas, lejos de aportar democracia y modernidad a sus pueblos, las ha sumido en un abismo de incertidumbre y desesperación del que no se ve modo de salir.
Por extraño que ahora parezca, no sería difícil imaginar un destino análogo para el continente africano, desde donde estos días se dibuja con mortal precisión el trágico éxodo de innumerables personas que arriesgando su vida buscan en la vecina Europa un destino mejor.
Sucede que África está desde hace ya unos años bajo la responsabilidad militar del AFRICOM: Mando de las fuerzas armadas de EE.UU. para África. Hace unos decenios, en África apenas podían detectarse algunas actividades terroristas de raíz islámica en torno a Somalia. Pero ahora que el continente ha sido colocado bajo la lupa y las armas de los ejércitos y servicios de inteligencia de EE.UU., la lista de organizaciones terroristas ha crecido y se ha extendido por nuevas regiones.
Es evidente que España, por su situación geográfica y por los acuerdos militares que la vinculan a EE.UU. y a la OTAN, no quedará al margen de las actividades de AFRICOM en el continente adyacente. Lo menos que podemos desear los españoles es que, por la cuenta que nos trae, no se repitan en África los errores en los que incurrió el CENTCOM (Mando Central, responsable de Oriente Medio) coordinando las fuerzas de EE.UU. y sus aliados en unas inútiles guerras que nada resolvieron y solo multiplicaron el caos.
La amenaza del terrorismo islamista que parece asentarse en la ribera meridional del Mediterráneo es inquietante; pero no podrá ser desactivada solo mediante la acción de los ejércitos y los servicios de inteligencia. Se necesita una amplia baraja de opciones operativas que desbordan el ámbito militar y abarcan los terrenos de la economía, la diplomacia, la cooperación internacional y las intervenciones humanitarias y pacificadoras. Esperemos que en África no se repitan los errores cuyas consecuencias padecen tantos pueblos a los que se prometió democracia y prosperidad y ahora están sumidos en la barbarie y han regresado al fanatismo.
República de las ideas, 24 de abril de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/04/24 08:06:39.443190 GMT+2
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2015/04/17 07:44:0.483747 GMT+2
En el año 1946 se produjeron dos hechos de interés, relacionados entre sí como enseguida se verá, algunos de cuyos efectos subsisten hoy.
El primero tuvo lugar en el atolón de Bikini, que hoy forma parte de la República de las Islas Marshall, uno de los Estados insulares de la Micronesia. Un comodoro de la Marina estadounidense reunió a los habitantes del atolón y les conminó a abandonar temporalmente su país natal. Les explicó que el Gobierno de EE.UU. necesitaba probar sus incipientes armas nucleares "por el bien de la humanidad y para acabar con todas las guerras". Los nativos micronesios hubieron de dejar sus tierras y sus viviendas y fueron evacuados a otros atolones o islas del archipiélago.
El segundo acontecimiento de ese mismo año fue el invento del bañador femenino de dos piezas, el biquini, obra de un ingeniero francés. Este nombre fue adoptado en todos los idiomas, debido a la coincidencia temporal de su explosiva irrupción en la moralidad entonces dominante y las explosiones nucleares que se iniciaron en el citado atolón.
EE.UU. estableció en el archipiélago los llamados "Territorios de prueba del Pacífico", donde hasta 1958 se realizaron 67 ensayos con bombas atómicas y termonucleares. Tuvo especial resonancia -en todos los sentidos de esta palabra- la efectuada en febrero de 1954, conocida como Castle Bravo, la más potente jamás llevada a cabo: un artefacto termonuclear de 15 megatones convirtió a Bikini en un desierto inhabitable, destruyó otras dos islas y sus efectos radiactivos afectaron a gran parte del Pacífico.
Hasta aquí, recuerdos de la historia reciente. Del biquini en sí, solo cabe decir que está incorporado a la cultura moderna y no merece más atención. Pero, por otros motivos más trascendentes, el atolón de Bikini, sus antiguos pobladores y los demás ciudadanos de las Islas Marshall y otros Estados contiguos están volviendo estos días al primer plano de la actualidad como consecuencia combinada de su pasado nuclear, su incierto presente y su futuro como probables víctimas del cambio climático.
Como escribió Karl Mathiesen en The Guardian Weekly, Lirok Joash era una joven de 20 años cuando tuvo que salir forzosamente de su Bikini natal. Después cambió cinco veces de residencia a medida que el nivel de radiactividad en el archipiélago la iba desplazando de una a otra isla. Ahora, con 89 años, es la persona más anciana entre las expulsadas en 1946. Todos habitan en diversas islas del archipiélago.
Un nieto de Joash se lamenta de que durante casi 70 años los bikinios han sido tantas veces forzados a cambiar de residencia que ya han perdido las esperanzas de volver a su tierra nativa: "Ese sueño se ha desvanecido ya. Es tan triste... es como si fuéramos marineros navegando y estuviéramos todavía en medio del océano".
Y es precisamente ahí, en el océano real, no en el tan metafóricamente aludido, donde ahora se alza ominoso el nuevo peligro capaz de aniquilar a un pueblo que tanto ha sufrido. La mayor parte de la población de Islas Marshall vive a muy poca distancia de la costa y a menos de tres metros de altura sobre el nivel del mar. Este riesgo lo comparten los marshaleses con sus vecinos kiribatianos, el Estado limítrofe cuyos habitantes necesitan recibir agua potable en vehículos cisterna que el Gobierno pone a su disposición, porque las repetidas inundaciones oceánicas han contaminado sus pozos.
En función de cómo se reduzcan las emisiones de carbono a la atmósfera en el mundo, el Panel intergubernamental sobre el cambio climático de Naciones Unidas prevé que para 2100 el nivel medio de los océanos subirá entre 26 y 82 cm. Pero lo que para el resto de la humanidad parece una cifra aceptable, para los habitantes de los archipiélagos micronesios puede significar el desastre final.
