Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2014/09/15 21:13:5.020025 GMT+2

La calle es tuya, Margaret

La hispanista Margaret Thatcher, dadivosa alma ejemplar en su días terrenales y musa de filantropías varias,  ya tiene su plaza en los madriles. Qué menos para quien tanto disfrutó de las verbenas populares aderezadas de barquillos, chulapos y el tralalá de los organillos.  Lógico y sentido homenaje a quien dedicó tantos pasos al chotis. Cuentan sus más estrechos colaboradores que cuando sonaba el God Save the Queen, ella hacía oídos sordos y  escuchaba en su interior Agua, azucarillos y aguardiente, mientras soñaba con una chicuelina del Niño de la Capea ejecutada con destreza y arrojo en Las Ventas.  Ahí están, también,  sus paseos por la Pradera de San Isidro, inmortalizados por la historia de esta ciudad abierta y noble. Dicen que fue ella quien inspiró a Tamayo y Sáez -versión moderna y gatuna  de Pablo de Tarso-, dueto peripatético y robótico que premió a Esperanza Aguirre con versos de traición, sumisión, tragaderas y nebulosas morales de mercadillo. Y es que nadie, por más ciego que se pretenda, puede negar que Doña Margaret está presente en todos los rincones del Madrid de los Austrias, del Madrid luminoso y gentil, del Madrid abierto de entendederas, tapas, alterne, fiesta y churrerías ambulantes. Madrid es Margaret, y Margaret es Madrid. Es ciencia, dogma y verdad universal, palabrita de FAES sin pecado concebida.

A ella, y sólo a ella,  pertenece el mérito de lograr que el cocidito madrileño desbancase al roast beef y al fish and chips como plato estrella en las mesas británicas. Qué  ilusionante fueron aquellos días en que los pipiolos británicos pecosos llegaban al comedor de Oxford con su tupperware  de callos a la madrileña, gracias a la mediación e influencia  de quien tan injustamente fuese tildada de Dama de Hierro. “Dama de los fogones del Madrid chatungo e ilustre” mereció ser. Cómo no dedicar´, pues,  una plaza a quien mostrara tanto amor y reconocimiento por la cultura madrileña.  Cómo olvidar su imagen, puño en alto, litros de laca al viento y sus gritos de “Gibraltar español” en las calles de la city londinesa, enviando sus naves a luchar contra los elementos y los bobbies en los aledaños de Trafalgar Square.  Qué menos que una muestra de gratitud eterna, qué menos  que los transeúntes levanten sus miradas y llenen sus retinas de gratitud con la lectura que conforma el nombre de una madrileña de espíritu, palabra y obra.  Pero, ¿sólo una plaza? Mereciera doña Margaret que el viejo Magerit se transformase en Marguerit, siquiera por aproximación fonética a su eterna embajadora.

Habrá que recriminar, eso sí,  a la señora de Aznar, alcaldesa por amor al arte (rupestre), que no haya sido siquiera capaz de bajar del caballo al advenedizo de  Carlos III y reconocer los méritos de la señá Margaret aupándola a lomos del bicho ecuestre que campea por sus fueros en  la Puerta del Sol. Debiera encaramarse a doña Margaret al equino y dotar a éste de los atributos que portaba el que sostenía a Espartero. Huevos al cuadrado.  Hípica épica es lo que nos falta para agradecer a Marga su pasión.  En una frase: A relaxing estatua liberal in Puerta del Sol. Y sin esperar a 2020, sino ya, que Madrid está en deuda con Margaret desde hace décadas.  

Tanto que ver con este Madrid, tanta hermandad, ligadura, nexo, dependencia… Madrid y la Thatcher son  como siameses con un único corazón. Que no es frivolidad, que parece que no, pero que si la Thatcher no jugó en el Real Madrid fue porque ella no quiso, que interés por ficharla existía, y no poco.  Habría sido una zaguera galáctica y el Bernabéu la habría honrado con una pañolada blanca y en el centro del campo la tuna de Medicina le habría cantado aquello de: “Mocita dame un clavel, dame un clavel de tu boca…”. Porque, lo crean o no, algunas fuentes sitúan en Lavapiés el lugar de nacimiento de una Thatcher gata. Gata  de espíritu, puede que  sin su tejadito de zinc, pero con un abnegado violinista llamado josemari saltando de teja en teja rondando a la apacible y bondadosa inglesita y anotando en su libreta los sabios consejos liberales que recitaba la sabia lideresa de pelirroja cabellera. Aquí nos creció un apéndice ideológico de doña Margaret, pero más en plan condesa consorte y con ínfulas de piloto de rally.

Madrid sigue siendo  una urbe sensible. Hoy Madrid sueña a Ana Botella y Margaret Thatcher celebrando San Isidro y devorando unas típicas rosquillas. Tontas y listas. ¿Hace falta decir quién come unas y quién las otras? La Thatcher ya tiene su calle en los madriles; ahora hace falta que los de la Pérfida Albión no se rajen y le dediquen una a la Señora de Aznar. Y que nos quiten lo bailao.

 

 

Escrito por: Jean.2014/09/15 21:13:5.020025 GMT+2
Etiquetas: ana_botella faes carlos_iii esperanza_aguirre madrid margaret_thatcher tamayo aznar | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)