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1996/08/27 07:00:00 GMT+2

Ser motorista en Madrid

El señor alcalde de Madrid, don José María Alvarez del Manzano, sabe que los automovilistas de la Villa y Corte son, por lo común, individuos adustos y de malas pulgas, con los que no hace al caso bromear. A cambio, ha reparado con satisfacción en que quienes deambulamos por calles y plazas a bordo de motocicletas y ciclomotores somos gentes risueñas, bonachonas y bienhumoradas, dadas a la chanza y la chirigota. Lo cual hace brotar en él un inagotable torrente de simpatía, que le empuja a festejarnos de muy diversos y lúdicos modos.

Así, el señor alcalde ha descubierto cuán divertido es que las calzadas de la ciudad estén llenas de grietas. Las grietas presentan la indiscutible virtud de que no molestan nada a los automovilistas, porque los neumáticos de sus vehículos pasan sobre ellas sin notarlas. Pero las motos sí que las notan.

Las grietas que don José María cuida con mimo para nuestro esparcimiento son de dos tipos: unas discurren en paralelo a las aceras; las otras son perpendiculares al sentido de la circulación. La combinación de ambas es desternillante. Las paralelas hacen las veces de carril de tren: te metes con la moto en una y ya no sales. Pero para eso precisamente están las grietas perpendiculares: permiten girar en 90, con gran sorpresa no sólo de los viandantes, sino a menudo también de los propios motoristas. Es muy emocionante.

Otra variedad de obstáculo, también la mar de divertida, es la zanja. En Madrid hay la tira de zanjas, algunas de notable profundidad, abiertas con la tan tenaz como amable colaboración de Gas Natural. Pasar por una calle llena de zanjas -v.gr: la calle Vallehermoso, en estos mismos momentos- es lo más parecido a hacer los 500 metros/vallas, pero sobre ruedas. Como una carrera de trial, pero sin tener que pagar enojosos derechos de participación.

Nuestro alcalde no se encarga sólo de hacernos reír. También se preocupa de nuestra vida sentimental. Gracias a la inaudita cantidad de baches que hay en las calles madrileñas, a los motoristas tímidos nos basta con invitar a la moza de nuestros sueños a dar un breve paseo. En cosa de nada y gracias a los citados baches, la señora o señorita se nos adhiere -aunque sea sin querer- hasta extremos deliciosamente turbadores.

Y están luego los Veranos de la Villa. En el estío, nuestro solícito alcalde nos proporciona suplementos de emoción dignos de Port Aventura. El más efectista lo logra por el sencillo expediente de apagar la iluminación de muchas calles, incluidas algunas muy céntricas. De noche es estupendo. Como los focos de las motos no iluminan gran cosa, uno va con el alma en vilo: si alguien con un par de copas de más se pone a cruzar la calle, te lo llevas por delante. Es como la ruleta rusa, pero con ruedas. Sublime.

Reconoceré, a fuer de sincero, que el alcalde no es el único madrileño que siente un hondo afecto por los motoristas. Rivaliza en ello con muchos automovilistas, que nos ayudan a perfeccionar nuestra diversión y preparación física de muchos modos: arrojando las colillas por la ventanilla con gran energía, en vez de dejarlas caer al suelo -descartada la vulgaridad de apagarlas en el cenicero- o lanzando hermosos gargajos, que el motorista debe eludir con un rápido movimiento de la cabeza. Otros, más audaces, ponen a prueba nuestros reflejos -no sin riesgo por su parte, lo que vuelve doble nuestro agradecimiento- abriendo sin mirar la puerta del coche por el lado de la calzada.

Gracias a la perfecta simbiosis que logran en esto Ayuntamiento y automovilistas, ejercer de motorista en Madrid le hace a uno sentirse como un moderno Ivanhoe, un esforzado Tartarín, un Ulises de nuestro tiempo. ¡Gracias, don José María! ¡Gracias, amigos del volante, madrileños todos!

Javier Ortiz. El Mundo (27 de agosto de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de septiembre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/08/27 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: pp el_mundo 1996 madrid tráfico preantología álvarez_del_manzano | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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