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2010/11/19 08:50:27.218000 GMT+1

El once de noviembre, a las once horas

El pueblo español vivió de espaldas a la Primera Guerra Mundial, aunque la neutralidad de España en ese conflicto permitió a algunos empresarios crear emporios industriales y financieros que cimentaron el poder y el prestigio de quienes supieron aprovecharse de la situación.

 

Desde entonces, el llamado Día del Armisticio (que puso fin a la guerra) viene siendo celebrado en los países europeos según costumbres apenas conocidas en España. A las 11 horas del día 11 del undécimo mes del año (noviembre), las campanas tañen en recuerdo de los que murieron en aquella horrenda carnicería. Se celebran ceremonias de distinta naturaleza, según los países, y se guarda un tiempo de silencio en su honor.

 

En EEUU pasó a llamarse Día de los Veteranos y en el Reino Unido se le conoce como Día del Recuerdo. En otros países se le conmemora como el Día del Soldado Desconocido. En general, se ha encontrado siempre bastante apoyo popular a estas ceremonias, en recuerdo de unas guerras que concitaron el apoyo mayoritario de sus pueblos.

 

Bajo el Arco del Triunfo parisino, en tan señalada fecha del año pasado, la canciller alemana y el presidente francés ofrendaron una corona en la tumba del Soldado Desconocido, rubricando con ello el hecho de que ya no se celebra la guerra sino su conclusión y la reconciliación entre los que, como enemigos acérrimos, lucharon a muerte y cubrieron de sangre los campos de Europa.

 

No está de más observar que nada parecido a esto tuvo reflejo en España tras nuestra guerra civil. Una guerra que desangró al país y dividió cruelmente a los españoles en vencedores y vencidos, en caballeros mutilados y despreciados rojos lisiados y derrotados, donde unos cayeron por Dios y por España y en cuyo honor se erigieron monumentos y otros fueron asesinados y enterrados anónimamente en sembrados y cunetas. Todavía están pendientes de dar los pasos definitivos hacia la reconciliación total.

 

Volviendo al hilo de lo anterior, en torno al 11 de noviembre de cada año es habitual encontrar referencias a la actividad militar de los países europeos. El pasado domingo, la edición dominical del británico The Telegraph publicaba una entrevista con el recién nombrado Jefe del Estado Mayor de la Defensa del Reino Unido. El general David Richards no olvidó aludir a la conmemoración: “En este tiempo del Recuerdo, es también importante tener presentes no solo los sacrificios de tantas personas a lo largo de los años, sino la razón por la que esos sacrificios merecieron la pena”.

 

Tocaba con esa frase un tema candente que surge siempre que se habla de guerras y de muerte: ¿mereció la pena tanto sacrificio? A partir de ahí es obligado seguir con otras cuestiones derivadas: ¿a quiénes mereció la pena? ¿a los mismos que murieron? ¿a los que se beneficiaron de la guerra y, por tanto, de la muerte de otros? Pero, como es comprensible, no entró en terrenos tan resbaladizos.

 

Probablemente obligado por su cargo y por sus responsabilidades, declaró que los soldados británicos en Afganistán luchan para impedir que se extienda “una forma perniciosa de fundamentalismo islámico ideológicamente distorsionado” y que, por eso, son un reflejo de “la valentía de los que arriesgaron y dieron sus vidas en la lucha contra el fascismo en la 2ª Guerra Mundial“.

 

Tras este ejercicio de inyección moral para sus tropas, hubo de reconocer otros aspectos más preocupantes de la guerra de Afganistán y la lucha contra Al Qaeda. Declaró que nunca habrá una victoria clara sobre el islamismo militante, al estilo de las guerras tradicionales. Pero considera posible contener su malignidad y limitar sus efectos. Dijo que las armas más eficaces contra el terrorismo son “la educación, la prosperidad, el entendimiento y la democracia”, capaces de alejar a los pueblos de la violencia terrorista. Paradójicamente, esas son las únicas armas sobre las que él no ejerce mando alguno.

 

Tras reconocer los errores del pasado (como la irracional invasión de Irak, que dejó sin concluir lo empezado en Afganistán) añadió que la OTAN ” no supo entender la naturaleza del conflicto”. Esto no deja en buen lugar a la burocrática Alianza y viene a confirmar que fue el Gobierno de EEUU, por su supremacía en la OTAN, el que había perdido la brújula desde el principio.

 

Hay otras cuestiones a las que el general no aludió, que atañen a ese crítico punto donde se articula la dirección política y el mando militar y son de vital importancia. Para saber cómo y contra quién se lucha, es necesario analizar por qué el fundamentalismo islámico se ha hecho peligroso para el mundo, mientras el cristiano o los de otras sectas y religiones no lo son. Averiguar si de verdad hay un enfrentamiento entre los islamistas moderados que dicen desear más democracia, admitir los derechos de la mujer y la separación entre religión y Estado, y los fanáticos de Al Qaeda que se oponen a ello; y, si así fuese, reconocer que aún no se ha encontrado el modo eficaz de cooperar con los primeros, sea con la guerra, sea con la ayuda humanitaria.

 

Y en esas estamos; recordando una “Gran Guerra” del pasado, cuyas heridas están ya curadas, y sin saber encontrar el modo de afrontar en el presente una imprecisa guerra menor que tiene en vilo a gran parte de la humanidad y que influye negativamente en el día a día de todos nosotros.

Escrito por: alberto_piris.2010/11/19 08:50:27.218000 GMT+1
Etiquetas: guerra afganistán armisticio otan | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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