Ante tal perspectiva, el ministro marshalés de Asuntos Exteriores, un abanderado en la lucha contra el cambio climático, declaró: "No consideramos el abandono [del país] como una opción viable. Creemos que esto puede cambiar". Por el contrario, el presidente de Kiribati opina que las repetidas conferencias internacionales sobre este asunto no han tenido éxito alguno; asegura que la continua "prevaricación de los países industrializados" para reducir sus emisiones de carbono le ha hecho perder la fe en la ONU. Cree que el precio a pagar para seguir sosteniendo la economía universal del carbón es la desposesión total de su pueblo.
Ante la conferencia a celebrar en París en diciembre próximo sobre el cambio climático, opina que si lo acordado en ella sirve para proteger a los pueblos más vulnerables, como el suyo, su país seguirá siendo habitable. Pero si no es así, se niega a que las vidas de sus ciudadanos queden a merced de los caprichos de los países contaminantes: "Hemos de planificar por adelantado: desear lo mejor pero prepararnos para lo peor".
Son pocos (no más que los habitantes de Bilbao), muy vulnerables, sin recursos críticos para el resto del mundo, perdidos entre las aguas del Pacífico occidental, pero aún así, los habitantes de Micronesia tienen derecho a no convertirse en el sacrificio propiciatorio ofrecido por las contaminantes industrias de los países desarrollados ante el altar del capitalismo mundial.
República de las ideas, 17 de abril de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/04/17 07:44:0.483747 GMT+2
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2015/04/10 08:00:0.001769 GMT+2
Un original empresario estadounidense creó en 2005 una página web que permitía a los suscriptores convertirse en cazadores virtuales. Sin salir de casa, a través de la pantalla del ordenador, podían controlar una escopeta de caza montada sobre un soporte móvil que disparaba contra los animales que se soltaban ex profeso en un rancho texano para placer del cazador a distancia.
Cuando la noticia se difundió se levantó una hostil polvareda. Una popular revista especializada en actividades al aire libre publicó que el invento generaba "problemas éticos", argumentando que la caza no consistía solo en apretar el gatillo para matar a un animal "sino que es una experiencia total" que requiere "estar allí". También se opuso la ultraconservadora Asociación Nacional del Rifle, aunque ésta siempre apoya todo lo que fomente el uso de armas de fuego por la población civil. Hasta un funcionario de la policía declaró: "eso no es cazar, es asesinar... alguien se sienta ante un ordenador, aprieta un botón y algo resulta destruido sin razón alguna".
El autor de la página, que había supuesto que podría tener éxito entre los aficionados a la caza que por limitaciones físicas no pudieran practicarla, alegó en su defensa el caso de un soldado mutilado en Iraq, que le escribió agradeciéndole poder practicar de nuevo su afición favorita gracias al invento. Pero todo fue inútil, el público lo rechazó tajantemente y la mayoría de los Estados prohibieron la "caza por internet".
El rechazo moral que dio al traste con la novedad cibernética del empresario texano fue total y extendido. Sin embargo, por aquellos mismos años se podía leer un anuncio de oferta de empleo publicado por un contratista militar: "La persona seleccionada investigará y asimilará experiencias y procedimientos de manhunting (caza de personas; literalmente: caza del hombre) para gestionar un foro educativo sobre asuntos relacionados con esta actividad... Deberá tener autorización para el nivel SECRETO...".
Si la caza de animales a distancia provocó un enorme rechazo entre la población estadounidense, ese sentimiento no se trasladó a la caza de personas que el Gobierno de su país empezó a organizar a gran escala tras sufrir los atentados del 11-S. Bush anunció que EE.UU. tendría que dedicarse a un nuevo tipo de guerra "que nos obligará a empeñarnos en un manhunt internacional".
El Secretario de Defensa asumió que "las técnicas usadas por los israelíes contra los palestinos se podrían utilizar a gran escala". Eran los llamados "asesinatos selectivos", públicamente reconocidos por Israel, donde los territorios ocupados se habían convertido "en el mayor laboratorio mundial para las tácticas de asesinar desde el aire".
El Pentágono todavía no estaba organizado para incluir entre sus misiones una que realmente era de naturaleza policial, es decir, la identificación, seguimiento y localización, así como la detención (en este caso, eliminación física) de los individuos sospechosos.
Se crearon lo que el filósofo francés Grégoire Chamayou, un experto en la "teoría de los drones", llama les enfants terribles, las operaciones híbridas entre el ejército y la policía, que no respondían a ningún modelo preexistente y resultaban muy extrañas. Desde las teorías vigentes sobre la guerra y desde la legislación internacional aparecían como conceptos monstruosos.
Introducían en la estrategia militar un nuevo modo de combate. Ya no se trataba de la vieja idea clausewitziana de los enemigos enfrentados, del duelo a muerte entre dos rivales que se buscan para destruirse. Ahora, la idea básica es otra: el cazador avanza contra su presa y la presa lo esquiva, huye o se oculta.
Cambiaron las reglas: el perseguidor gana si llega al enfrentamiento y el perseguido gana cuando lo evita. La observación, el espionaje, los confidentes, la escucha de las comunicaciones y todos los elementos de percepción se aplican a descubrir la presencia del enemigo. El instrumento que lo destruye es el drone. La nueva guerra tiene a sus ejecutores atentos a las pantallas: desde los generales que deciden hasta los "pilotos" que a distancia las ejecutan.
Se reduce el riesgo para los atacantes. Apenas hay contacto físico con el enemigo. Las vidas de los que por azar están próximos a los objetivos a destruir apenas preocupan ya a los ciudadanos, en todo caso menos que los animales cazados por internet. Pero los drones destructores de los enemigos seleccionados se convierten también, sin proponérselo, en promotores muy activos del terrorismo. En los pueblos que sufren los efectos "colaterales" de los ataques se expande el irresistible deseo de venganza que multiplica el número de voluntarios que se unirán a las organizaciones terroristas.
La guerra es un fenómeno social en perpetua evolución, el camaleón del que habló Clausewitz y desarrolló Raymond Aron. Pero ninguno de ambos pensadores pudo imaginar que en el siglo XXI volvería a uno de sus más pretéritos antecedentes, la caza, ya no de animales sino de personas, lo que ahora asépticamente se da en denominar "asesinatos extrajudiciales".
