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2004/10/24 06:00:00 GMT+2

Objetos imposibles

Hubo en tiempos unos anuncios que el Ayuntamiento de Madrid exhibía en los paneles de las paradas de los autobuses, a modo de bienhumorada exposición artística callejera, que respondía al epígrafe general de Objetos imposibles. Creo que eran obra de un grafista francés. Había un martillo con el que no cabía clavar nada, una tetera que sólo podía servir para echarte el té sobre la mano y más cosas de ese estilo. Los objetos tenían su gracia, pero no resultaban nada inquietantes, porque su ideación -que se diría ahora- apuntaba tan sólo a la broma.

Ha pasado el tiempo y, según avanza, me doy cuenta de que cada vez son más los objetos imposibles que me rodean. Pero éstos no pretenden hacerme sonreír. Se supone que aspiran a ser muy útiles y muy prácticos.

Acabo de hacerme con una máquina de fotos digital modernísima. Estupenda.

Estupendo.

Su libro de instrucciones tiene 200 páginas impresas en cuerpo 7, que incluyen numerosas notas adicionales en cuerpos de letra aún menores.

Mi vista a corta distancia es buena. Bastante mejor que la de la mayoría de las personas de mi edad. Pese a ello, me resulta imposible leer el libro de las narices si no es a plena luz del día o debajo de una lámpara de potencia aceptable.

Las instrucciones, por supuesto, están en inglés y nada más que en inglés.

Soy persona más avezada que la media en el manejo -y hasta en la reparación- de artefactos de toda suerte: televisores, vídeos, DVDs, equipos de sonido, ordenadores, etcétera. Quiero decir con ello que los paratos no me causan ningún vértigo inicial. Pero puedo jurar y juro que aprender el manejo de la cámara de fotos que me he mercado requiere un cursillo intensivo de varias jornadas. Tengo testigos de que he dedicado al bicho no menos de diez horas en este week end. Pues bien: estoy todavía en la página 88 del libro -del tomo- de instrucciones.

A semejante velocidad de crucero, es posible que para final de mes sepa más o menos qué posibilidades ofrece la cámara de los diablos.

En ese momento, podré apostar lo que sea a que jamás me serviré del 90% de esas posibilidades.

No pretendo que sea imposible aprender a manejar bien una máquina como ésa. Lo que afirmo es que se requiere ser un fenómeno de la naturaleza para controlar las posibilidades y el manejo específico de todos y cada uno de los aparatos de los que nos cabe acabar rodeados: televisores, radios analógicas, radios digitales, relojes con funciones adicionales, agendas electrónicas, teléfonos móviles -con todos sus accesorios, por supuesto-, GPS, grabadores y reproductores de vídeos, cámaras, DVDs -también grabadores y reproductores, faltaría más-, MP3 -fijos y portátiles-, ordenadores -no menos fijos y no menos portátiles, los unos y los otros-, aparatos de aire acondicionado, lavadoras, lavavajillas, secadoras, microondas, frigoríficos de control digital, coches con ordenador de a bordo, humidificadores...

Dicho sea sin ningún afán exhaustivo.

Hace años, yo presumía de tener una de las mejores bibliotecas especializadas en la Unión Soviética que hubiera en España. Con libros en castellano, francés, inglés... y también en italiano, en portugués y hasta en ruso, por mal que se me diera el idioma. Hoy puedo aspirar a tener una de las bibliotecas de manuales de funcionamiento más nutridas del continente. Y en muchos más idiomas que la otra.

Estoy a punto de cerrarme en banda ante tanto disparate y hacer un llamamiento urbi et orbi proponiendo que la Humanidad entera vuelva a empezar a partir de la edad de Piedra. A ver si al segundo intento nos sale mejor.

No hay que perder la esperanza.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/24 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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