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2004/09/03 06:00:00 GMT+2

Los yo que van muriendo

Es curiosa la memoria.

He vuelto a ver Let It Be, la película de The Beatles. La vi en su día, allá por 1970. Y cómo son estas cosas. Entonces me pareció un espectáculo penoso. Saqué la conclusión de que aquella gente estaba a matar. Lennon a lo suyo, como ausente, embobado con la japonesa de las narices, McCartney tal cual pero con su chica Kodak, Harrison en estado de perpetuo cabreo rencoroso con el tándem Lennon-McCartney, Starkey a su aire...

Creo que era deudor del buen rollito (cómo me carga esa expresión, dicho sea de paso) de Qué noche la de aquel día, Help!, Yellow Submarine y el Magical Mistery Tour. Supongo que daba por hecho que los Beatles siempre estaban de risas, encantados de haberse conocido, diciendo maldades contra la buena sociedad, y me ponía de mal cuerpo verlos tal cual eran.

Entonces me dije: «¿Y cómo podían estar juntos?». Ahora veo claro que se separaron porque estaban hasta arriba de soberbia y de dinero, pero no porque no pudieran soportarse. Porque, cada vez que en la sesión de grabación empezaba a sonar algo con aire de rock & roll, se les veía entenderse, resucitar. De acuerdo: es muy posible que uno no disfrute con alguien que cuenta cómo se refugia en la Virgen María cuando tiene problemas, pero todo se arregla si a continuación se arranca con los acordes de Get Back o One After 909. Y no digamos si encima tiene la idea de grabar en la azotea del edificio para montar el escándalo en el centro de Londres.

Porque ésa es otra. Todo progre que se precie da por hecho que Lennon era el estupendísimo del grupo y que McCartney no era más que un burguesito con conocimientos de música. Falso. La película es una prueba irrefutable, y no sé cómo pude verla hace treintaitantos años y no darme cuenta. A la altura de 1970 Lennon era un tío que apenas movía el culo y que pasaba cantidad. Sólo resucitaba cuando aquello sonaba a rock. Y a menudo sonaba a rock porque McCartney volvía a las fuentes. Entonces -la película lo registra- John miraba a Paul con complicidad, con cariño, como un amigo, como al loco con el que anduvo encantado por Hamburgo. Para esas alturas, el trabajo esencial, tanto en talento como en ganas, lo ponía McCartney.

Cuento esto no porque lo de Lennon y McCartney me parezca trascendental para el destino de la Humanidad, sino para llamar la atención sobre un hecho más general (y más privado a la vez): cómo lo mismo -la misma película, experiencias similares- podemos verlo de maneras totalmente diferentes, incluso opuestas, con el paso de los años.

En este caso, el filme es el mismo, pero yo no. Es obvio que mi yo de 1970 ya no existe.

Quod erat demostrandum: somos una sucesión de personas diferentes.

Cuando nos morimos sólo se pierde nuestro último yo. Los otros ya se han muerto por el camino.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (3 de septiembre de 2004) y El Mundo (4 de septiembre de  2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado la versión del periódico. El apunte se titulaba Los yo que mueren. Subido a "Desde Jamaica" el 1 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/09/03 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: jor beatles apuntes música 2004 el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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