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2008/01/20 07:30:00 GMT+1

Cataluña: autocrítica y reflexión

El lehendakari Ibarretxe participó el pasado jueves en algunos actos en Barcelona. En uno de ellos, no abierto al público, al que asistió una representación de intelectuales vinculados a la Fundació Trias Fargas, próxima a Convergència Democràtica de Cataluña (CDC), algunos asistentes le reprocharon -de pasada, amablemente y sin demasiado encono- el escaso interés que pone el PNV en los asuntos de Cataluña.

Me parece de rigor dejar constancia de dos extremos a este respecto.

El primero es que yo he asistido a reuniones más o menos discretas de dirigentes de CDC en Madrid con personajes influyentes de la Villa y Corte en las que algún destacado político catalán echó tales pestes del PNV que me vi en la obligación de comentarle: "Pues menos mal que CDC y el PNV sois aliados. Con amigos como vosotros, el PNV no necesita enemigos para nada".

Algunos dirigentes de CDC han dado tantas muestras de su capacidad de adaptación a lo que sea, con tal de que resulte rentable, que no es fácil asignarles posiciones de principio definidas. Por lo menos en el plano político.

En la reunión con los integrantes de la Fundació Trias Fargas, hubo quien reprochó a Ibarretxe la actitud pasiva del PNV ante las iniciativas de reprobación de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, por sus pifias con relación a los trenes de cercanías de Barcelona. El lehendakari tuvo la delicadeza de no recordar la posición de Jordi Pujol con respecto al terrorismo de Estado y los GAL. El gran líder de CDC dio la cara por el Gobierno de Felipe González.

Por lo que he leído, en la Fundació Trias Fargas hay politólogos e intelectuales muy estimables. Pero de Convergència podría discutirse largo y tendido.

Dejado sentado lo cual, y al margen de ello, es perfectamente cierto que el nacionalismo vasco sólo ha prestado verdadera atención a los asuntos de Cataluña en pocas y muy concretas ocasiones: cuando tomó la constitución del nacionalismo catalán como punto de referencia para sus propios inicios o, mucho después, cuando unió esfuerzos con Companys para los últimos combates contra el avance de las tropas facciosas, al fin de la Guerra Civil.

Luego, también miró con interés los progresos unitarios que hizo la oposición antifranquista catalana, cuando formó la Assemblea de Catalunya . También apreciamos muchos, en el plano cultural, la idea ejemplar que llevó a la fundación de Els Setze Jutges , grupo de cantautores que inspiró el nacimiento de nuestro Ez Dok Amairu.

Pero desde la Transición para aquí, apenas nada.

En Euskadi se asume como la cosa más natural del mundo que en Cataluña haya numerosos movimientos de solidaridad pro-vasca, pero es rarísimo que alguna organización de nuestras tierras haga algo serio en defensa de las reivindicaciones y protestas del nacionalismo catalán. Es como si los vascos nos viéramos como el no va más de las peores injusticias centralistas, lo que nos haría merecedores de la máxima atención general, por razones evidentes a la que todos los demás deberían rendirse, dejando de lado sus propias cosillas.

Lo que alego en relación a Cataluña es aplicable, a su debida escala, a otras zonas del Estado. Todavía recuerdo haber oído a un reputado abertzale izquierdista preguntar con aire de suficiencia a un radical valenciano, allá por los ochenta, "si eso del País Valenciano es serio". Era obvio que el individuo, no demasiado ilustrado, lo ignoraba todo sobre la Guerra de Sucesión y la batalla de Almansa (1707), que permitió a los Borbones abolir los fueros valencianos, instaurando el decreto de Nueva Planta, que supuso, entre otros castigos, la prohibición de hablar en tierras valencianas otra lengua que la castellana. ¡Vaya que sí fue en serio, voto a bríos!

No pongo ese ejemplo porque me resulte exótico, sino más bien por todo lo contrario: me da que tenía y sigue teniendo no poco de representativo.

Es curioso: de Euskal Herria han procedido numerosos movimientos de solidaridad con Centroamérica, con el Sáhara y con otras áreas del Tercer Mundo, pero es casi imposible encontrar plataformas de apoyo a las reivindicaciones de Cataluña, de Galicia, de Andalucía o de Canarias, por poner algunos ejemplos. Excepción hecha de los Casals y las Casas Regionales, que a fin de cuentas son iniciativas de los propios hijos de aquellas tierras inmigrados a tierras vascas.

Si la Universidad de Barcelona organiza un seminario sobre la situación en Euskadi (he sido testigo de ello por dos veces), encuentra una muy aceptable acogida tanto de público como en los medios de comunicación. Pruebe la UPV a organizar unas Jornadas sobre el momento actual de la política catalana. Veremos las pasiones que despierta.

Los vascos que nos decimos solidarios tenemos en todo esto no ya sólo una autocrítica formal que hacer, sino también un asunto de fondo sobre el que reflexionar. Nos haría bien.

Escrito por: ortiz.2008/01/20 07:30:00 GMT+1
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Comentarios

El Independentismo vasco haria muy bien en apoyar a los otros independentismos del resto del Estado Español, por muy minoritarios que estos sean.
O lo que es lo mismo, fomentar el internacionalismo dentro del Estado, con el fin de crear presión sobre Madrid.
El futuro pertenece a los pueblos de Europa.

Escrito por: David.2008/01/20 10:10:2.043000 GMT+1

No tiene nada de extraño, cuando uno no para de mirarse el ombligo no pidas que se inmute por lo que pasa más allá.
Si se es independentista se es.
Otra cosa es confederarse contra el malvado "Madrid" cuando interese, mientras tanto, todos son txakurras, maketos...

Escrito por: Nkeer.2008/01/20 14:31:44.152000 GMT+1

Desde Catalunya ya hace tiempo que se esta tomando nota.

Escrito por: as.2008/01/20 23:41:31.420000 GMT+1

Salud!
Me ha gustado mucho leer este artículo. A veces he pensado si no hay tras todo ese euskalcentrismo un ataque de victimismo agudo.
Reflexiones como ésta ayudarían a descubrir que hay algo más allá del propio ombligo.



Escrito por: Marieta.2008/01/21 14:07:34.936000 GMT+1

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