República de las ideas, 10 abril 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/04/10 08:00:0.001769 GMT+2
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2015/04/03 08:00:50.835862 GMT+2
Hace unos días David Shulman, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, se hallaba en una localidad llamada Zanuta, en las colinas al sur de Hebrón, con unos pastores palestinos. Gran parte de las tierras de pastoreo que desde siempre utilizaban les había sido arrebatada por la presencia de una sola familia judía que ocupaba un asentamiento ilegal.
Le explicaron que un día se presentaron unos soldados con una orden firmada por el jefe de la brigada, que calificaba a esos terrenos como "Zona militar clausurada". Tres pastores y un activista israelí que les apoyaba fueron detenidos en el acto. La orden es ilegal, según el Tribunal Supremo, pero esas minucias jurídicas no parece que surtan efecto en las tierras situadas al sur de Hebrón.
Shulman ha comprobado que los palestinos de Zanuta padecen a diario arbitrariedades similares; viven bajo la constante amenaza de ser atacados por los colonos judíos que parecen gozar de total impunidad. Son campesinos cuyo destino obligado es ser desposeídos y expulsados. Una suerte no muy distinta se abate sobre el resto de Cisjordania.
En tales circunstancias, lo que ahora ocurre en los territorios ocupados puede derivar hacia algo parecido a lo que pasó en Gaza: la aparición de alguna organización extremista como Hamás que desplace al gobierno moderado de la Autoridad Palestina. No es posible gobernar perpetuamente a un pueblo humillado, perseguido, privado de sus más elementales derechos y convertido en víctima sempiterna. Algo acabará por estallar con toda seguridad y entonces Netanyahu y sus seguidores de la extrema derecha proclamarán a los cuatro vientos que ellos tienen razón y que todo indica que no se puede confiar en los árabes.
Si el Gobierno de Israel pone las cosas cada vez más difíciles a los palestinos moderados y muestra ostensiblemente su rechazo a la solución biestatal, no habrá mejor modo de contribuir al reforzamiento del extremismo palestino y obstaculizar cualquier vía de entendimiento entre ambos pueblos.
Días antes de las elecciones Netanyahu se dirigió así a sus fieles seguidores: "Quien hoy permita la creación de un Estado palestino y abandone las tierras estará dando vía libre a los islamistas radicales para que ataquen a Israel". Este es su verdadero pensamiento y las rectificaciones que se sintió obligado a hacer unos días después no merecen apenas crédito y más parecen una simple esgrima diplomática para mantenerse en el poder y a la vez afrontar el rechazo que su política empieza a suscitar en EE.UU. y la UE.
Ante esta situación es fácil entender que la Autoridad Palestina pretenda recurrir al Tribunal Penal Internacional de La Haya o incluso al Consejo de Seguridad de la ONU, donde el Gobierno de Netanyahu puede temer que el habitual veto protector de EE.UU. deje de estar garantizado, tras el grosero desplante a Obama que supuso la reciente visita del primer ministro israelí al Congreso estadounidense.
El reforzamiento del ala conservadora de extrema derecha en la que se apoya Netanyahu tras las últimas elecciones va a complicar su política pero también afectará y dividirá a la sociedad israelí, deteriorando los fundamentos éticos en los que se sustentaba desde sus orígenes. En el diario Haaretz, uno de sus más prestigiosos columnistas ha escrito: "Netanyahu ha logrado deshacer el principio de que el Estado existe en favor del interés de sus ciudadanos, y en su lugar ha impuesto la creencia fascista de que son los ciudadanos los que existen para el interés del Estado".
No son pocos los judíos que consideran que el daño interior que puede sufrir la sociedad es mucho más peligroso que cualquier amenaza exterior. Una corrupción de índole no económica sino política está corroyendo las entrañas del Estado, que avanza conscientemente hacia un completo sistema de apartheid, por mucho que esta palabra repugne a amplios sectores de la clase política.
La llamada que en la jornada electoral hizo Netanyahu a los votantes judíos para que acudiesen a las urnas, aduciendo el peligro de que los árabes lo hiciesen "en tropel", ha dejado al descubierto el hecho de que él, a pesar de ser el primer ministro de todo el Estado, considera enemiga a la población árabe. Dicho de otro modo: entre los valores de la democracia universal y el egoísta tribalismo judío ha elegido menospreciar la democracia, a pesar de afirmar con insistencia que Israel es la única democracia en todo el Medio Oriente.
Una vez más, es imprevisible el rumbo que puedan tomar los acontecimientos en este prolongado y enconado conflicto. No quedan muchos caminos transitables hacia una solución estable: o el pueblo palestino desaparece como entidad con futuro estatal, a causa de la disgregación territorial y la persistente opresión de la ocupación a la que está sometido, o la fuerza de su desesperación se multiplica hasta extremos irrefrenables con consecuencias poco previsibles.
Republica de las ideas, 3 de abril de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/04/03 08:00:50.835862 GMT+2
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2015/03/27 08:52:19.417781 GMT+1
Mi comentario de la pasada semana sobre los factores implicados en la lucha contra el Estado Islámico (EI) concluía sugiriendo que "el terreno en el que el EI deberá ser derrotado no es solo el campo de batalla, sino las mentes de todos los que aspiran a algo que dé sentido a su vida y a su muerte".
Podría aducirse que esto no es nada nuevo. Al fin y al cabo, el factor psicológico siempre ha sido un componente esencial de toda guerra, ya que "las guerras nacen en la mente de los hombres" como reconoce el preámbulo de la Constitución de la UNESCO. Pero en el caso que nos ocupa es necesario profundizar en esta cuestión, en vista del sorprendente fenómeno que es el profuso e incesante reclutamiento en los países occidentales de voluntarios yihadistas, que a su entrega como combatientes islámicos unen una suicida abnegación.
Para ganar esta guerra no es suficiente operar con una fuerza militar capaz de derrotar a los yihadistas en el campo de batalla, lo que es relativamente fácil. Basta conocer sus tácticas, su armamento y sus modos operativos para vencerlos, antes o después, dada la enorme desventaja material (carecen de todo apoyo aéreo) en la que se encuentran respecto a las fuerzas atacantes encabezadas por EE.UU.
