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2014/01/21 16:37:44.359942 GMT+1

Gallardón, Rajoy y el Lago de los cisnes

La próxima vez que un político edulcorante, de esos que van empalagando a la ciudadanía, quiera decir que España ya ha comenzado a salir de la crisis, debería tener el arrojo de hacerlo desde uno de esos comedores sociales que no dan abasto y que representan como pocos las heridas abiertas y el desgarro de esta sociedad. Uno de esos espacios llenos de pesar y de una humildad que se desborda incontenible desde unos ojos derrotados por la realidad inesperada.  Que saboreen esos chapuceros embaucadores sus falacias rodeados de los caídos, de los que tienen su rostro lleno de heridas que no cicatrizan.

Que se rodeen de esos cientos de miles de ciudadanos a los que les han marcado a fuego muecas de fracaso, de culpabilidad. Que nos cuenten cuentos escoltados por esos demacrados,  prisioneros de una expresión de pobreza y angustia que sabe a derrota en lo interno, en esas reflexiones ante la soledad y el yo soñado y huido sin clemencia ni miramientos. Que González Pons, Soraya Sáenz de Santamaría, Cospedal o cualquier otro vendedor ambulante de embustes, charlatán o mequetrefe se vea obligado a mirar a los ojos a esos seres considerados de usar y tirar cada cuatrienio.

La democracia es un voto y, si te he visto, no me acuerdo. Vota y calla es el moderno  Recoge tus cosas y no vuelvas: era sólo sexo, no pienses que hubo amor. Aquí y ahora, como antaño, la inteligencia es una profilaxis puesta en cuarentena, como parte de una tradición histórica. La patria es el olvido y la inconsciencia. Somos lo que somos porque no fuimos lo que debimos ser.   

         Este Gobierno necesita un Lazarillo, que si bien de picaresca anda sobrado, quizá le convenga dejarse llevar por esa jovialidad y lozanía que han perdido ya los ahora canosos vendedores de humo y amnesia. Gallardón, prestidigitador megalómano,   anda edificando castillos de naipes con la fuerza que nace de sus cejas depuradas desde la raíz. El ministro de Justicia se arrastra por el fango de la impopularidad, como un Gollum sin perspectiva ni reino, devorado por sus sombras y por la ensoñación de un tesoro que sólo existe en su imaginación y en su insaciable ego. El anillo lo tiene Mariano Rajoy, que ya posee la mirada férrea que les nace a los presidentes cuando traspasan el umbral de la soberbia y se entregan a la diosa vanidad. El presidente es el ventrílocuo que presta voz a Gallardón, que se limita a mover los labios y seguir el sonsonete que le han dictado desde Moncloa, sabedor de su sacrificio. Albertito tiene las horas contadas y la mirada espesa, errática y temerosa, burbujeante, como si se lo hubiera contagiado el Rajoy de hace un tiempo, el descolocado, el pánfilo, el Rajoy pasmado que ahora lo peta con los cacahuetes chocolateados de Obama.

Mientras Gallardón baila desacompasado y arrítmico el vals de las últimas horas, Mariano se entrega con pasión a una coreografía personal e intransferible. Gloria Lomana se ha esforzado para que el presidente parezca un cisne de nácar y ha echado pétalos de rosas y néctar de ángeles en las aguas del lago. Y Rajoy, sabedor de la dulzura de los sonidos orquestales, acostumbrado a las loas y a las serviciales reverencias de sometimiento mediático,   ha huido del refugio de su plasma y danza ahora anárquico, dulce,  feliz.  Tchaikovski y Rajoy, como pareja insospechada.

Y, entre tanto, el periodismo se ha convertido en un antídoto, en su propio no ser. 

Escrito por: Jean.2014/01/21 16:37:44.359942 GMT+1
Etiquetas: pobreza pp españa gallardón tchaikovski ballet gobierno soraya_sáenz_de_santamaría rajoy cospedal | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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