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2005/10/06 06:00:00 GMT+2

¡Zamora, puerto de mar!

La reivindicación, obra de libertarios con sentido del humor, nos hizo sonreír en los años 70: «¡Zamora, puerto de mar!», reclamaban. Era una variante local de la consigna del Mayo francés: «¡Sed realistas! ¡Pedid lo imposible!»

Valía como retruécano, y como modo de revolverse contra las prédicas del socialismo acomodaticio de la época, que siempre tenía el rollo del posibilismo en la boca. Era una forma de decir lo que pensábamos de su modo de hacer política: nada más difícil de lograr que lo que ni siquiera se exige.

Lo que jamás se me habría ocurrido es que ese tipo de consignas imaginativas y soñadoras de los 60 y 70 del siglo XX acabarían convirtiéndose en patrimonio de la derecha en estos comienzos del XXI.

Ayer al mediodía oí en la radio al representante de una asociación de regantes de la Región Murciana, vinculado con el PP y jaleado por éste, que afirmaba a grandes voces que ellos necesitan agua, mucha agua, y que la necesitan ya, y que al Gobierno de Zapatero le corresponde ver cómo se las arregla para proporcionársela.

¿Cómo? Yo se lo digo: lo que tiene que conseguir el Gobierno es que llueva de una vez en Murcia, pero no de golpe y porrazo, a cántaros, sino poco a poco, al cantábrico modo, de manera que los ríos se vuelvan caudalosos, los aljibes rebosen, las acequias se llenen, los pantanos alcancen de aquí a diciembre el 95% de su capacidad y las llanuras se cubran de verdes prados de tierno césped en los que quepa instalar decenas de campos de golf para deleite de propios y extraños.

Y si el Gobierno es incapaz de lograr eso, que dimita. Faltaría más.

La actitud de muchos regantes del sur de la costa mediterránea consigue sacarme de quicio. Alentados por sus respectivos gobiernos locales, han elegido un modelo de agricultura que no se acomoda ni de lejos a su medio ambiente natural. Han optado por cultivos intensivos que requieren unos recursos hídricos enormes, sólo alcanzables -con muy considerable esfuerzo- en los años de vacas gordas. Y luego se indignan cuando el cielo se pone esquivo, el agua no alcanza y los hipotéticos donantes de otras zonas no quieren privarse de lo suyo para cubrirles las necesidades que ellos se han creado de manera artificial.

Encima, y gracias siempre a la intercesión de los jerifaltes políticos con mando en plaza, se conchaban con unos empresarios turísticos que funcionan como otras tantas esponjas añadidas y que no paran de atraer más y más millones de turistas deseosos de duchas, prados de césped y piscinas cada medio kilómetro.

Se lo oí decir a una dirigente local de IU: «A esta gente toda el agua del Amazonas le parecería poca».

Lo de los libertarios del 70 era «Zamora, puerto de mar». Éstos le han dado un ligero retoque a la consigna: «Murcia, una Holanda de sol y playa», viene a ser lo suyo.

Y que quienes consideren que un planteamiento así es insensato, que dimitan.

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Pensé ayer por un momento que los presidentes de Ceuta y Melilla se habían llegado a Madrid también en plan regante murciano, exigiendo del Gobierno solución inmediata para otro problema que, en buena ley, no la tiene: el que se ha montado en los enclaves españoles de África con la entrada masiva de inmigrantes sin papeles.

Lo pensé tras oír al mandamás de Melilla, el pepero Imbroda, que exclamó nada más poner pie en la capital del Estado: «¡Que el Gobierno nos diga cómo va a resolver esto!». Me dije: «Sí, hombre, como si fuera un asunto que el Gobierno pueda solucionar en dos patadas».

Me equivoqué. A lo que parece, el Gobierno piensa resolverlo precisamente en dos patadas. Dadas en el culo de los inmigrantes, precisamente. A las pocas horas de declarar eso Juan José Imbroda, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, anunció que las autoridades españolas se proponen expulsar a Marruecos a buena parte de los inmigrantes indocumentados que han entrado en Melilla. Dijo que lo hará en aplicación de un acuerdo con Rabat que autoriza la devolución inmediata al territorio de partida -a Marruecos, en este caso- de aquellas personas que sean interceptadas en tierra de nadie.

Me quedé de piedra. Para que el acuerdo invocado por la vicepresidenta pudiera ponerse en práctica, habrían de cumplirse por lo menos dos condiciones: en primer lugar, deberían estar fijados con precisión los límites de esa tierra de nadie; en segundo término, la medida debería aplicarse mientras las personas afectadas se hallaran en esa tierra de nadie, esto es, siempre que no hubieran entrado en territorio de soberanía española. Y ninguna de las dos condiciones concurre en este caso.

Fernández de la Vega rehusó ayer entrar en esos enojosos detalles. Dio toda la sensación de que el Gobierno se dispone a aplicar una política de hechos consumados. Que planea proceder a las expulsiones y, si luego algún tribunal determina que se ha saltado ilegalmente los pasos que la Ley de Extranjería establece para tales procedimientos, a buenas horas.

Parece que su plan consiste, como quien dice, en dictar por decreto que Zamora es puerto de mar. Y al que le pique que se aguante.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (6 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de octubre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/06 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2005 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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