No obstante, de poco serviría aniquilar hoy al brazo armado del EI en Siria e Irak si de nuevo, en un futuro no muy lejano, renacen en otros países nuevas promociones de combatientes suicidas, que no tendrán dificultades para obtener armas y que se propondrán nuevos objetivos a los que atacarán con tácticas tan inéditas como fue la destrucción de las Torres Gemelas neoyorquinas mediante aviones de pasajeros.
Es por esto necesario saber qué es lo que alimenta y sostiene esa incesante cascada de jóvenes -y no tan jóvenes- voluntarios yihadistas que afluyen a las filas del EI desde Europa y, en menor cuantía, América. Los estudios sobre esta cuestión conducen a conclusiones a veces contradictorias.
Quedan descartadas algunas hipótesis que se asumieron al comienzo del conflicto. No son solo las familias disfuncionales, pobres o rechazadas por la sociedad las que producen voluntarios islamistas. Tampoco es el resentimiento por las intervenciones occidentales en los países musulmanes, al que se recurre con la falsa esperanza de hallar la panacea: dejemos de enredar en esos países y el EI perderá todos sus apoyos. Falso.
Un analista especializado en la radicalización de personas marginales ha estudiado en el King's College londinense los casos de muchos yihadistas. Su conclusión es que no existe una narrativa coherente: "En 2003 se odiaba a Occidente por la invasión de Iraq; diez años después, ese mismo odio se basaba en la renuencia occidental a intervenir militarmente en Siria". Algo parecido ocurrió en los años 90 por la inacción ante el conflicto de Bosnia. No se aprecia una relación directa entre la política occidental y las televisadas decapitaciones del yihadista encapuchado de origen británico.
Sin embargo, insistiendo en este asunto surgen nuevas hipótesis, entre las que destaca la decisiva influencia de los dirigentes "carismáticos": imanes, predicadores, líderes políticos o religiosos que inspiran confianza y generan fidelidad en los aspirantes al martirio yihadista.
No hay que pensar que todos los voluntarios al sacrificio se han embebido del Corán y han asumido sus extremas exigencias. Como escribió el sociólogo e historiador Zeev Mankowitz, "la gente no cree en ideas, cree en las personas que tienen ideas". Estas personas son, pues, el objetivo fundamental para frenar el creciente flujo de voluntarios a las filas del EI.
A esto se une algo ya estudiado por la psicología social como es la innata aspiración de adolescentes y jóvenes a las certidumbres morales, a los ideales absolutos que les dan confianza en sí mismos y sentido a sus vidas. Fuera dudas y matices en lo que se cree; el bien y el mal claramente delimitados; es lo que se percibe en la carta de la joven parisina que marchó dichosa al martirio, y a la que aludí en mi comentario anterior.
Esto conduce inevitablemente al fundamentalismo religioso, basado en un libro sagrado (Corán o Biblia) que se interpreta como palabra y ley divina. No es necesario ser joven ni mahometano para caer en la primaria ideología del yihadismo: el "imperio del mal" de Reagan y el "eje del mal" de Bush se desarrollaron en el mismo plano mental.
El componente psicológico de la lucha contra el EI es tanto o más decisivo que el militar. En la era de las omnipresentes redes sociales es esencial combatir con las ideas, mostrando las aberraciones a las que conduce el fanatismo del EI, que es producto de una irracional mentalidad religiosa, de naturaleza no muy distinta a la que en siglos pasados se abatió sobre los pueblos cristianos de Occidente. La historia nos enseña que esa mentalidad suele obsesionarse en la lucha contra el mal en vez de esforzarse por practicar el bien, de lo que a comienzos del s. V. fue temprana víctima Hipatia de Alejandría, aquella mujer que enseñaba astronomía y matemáticas a los hombres y murió linchada por una turba de fanáticos cristianos azuzada por el patriarca san Cirilo.
República de las ideas, 27 de marzo de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/03/27 08:52:19.417781 GMT+1
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2015/03/20 08:34:16.649090 GMT+1
Como los arcaicos escritos apocalípticos de los primeros tiempos del cristianismo, los textos de los que se alimentan los yihadistas también advierten sobre los signos que anunciarán el fin del mundo, "la hora" o "el tiempo señalado" en argot coránico:
"La piedad dará paso al orgullo, y la verdad a las mentiras, mientras prevalecerán costumbres licenciosas como la música, beber vino, la usura, el adulterio, la homosexualidad y la sumisión de los hombres a sus esposas. Se practicará el sexo en lugares públicos, las bodas entre primos cederán ante las uniones extrafamiliares y no habrá ningún imán que dirija la plegaria de los fieles..."
Pero si apenas ningún cristiano espera ya la llegada del Mesías ni ajusta su vida a lo anunciado en el "libro de las revelaciones" que dictó san Juan, para los actuales yihadistas lo que anunció Mahoma está sucediendo ya en el Medio Oriente. El régimen de El Asad, dominado por los alauíes prochiitas, reprime a los verdaderos fieles y muestra el abandono de los valores fundamentales del islam. La batalla que precederá al final está anunciada en un hadiz recopilado en el s. XIV, que anticipa el conflicto entre suníes y chiitas como otro signo del fin del mundo:
"La Hora no llegará hasta que ocurran estos sucesos: los pueblos competirán construyendo altos edificios; dos grandes grupos lucharán entre sí, habrá muchas víctimas pues ambos seguirán las mismas enseñanzas religiosas; aumentarán los terremotos; el tiempo pasará deprisa; aumentarán la aflicción y las muertes..."
Así pues, los grandes rascacielos de los Emiratos o Arabia Saudí, la guerra entre el sunismo y el chiismo son, para muchos combatientes del Estado Islámico (EI), signos inequívocos que anuncian el fin del mundo, cuando "un gran viento se lleve las almas de los creyentes resucitados ante el divino tribunal donde serán juzgados".
