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2018/12/13 18:09:25.675577 GMT+1

¿Resolverá el Pacto de Marraquech el conflicto migratorio?

No es preciso estudiar la "Teoría de la resolución de conflictos" para saber que hay tres tipos de conflicto en el plano de los pueblos y las naciones.

De entrada, existen los conflictos que pueden resolverse dentro del ámbito y las posibilidades del mismo Estado que los padece (conflicto "intraestatal"). Por ejemplo, en España podríamos mencionar la necesaria actualización de la Constitución, como se ha puesto de relieve en las recientes celebraciones conmemorativas; o la conveniencia de articular de mejor modo las naciones o nacionalidades que componen España. Si pasamos a Bélgica, se observa que viene preocupando a sus Gobiernos el modo de mantener unidas y vinculadas las dos principales comunidades lingüísticas que la conforman. Podrían añadirse varios ejemplos similares.

El segundo grupo lo conforman los conflictos que implican a más de un Estado ("pluriestatales"). De este tipo es, por ejemplo, el contencioso territorial que implica a Bolivia y Chile respecto a la salida al mar que históricamente añora Bolivia y que Chile no parece estar dispuesto a ceder. También el ya tan popular Brexit, que en un ámbito puramente británico solo podría resolverse mediante el llamado "Brexit duro", pero que forzosamente implica a los demás Estados de la Unión Europea si se trata de lograr una salida negociada y ordenada.

Por último, el tercer grupo lo constituyen los conflictos que afectan a la mayoría de los seres humanos, por no decir a la humanidad entera: conflictos "universales". Entre estos hay dos de gran calado:

(1) el cambio climático y sus consecuencias;
(2) los desplazamientos humanos forzados por las condiciones de vida en algunas regiones del planeta y su repercusión en los países de acogida.

El primero es de naturaleza especial, porque requiere el apoyo de la ciencia en muchas de sus ramas, desde la botánica hasta la física de partículas. Se plantea, pues, en un terreno puramente pragmático y objetivamente evaluable, el único en el que puede hallarse el modo de amortiguar sus temibles efectos. Los intereses políticos tienen poco que decir al respecto, salvo embrollar y obstaculizar las necesarias medidas reparadoras.

Por el contrario, el conflicto generado por la emigración/inmigración de seres humanos es un problema con insoslayables raíces morales y humanitarias, en el que la política tiene la última palabra. Para plantearlo es inevitable entrar en los terrenos de la historia, la economía, la estadística, la sociología y hasta la sanidad. Son enormes las posibilidades de enredarse en disputas y enfrentamientos, de recurrir a la mentira y a la difusión de datos falsos, sea por motivos electorales o simplemente por ambición política.

Para resolver o, por lo menos, para plantear los diversos aspectos que presenta este conflicto, se ha aprobado a principios de esta semana en Marraquech, bajo los auspicios de la ONU, el Pacto Mundial para la Migración, adoptado por los representantes de más de 150 Estados, entre los que está España.

El texto consensuado contiene una veintena de principios básicos, de hondo sentido común, que pueden contribuir a resolver el conflicto. Fueron discutidos durante un año y medio de negociaciones entre más de 180 países. Pero están redactados de modo que los Estados firmantes pueden adoptar la decisión que deseen sin verse forzados por el acuerdo, que además no tiene carácter vinculante.

Como era de esperar, los Estados donde dominan los partidos y las políticas de extrema derecha se han negado a firmarlo esgrimiendo a menudo razones que nada tienen que ver con el texto aprobado: EE.UU., Italia, Austria, Polonia, Hungría, Israel o Australia entre otros. En ellos, la xenofobia se ha impuesto al respeto por los derechos humanos de los migrantes. No por huir de la guerra, el hambre, la miseria o la persecución, o simplemente por anhelar una vida más segura en otro país, han de ser privados los emigrantes de sus más elementales derechos. Así lo expone el artículo 13 de la Declaración Universal: "Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país".

Es de desear que la cumbre de Marraquech no se convierta en otra declaración de buenas intenciones sino que ayude a frenar la permanente sangría de los innumerables seres humanos que trágicamente mueren cada día buscando una vida mejor.

Publicado en República de las ideas el 13 de diciembre de 2018

Escrito por: alberto_piris.2018/12/13 18:09:25.675577 GMT+1
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Comentarios

En relación con el conflicto generado por la emigración/inmigración, uno escucha a diario opiniones y comentarios de ciudadanos normales de este país contrarios a la aceptación de inmigrantes en la sociedad. Los argumentos son variopintos pero interrelacionados por una palabra, ¡NO!:

Que como hay pocos recursos y lo estamos pasando mal pues no es de recibo que sean los que vienen de otros países los que ocupen nuestros puestos de trabajo; que no se integran aunque lleven años viviendo con nosotros; que el Estado gasta injusta e innecesariamente nuestros impuestos, nuestros recursos en extranjeros dejando fuera a los autóctonos; que todos los que vienen se queden en sus países y sean ellos los que intenten cambiar su propio mundo, su vida pero en su tierra; que el Estado español debe de eliminar toda ayuda a las ONG que trabajan por la salvaguarda de todos los que vienen, tanto aquí como en sus países de origen; que el trabajo ha de ser destinado única y exlusivamente a los españoles y no a los inmigrantes, primero aquéllos...

De todo esto uno percibe un ambiente generalizado de descontento, de fuerte desconfianza en las fuerzas políticas dirigentes, de la búsqueda de chivos expiatorios a los problemas acuciantes que soporta la sociedad occidental en la actualidad, después de atravesar la explosión de otra crisis más del capitalismo. El Pacto de Marraquech puede resultar un paso positivo para que los distintos Estados den soluciones civilizadas a conflictos universales como el de la emigración e inmigración. No obstante, el camino que lleva la sociedad hará que todo se quede firmado en el papel.

Lo peor de todo es que están surgiendo fuerzas políticas y sociales que no paran de echar leña al fuego, y una parte de la sociedad lo va asumiendo.

España es una tierra rica en inmigrantes a lo largo de su historia. Ha habido conflictos pero también cierta convivencia pacífica, algo que lleva ocurriendo a lo largo de nuestra "democracia" actual. ¿O acaso ya nadie se acuerda de toda esa mano de obra que contribuyó al despertar del "sueño español" allá por la década de los años 90 del siglo XX?, ¿acaso los empresarios de la construcción y los de los invernaderos de Almería no recuerdan ya a quiénes han contratado para que sus cuentas bancarias subieran, para que su patrimonio de capital le fuera rentable?, ¿acaso ya nos hemos olvidado de las grandes partidas de emigrantes españoles de los años 50 y 60 del siglo pasado y de los algo más del millón que se han ido fuera a raíz de la explosión del sistema capitalista en el que vivimos?.

Resulta de una gran hipocresía los argumentos esgrimidos por la sociedad española contra la inmigración.

Como le decía Carvahlo a Biscuter en Los mares del sur: "Esta sociedad está podrida, no cree en nada"

 

Escrito por: Luis.2018/12/15 17:14:10.168080 GMT+1
¿Nuevos tiempos?

Egun on.

Dejo por aquí un enlace al documento: Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (pdf). Son 39 folios y creo que es interesante una lectura del mismo.

Muchas gracias por seguir reflexionando por aquí, Alberto.

Un abrazo.

Escrito por: iturri.2018/12/16 09:58:24.000590 GMT+1

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