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2011/02/20 10:29:53.670000 GMT+1

¿El resurgir de la noviolencia?

En un escenario internacional cambiante y complejo como el actual, en el que ni siquiera los servicios de inteligencia más poderosos y mejor dotados han sido capaces de prever la eclosión de unos movimientos populares que los han sorprendido, resulta conveniente encerrar entre signos de interrogación la constatación de que la noviolencia parece haber cobrado un nuevo impulso, alcanzando un éxito inicial que, en principio, se tenía por inconcebible.

Hay que reconocer que las rebeliones populares que han dado al traste con los regímenes políticos de Túnez y Egipto han sido típicamente noviolentas. Aunque en ninguno de ambos países se hayan alcanzado todos los objetivos que los insurrectos se proponían y aunque hoy aparezca todavía incierta la evolución de la situación en ambos, es ya un hecho incontrovertible la expulsión de las cabezas visibles de dos regímenes dictatoriales y corruptos, apoyados y sostenidos por las principales potencias occidentales hasta que sus cimientos empezaron a resquebrajarse por efecto de la acción popular noviolenta.

¿Por qué las revueltas populares, que inicialmente han tenido éxito en los dos países citados, parecen fracasar en otros? Argelia, Bahrein, Yemen, Libia… han contemplado algaradas populares de análoga naturaleza, que han sido violentamente reprimidas por los ejércitos o las fuerzas de seguridad. ¿Por qué la noviolencia tiene éxito en unos casos y fracasa en otros?

No es fácil extraer conclusiones generales, pero sí es posible analizar algunos de los factores que han concurrido en la rebelión egipcia. Tanto en Egipto como en Túnez, el ejército se negó a ser utilizado para reprimir con violencia a su propio pueblo. Ambos dictadores, al perder el sostén militar sobre el que reposaba su estructura política, quedaron inermes. Por eso la primera fase de ambas revoluciones tuvo éxito y los dos se vieron forzados a abandonar el país o dimitir. Túnez fue el fulminante inicial de la explosión social; Egipto es ahora la carga explosiva que multiplica su efecto, sin que ahora se pueda saber cuál será su alcance futuro.

Esto puede obedecer a que en Túnez las fuerzas armadas apenas inciden en la economía nacional. Pero en Egipto el ejército es una empresa nacional, participa directamente en muchos sectores críticos de la economía y ejerce fuerte influencia en la base financiera del país. El mariscal Tantaui, que preside el Consejo Supremo Militar, es también el director ejecutivo de uno de los mayores grupos corporativos de Egipto. La privatización que a mediados de los años 80 exigía el Banco Mundial puso en manos del ejército numerosas empresas anteriormente estatales. Por otra parte, la Constitución egipcia hace difícil que el poder legislativo o la sociedad civil ejerzan un control suficiente sobre sus ejércitos. Éstos, por tanto, influyen de manera autónoma e importante sobre la economía del país.

Es probable que la clave de la cuestión planteada se halle en que la noviolencia ejercida por el pueblo egipcio afectó, directa y muy perjudicialmente, a la economía nacional. Los medios de comunicación han mostrado en todo el mundo imágenes sobre la profunda crisis que perjudicó al turismo como consecuencia de la revuelta; se estima que más de un 15% del flujo egipcio de efectivo se debe a la actividad turística, la principal fuente de ingresos del país. La industria también entró en colapso a los pocos días, y hasta los trabajadores del Canal -la segunda fuente de ingresos por orden de importancia- se sumaron a la protesta. Aunque la navegación no se interrumpió, esto hizo saltar las alarmas entre la clase empresarial tan estrechamente ligada a los ejércitos.

El efecto inmediato de la rebelión equivalía, desde el principio, a una huelga general indefinida, lo que generó un gran nerviosismo en el mundo de los negocios. En éste se llegó a la conclusión de que una violenta represión, al estilo de la pekinesa plaza de Tianamen, hubiera agravado aún más la situación y agudizado la grave crisis económica que ya aquejaba al país, precipitándolo en una catástrofe irreparable. Los principales empresarios, los inversores extranjeros e incluso algunos Gobiernos con intereses en Egipto se vieron inclinados a aceptar que solo la dimisión de Mubarak, exigida por el pueblo, podría salvar la situación.

Así pues, es legítimo sospechar que la combinación de la acción popular noviolenta con la peculiar situación del ejército egipcio en el entramado financiero y económico del país, es la que ha llevado a la situación actual. De cómo evolucione ésta serán responsables, por un lado, los dirigentes populares a medida que se organicen y definan sus intereses, siempre que se mantengan dentro de una estricta acción noviolenta; por otro lado, las fuerzas armadas, nunca plenamente fiables pero sabedoras de que una represión violenta contra un pueblo pacífico y desarmado les traería más perjuicios que beneficios.

Egipto es hoy, en consecuencia, un laboratorio donde las fórmulas de la noviolencia están siendo sometidas a una crítica prueba. Prueba que también habrá de pasar la sinceridad de los países democráticos más avanzados, en lo que se refiere a respaldar con los hechos esos principios básicos de los que tanto se alardea y sobre los que se sustenta nuestra civilización.

Publicado en CEIPAZ el 21 de febrero de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/02/20 10:29:53.670000 GMT+1
Etiquetas: noviolencia egipto | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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