Los textos citados son una muestra de las raíces del ideario que mueve a los combatientes del EI, Califato, ISIS, Daesh o como quiera que se llame. Su interpretación es un rompecabezas para los servicios de inteligencia occidentales que tratan de derrotar a lo que hoy se tiene como un grave peligro de alcance mundial.
Europol (Oficina europea de policía) supone que en las filas del ejército del EI hay unos cinco mil ciudadanos europeos, incluyendo jóvenes de ambos sexos. En su mayoría proceden de los países más desarrollados de la Unión Europea (unos mil del Reino Unido y otros tantos de Francia). ¿Qué es lo que suscita el reclutamiento más rápido y entusiasta hasta ahora conocido, que supera en mucho al de Afganistán en los años 80 para luchar contra la URSS?
Se entiende que una parte del ideario yihadista, incluida su extrema brutalidad y violencia, atraiga a jóvenes en paro, desarraigados, que arrastran una existencia marginal en los suburbios europeos, como los autores de los atentados en París. Pero muchos combatientes del EI no encajan en este perfil. El tristemente conocido asesino enmascarado, el que ante las cámaras ha decapitado a varios prisioneros y se expresa en un inglés cultivado, es un graduado universitario, programador informático que vivía en un acomodado barrio londinense. También van a luchar a Siria europeos sin antecedentes musulmanes, recién convertidos al islam.
La retórica apocalíptica no es exclusiva del EI pues también la utilizan varias filiales de Al Qaeda para atraer nuevos adeptos europeos. En Francia se habla de los "padres huérfanos", cuyos hijos adolescentes se enrolan en la yihad, incluso procedentes de familias no religiosas y profesionales de clase media.
Una joven parisina de 15 años se despidió así de su madre: "Cuando leas estas líneas estaré en la tierra prometida... En ella moriré para ir al paraíso... Todos vamos a morir, castigados por la ira divina. Hay demasiada miseria, demasiada injusticia y llega el fin del mundo... Todos irán al infierno menos nosotros, los que luchamos por el último imán en la tierra prometida...".
Salta a la vista la semejanza entre el antiguo milenarismo cristiano (que todavía pervive en algunos evangélicos fundamentalistas) y la moderna práctica de la yihad, que aspira a establecer un califato, bajo un soberano islámico que sea fiel a la legislación mahometana y gobierne sobre toda la comunidad musulmana, preparándola para el fin de los tiempos.
La guerra emprendida por Occidente contra el EI no es solo el enfrentamiento militar contra el ejército yihadista. Más difícil es derrotar las ideas mesiánicas inducidas por la divinidad bajo la dirección de un líder carismático, que tanto atraen a los que buscan nuevo sentido a una vida que carece de presente y de futuro.
Esas ideas encajan con las aspiraciones de los nuevos yihadistas que no encuentran su sitio en una sociedad que les rechaza. Y las modernas redes sociales hacen llegar a cualquier lugar del mundo las fantasías que muchos están deseando escuchar. El terreno en el que el EI deberá ser derrotado no es solo el campo de batalla sino las mentes de todos los que aspiran a algo que dé sentido a su vida y a su muerte. Arduo problema para los estados mayores.
República de las ideas, 20 de marzo de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/03/20 08:34:16.649090 GMT+1
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2015/03/14 09:08:43.446016 GMT+1
Estimados lectores de mis comentarios:
He recibido varias sugerencias para comentar el reciente caso de la comandante Zaida Cantera, que ha saltado a primer plano en los medios de comunicación.
Poco podría añadir a lo ya publicado sin conocer más a fondo los detalles de este caso, lo que no está a mi alcance.
Pero quiero hacerles partícipes de un comentario que publiqué ahora hace dos años en la página web del Centro de Educación e Investigación para la Paz (CEIPAZ) de Madrid, que apuntaba ya en esta dirección, aunque la palabra "violación" no sea aplicable al caso comentado.
Si en los órganos de la Defensa españoles se hubiera tenido en cuenta la línea final del comentario y las experienias obtenidas de lo ocurrido en otros ejércitos, los españoles nos hubiéramos ahorrado el bochorno sufrido estos días.
Con un saludo cordial,
A.P.
Cuando la violación no es un arma de guerra
Alberto Piris
Como pasa muy a menudo, al elaborar comentarios sobre la actualidad se comprueba que el arte cinematográfico añade mucho a los textos y les dota de una imagen visual que ayuda a fijar los conceptos analizados. La película a la que hoy me refiero no es un producto del cine comercial, sino un estremecedor documental rodado en EE.UU. sobre los abusos sexuales ocurridos en sus fuerzas armadas, de los que son víctimas mayoritarias las mujeres alistadas en los ejércitos, aunque también afectan a los hombres.
The Invisible War, estrenada en 2012, tiene el insólito privilegio, del que pocos documentales pueden jactarse, de haber influido directamente en la política nacional, pues entre sus créditos finales se lee: "El 14 de abril de 2012, el Secretario de Defensa Leon Panetta vio esta película. Dos días después tomó la decisión de perseguir directamente [esos delitos] y prohibir que lo hagan los mandos militares".
Es comúnmente aceptado el hecho de que una mujer alistada en las fuerzas armadas de EE.UU. (Ejército, Marina, Aviación o Guardia Costera) tiene más probabilidades de ser violada por un compañero de armas que de morir en combate. Los testimonios directos de las víctimas, junto con algunas estadísticas oficiales y la descripción del impacto que producen las violaciones en la vida familiar y diaria de quienes las han padecido, constituyen el eje de este documental. Mucho se ha escrito sobre la violación como arma de guerra (cuando es sufrida por las mujeres del país enemigo) y muy poco, o casi nada, sobre la violación entre miembros de un mismo ejército.
