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2009/09/22 06:01:00 GMT+2

En memoria de Javier Ortiz

Creo que la primera vez que oí su nombre fue en boca de un amigo de mi padre, que ensalzaba la transparencia y la racionalidad cartesiana de sus escritos. Integraba ese grupo de periodistas indómitos e implacables con el poder que conformaba, a mi juicio, el núcleo ético, ya desintegrado por completo, de El Mundo. Si a partir del año 2000, aún me acercaba a las páginas de este periódico sólo era para leerle a él y a Carlos Boyero. Quienes todavía hoy, desde la superficialidad y desde ese sectarismo para el que toda diferencia es sectaria, no perdonan su paso por el diario conservador, desconocen, claro, el contenido de sus artículos, y con su condena no hacen sino refrendar y reproducir este falso espectáculo bipolar contra el cual, precisamente, se enfrentó Ortiz hasta su última columna.

Mi vínculo (unilateral) con Ortiz se estrechó considerablemente en el año 2003 (¿o fue en 2005?), cuando estando en Frankfurt un colega me recomendó su blog. Usuario tardío de internet, fue la primera web personal que visité, y con un rotundo éxito, por cierto, pues acudía cada mañana a leer su esperado apunte del natural, las primeras letras que durante muchos desayunos he leído. Tal fue mi entusiasmo, y hasta tal punto me hacía sentir el blog cercano a su autor, que poco tardé en ponerle un mail felicitándole y preguntándole alguna chorrada sobre la ausencia de periodismo de izquierdas. Su inmediata y afectuosa respuesta me confirmó que, en efecto, además de un periodista insobornable, era un tipo entrañable y próximo.

Después de aquella anécdota, volví a escribirle en alguna ocasión para enviarle el texto de una conferencia mía sobre la República y el franquismo, que recibió con entusiasmo y gratitud. Siendo alguien lejano y desconocido en términos personales, era al mismo tiempo un amigo a quien escuchaba (leía) cada jornada, clarificando con sus letras mis pensamientos y, últimamente, conmoviéndome con su sensibilidad.

Su principal lección, lo que he admirado más profundamente en él, ha sido su inquebrantable civismo racionalista, virtud rara en estos tiempos de venalidad universal. Su paso por la subdirección de uno de los periódicos nacionales más influyentes, sus frecuentes contactos con el poder, su plena inserción en el campo en que se toman las decisiones o se fiscalizan de muy cerca, nada de eso alteró un ápice su integridad, su compromiso, su honestidad. Por eso yo hubiese deseado que nos legase su autobiografía, porque su mirada era verdaderamente excepcional y acaso irrepetible: impoluta a pesar de haber contemplado casi a diario los entresijos más sucios del poder.

Hubiese sido un testimonio único, como insustituible son las miles de impresiones que ojalá podamos seguir repasando, como crónica lúcida de nuestro presente, en su web.

Dick Turpin. En memoria de Javier Ortiz. 29 de abril de 2009.

Escrito por: Dick Turpin.2009/09/22 06:01:00 GMT+2
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