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2008/09/19 20:25:30.289000 GMT+2

Sabra y Chatila: 26 años

Sólo ahora, dos días después de haber ido al cine a ver "Waltz with Bashir", caigo en la cuenta de que ese mismo miércoles se cumplían exactamente veintiséis años de la masacre de los campos de refugiados palestinos en Líbano Sabra y Chatila. Más de mil hombres, mujeres y niños fueron violados, torturados y asesinados por las milicias falangistas bajo la protección del Tsahal, el ejército israelí dirigido por el entonces ministro de defensa Ariel Sharon. Hacía apenas tres meses que el ejército israelí había invadido el Líbano, en un momento decisivo de la guerra civil iniciada en 1975 y que se prolongaría hasta 1990.

 

Al contrario que otras fechas, inmortalizadas por gobiernos, prensa e historiadores, las del 16, 17 y 18 de septiembre no nos dicen nada. Desde que en 2003 Bélgica modificó su ley de justicia universal por presión estadounidense para enterrar definitivamente el proceso judicial que se había iniciado allí contra Ariel Sharon y evitar futuros juicios de soldados norteamericanos, lo sucedido en los campos, una de las mayores matanzas colectivas de las últimas décadas, pasó a formar parte de esa nebulosa a la que sólo acceden historiadores, activistas comprometidos y familiares con sed de justicia. Lejos de recordarnos "nunca más", Sabra y Chatila parecen hoy meros eslabones de una cadena de horrores en la que sus víctimas tienen en común el hecho de jugar en tercera división. Nuestra memoria confunde los gritos angustiados de mujeres con pañuelos que agitan sus manos desesperadamente y con una mirada que nos reclama ayuda y que al mismo tiempo nos acusa, sonidos e imágenes que hemos visto mil veces pero que nos cuesta ubicar en la realidad, y mucho menos darle un sentido político o moral: ¿Bentalha, Gaza, Bagdad, Jenin, Nar-el-Bared?

Al protagonista de la película de animación Waltz with Bashir le sucede algo parecido. Durante su juventud participó como soldado en la invasión israelí pero no recuerda nada de su experiencia en la guerra. En su cabeza sólo quedan imágenes de la noche, de sí mismo junto a otros dos soldados, de una playa, de bengalas que caen del cielo. Intuye que tiene algo que ver con Sabra y Chatila. Comienza entonces una búsqueda de sus antiguos compañeros de regimiento, consulta a psicólogos y periodistas para tratar de recomponer un puzzle que en algún momento se descompuso. A sus antiguos colegas les sucede algo parecido, sus recuerdos nunca son claros y precisos, son siempre fragmentarios y escurridizos, a menudo sujetos a diversas interpretaciones, unas consoladoras, otras no tanto.

El protagonista es el propio director, Ari Folman, y su relato autobiográfico se despliega en una sucesión de flashbacks, de imágenes entre oníricas y realistas, mezclando de forma brillante géneros tan dispares como el de animación y el documental. La historia es real, las personas que entrevista son reales, pero estilizadas con el dibujo y el color. El dibujo y la animación es la terapia que permite a Folman digerir retrospectivamente cuál fue su papel en los sangrientos hechos.

La película, magnífica, es dura y honesta, y plasma muy bien los mecanismos con los que la memoria juega al escondite para calmar la conciencia, a menudo en vano, como sucede con la pesadilla del amigo con la que se inicia la película. Memoria individual y colectiva. Porque Folman bien pudiera ser la propia sociedad israelí, que hoy mismo parece no querer ver más allá del muro que les separa de los derrotados que siguen invictos, y a la que le cuesta salir de la narrativa nacionalista fundacional. O la nuestra, con nuestras particulares cuentas pendientes. 

La película recibió financiación del ministerio de cultura israelí y tardó cuatro años en realizarse. Durante la preparación de la película, el mismo gobierno israelí, además de las atrocidades cometidas en los territorios ocupados, bombardeó Líbano en julio de 2006. En treinta y tres días asesinaron desde el aire un número de personas equivalente al que en tres días mataron quienes habían subcontratado en 1982. En ambos casos, sin mancharse las manos, a una desculpabilizadora distancia. Que el mismo gobierno sea capaz de producir guerras y películas antibélicas nos indica cuán éficaz puede llegar a ser el autoengaño.


Escrito por: Samuel.2008/09/19 20:25:30.289000 GMT+2
Etiquetas: sabra israel tsahal animación cine chatila líbano memoria | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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