En EE.UU. y en cualquier otro país es un asunto silenciado y oculto a la opinión pública, por el impacto negativo que tendría sobre el reclutamiento y el prestigio de los ejércitos. Pero este documental está hecho de modo serio y convincente; rodado con gran profesionalidad sobre un guión bien construido, mantiene en vilo la atención del espectador. Cuando éste abandona la sala no puede evitar una sensación de indignado asombro, tras los testimonios escalofriantes expresados por las mismas personas que sufrieron las vejaciones. Los comentarios suscitados han sido muy contradictorios. En junio de 2012 un conocido crítico estadounidense concluía así su columna: "La consecuencia de esta película es, desoladoramente, que un ejército fuerte no favorece a los llorones, que cierto número de violaciones es inevitable y, también inevitablemente, que algunas mujeres se lo habían buscado. En un proceso se hizo notar que la víctima vestía provocativamente, incluso con el uniforme reglamentario".
Según datos oficiales del Departamento de Defensa, en 2011 se produjeron 22.800 violaciones en las Fuerzas Armadas de EE.UU., de las que un 10% afectaron a los hombres. La reciente sentencia de un tribunal local dictaminó que "la violación es un riesgo operativo", propio de la actividad profesional militar. Quizá por este motivo, son muy pocos los casos que se denuncian y salen a la luz. La película sugiere cómo la milicia y el deporte son actividades muy machistas, donde el espíritu de equipo y el prestigio del líder son valores dominantes. El que se queja rompe la coherencia del grupo y, lo que es peor, deja en mal lugar al jefe.
La película recuerda que el 25% de las mujeres no denunciaron nada porque tenían que cursar la queja por conducto reglamentario, y el violador era precisamente su jefe inmediato. Este es el aspecto que se ha modificado en la legislación militar después de proyectarse la película. Incluso hubo casos en que la propia denunciante fue sometida a consejo de guerra y no el violador. La mayoría de las denuncias no son cursadas ni investigadas; raras veces se abre una investigación y casi nunca se castiga al culpable; en cualquier caso, la pena aplicada es inferior a un año.
Es notable el caso de una mujer enrolada en la Guardia Costera que, al ser violada, sufrió una brutal rotura de mandíbula, cuya cura le ha sido negada por la sanidad militar, porque abandonó el servicio antes del plazo mínimo requerido. Seis años después, seguía sin poder ingerir alimentos sólidos. Es interesante advertir que muchas de las jóvenes violadas aquí entrevistadas se alistaron voluntariamente por motivos altruistas (servicio al país o a la comunidad) o familiares (admiración por su padre, tradición familiar), y que sufrieron una brutal decepción de la que no lograron recuperarse.
Entre los comentarios que en EE.UU. suscitó esta película no faltan los que le atribuyen parcialidad o echan de menos ¡la opinión de los violadores! Pero para cualquier espectador sensato -como lo fue Leon Panetta, con cuyas decisiones he discrepado en otros casos- este filme es una llamada a la acción para corregir a fondo el sistema judicial militar de EE.UU.
No es un asunto político. Es una cuestión de justicia y de derechos humanos. Y también de llamar a las cosas por su nombre, no tachando de antipatriota a quien denuncia abusos en los ejércitos. Hay que evitar cualquier tendencia a avanzar por el peligroso camino mostrado por los soldados de EE.UU., tanto en el tratamiento de los abusos sexuales como en el caso de la tortura de prisioneros, como se ha descubierto recientemente en el Ejército español, con el consiguiente escándalo público. Prevenir es siempre más eficaz y menos costoso que curar.
CEIPAZ, 24 de marzo de 2013
Escrito por: alberto_piris.2015/03/14 09:08:43.446016 GMT+1
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2015/03/13 10:09:29.401293 GMT+1
En un análisis publicado hace un par de semanas por el diario La Jornada, el profesor y periodista mexicano Alfredo Jalife-Rahme sintetizaba la conflictividad europea en seis crisis simultáneas:
1) Ucrania;
2) el choque con Syriza en Grecia por la viabilidad de la eurozona;
3) las sanciones económicas sadomasoquistas [sic] a Rusia;
4) la desestabilización racial (“síndrome Charlie Hebdo”); 5) las amenazas de los yihadistas libios para capturar Roma y El Vaticano;
6) el futuro de su relación con Estados Unidos.
Son seis tempestades que la Unión Europea, cuyo timón parece haber pasado definitivamente de las manos de los políticos elegidos a las de los indefinidos mercados financieros, habrá de sortear con habilidad para no naufragar.
Quizá el analista mexicano no haya acertado plenamente en su hipótesis, pero la perspectiva que confiere es más que suficiente para plantear los problemas de la conflictividad en la UE, asunto quizá más difícil para un europeo, dada su inmersión personal en él.
Bajando del nivel europeo al puramente español, los problemas que hoy preocupan a nuestro pueblo, según el último barómetro del CIS (enero de 2015), son:
1) El paro;
2) la corrupción y el fraude;
3) la economía;
4) la política interior;
5) el deterioro del Estado de bienestar (educación, sanidad).
También puede ocurrir que esta clasificación no responda exactamente a la realidad, pero es válida para lo que aquí se va a considerar.
Es el momento de saltar al nivel superior, el de los conflictos que afectan a toda la humanidad. En este nivel no es fácil decidirse por el órgano o agencia al que recurrir para obtener, como en los dos niveles anteriores, una visión simplificada pero objetiva de la cuestión.
Parecería que Naciones Unidas habría de ser la fuente principal, pero los asuntos de raíz filosófica (violencia humana, valores morales, etc.) y los de efecto a más largo plazo (hambre, deterioro medioambiental, globalización, fuentes de energía, etc.), siempre en primer plano en la agenda de la ONU, no están exigiendo perentoriamente una solución inmediata. Resulta aconsejable, por tanto, reducir la profundidad del campo y enfocar las preocupaciones más urgentes.
Según los trabajos de varios centros e institutos de estudios internacionales, se podrían resumir los frentes de conflicto inmediato a nivel mundial de este modo:
- el reajuste de los vectores del poder (económico, diplomático, político, militar) entre EE.UU., Rusia y China, siendo especialmente conflictivo el que afecta a los dos primeros países;
- la lucha por los espacios vacíos que esos vectores dejan disponibles para otros Estados o grupos de Estados: Unión Europea, Irán, India, Israel, Brasil, Pakistán, Japón, etc.;
- el despiadado resurgir de los fanatismos religiosos como motor de violencia y causa de guerras de imprecisa delimitación y distinta naturaleza.
