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2012/02/07 18:55:7.172000 GMT+1

Comparaciones de medio pelo

Vivimos en la era de las comparaciones. Algunas de ellas ya no resultan solamente odiosas, sino que reposan en la más absoluta de las inconsistencias. Ayer mismo, un medio digital se preguntaba si pesaba más la excelencia del tenista Djokovic o la del barcelonista Leo Messi.

                    

 

Un jugador de tenis no es comparable a un futbolista, por muchos y variados motivos. El principal, por la opuesta naturaleza de ambos deportes, como también por el evidente hecho de que el tenis es, por lo general, un juego individual (a excepción hecha de los partidos de dobles, o de competiciones de equipos como la Copa Davis, donde, finalmente, los puntos de partidos individuales (4) pesan más que los de dobles (1) en cada eliminatoria). El fútbol, si embargo, como bien sabemos, es un deporte colectivo. Pero, además, hay algo indiscutible: la relativa objetividad de los puntos que convierten a un tenista en el número uno de la ATP habla por encima de la subjetividad  de la consideración de Messi como número uno del mundo. Djokovic suma más puntos que sus rivales. Eso es indiscutible. Y eso lo convierte en el número uno. El argentino, por el contrario,  podrá ser nombrado –nunca con unanimidad, por cierto- el mejor por sus compañeros, por la prensa o por la afición, pero esa elección se basará en un criterio definitivamente subjetivo.

                                  

 

 Es más, ya resulta complicado comprender la elección del mejor futbolista del mundo, partiendo del hecho de que en un equipo no son comparables las acciones ni las responsabilidades –todas ellas relevantes e imprescindibles-  de un guardameta con las de un extremo, o con las de un defensa central.  Por poner un ejemplo, once messis, probablemente, no ganarían ni un solo partido de Liga, como tampoco lo harían once casillas, ni once piqués. Igualmente discutible es esa afición que fomentan a menudo los medios para dilucidar quién es el mejor de todos los tiempos. La comparación, en este caso, carece de rigor y de fundamento. Con el tiempo las características de cualquier deporte se han visto sometidas a tantos cambios que echan por tierra la comparación, innecesaria a todas luces.

Si tomamos, de nuevo, el fútbol como ejemplo, imaginar a Alfredo Di Stéfano o al gran Ferenç Puskas en el fútbol actual, y examinarlos bajo la lupa de la comparación no deja de ser, además de una frivolidad, un anacronismo caprichoso. De hecho, regularmente, cuando a los aficionados se les pregunta por los mejores futbolistas de la historia de su club suelen elegir a jugadores actuales, algo comprensible, pero viciado a fin de cuentas, puesto que los más jóvenes aficionados (los electores) no han visto jugar a otras generaciones pretéritas de futbolistas. Eso, por no hablar de los campeones morales, donde contemplamos como paradigma a Fernando Alonso.

 

 Cuando el piloto asturiano, ahora en la escudería Ferrari, era el más rápido en los circuitos, nadie dudaba en calificarlo como el número uno. Sus dos campeonatos del mundo hablaban por sí solos. Pero he aquí que cuando sus devaneos por distintos equipos no se tradujeron en nuevas victorias en el campeonato del mundo, apareció el patriotismo a cuatro ruedas para dictaminar que Alonso seguía siendo el mejor piloto del mundo y que la culpa de que no lograse el campeonato había que achacársela exclusivamente a los coches chapuceros  que pilotaba. A semejante teoría contribuyó un periodista que no tenía ni un pelo de tonto…ni de objetivo. Pero eso iba incluido en su magnífico sueldo, y en su condición de favorito del asturiano.  Precisamente un peluquero de apellido Llongueras no se ha cortado un pelo a la hora de afirmar que “la española mejor peinada es Letizia Ortiz”.

 

                    

                     Foto: 20 Minutos 

 

 Siempre me ha fascinado la arrogancia del personal para realizar aseveraciones tan caprichosas como ridículas o carentes de sentido común. Porque ridículo es, a fin de cuentas,  establecer un ranking inaudito por cuanto tiene de incontrolable e irrealizable. Dicho de otra forma – y buscaremos para ello, precisamente, la contraposición del ridículo- , ¿se ha tomado la molestia el septuagenario peluquero  de echar un vistazo al peinado de todas las españolas? ¿De los 23 millones de mujeres que hay en España? ¿Incluyendo a bebés y ancianas? ¿De veras? Es más, y en el supuesto de que así hubiera sido,  ¿se acordó de incluir a las españolas que viven en el extranjero y viajó, quizá, a cada rincón del mundo para comprobar in situ la calidad de sus peinados? Pero vayamos al aspecto cualitativo del prestigioso “adecentador” de cabelleras humanas y vendedor de champús: Llongueras basa su elección en un aspecto que poco tiene que ver con lo profesional, o con el arte de la repostería capilar (Sí, repostería capilar;  no va a ser Llongueras el único cursi). No hay una argumentación del estilo ni del estilismo de la cabellera de la princesa de Asturias.

Foto: Público

 

El dictamen del peluquero es de otro pelaje:  “Por encima del corte que lleve, hace valer su personalidad. Si uno tiene carisma puede cambiar lo que le apetezca puesto que lo aguantas todo”, dice el estilista catalán. Ahí no cabe ponerle peros. Ya lo creo que se puede cambiar.

                                    

                                   Foto: El Comercio

 

Letizia, sin ir más lejos, rizó el rizo pasando en tiempo récord de plebeya a princesa. Ha tenido más suerte que Urdangarin, al que, si ninguna “mano inocente” lo impide, se le puede acabar cayendo el pelo.

Escrito por: Jean.2012/02/07 18:55:7.172000 GMT+1
Etiquetas: puskas tenis urdangarin messi llongueras fernando_alonso letizia_ortiz fútbol djokovic | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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