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2011/07/20 23:29:22.799000 GMT+2

Trilogía de una noche de verano

Capitalismo caníbal

Ver a Rodrigo Rato levantando el pulgar en la Bolsa de Madrid frente a una muchedumbre de hombres de postín sedientos de dinero en medio de la vorágine, me confirma que el capitalismo es caníbal. Nos cuecen, nos preparan a la pepitoria. No se han molestado ni en quitarnos las vísceras. Será que así conservamos mejor las vitaminas. La antropofagia financiera es un rito libre de cargas, a un interés preferencial y  cotizando al alza. El capitalismo es, finalmente, un gran Saturno, presto a devorar a sus hijos. Pero… ¿y si sus vástagos no somos nosotros, sino ellos, los comensales que salivan entre risas y putas tristes? Veremos. No vaya a ser que el capitalismo, después de tanto trajín, sea la pescadilla que se muerde la cola… y acaba devorándose a sí misma.  

 

 

 

Nos dan por desahuciados

En el lodo de la pobreza y la desesperación habitan la frustración y la pena de la impotencia. Las casas pierden su condición de hogar para ser cadenas de castigo durante décadas, cobijos de préstamo, meras antesalas. O  umbrales, a veces de la pobreza. Un derecho ha vuelto a transformarse en un privilegio. La codicia es ciega y vanidosa. Acudamos a la ejecución de un desahucio. Las paredes despobladas de la casa muestran las cicatrices de la miseria. La humildad impera  en un decorado que fue depauperándose día a día. Llegaron las amenazas, cuanto más viles más lloradas, y hoy toca padecer la fuerza y contundencia de la usura. Una mujer gime “No soy morosa, soy pobre”.  La solidaridad esta vez no basta. Hoy, en Madrid, cerca de donde vivo, se produce un desahucio con sobreprotección policial a modo de compresa con alas, excesiva, recargada, exagerada. Quien vive de la fuerza y la contundencia no puede atender sentimientos ni reclamos misericordiosos. Garantizan el cumplimiento de la ley, es cierto, pero no siempre se pone el mismo celo para que eso ocurra. No se defienden nunca con la misma pasión y vehemencia los derechos de los poderosos que los de los parias. Es una paradoja; bajo la parafernalia guerrera no se esconden más que otros parias. Pero la fuerza es su oficio y su beneficio.

 

 

 

Y, claro está, Camps el patético

No resulta fácil asistir a la renuncia de un político en esta España de asientos imantados y, menos, al de uno del sobrepeso político de Francisco Camps. Recuerdo las renuncias de Adolfo Suárez, Antoni Asunción y Alfonso Guerra, por citar algunas de las más sonadas en democracia. Pero dudo mucho que vuelva a asistir a una representación tan patética, surrealista y pretendidamente mesiánica como la que hoy ha protagonizado el ya ex presidente de la Comunidad Valenciana (que vaya usted a saber por qué el corrector transforma en Comunidad Valeriana). Diría que Camps ha perdido el juicio, pero no adelantaré  acontecimientos. Todo llegará.  Su despedida ha sido la de un hombre que no quiere marcharse, la de un pupilo al que le obligan a salir por patas, de las orejas, ya veremos a cambio de qué. Ésa es ahora mismo la pregunta que más de un buen periodista estará tratando de responder. Algunos aseguran que Rajoy reservará una cartera ministerial para él. Eso sería el paradigma del delirium tremens. No tengo la más mínima fe en el mudo Rajoy; no creo en el valor político de alguien que pierde valor en cuanto abre la boca, pero no lo considero ni un loco ni un desalmado.  Camps ha agotado el crédito. Pero, curiosamente, el de sus compañeros de partido, no el de la ciudadanía. No ha mermado el aprecio de ellos, pero se lo ha quitado del medio para evitar el contagio, la nocividad. Como si fuera un paquete de tabaco, a Camps le han colgado del cuello el cartel de “Ir conmigo puede matar las opciones políticas”. Camps ha cerrado la puerta tras un recital atropellado. Por momentos, su discurso parecía emular a uno de esos monologuistas que no pretenden más que  hacer pasar un buen rato a la audiencia. Ha reído, ha sobreactuado, ha mostrado sin tapujos su patetismo crónico, se ha creído su cuento, se ha envuelto en un histrionismo desdeñado, ha protagonizado un momento cumbre en la historia política de este país, a medio camino entre el sonrojo, el ridículo y el onanismo retórico. Se lleva “el cariño de miles y miles y miles de ciudadanos”, pero, también, se lleva cosas que no le correspondía llevarse y que, a día de hoy, no ha devuelto. Camps mintió, y después de tanta tela y de tanto sastre, resulta que ha pillado un resfriado porque lo dejaron con el culo al aire. Es un constipado que le cuesta su carrera. “Ofrezco mi sacrificio a España”, ha sentenciado, confundiendo la parte con el todo. Su supuesto sacrificio –que es más bien una marcha forzada y, a un buen seguro,  más recompensada que pensada-  trata de salvar los intereses del Partido Popular de cara a las próximas elecciones generales. Pero no creamos que pasando una página mejora la trama de esta nefasta novela. Camps era sólo el protagonista de ésta. El argumento sigue ahí, recogiendo de Hamlet tan sólo el olor a podrido. Los aplausos al dimisionario, los abrazos fingidos, la solemnidad edulcorada, las carantoñas trilleras  y los besos de Rita son algo más que el poso de lo viejo. Son, en realidad, la prueba de que la política valenciana sigue vistiendo un pésimo traje.  

Escrito por: Jean.2011/07/20 23:29:22.799000 GMT+2
Etiquetas: rodrigo_rato capitalismo rita_barberá partido_popular rajoy camps | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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