Quedan así expuestos muy someramente tres niveles de conflictividad que a todos nos afectan más o menos. Pero a cualquier lector se le alcanza con facilidad que entre ellos hay vinculaciones muy estrechas, lo que complica el análisis de la situación general.
Así ocurre, por ejemplo, con las sanciones que en el nivel europeo Jalife-Rahme califica de "sadomasoquistas" (porque dañan a la vez a Rusia y a la UE), activadas contra Moscú a causa del conflicto en Ucrania. Éstas son también consecuencia de la lucha entre los vectores de poder ruso y estadounidense en el nivel mundial, pero sus efectos influirán en la preocupación por la economía que revela la encuesta española, preocupación que se reflejará, a su vez, en la política interior de modo difícil de prever. Como se ve, todo está entrelazado.
Esto se debe a que los tres niveles forman un "sistema", donde cada elemento tiene modos complejos de relacionarse con los demás. Lo aprendieron los analistas del Pentágono en la "era Bush" después de invadir Iraq, al advertir que el resultado obtenido en nada se parecía al deseado, porque habían ignorado la naturaleza sistémica de la política exterior y sus variadas ramificaciones.
No es fácil analizar la situación política en un momento dado y menos aún prever su evolución. Los que se dicen expertos en política internacional, como sucede con los economistas y los estrategas militares, suelen estar más dotados para explicar con certeza y convicción lo que ocurrió que para anticipar lo que está por venir. Por eso multiplican las hipótesis, esperando que alguna se aproxime a la realidad. En fin: de los errores del pasado se puede aprender -a veces- a no repetirlos, pero la puerta queda abierta para incurrir en otros, quizá más dañinos.
República de las ideas, 13 de marzo de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/03/13 10:09:29.401293 GMT+1
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2015/03/06 08:32:56.760146 GMT+1
"Alguien empezó a cortar mi ropas con algo parecido a unas tijeras. Me preguntaba a mí mismo: -¿Qué está pasando?-. Empecé a preocuparme por este viaje que yo no deseaba y no había iniciado voluntariamente. Alguien estaba decidiéndolo todo por mí. Muchos pensamientos me pasaron por la cabeza. Los más optimistas me hacían pensar: -Quizá te hayan apresado los americanos, pero no te preocupes: te llevarán a casa, aunque querrán hacerlo en secreto-. Los pesimistas eran de este estilo: -Los americanos te han metido en un buen lío: pasarás en una prisión de EE.UU. el resto de tu vida-".
"Me desnudaron y, aunque me sentí humillado, como tenía vendados los ojos me ahorré la desagradable visión de mi cuerpo desnudo. Uno de ellos me enrolló un pañal alrededor de mis partes privadas".
"Dentro del avión hacía mucho frío. Me tumbaron en un sofá [sic] y los guardias me sujetaron con unas esposas, probablemente al suelo. Sentí que me cubrían con una manta y, aunque era muy delgada, eso me reanimó".
"Cada poco rato la urgencia por orinar me hacía daño. El pañal no me servía de nada. No podía hacer que mi cerebro diera la señal de vaciar la vejiga. El guardia que tenía al lado me hacía tragar agua, lo que empeoraba mi situación. No podía resistirme: o bebía o me ahogaba".
El autor de estos párrafos no podía entonces imaginar la pesadilla que se estaba abatiendo sobre él cuando, sin saberlo, en julio de 2002 era trasladado por la CIA en transportes militares desde Amán (capital de Jordania) hasta una prisión en Bagram (Afganistán).
Fue una más de las innumerables transferencias secretas de la CIA, que implicaban detenciones ilegales y cruentos sufrimientos, operaciones a las que ya aludí en estas páginas ("Esa persistente afición a la tortura", 25/12/2014) con motivo de un informe del Senado de EE.UU. que las reveló.
Los fragmentos arriba reproducidos (en traducción libre de A.P.) son parte del primer capítulo de Guantanamo Diary (Diario de Guantánamo), publicado el pasado mes de enero en EE.UU. y basado en el diario original del mauritano Mohamedou Ould Slahi, con introducción y notas del editor, Larry Siems.
En noviembre de 2001, Slahi salió de su casa en Nuakchot (Mauritania) y se presentó voluntariamente en la comisaría de policía, de donde le habían llamado para ser interrogado. Unos días después, se hallaba en una cárcel de Jordania. Tras más de siete meses de interrogatorios por los servicios secretos jordanos, fue enviado a una prisión de EE.UU. en Afganistán, lo que narra en los citados fragmentos.
Tras dos semanas de torturas e interrogatorios por la CIA, Slahi y 34 prisioneros más fueron enviados a Guantánamo. Entre 2003 y 2004, Slahi fue sometido al plan de "interrogatorios especiales" aprobado por el entonces Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Ese plan incluía meses de riguroso aislamiento y una refinada variedad de humillaciones físicas, psicológicas y sexuales, amenazas de muerte, extendidas a su familia, y un secuestro simulado. Tortura de la CIA en estado puro.
En el verano de 2005, en su celda de Guantánamo, Slahi escribió las 466 páginas del manuscrito que ha dado origen al libro comentado. Slahi lo escribe en inglés, idioma que aprendió escuchando a sus guardianes. Según el profesor británico S. Chakrabarti, canciller de la Universidad de Essex, Slahi es "un dotado escritor del que emana calor y un sardónico sentido del humor, incluso cuando narra los momentos más lóbregos". Muestra una visión aguda del carácter de las personas y un sorprendente conocimiento de la naturaleza humana. Sobre un guardián escribe: "El hombre estaba totalmente aterrorizado, como si se estuviera ahogando y buscara un clavo ardiendo al que agarrarse. Yo era uno de los clavos que encontró y se me agarró con fuerza: -No comprendo por qué la gente nos odia. ¡Nosotros ayudamos a todo el mundo!- me dijo una vez. -Yo tampoco- le contesté. Sabía que era inútil educarle en las razones históricas y objetivas que nos habían llevado a esa situación, así que ignoré su comentario: un hombre tan viejo como él no podría cambiar de opinión".
