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2005/11/16 06:00:00 GMT+1

Sin tregua, pero con ley

Se enrarece por momentos el clima político local. El navajeo se adueña de la escena. Los jefes de los partidos fingen comedimiento, pero su disimulo -mínimo, en realidad- apenas oculta su sistemático recurso a las maniobras más arteras, en las que todo vale. Junto a ellos, los hipócritas se fingen escandalizados y reclaman un poco más de tolerancia, de fair play.

Siempre me ha molestado que se hable de «las reglas del juego democrático». Cuando se emprende con rigor y con principios, la lucha política no tiene nada de juego. Del mismo modo que, según la clásica definición de Klaus von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, la política es una guerra que se libra sin armas. Su finalidad es, en último término, la misma que la de las guerras cruentas: convertir al enemigo en inofensivo.

Así las cosas, no veo por qué deba nadie ser tolerante con el enemigo. Yo, al menos, nunca he preconizado tal cosa. Más bien todo lo contrario: al enemigo hay que hostigarlo sin tregua. Por eso mismo, nunca he pedido a mis enemigos que no disparen contra mí, ni me he quejado de que lo hagan. Lo propio del combatiente es ir a por el enemigo. Y si le ve angustiosamente apurado, razón de más para insistir en el ataque con todas las energías concentrables. ¿Que ya está contra las cuerdas? Pues a seguir pegando. Hasta el K.O.

Establecido lo cual, lo que no debe olvidarse jamás es que incluso las guerras están sometidas a leyes y reglas que es obligado respetar. Por ejemplo: no es lícito someter a los prisioneros a vejaciones ni darles un trato degradante. No se puede atacar a la población civil de la zona enemiga. Debe renunciarse por entero al uso de armas prohibidas. Etcétera.

Ese género de leyes, recogidas en varios acuerdos internacionales, el más conocido de los cuales es la Convención de Ginebra, tienen también sus correspondientes equivalencias en la lucha política. Por ejemplo: no es lícito inmiscuirse en la vida privada de nuestros oponentes. Tampoco cabe convertirlos en víctimas de rumores objetivamente difamantes. Es asimismo inaceptable el uso de la mentira.

Dicho de otro modo: armas, todas, y cuantas más mejor, pero siempre que sean legales.

En España, sin embargo, todo funciona al revés. La pelea política tiene, de hecho, una trascendencia más bien escasa, dados los muchos criterios comunes que mantienen los dos principales partidos en liza. Pero, a cambio, ambos se sirven de las peores artes, incluyendo algunas que producen auténtica vergüenza ajena (véanse los argumentos que han venido utilizando el PP y la jerarquía católica para ir en contra de la Ley Orgánica de Educación, muchos de ellos basados en puros inventos).

En donde debería regir la intransigencia con ley, ellos han instaurado el pasteleo envenenado.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de noviembre de 2005) y El Mundo (24 de noviembre de 2005). Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 30 de octubre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/11/16 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: pp preantología españa zapaterismo zapatero psoe 2005 rajoy el_mundo apuntes | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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