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2021/05/16 23:23:00 GMT+2

Moderna jacta est

Nunca se publicó La parca jurásica, novela de aventuras de Dino Bravo.

Y es que, después de la fiesta del asteroide, cuando se despertó, el negacionismo seguía ahí.

Esta tarde me han puesto una dosis de Moderna. Según los siempre bien informados magufos, debería estar preocupado por si un diablo cojuelo está reprogramándome las células para convertirme en un sumiso esbirro de la Internacional Davosmarciana. O quizás de la Sorosuránica, no recuerdo bien. Calla, de la Farsanet de Bill Gates. Eso.

De momento no me puedo quejar. Tampoco antes, claro. No me puedo quejar por mí, pues viendo cómo se las gasta el covid en la India, o el puto y asesino sionismo en Gaza, en la lotería de las casualidades, ser un asalariado comunitario en una ciudad tranquila y bonita es casi como un premio gordo. No me puedo quejar por mí. Ni me aqueja ninguna reacción ni alergia ni siquiera moco, tampoco.

La experiencia ha sido bastante como la música de Popol Vuh en aquella peli de Werner Herzog sobre der Zorn Gottes. Por cierto, la revisité antesdeayer en Filmin, pues quise recordar por qué me causó una tremenda impresión cuando la vi por primera vez siendo muy joven. Un viaje a la ira, la cólera y la rabia de los dioses y de los soldados. Pues bien, las primeras escenas, con el desfile de la expedición y la hipnótica musiquilla de los citados krautrockers, de alguna forma estaban también en nuestra fila hoy de cincuentones, mayormente, que fluía por todo el pabellón.

La simpática vacunadora, un encanto, todo se ha de decir. Que el personal sanitario, después de todo y en medio de todo, te pinche con humor y con una sonrisa bajo la mascarilla... es ya la mitad del efecto ¿que no? Somos así, los reprogramables humanos, me parece.

El platico de pinchos morunos que me he zampado, poco antes de hacer la cívica cola, en un restaurante brasería fenomenal de la calle Lleida, también tendrá que ver, imagino. Estaban deliciosos, vive Dios. O Got. O como se diga eso. Pues eso. Mucho mejor tres pinchos morunos que un blanquecino paracetamol que no sabe uno para qué. Ya. Para cetamol. Ahora me viene otra música, la de fondo de Apocalipsis Now cuando el iracundo Marlon dice aquello de "El horror..."

Horroroso y degenerando, pues, lo que estoy ugrafiando, también.

Me puedo excusar en que, al menos según los avezados terraplanistas, ya no controlo mi voluntad.

Creo que antes tampoco tanto, pero en fin.

Para arreglarlo voy a copipegar una maravilla que ayer publicaba alguien que sí que de verdad sabe escribir. Maestro Pérez Andujar. Dijo así, y disfrutad, pues qué bien lo dice:

¿Se acuerdan de cuando le aplaudíamos en los balcones al personal sanitario? Este miércoles pasado fue el día internacional de la enfermería y dijeron que en el año 2020 murieron más de 1.500 enfermeras por Covid, tantas como las que murieron en toda la I Guerra Mundial. Leí la noticia al salir de vacunarme en la facultad de Geografía e Historia. Hice una larga cola silenciosa, pero avanzaba ligera y no daba tiempo a la impaciencia. El silencio de la gente era un viento viejo como las piedras que yacen al descubierto en aquel patio universitario. Es el casco antiguo de Barcelona, y en el campus han desenterrado un yacimiento del mil seiscientos, donde residieron los alfareros de la ciudad. Los estudiantes de arqueología lo utilizan en sus prácticas. En ese barrio, se concentran librerías, tiendas de discos, tiendas de cómics, pequeños bares familiares que, después de soportar años de gentrificación, han tenido que resistir a la pandemia con la barra envuelta en plástico y la cara tapada por la mascarilla. No se les ve la expresión, pero trasmiten tristeza y cansancio. La fila de los que vamos a vacunarnos progresa dando un paso de alivio y otro de preocupación. Siéntese. ¿En qué brazo le pinchamos? En el brazo de la preocupación, si puede ser. Se sale de la vacuna como se sale de haber votado, igual que se deja atrás un colegio electoral. Porque ahora la normalidad es lo que está pasando ahí por encima de los quehaceres de cada cual. Y también palpita ahí dentro el misterio de lo que vaya suceder a continuación. Vacunarse es un acto democrático, un sufragio universal de la vida. Lo primero que se siente tras la inyección es que no estamos solos, que te han metido dentro la humanidad en pleno. Y que va a acompañarnos para siempre en la lucha por una sociedad más justa.

Ole tú, Javier. Ole tú también.

Y bueno, para concluir, pues que menos mal que nos queda la salud. La pública, quiero decir. La que siempre nos salva, valga la redundancia del salve. Salud y buena suerte y buenas noches.

Y ya si eso, el domingo que viene, hablaremos del gobierno.

 

Escrito por: pakua.2021/05/16 23:23:00 GMT+2
Etiquetas: vacunación krautrock cine covid posverdad 2021odlqs pérez-andújar nunca-publicado | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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