Lo más aberrante de este caso, de matices kafkianos, es que en marzo de 2010 un juez federal ordenó la puesta en libertad de Slahi por inexistencia de cargos contra él. El Gobierno de Obama recurrió la sentencia y cinco años después todo sigue igual. Slahi permanece en la misma celda, escenario de gran parte de su narración. Él cree que "el Gobierno, tras tanto trabajo, ha apresado a muchos 'no-combatientes', se ha embrollado y no quiere revelar la verdad del asunto". En realidad, está claro que los principios básicos de la Constitución de EE.UU. están siendo conculcados, una vez más, por miedo al terrorismo.
Ha tenido que ser el mauritano Slahi quien en su diario nos ha hecho recordar aquel aforismo de Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de EE.UU.: "Los que renuncian a su libertad esencial para comprar una pequeña seguridad temporal, no merecen ni la libertad ni la seguridad".
República de lasa ideas, 6 de marzo de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/03/06 08:32:56.760146 GMT+1
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2015/02/27 07:51:26.637260 GMT+1
Un largo viaje que se inició en Somalia y de momento ha concluido en EE.UU., con estancias intermedias en varios países africanos, asiáticos y europeos, ha sido el itinerario geográfico de una mujer somalí, Ayaan Hirsi Ali (Mogadiscio, 1969), cuyo último libro, Nómada, debería ser de lectura obligada para los que teorizan sobre las relaciones entre el islam y Occidente. Cuestión que lleva dando mucho que hablar desde hace ya varios años.
Es aún más arduo y apasionante su itinerario mental, al abandonar deliberadamente la cultura nativa y desprenderse de la opresiva carga religiosa con la que inició su andadura vital, para asumir los valores del mundo donde deseaba vivir. Ha sobrevivido a una transformación que difícilmente puede comprender quien no haya experimentado algo semejante y que la autora refleja en un texto donde se entrelazan, con maestría propia de una escritora especializada en cuestiones sociales, la narración de la realidad vivida por ella día a día y las reflexiones sobre el contraste entre dos maneras radicalmente distintas de entender la vida y el mundo.
En el ámbito familiar, Ayaan creció y fue educada en el asfixiante mundo que el rigorismo religioso islámico destina a las mujeres; en el ámbito social, le tocó crecer en la cerrada sociedad tribal de los clanes somalíes, donde la personalidad se diluye en el grupo y donde especialmente la mujer ocupa un escalón apenas superior al de los animales domésticos en lo relativo a decidir su propio destino.
Ayaan dice haber conocido en Occidente "muchas buenas personas" que ayudan a los refugiados, reprenden a sus conciudadanos o a sus Gobiernos por no participar más intensamente en ese proceso, dan dinero a organizaciones filantrópicas y "luchan por ayudar a las minorías a conservar sus culturas", incluida la religión.
Reconoce que todo ello obedece a intenciones benévolas pero no vacila al afirmar la futilidad de sus esfuerzos para ayudar a los musulmanes y a otras minorías, porque al posponer o prolongar el proceso de su transición a la modernidad, y crear la ilusión de que uno puede regirse por las normas tribales y a la vez convertirse en un ciudadano normal del país de adopción, "los defensores del multiculturalismo encierran a las generaciones posteriores, nacidas en Occidente, en una tierra de nadie de valores morales".
Su perspectiva incide, sobre todo, en la visión del mundo femenino en las sociedades islámicas: "incubadoras de hijos" son para ella las mujeres en la cultura tradicional. Viviendo y trabajando en EE.UU., se sorprende al observar "muchachas cubiertas con túnicas o vestiduras hasta los tobillos y con gruesos pañuelos alrededor de la cabeza, empujando cochecitos por las calles de las ciudades americanas". Lo considera como un termómetro de su convicción religiosa y de la profunda aceptación de la vida como "sumisión" (significado de la palabra "islam") así como del "creciente intento de control social de las mujeres musulmanas que pudieran desviarse fácilmente del buen camino".
Lo atribuye al renovado esfuerzo misionero de grupos financiados y apoyados por Arabia Saudí, que propagan el islam más integrista: si en 1994 en un 54% de las mezquitas de EE.UU. se aislaba a las mujeres tras una pared, donde podían escuchar la predicación del imán pero no verle, al escribir el libro en 2010 ese porcentaje había subido al 66%. Por ello y otras razones análogas opina que es "un craso error la complacencia reinante en EE.UU. hacia el islam".
Si se tiene en cuenta que un 26% de los musulmanes jóvenes de EE.UU. considera que los atentados suicidas están justificados para defender al islam, no es fácil rebatir la opinión de la autora cuando subraya el peligro de "la colisión básica entre los valores subyugantes y colectivistas del islam y los valores libertarios e individualistas del Occidente democrático".
Los recientes atentados perpetrados por fanáticos islamistas y los brutales asesinatos del llamado Estado Islámico, que ya se extiende sobre Irak y Siria con peligrosos brotes en otros países asiáticos y africanos, han reavivado la vieja polémica entre el "choque" y la "alianza" de civilizaciones.
La conclusión a la que se llega tras leer el libro comentado es clara: en las actuales circunstancias esa alianza es prácticamente imposible y el choque resulta inevitable. Occidente asumió hace ya tiempo las bases ideológicas de la Ilustración que impregnaron su moral, sus costumbres y su modo de entender la convivencia humana, mientras que las sociedades islámicas permanecen rígidas dentro de las normas impuestas por un libro sagrado y las creencias inamovibles que estableció el profeta como mensajero de un dios que ya no volvió a hablar.
El libro no aporta soluciones concretas, como es natural en un problema tan enrevesado, aunque apunta direcciones en las que avanzar. A las sociedades occidentales les corresponde encontrar el modo de reducir el creciente enfrentamiento entre dos culturas tan poco compatibles, dentro de las normas democráticas que han permitido a sus pueblos, tras tanta sangre derramada, conocer el verdadero sentido de la libertad personal y de los derechos humanos.
República de las ideas, 27 de febrero de 2015
Escrito por: alberto_piris.2015/02/27 07:51:26.637260 GMT+1
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