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2009/07/31 06:01:00 GMT+2

Expedido para Jamaica para Javier Ortiz (y II)

Viene de aquí

Tras haber sido encarcelado en Gerona y Carabanchel Javier regresó a París y fue precisamente él quien despertó a su primo informador desinformado y aún amodorrado con la noticia del fallecimiento del Dictador, acontecimiento que desató un día de exaltación y alivio de tantos empecinados exiliados que desde el 36 tenían preparadas las maletas para regresar a su país: él fue uno de ellos. Desde entonces hasta su fallecimiento permanecimos en perseverante contacto: en sus variados desplazamientos a París, en Madrid, en esta caverna atlántica en la que escribo ante tanta sombra desaparecida, en su piso de Madrid o en su residencia secundaria de Aigües que compartía con su compañera Charo, gran amor de su vida junto a su hija Ane y una legión de amigos entrañables. En uno u otro lugar prendimos muchos candiles en exaltantes ceremonias conniventes. Nos conocíamos a fondo. Apenas velamos secretos entre nosotros (excepto los irremediables e irreprochables de circunstancias políticas precisas). Pocas personas me han conocido mejor y justo es considerar numerosos y entrañables amigos desde mi adolescencia - entre ellos sus hermanos míos tan queridos José María y Carlos, pintor y poeta respectivamente con quienes conviví al paso de los años en ocasiones varias antes de iniciar mi amistad con Javier -. A él le agradaba subrayar que éramos los cuatro únicos artistas de la familia tras las huellas de nuestro tío abuelo Carlos Crousselles, periodista y comediógrafo de cierto lustre, secretario personal del Conde de Romanones, allá por las primeras décadas del siglo pasado -Javier firmó algunas columnas en SERVIR AL PUEBLO o en LIBERACIÓN asumiendo su identidad con insinuación admirativa -.

En hora mala hablé con él pocas horas antes de abandonarnos. Rechazó con firmeza mi propuesta de viajar a Madrid arguyendo que se sentía muy fatigado y abrumado por las muestras de afecto de sus visitantes. Me aconsejó esperar diez días, plazo de la prevista alta hospitalaria, según pensaba. Me desconcertó y conmovió su voz estremecida, casi inaudible: “La vida me acaba de dar un buen palo hasta el punto que no sé si merece la pena seguir con tanta privación”. Nunca antes, y en París soportaba una situación económica penosa, había perdido el buen humor. Cuarenta y pocas horas más tarde Charo me enviaba el atroz mensaje. Un silencio hueco y sórdido me embargó. Silencio persistente apenas restañable con remembranzas de inapreciables oportunidades en su compañía: sus agudas y desternillantes críticas a quienes cocean el idioma en los medios de comunicación o ejercen la hipocresía de lo políticamente correcto, riendo como niños de las sombras más tristes de nuestra alborotada supervivencia, apreciando su sostén de inapreciable gourmet mientras saboreaba sus platos dilectos, en especial los mariscos, escuchando música o viendo en TV partidos de futbol, sobre todo los de la Real Sociedad que seguía con fervor de forofo sufriente y muchos otros trances donde soltaba bridas a la indignación ante las patojadas políticas de los líderes mundiales o las flagrantes injusticias sociales. Mucho aprendí de él y en algunos de mis ensayos supo excitar esquemas esquivados por descuido o imprudencia.

Por último debo confesar y confieso que no pensaba escribir estas líneas pues suponía reconocer lo ineluctable. Pero hoy su blog reclama recuerdos valiendo no sólo firmas de renombre sino cualquier tributo de amistad de lectores anónimos. Con harto dolor me someto entendiendo que quizá a Charo, Ane, Encarna, viuda de su caro hermano Boby, su hijo Iván y sus amigos del alma, les complazca una evidencia más de solidaria constancia dolorida, aunque no sin firme compromiso o propósito de enmienda a la tristeza pues su alejamiento momentáneo se asocia a la nostalgia de múltiples instantes profesionales de insólita lucidez - parangonable a la de Larra, paradigma de su ejecutoria periodística - y personalmente los más jocosos al aire hilarante de Tip y Top, Coll o Gila, maestros de agudeza surreal de sus hermanos Pepito y Boby y quien aquí por desgracia instiga su recuerdo con una suntuosa carcajada a pulso merecida por esta puñetera existencia.

En marzo del 2008 escribía: “Mi primo Emilio Sánchez Ortiz, al que no le incomoda el humor negro - me da que es cosa de familia -, escribió hace años una sombría reflexión en un libro de apotegmas: “De que hay vida después de la muerte yo soy la prueba evidente”. Hoy me permito abundar en paralelo a la de la viñeta de sus buenos amigos los lúcidos humoristas Ricardo y Nacho publicada en “El Mundo”: “De que hay vida después de la muerte de Javier no hay prueba más evidente que sus anhelos de Jamaica” donde más pronto que tarde cual fervientes tipitopianos volveremos a las nuestras surreales de siempre. Así será y aún más si celebramos al clásico cuando dijo algo así como “si la muerte fuera la muerte qué sería de los poetas” pues Javier aparte de su espléndida ejecutoria periodística profesó también de poeta singular en la intimidad por si no lo sabían.

Emilio Sánchez-Ortiz. Expedido a Jamaica para Javier Ortiz. Julio de 2009.

Escrito por: Emilio Sánchez-Ortiz.2009/07/31 06:01:00 GMT+2
Etiquetas: emilio_sánchez-ortiz recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (1)

Comentarios

Grazas por tan sentido testemuño e que sorte vital poder convivir con D Javier Ortiz.

Escrito por: xose lado.2009/07/30 12:18:17.071000 GMT+2

Referencias

...roteca/1994/08/06/opinion/726946.html">Pobres chavales. El Mundo. 6 de agosto de 1994. Hoy continuamos con la segunda parte del recuerdo escrito por Emilio Sánchez-Ortiz. Remitent...

Referenciado por: Pobres chavales - Desde Jamaica 2010/07/27 23:04:3.774000 GMT+2

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